jueves, 2 de mayo de 2013

Vietnam: del fracaso comunista a la económia de mercado.

Vietnam: del fracaso comunista a la economía de mercado
Jose Ignacio Moreno Leon
Jueves, 2 de mayo de 2013







   Foto: Google
La historia contemporánea está salpicada de ejemplos de fracasados regímenes populistas y autoritarios, acaudillados por jerarcas mesiánicos, que promoviendo el culto a su personalidad, han llevado a sus pueblos a la muerte, la miseria y al colapso de las economías e instituciones de sus países y, en algunos casos, de otros países que pretendieron mantener bajo un yugo hegemónico y genocida.
Esos fueron los casos de Hitler y el nazismo; de Mussolini y el fascismo; de las dictaduras comunistas de Lenin y Stalin; de Mao y Pol Pot, con sus erráticos y genocidas experimentos de ingeniería social asentados en la ideología marxista-leninista; y del vetusto y nepótico régimen maoísta y militarista que aún mantiene en el oprobio y la miseria a Corea del Norte.
Sin embargo, en épocas más recientes, hemos visto cómo la mayoría de esos países se han deslastrado de esas ideologías totalitarias y estatistas y ahora sus economías operan en una versión abierta y de mercado.
Los casos más relevantes son los de la Alemania unida que logró superar los desastres de la Guerra con un exitoso sistema de economía social y ecológico de mercado; igualmente el caso de China que, luego de los fracasos del régimen maoísta, ha logrado impulsar, con abiertas reglas de capitalismo de mercado, el exitoso progreso económico de que hoy disfruta.
Pero Vietnam, a nuestro juicio, representa el ejemplo más relevante y exitoso que, en las últimas dos décadas, se puede señalar del cambio de un fracasado sistema económico comunista hacia una economía de mercado con sentido social. Este país, luego de las sangrientas guerras de Indochina y de Vietnam, que produjeron cerca de cuatro millones de muertos, logró su reunificación, en julio de 1976, bajo el gobierno comunista de Vietnam del Norte, con el nombre de República Socialista de Vietnam y, a partir de entonces, se impuso un sistema de economía centralizada, bajo los postulados marxistas de colectivización de la producción agrícola, estatización de la actividad económica, con erráticos intentos para acabar con la poca actividad privada que quedaba en Vietnam del Sur que había tenido el apoyo de los Estados Unidos.
Todo esto agravó los efectos devastadores de los 30 años de guerra que el país había sufrido, generando desabastecimiento, desempleo, incremento de la deuda externa, grave situación de la balanza de pagos y frecuentes revueltas populares, especialmente en el sector campesino.
En 1979, el Cuarto Congreso del partido comunista intentó, con la resistencia de los miembros más conservadores, unas tímidas reformas que agravaron la situación económica del país, provocando que el PIB se contrajera a 0,50% en 1979 y -3,7% en 1980, con una fuerte caída del PIB industrial que, de un crecimiento de 5,4% en 1978, se desplomó a -4,5% en 1978 y -9,6% en 1980.
Esta situación forzó a que, en el Sexto Congreso del partido, realizado en diciembre de 1986, se rompiera definitivamente con el modelo económico comunista, que estaba generando una inflación de 700% anual y un enorme déficit presupuestario. Fue entonces cuando se impulsó la llamada Renovación o Doi Moi, como programa de profundas reformas, no solo en lo económico, sino también -aunque en menor grado-, en lo político, debido a la creciente presión por la democratización en el partido y de la sociedad vietnamita en su conjunto, aunque la alta dirigencia continuó aferrada a la idea hegemónica de un solo partido, temerosa de perder sus privilegios y el control sobre el proceso interno.
Con la renovación económica y, a raíz de la debacle de la Unión Soviética, Vietnam intensificó, durante los años 90 y hasta el presente, el modelo de economía de mercado, aboliendo la política de subsidios y el control burocrático del proceso económico, para dar amplia participación a las fuerzas sociales, desechando el estatismo y el ineficiente sistema de control de precios y de tasas de intercambio múltiple y promoviendo una economía abierta con precios y tasas de cambio determinadas por el mercado, apertura a la propiedad privada con incentivos para la inversión extranjera.
Todo esto ha generado un rápido crecimiento industrial, agrícola, de la construcción y de las exportaciones que colocan al país, en la actualidad, como el segundo exportador mundial de arroz, detrás de Tailandia y de café, luego de Brasil.
Hoy en día Vietnam es considerada como la economía de más rápido crecimiento a nivel mundial. El sector privado genera dos tercios del PIB y goza de una dinámica apertura comercial, luego de que el país se incorporara, desde 2007 en la Organización Mundial de Comercio.
El país ha triplicado la renta per cápita, con un crecimiento real promedio superior a 7,5% anual. Al comenzar las reformas el PIB per cápita era de $ 525 millones y ya para 2011 había superado la cifra de $ 3.300 millones. El 94,3% de la población está alfabetizada, con una esperanza de vida de 72 años y una de las más bajas tasas de desempleo a nivel mundial. La pobreza se ha reducido de 58% en 2003 a cerca de 12%, y en menos de 20 años se ha logrado sacar de la miseria a más de 25 millones de personas, reduciéndose la pobreza extrema a menos de 2%.
Con su modelo de economía de mercado, Vietnam se ha colocado, según el Banco Mundial, como uno de los países en desarrollo más exitosos en la historia del desarrollo económico, siendo uno de los pocos que ha logrado cumplir las metas del milenio, mucho antes que la fecha fijada por la ONU.
Vietnam es un ejemplo emblemático del contraste entre las fracasadas recetas de la economía marxista y los logros de una economía de mercado con sentido social.
El que tenga ojos, que lea…
Director general del Celaup

miércoles, 1 de mayo de 2013

La Economía Política del Socialismo del Siglo XXI

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La Economía Política del Socialismo del Siglo XXI

9 Abril 2013 No Comment
Discurso de Incorporación como Individuo de Número del
Dr. Humberto García Larralde
comuna socialistaVenezuela atraviesa un período prolongado bajo un gobierno que pregona la implantación de un “Socialismo del Siglo XXI”. En los últimos cuatro años se ha asentado el marco legal que determina la forma que asumiría este proyecto, bajo la figura de una economía y de un estado comunal. Indagar en qué consiste, cuáles son sus aspectos característicos y qué dinámica parece gobernarlo, es tema obligado del debate económico. Me propongo explorar este proceso desde el marco de la Economía Política, convencido de que el análisis descriptivo de objetivos de política, instrumentos y repercusiones dejaría sin remover aspectos cruciales del fenómeno, limitando su comprensión.

¿Por qué “Economía Política”?
El término adquiere carta de residencia con el afianzamiento del capitalismo en la Europa occidental, que obligó a los pensadores a tratar de describir el orden emergente y explicar sus “leyes” o pautas de funcionamiento. La progresiva disolución del mundo feudal provocada por la marea indetenible del intercambio mercantil significó, entre otras cosas, el pase de la vida comunal, de pequeñas aldeas en las que cada quien realizaba una tarea específica dentro de un orden de sumisión personal prestablecido, a una existencia de horizontes mucho más vastos e inciertos. De ahí los orígenes de tan contradictorio término: la administración del hogar –oikos nemo- llevado al plano de la polis, del espacio para el quehacer público de la comunidad, que escapa de los referentes domésticos que inicialmente evocaban sus raíces griegas. Se requería darle sentido a la nueva realidad, desentrañar a qué principio ordenador respondía, cómo participaban los diversos integrantes de una sociedad en la generación, distribución y usufructo de la riqueza, y cuál era, en realidad, la esencia de ésta. No otra cosa se planteaba que dilucidar la estructura societaria que iba conformando la dinámica económica capitalista y el orden a que daba sustento. De ahí la naturaleza necesariamente política de tal indagación, obligada a descubrir los intereses en juego, los criterios de justicia a que respondía y las instituciones que, en atención a ello, iban conformando la Modernidad. Ello fue objeto central de estudio de la llamada Escuela Clásica.
El éxito de esta indagatoria a través del tiempo fue llevando, paradójicamente, a su superación en tanto perspectiva de Economía Política. Inspirado en la metodología de las llamadas ciencias básicas, el estudio de lo económico desplegó esfuerzos conscientes por despojarse de las disquisiciones retóricas para ampararse en lo científica y objetivamente cognoscible, incontaminado de ponderaciones valorativas acerca de a quiénes favorecía tal o cual proceder. Podría afirmarse que, con la ascendencia de la eficiencia como preocupación central al análisis económico, la teoría de nuestra disciplina, no obstante ser una ciencia social, adquirió un carácter cada vez más técnico, en tanto hacía abstracción del contexto histórico de su campo de estudio. La llamada “revolución marginalista” de Jevons, Walras y Menger le abrió las puertas a una teorización cada vez más fundamentada en las matemáticas y en la cual, presupuestas unas restricciones al problema económico planteado, las posibilidades de optimización eran científicamente discernibles. Se confiaba en haber desentrañado una racionalidad inapelable frente a la cual los actores económicos no podían desentenderse. La responsabilidad del economista debía circunscribirse a explicitar ante éstos las consecuencias de tal o cual decisión o tendencia sobre la asignación y el usufructo de los recursos disponibles.
El examen de la función de utilidad no se plantearía el por qué de determinadas preferencias de consumo y/o de producción, sino el cómo, a partir de éstas, puede maximizarse, dadas las restricciones existentes. Se abandonó así la esfera de lo público, ámbito de la Economía Política, para adentrarse exclusivamente en el campo de lo privado, lo cual llegaría a su formalización metodológica con el análisis del equilibrio parcial desarrollado por Alfred Marshall. Cierto es que este instrumental también permitió postular un modelo de equilibrio general que, bajo ciertos preceptos, concluía en que la prosecución de la mayor satisfacción individual redundaba en una óptima solución social. No obstante, a pesar de haber vuelto en cierta forma a los orígenes armado de un marco lógico inapelable –la mano invisible del mercado de Adam Smith-, las derivaciones de la teoría del equilibrio general eran incapaces de ofrecer criterio alguno de cómo debían distribuirse los frutos de la producción óptima, pues los valores societarios sobre la equidad y la justicia quedaban fuera del ámbito de la ciencia positiva. Donde la Economía Política se sentía a gusto, evaluando la forma más conveniente de usufructuar la riqueza social, se inhibía deliberadamente la nueva disciplina, porque su instrumental de análisis no incluía tales consideraciones. Con la emergencia de la Macroeconomía en los años 30 del siglo pasado vuelve a enfocarse la atención en el ámbito público y, entre otras cosas, a las implicaciones distributivas de las dos grandes escuelas en contienda: la monetarista y la keynesiana. Luego, hacia finales del siglo XX, la “nueva” Economía Institucional retomaría aspectos centrales a muchas de las preocupaciones de la Economía Política, pero en el marco de una construcción lógica que trasciende la perspectiva más inductiva de los clásicos.
En otro plano, el examen de los problemas del desarrollo no podía dejar de incursionar en sus aspectos políticos. Las notorias injusticias plasmadas en la iniquidad con que se usufructúa la riqueza social, la penuria de vastos sectores y las escasas oportunidades aparentes de los países pobres por superar su condición, obligaban por fuerza a retornar muchas de las preguntas básicas que se habían hecho los clásicos. La relación entre poder económico y poder político; la perpetuación de posiciones de privilegio por intermedio de arreglos institucionales que hacían de la actividad económica un juego suma-cero, excluyente; la subordinación a dinámicas de acumulación centradas fuera del ámbito nacional y sus implicaciones para el ejercicio de la soberanía y de la libertad de acción de los países en desarrollo, no podían desentrañarse de la preocupación de economistas conscientes de su responsabilidad.
La economía del desarrollo volvió a abrir la discusión en torno a los modelos de sociedad. La alternativa entre lo ofrecido por el capitalismo versus aquella propagada por el socialismo, ocuparon por un buen tiempo las disquisiciones de analistas, con fuerte protagonismo político, en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado. Si bien el desarrollo posterior de los acontecimientos -notoriamente la perversión de las promesas de la Revolución Cubana y el colapso de la Unión Soviética-, zanjó la contienda a favor de formas de organización social basadas en la economía de mercado, la perspectiva de la Economía Política conservó su pertinencia para analizar los problemas del desarrollo.
A pesar del aparente ocaso de la perspectiva socialista como opción, el siglo XXI sorprende al ponerlo de nuevo en escena en algunos países de América Latina, en particular, su re-emergencia como proyecto político de la llamada Revolución Bolivariana posterior a 2004. Ello obliga al analista a retomar de nuevo las indagaciones de la Economía Política para intentar una descripción del fenómeno presente: qué lo motoriza, quiénes se benefician de su dinámica, a dónde se dirige ésta, y cuáles podrían ser las reglas de funcionamiento –de existir éstas.
¿De qué trata la economía comunal?
En el proyecto de cambio constitucional rechazado a finales de 2007, los Consejos Comunales eran vistos como órganos de base de un Poder Popular cuya agregación daría lugar a Comunas, las cuales podrían conformar, a su vez, Ciudades Comunales. La intención era desplazar progresivamente a las alcaldías y gobernaciones por instancias de un poder paralelo que “no nace del sufragio ni de elección alguna, sino de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población” (art. 136). A pesar de rechazarse la propuesta, la Asamblea Nacional aprobó en 2009 la Ley Orgánica de los Consejos Comunales, la Ley Orgánica de las Comunas y una Ley Orgánica de Poder Popular. Junto con la Ley Orgánica del Consejo Federal de Gobierno y la Ley Orgánica de Planificación Pública y Popular, aprobadas en 2010, conforman un entramado legal que da sustento a la economía comunal. Por último, en 2012 el Presidente sancionó por decreto, la Ley Orgánica para la Gestión Comunitaria de Competencias, Servicios y Otras Atribuciones, que regula la transferencia a las instancias comunales de potestades de alcaldías y gobernaciones sobre construcción de obras y prestación de servicios públicos.

La mitificación de la comuna como forma de organización político-social deseada desde la perspectiva revolucionaria se remonta a los sucesos de la Comuna de Paris en 1871. Tanto la China de Mao, como Pol Pot en Camboya, la impusieron luego a sangre y fuego a los pobladores rurales como expresión de una supuesta organización social de avanzada. No es de extrañar, por ende, que un gobierno esforzado en mostrar sus credenciales revolucionarios adopte como bandera la construcción de un Estado Comunal. Pero en contraste con la experiencia de la Comuna de Paris, la propuesta de la Revolución Bolivariana en absoluto se refiere a formas espontáneas y autónomas de organización popular. Su existencia legal está sujeta a la validación de su registro en el ministerio correspondiente y su puesta en operación se rige por una detallada normativa que regula su constitución, organización, propósitos y actividades, que aplasta toda versatilidad. Sus actividades deben concebirse dentro de un ordenamiento territorial que da lugar a una estructura de autoridad jerarquizada, bajo control de la Presidencia de la República. La economía comunal está ahíta de incentivos, pues pertenece a todos pero a la vez a ninguno: se extreman normas para evitar cualquier asomo de intereses individuales en su gestión. Como señalan sus respectivas leyes, sus distintas instancias son concebidas como espacios para la construcción del socialismo, es decir, como ejecutoras de los designios del Presidente. De ello deriva su entidad legal, así como los recursos con los cuales funcionar. En la medida en que su organización no constituye una respuesta autónoma, propia, de una comunidad que se organiza para defender sus derechos y adelantar sus intereses, se revela como un diseño artificial, a ser impuesto por el poder coercitivo del Estado, como ocurrió en los casos antes citados. No obedece a expresión alguna de Poder Popular, como quiere hacernos creer la retórica oficial, ya que éste tiene que ser, por esencia, originario, autónomo e independiente: no puede formar parte del Estado. Si se pone al servicio de una parcela política pierde su razón de ser, es decir, se traiciona a sí mismo.
El imperativo de transferir progresivamente potestades propias de gobiernos locales y estadales a unos instrumentos de control político –las comunas- sin entidad constitucional, se inscriben en el propósito de prescindir de toda intermediación autónoma entre el Líder y su “pueblo”: aquellos que profesan lealtad al Presidente y a su proyecto político. Se persigue “aplanar” las instituciones con el fin de eliminar todo poder independiente que admita la prosecución de intereses distintos a los que profesa el Caudillo.
El socialismo como estatización y controles
En un plano bastante más concreto que el proyecto de economía comunal, el “socialismo del siglo XXI” se expresa en la estatización de empresas, así como en los sistemas de control y regulación del sector privado, en particular en el control de precios.
No están claros los criterios “estratégicos” que pretenden justificar las expropiaciones. Destaca el alegato ideológico, tan presente en la retórica oficial, de que es menester acabar con el capitalismo como forma económica dominante para ampliar el área de actividades basadas en la “propiedad social”. Pero para la doctrina marxista, aparente fuente de inspiración de este dictamen, la expropiación de los capitalistas obedecía a la necesidad de liberar las fuerzas productivas y acabar con los fundamentos que ocasionan las crisis económicas periódicas, así como la pauperización de las masas. En el caso que nos concierne, se evidencia que ha habido una destrucción de capacidades productivas, sin mejoras palpables en la distribución o nivel del ingreso. La dependencia que manifiestan las unidades estatizadas del fisco más bien distrae recursos que deberían destinarse a la producción de bienes públicos de interés social. Asimismo, la sustracción de estas empresas de la dinámica mercantil y la inexistente rendición de cuentas acerca de su gestión, las convierte en campo propicio para corruptelas. En fin, tampoco el descargo ideológico de las expropiaciones es fiel a la prédica del llamado “padre” del socialismo científico y tiene como razón más plausible la búsqueda incesante de control sobre la sociedad.
En lo que respecta a los controles de precio, basta señalar aquí que ello ha ido en aumento en la medida en que los resultados de la gestión económica del gobierno se traducen en niveles altos y tercamente inflexibles a la baja, de inflación. El Gobierno ha remplazado la defensa del consumidor por una gestión de naturaleza policial, focalizada exclusivamente en la fiscalización, multa y cierre de comercios minoristas, mayoristas y empresas productivas, por parte del instituto competente –Indepabis-, mientras la regulación excesiva anula la sana competencia. Con el Decreto-Ley de Costos y Precios Justos del 14 de julio de 2011, se crea la Superintendencia Nacional de Costos y Precios (SUNDECOP) como órgano de regulación y control unilateral del Estado, desestimando la consulta tripartita entre empresarios, trabajadores y gobierno, propio de fórmulas anteriores como la CONACOPRESA.
Los bajos o nulos márgenes de rentabilidad resultantes de los controles de precio se unen, en el caso venezolano actual, con la inseguridad jurídica de las expropiaciones. Ello disuade decisiones de inversión y ampliación de la capacidad productiva de muchas empresas, por lo que la satisfacción de la demanda interna se hace cada vez más dependiente de las importaciones. La amenaza que plantea la escasez de bienes y servicios para el respaldo político del Gobierno ha obligado a la revisión periódica al alza de los precios controlados, tergiversando la razón misma del sistema de controles, con el agravante de que –a diferencia del libre juego de la oferta y la demanda- desestimula la actividad productiva local.
El socialismo petrolero
En realidad, la clave más importante de la propuesta de “Socialismo del Siglo XXI” la proporcionó el propio presidente Chávez en su programa “Aló Presidente” del 29 de julio de 2007:
“Este es un socialismo petrolero. No se puede concebir el modelo económico que queremos construir en Venezuela si no incluimos la gota petrolera. (…) Con el petróleo haremos la revolución socialista[1].
El escenario macroeconómico que acomoda las políticas económicas y sociales que el Gobierno Bolivariano prosigue en el marco de este “socialismo petrolero” se fundamenta en:
1)       Esfuerzos por maximizar la renta petrolera a través de la restricción de la producción, en concierto con el resto de la OPEP. Ello estaría encubriendo, además, la incapacidad de recuperar los niveles de extracción petrolera previos a la expulsión de casi 20.000 trabajadores de PdVSA en 2003;
2)       Estimación de ingresos fiscales con base en precios del petróleo muy inferiores a los previsibles para disponer de excedentes para su gasto discrecional. Tomando como ciertas las cifras de producción petrolera del Ministerio de Energía y Petróleo, se habrían sustraído de la obligada rendición de cuentas a que conmina la Constitución, unos USA $267 millardos por esta vía entre 2003 y 2011;
3)       Decreto-ley de Contribución Especial por Precios Extraordinarios y Precios Exorbitantes en el Mercado Internacional de Hidrocarburos, que pecha los “windfall profits” provenientes del alza en los precios del crudo. Esta figura aísla estos ingresos adicionales de todo compromiso con los gobiernos regionales por vía del Situado Constitucional, centralizándolos en manos del Ejecutivo;
4)       Mejora en la recaudación fiscal del sector no petrolero debido, en parte, al rezago en el ajuste de la unidad tributaria con respecto a la inflación, con lo cual personas de ingreso real constante van siendo pechadas con tarifas cada mayores al aumentarse su ingreso en unidades tributarias (Santeliz, 2012);
5)       Creación de numerosas contribuciones especiales y exacciones al sector privado para alimentar programas específicos del Ejecutivo;
6)       Creación de fondos diversos para acumular recursos que estarán a libre disposición del Ejecutivo, ya que escapan del control presupuestario. Entre otros pueden mencionarse el Fonden, Fondespa, Fondo Miranda, el Fondo Bicentenario, el Fondo Simón Bolívar y el Fondo Social para la Captación y Disposición de los Recursos Excedentarios de los Entes de la Administración Pública Nacional;
7)       Contabilización fraudulenta de ganancias cambiarias en el Banco Central que son transferidas al fisco como dividendos;
8)       Conversión de PdVSA y otros entes en ejecutores directos de gasto social, sin supervisión de la Asamblea Nacional ni mecanismos claros de rendición de cuentas;
9)       Fuerte endeudamiento público. En términos per cápita, la deuda pública total aumentó desde un equivalente de $1.412 en 1998, a $ casi 6.000 a finales de 2012, según registros del BCV;
10)   Afianzamiento de la producción petrolera futura como garantía del fuerte endeudamiento con China, por un orden de USA $30 millardos.
11)   Control de cambio instrumentado desde comienzos de 2003, que represa la liquidez en el interior de la economía y hace bajar las tasas de interés en los mercados financieros domésticos. Ello reduce el servicio de la altísima deuda interna contraída por el fisco, amén de reservar para usufructo discrecional del Estado porciones crecientes de los dólares aportados por las exportaciones de crudo;
12)   Rezago cambiario, que refuerza la sobrevaluación del bolívar obrada por la renta petrolera, como instrumento anti inflacionario. Pero ello requiere de un estricto racionamiento del dólar, razón por la cual la tasa oficial deja de ser referencia para los precios de muchos bienes importados;
13)   El control de cambio permite administrar la devaluación del bolívar con fines fiscalistas, no obstante contrariar la intención del rezago cambiario arriba mencionado; y
14) Reforma de la Ley Orgánica de Administración Financiera del Sector Público para permitir la contratación de deuda a discreción del Ejecutivo, sin necesidad de “contar con la autorización de la Asamblea Nacional ni con la opinión del Banco Central de Venezuela” (art. 81).
Adicionalmente, reformas sucesivas de la Ley del Banco Central de Venezuela han permitido:
15)   El usufructo discrecional de reservas internacionales “excedentarias” estimadas en cada período, que se canalizan al Fondo de Desarrollo Nacional (Fonden), sin la debida rendición de cuentas;
16)   Financiamiento del BCV a empresas públicas, entre éstas PdVSA, que se ha endeudado por esta vía para financiar los programas sociales –gasto parafiscal- y solventar sus compromisos tributarios; y
17)   Acumulación de divisas petroleras en el Fonden, al cesar la obligación de su venta íntegra al BCV.
Los elementos descritos forman parte de un dispositivo macroeconómico articulado para maximizar la disponibilidad de ingresos en manos del fisco y saltarse los controles sobre su usufructo y aplicación. Ha hecho posible la constitución de una formidable base financiera para la prosecución de los objetivos de política del Presidente a través de un gasto público discrecional.

Un proyecto distintivo
La propuesta examinada, junto a la concentración sistemática del poder mas allá de lo que autoriza el marco institucional aun vigente, permite discernir, si no un “modelo” económico en el sentido estricto del término, por lo menos un proyecto, en tanto que exhibe elementos consistentes con una motivación común que los articula. Esta aseveración no carece de importancia, pues muchas de las críticas que se le venían haciendo al “socialismo del siglo XXI” señalaban que era un agregado de iniciativas con poca conexión entre sí, bajo la égida de un estado cada vez más interventor. La percepción de que se trata de un proyecto discernible permite plantearse la interrogante de su naturaleza desde la óptica de la Economía Política. ¿Cuál es el fundamento de la actividad económica de los últimos años? ¿Qué dinámica puede inferirse del comportamiento de los distintos factores que, en el plano de la economía, promueve este régimen? ¿A quiénes beneficia, a quiénes perjudica? ¿Qué podemos inferir de sus probables consecuencias en el plano económico, social y político? ¿Es viable? ¿Puede aventurarse una caracterización de este fenómeno con base en categorías de análisis conocidas?
Algo más acerca del sesgo ideológico
La exégesis del proyecto económico Bolivariano se hace con base en consideraciones ideológicas. Pero a diferencia del planteamiento marxiano, no se legitima por sus supuestas bondades económicas, sino que adopta la forma de un “deber ser” de fuerte impronta moralista. La retórica ideológica sirve para conectar con un imaginario que, en el pasado, insufló esperanzas de redención social en muchas partes del mundo. Lamentablemente, las experiencias que se propusieron hacerlas realidad concluyeron en un rotundo fracaso, con altísimos costos en términos humanos y libertarios, que negaban los fines que las habían motivado. Por ende, el discurso “socialista” de hoy no es más que un velo para legitimar posiciones de dominio y control -una “falsa conciencia” como expresara el propio Marx. Con el pretexto de un fin redentor se ha venido destruyendo las instituciones que se interponen a la concentración de poder en manos del Presidente. Alegar propósitos de justicia social para encubrir prácticas autócratas no es, desde luego, una novedad suya, como lo revelan las experiencias fascistas y comunistas.
¿Cómo se fundamenta económicamente el “socialismo del siglo XXI”?
La dinámica del proyecto examinado descansa en su capacidad para concentrar recursos en manos del Ejecutivo Nacional y asegurar, a través de su provecho discrecional, el respaldo social y militar requerido para perpetuarse en el mando y lograr mayores niveles de control político. Los dispositivos confeccionados para apoderarse de porciones crecientes del producto social y transferirlos a su base de apoyo político son centrales a estos fines. Ello se refleja en una remuneración laboral divorciada de la productividad y capacidades de consumo sin conexión con el empleo productivo. Durante estos años de bonanza petrolera el consumo ha mejorado efectivamente para muchos pobres, pero su sostenibilidad es precaria: las distorsiones macroeconómicas provocadas llevan tarde o temprano a una “corrección” costosa en términos económicos y sociales, como lo evidencia la reciente devaluación del bolívar.
Del análisis realizado se colige la implantación de mecanismos de asignación de recursos y de usufructo de la riqueza social diferente de los que se desprenden de la racionalidad mercantil. En abierto contraste con lo que señalara Marx para el socialismo -fase inferior de la sociedad comunista-, no rige la Ley del Valor: el diseño en comento apunta a que el intercambio y usufructo de la riqueza social en Venezuela debería operar según criterios políticos, no económicos. Al no tomarse en cuenta el costo de oportunidad en la asignación y aprovechamiento de los bienes y servicios, aparecen distorsiones en la forma de escasez en algunos lados y desempleo de recursos en otros. Pero el régimen confía en que la abundante renta petrolera permite compensar tales desarreglos.
La política económica del gobierno desconecta el usufructo de la riqueza social de condicionamientos basados en la premiación del logro o la ética del trabajo. Leyes que limitan y castigan a la iniciativa privada y/o ponen en duda derechos de propiedad; controles de precio en muchos rubros; control del mercado cambiario; sobrevaluación del bolívar; expropiación de empresas productivas, muchas veces sin indemnización; cierres de negocios por parte del SENIAT; y la importación masiva de bienes que compiten con la producción nacional, han creado un ambiente de gran incertidumbre que disuade la inversión productiva, sin contar la amenaza de que se implante una economía comunal.
En cuanto al proyecto comunal, la ausencia de incentivos a la producción, distribución y comercialización eficiente de bienes y servicios, lo obligarán a depender de transferencias del fisco. Los componentes de la economía comunal pasan a caracterizarse, en el balance, como entes de consumo: insumen más recursos de lo que producen. Los estímulos a la productividad se resienten cuando las decisiones están sujetas al visto bueno de funcionarios motivados por consideraciones políticas y/o burocráticas, controlan el financiamiento según pautas que desprecian los criterios de rentabilidad, y condicionan el funcionamiento de muchas de las empresas de producción social a la “construcción del socialismo” u otros imperativos que nada o poco tienen que ver con la eficiencia económica. Junto con las empresas expropiadas, conforman un arreglo sin apego a consideraciones de racionalidad económica, hecho a la medida de los fines de control político, que repite las experiencias fracasadas del “socialismo realmente existente”. El resultado es un tejido económico sin capacidad de sustento propio, que no puede subsistir sin transferencias externas y elementos de coerción.
Se trata, en realidad, de un proyecto rentista
La renta petrolera representa la transferencia externa antes aludida y constituye el elemento determinante de la viabilidad económica del modelo “socialista”, como bien lo reconoció el presidente Chávez. Sin embargo, el ingreso petrolero ha representado poco menos del 30% del PIB venezolano -medido a precios corrientes-, durante los últimos años, a pesar de que los precios internacionales del crudo sean los mayores de toda la historia. Más aun, hay indicios preocupantes de que estos ingresos no van a seguir creciendo como antes. En primer lugar, están los escenarios inciertos del mercado petrolero mundial debido al estancamiento europeo, la desaceleración china y la pronosticada autosuficiencia futura de los EE.UU. en materia petrolera. En lo interno, está la caída en la capacidad productiva de la industria petrolera por debajo de las cifras oficiales, con lo que los proventos por esta actividad han sido inferiores a los anunciados. Además, parte creciente de su factura está comprometida en pagar los préstamos contratados por la nación con China y otros países, así como en mecanismos de financiamiento a tasas preferenciales y con períodos de gracia a países latinoamericanos compradores, contemplados en esquemas como PetroCaribe. Por otro lado, el consumo creciente de gasolina y de otros productos en el mercado doméstico sacrifica ventas externas, a la vez que representa una fuente de cuantiosas pérdidas para PdVSA por concepto de subsidio de precios, más aun si deben importarse a precios internacionales para cubrir la demanda interna. A ello debe sumarse los incrementos en los costos operativos de la empresa, asociados en parte al incremento del personal a más del doble de lo que existía hace diez años. Por último, la sustracción de importantes sumas para financiar programas sociales y/o para adjudicarlas en el Fonden y otros fondos, reduce los recursos disponibles para financiar inversiones y actividades de mantenimiento destinadas a ampliar o al menos sostener la capacidad productiva en el tiempo. Éstas no podrán financiarse con la “caja” de PdVSA, por lo que ésta seguirá endeudándose, comprometiendo ingresos futuros. Tampoco podrá confiarse en la inversión extranjera para la ampliación de la capacidad productiva, ya que el marco restrictivo que ha instituido el Gobierno disuade a muchos actores internacionales.
¿Quiénes son ganadores, quienes perdedores?
El principal beneficiario del “modo de funcionamiento” de la economía que se ha venido imponiendo es, claro está, el Presidente de la República y su entorno inmediato, a quienes les ha sido bastante funcional a sus propósitos de control y perpetuación en el poder. En la medida en que lo permita la magnitud de los recursos en manos del fisco, los sectores recipiendarios de los esquemas de reparto instrumentados pueden contarse, también, como beneficiarios. Adicionalmente, estos recursos benefician a países con los que el régimen ha establecido algún tipo de alianza, como es el caso de la ALBA, o con los que hay un interés político particular. Aquí también el fin es instrumental: allanar las inclinaciones a favor que “legitimarían” internacionalmente las transgresiones venezolanas al Estado de Derecho.
En lo interno, la ausencia de mecanismos de control, de transparencia en el manejo de los recursos públicos y de rendición de cuentas, posibilita una estructura de complicidades para el usufructo irregular de la renta, que alimenta lealtades y compromisos con el Gobierno. Desde el lado de la oferta de recursos financieros, dependiente de los funcionarios que deciden el gasto; como de la demanda –incluyendo la cadena de intermediarios, comisionistas y custodios de la erogación-, conforman una suerte de mercado político en el que los favores otorgados constituyen los activos y los compromisos adquiridos o favores a retribuir (por las vías que fuesen) constituyen los pasivos.
El populismo se traduce con el tiempo en costos significativos para el desarrollo del país porque destruye la asociación entre bienestar material y productividad, determinante única, en última instancia, del nivel de ingreso de su población. Pero el régimen se beneficia de estas prácticas, al ganar la adhesión de importantes sectores de la población humilde en agradecimiento de los favores ofrecidos. Además, desmoviliza a esa misma población, convirtiéndola en masa maleable a la manipulación y el control “revolucionario”, al convocarla sólo para luchar contra un enemigo etéreo: la “oligarquía”, “los apátridas”, “el imperio”. Más allá, se procura minar las bases de las organizaciones sociales independientes mientras se promueven otras –paralelas- como simples “correas de transmisión” de la voluntad del poder, con miras a eliminar toda intermediación autónoma entre el pueblo y “su” líder.
Entre los sectores perjudicados por el proyecto económico Bolivariano están, en primer lugar, los empresarios que lo sean de verdad, por la excesiva regulación y el acoso que sufren bajo el marco legal restrictivo que se ha venido instalando, amén de ser objeto de expropiaciones. Más allá, el freno a la inversión, la pérdida de empleo y la subordinación creciente al arbitrio de un patrón estatal, nos convierte a todos, en particular a quienes están excluidos de los mecanismos de reparto, en perjudicados. La cuantiosa salida de capitales privados por la cuenta financiera de la balanza de pagos, montante en unos USA $110 millardos desde que se implantó el control de cambio en 2003, da el orden de magnitud de las oportunidades perdidas de consumo, inversión, crecimiento económico y empleo, de haberse procurado condiciones más propicias a la iniciativa privada. Un diseño político-económico que parece contrariar deliberadamente los criterios para la competitividad nos convierte a todos en dolientes a la larga.
¿Cómo puede caracterizarse el proyecto?
El proyecto “socialista del siglo XXI” no se distingue por sus propuestas o alcances productivos, sino por las formas de participación en el ingreso que pone en ejecución, fundamentadas de manera directa en las relaciones de poder que se han ido consolidando a lo largo de estos años a la par que se destruyen las instituciones del Estado de Derecho. Se ha ido decantando de manera cada vez más evidente una conducta patrimonialista de parte de los conductores de esta “revolución”, entendida ésta como el usufructo de bienes que son de patrimonio público –o pasan a serlo, vía expropiación- como si fueran propios. Paradójicamente, bajo la prédica “socialista” y de la primacía de lo colectivo sobre lo individual, son privatizados los bienes públicos mediante su provecho sectario, excluyente y discrecional por parte de quienes detentan hoy el poder.
En atención a lo examinado, podemos caracterizar el proyecto bolivariano como un régimen de expoliación, entendiendo por esto un arreglo orquestado desde el poder para el provecho discrecional de la riqueza social, en desapego a criterios de racionalidad económica o que estén basados en indicadores que expresen metas planificadas. El disfrute de la riqueza social pasa a depender de relaciones de fuerza cristalizadas en torno a un poder autocrático y está sujeto a transacciones de naturaleza política mediante las cuales se trueca obsecuencia y lealtad por el derecho a participar de la riqueza expoliada. El mercado como mecanismo autónomo para la asignación de recursos y para determinar la remuneración de los agentes productivos, con su sistema de precios que acopla presiones de demanda con posibilidades de oferta, es sofocado con toda suerte de controles y regulaciones, y remplazado por favoritismos políticos, prácticas clientelares y entresijos irregulares que son aprovechados por los buscadores de renta. Son notorios los negociados realizados a la sombra de la actividad petrolera, de la contratación de obras, de la compra de equipos militares o de otra naturaleza.
Quebrantados los mecanismos de control y de rendición de cuentas, no hay restricción al provecho discrecional de los recursos públicos distinta de aquella que se deriva del poder. El entramado legal es violado o adulterado, dando paso a una creciente anomia en la cual el principio ordenador del quehacer económico y civil no es el Estado de Derecho sino la correlación de fuerzas a favor en el plano político y militar. La propuesta de un Estado y de una economía “comunal” ofrece el justificativo ideológico para estas pretensiones, a la vez que socava los poderes regionales y locales que pudiesen servir de contrapeso a las apetencias centralizadoras del Ejecutivo. Como centros de consumo más que de producción, dependen de su engranaje con el sistema de expoliación orquestado desde el Gobierno. Se trata de un régimen de expoliación de carácter populista legitimado social y políticamente mediante programas de reparto clientelar, cuya dinámica deriva de los mecanismos que se han venido asentando para acceder a la riqueza por parte de personalidades, agrupaciones y sectores, al margen del Estado de derecho y de la vigilancia contralora de la sociedad. La enorme magnitud de dinero proveniente de la exportación de petróleo hace de la búsqueda de rentas el atractivo principal de estas prácticas por lo que puede completarse la caracterización como la de un régimen de expoliación rentista, de carácter populista.
Las funestas consecuencias que ha generado en términos de incentivos perversos y distorsiones institucionales han comprometido las posibilidades de desarrollo sostenible del país. Las deplorables corruptelas, la desviación de recursos públicos para fines personales, el amasamiento de fortunas de la noche a la mañana, el amparo y promoción de actividades delictivas con la complicidad de factores importantes del poder judicial, desnudan conductas reñidas con normas éticas básicas en sociedades democráticas. Sólo pueden ser “digeridas” por el cuerpo social y político en la medida en que vienen camufladas en una prédica “revolucionaria”, justiciera, que invoca a los forjadores de la Patria y culpabiliza como enemigos del Pueblo a los que se oponen a este estado de rapiña.
Concluyo señalando que el régimen descrito parece ser cada vez más vulnerable a la baja o el estancamiento de los precios del petróleo: desde 2009 se ha incrementado visiblemente la conflictividad social ante las dificultades para sostener los niveles de reparto de la renta petrolera a distintos sectores que se han ido “clientelizando”. En realidad, el proyecto adelantado sólo podrá sostenerse en el tiempo con base en un uso creciente de la fuerza y la restricción progresiva de las libertades ciudadanas. Confío en que la tradición democrática del pueblo venezolano impida que esto suceda.
HGL, 26 de febrero de 2012.

martes, 30 de abril de 2013

El poder de las momias Kim en Corea del Norte




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El poder de las momias Kim en Corea del Norte

Pablo M. Díez
Martes, 30 de abril de 2013
Con el país cerrado al mundo exterior, la propaganda está omnipresente en la vida de los norcoreanos de la cuna a la tumba







   Foto: Google
Cada mañana, a las seis, el himno de Kim Il-sung que suena desde los altavoces de la estación de Pyongyang marca el amanecer de un nuevo día en Corea del Norte. Nombrado «Presidente Eterno» tras su muerte en 1994, Kim Il-sung es el sol del último régimen estalinista del mundo y sigue dirigiendo el destino de su sufrido pueblo desde su mausoleo en el Palacio de Kumsusan.
Aquí descansa su cuerpo embalsamado junto al de su hijo, el «Querido Líder» Kim Jong-il, que también se exhibe para adoctrinamiento de las masas. Sin nada en los bolsillos y endomingados con sus mejores galas, miles de personas acuden a rendirles honores cada día. Especialmente en fiestas nacionales tan importantes como el aniversario de la fundación del Ejército, que se celebró el pasado jueves en medio de algo antes inimaginable en Pyongyang: un atasco en las calles de acceso a Kumsusan.
Entre un grupo de turistas europeos y otro de militares norcoreanos, ABC visitó ese día este templo de la propaganda que alcanza niveles surrealistas. Además de recorrer en una cinta larguísimos pasillos de mármol decorados a ambos lados con retratos históricos de ambos dirigentes, una estatua de Kim Il-sung ante la que hay que postrarse preside la entrada al recinto, donde suena «ad eternum» la marcha «¿Dónde estás, general?».
Tras ver el tren con el que recorrió cientos de miles de kilómetros y la interminable colección de medallas y diplomas que se expone en sus vitrinas, los visitantes acceden a la sala con la urna de Kim Il-sung, cubierto con una bandera roja. Ante sus pies y laterales hay que inclinarse tres veces en señal de respeto antes de salir a otra sala donde se expone el Mercedes que le regaló su hijo.
Al igual que con el «Presidente Eterno», es obligado repetir las reverencias ante el «Querido Líder», de quien también se puede ver el vagón de tren que utilizó durante años en sus viajes y en el que, según la propaganda, solía dormir cuando falleció trabajando el 17 de diciembre de 2011. En su interior no hay ninguna cama, pero aún se conservan los documentos a los que estaba dando el visto bueno, sus gafas, sus pantalones, su sempiterna cazadora marrón y sus botas negras con alzas.
De la pared cuelga una enorme pantalla Pioneer y sobre la mesa hay un ordenador portátil Macbook Pro, señal de que a Kim Jong-il no le gustaban los americanos pero sí Apple. De todas maneras, lo más «kitsch» es el reposapiés con púas anatómicas que en vida pudo haber relajado e incluso aupado al «Querido Líder», pero que ahora desentona con los muebles clásicos del vagón. Además de un Mercedes como su padre, Kim Jong-il tenía uno de esos coches eléctricos que se ven por los campos de golf y las Expos. Tan histórico vehículo también se expone en este museo consagrado al culto a la personalidad de la primera dinastía comunista del mundo, que va ya por su tercera generación con el joven Kim Jong-un.
«El dolor por la pérdida de Kim Jong-il nos ha dado valor», declama con voz lastimosa, como si fuera una plañidera consternada, una guía ataviada con un traje tradicional de luto en el Salón de las Lágrimas, donde se instaló la capilla ardiente de ambos mandatarios y «el llanto de los norcoreanos se fundió con el mármol hasta brillar hoy como diamantes».

Cerrados al mundo exterior

Con el país cerrado al mundo exterior, la propaganda está omnipresente en la vida de los norcoreanos de la cuna a la tumba: en las clases del colegio, los retratos dentro y fuera de los edificios, los murales de las calles, las noticias y películas de guerra por televisión y las canciones patrióticas de la radio, que resuenan a 100 metros de profundidad en el metro de Pyongyang, construido tan hondo para servir como refugio antiaéreo en caso de bombardeo americano.
Con el cierto despegue económico que está protagonizando la élite del régimen, la antaño aletargada Pyongyang parece una ciudad más alegre y muchos de sus grises bloques de estilo soviético han sido pintados de rosa. Pero las furgonetas con los altavoces de la propaganda siguen circulando por la capital emitiendo sus proclamas revolucionarias. Al anochecer, cuando las calles se quedan a oscuras y los cortes de luz y calefacción van rotando por barrios durante horas, la marcha de Kim Il-sung vuelve a sonar para recordarle a sus vecinos que es hora de irse a la cama hasta que mañana salga de nuevo el sol. O sea, él.

lunes, 29 de abril de 2013

HUMBERTO ECO: EL FASCISMO ETRNO.

El Fascismo Eterno
Humberto Eco* / Soberania.org - 14/06/07

El fascismo fue, sin lugar a dudas, una dictadura, pero no era cabalmente totalitario, no tanto por su tibieza, como por la debilidad filosófica de su ideología. Al contrario de lo que se puede pensar, el fascismo italiano no tenía una filosofía propia: tenía sólo una retórica.

La prioridad histórica no me parece una razón suficiente para explicar por qué la palabra «fascismo» se convirtió en una sinécdoque, en una denominación pars pro toto para movimientos totalitarios diferentes. No vale decir que el fascismo contenía en sí todos los elementos de los totalitarismos sucesivos, digamos que «en estado quintaesencial». Al contrario, el fascismo no poseía ninguna quintaesencia, y ni tan siquiera una sola esencia. El fascismo era un totalitarismo fuzzy. No era una ideología monolítica, sino, más bien, un collage de diferentes ideas políticas y filosóficas, una colmena de contradicciones.

El término fascismo se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista. A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar Ur-Fascismo, o fascismo eterno. Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen mutuamente, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.

1. Culto de la tradición, de los saberes arcaicos, de la revelación recibida en el alba de la historia humana encomendada a los jeroglíficos egipcios, a las runas de los celtas, a los textos sagrados, aún desconocidos, de algunas religiones asiáticas. Cultura sincrética, que debe tolerar todas las contradicciones. Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentaba de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. Si curiosean ustedes en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonehenge, esto es un síntoma de Ur-Fascismo.
2. Rechazo del modernismo. La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como irracionalismo.
3. Culto de la acción por la acción. Pensar es una forma de castración. Por eso la cultura es sospechosa en la medida en que se la identifica con actitudes críticas.
4. Rechazo del pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.
5. Miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.
6. Llamamiento a las clases medias frustradas. En nuestra época el fascismo encontrará su público en esta nueva mayoría.
7. Nacionalismo y xenofobia. Obsesión por el complot.
8. Envidia y miedo al "enemigo".
9. Principio de guerra permanente, antipacifismo.
10. Elitismo, desprecio por los débiles.
11. Heroismo, culto a la muerte.
12. Transferencia de la voluntad de poder a cuestiones sexuales. Machismo, odio al sexo no conformista. Transferencia del sexo al juego de las armas.
13. Populismo cualitativo, oposición a los podridos gobiernos parlamentarios. Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la voz del pueblo, podemos percibir olor de Ur-Fascismo.
14. Neolengua. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show.

El Ur-Fascismo puede volver todavía con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día,
en cada parte del mundo.

YA QUE HABLAMOS DE FASCISMO.

Ya que hablamos de fascismo
Alonso Moleiro
Lunes, 29 de abril de 2013
Ahora que se horrorizan porque la gente ejerce su derecho a la protesta de pronto se olvidan de todas sus andanzas en los años 90: los autobuses quemados, los negocios saqueados, las personas inocentes muertas, las balas perdidas, las madres desconsoladas







   Foto: Google
Con una ausencia de escrúpulos que la historia se encargará de documentar cuidadosamente en el futuro, el equipo propagandístico del gobierno acusa una y otra vez a sus adversarios de "fascistas". Una estrategia nauseabunda de opinión pública que, de momento, tiene a algunos periodistas, funcionarios ministeriales y voceros habituales del oficialismo empeñados en retratar a la oposición venezolana como un atajo de criminales al margen de la ley.
En rigor, el fascismo es, felizmente, una corriente de pensamiento político que subsiste de manera muy aislada en Occidente, su nicho natural para la maniobra.
Su temido regreso en Europa está en este momento en entredicho: la ultraderecha ha sido acorralada, luego de haber obtenido inquietantes avances, en Alemania y Austria; es casi inexistente en el Reino Unido y España, y sigue siendo una curiosidad estancada en naciones como Italia, Suecia y Holanda. Únicamente Francia, de la mano del tristemente célebre Frente Nacional, ha logrado darle auténticos sustos al status democrático.
Los elementos constitutivos del fascismo histórico han sido magistralmente glosados por Umberto Eco en sus archicitados Cinco escritos morales. Como en política los extremos del pensamiento se tocan, algunos de sus fundamentos tienen una sorprendente simetría con los postulados de la ultraizquierda. La razón es muy sencilla: se trata de interpretaciones de la realidad fundamentadas en la certeza demente de que la historia tiene una coordenada de carácter indiscutible en la que es necesario alinearse sin esguinces.
La verdad no es, como suele ser en el racionalismo democrático, un universo móvil, relativo y aproximado, susceptible de ser siempre reinterpretado, sino, en este caso, un horizonte estático e inapelable de carácter religioso. Tributaria de un universo de creyentes.
El culto desmedido a la tradición y el ancestralismo; el combate visceral a los valores de la modernidad; el rechazo al desacuerdo, estigmatizado como traición; el asco a la diferencia de pensamiento; la exploración sin escrúpulos en los desajustes, complejos personales y resentimientos sociales; el amor desproporcionado a la patria y la sujeción de los derechos personales a sus objetivos; la paranoia conspirativa y el estado general de alerta; la renuencia a normalizar el clima de opinión pública; la grima a los acuerdos con fuerzas adversarias; el desprecio por los débiles; el culto al martirologio y el heroísmo; las odas a la épica guerrera.
Para Eco, en el fascismo clásico "los individuos, como tales, no tienen derechos: el pueblo se concibe como una entidad monolítica que expresa `el bien común’ (...) El pueblo, de esta manera, es una ficción teatral".
Es el amplio terreno común que comparten Stalin y Hitler; Goebbels y Pol Pot; Ilich Ramírez y Roberto Duabisson. Todo aquel que considere legítimo matar a otra persona para hacer realidad sus deseos.
La extrema izquierda y la extrema derecha tienen, es cierto, una diferencia grave e irreconciliable en torno a la comprensión y aproximación de la pobreza y la justificación ética de la ayuda al prójimo: si para la primera el auxilio a los débiles constituye un punto doctrinario existencial, para la derecha ortodoxa la pobreza es un problema personal de quien la padece, y el pobre, como el débil, es, en sí mismo, un estorbo.
Es, sin embargo, a partir de esa importante brecha de criterios, como ambas corrientes transitan, a partir de entonces, un frondoso camino poblado de tradiciones y conductas similares. No es casualidad que tanto en la extrema izquierda como en la extrema derecha se desprecie de forma tan obcecada a los intelectuales; se sospeche de todo aquel que sea capaz de expresar abiertamente sus dudas y se usen las ideologías que sustentan su credo, no como un elemento para comprender las claves de la realidad, sino como un refugio para enmascarar su significado.
Nade de esto debe extrañarnos: tanto la extrema derecha como la extrema izquierda son expresiones políticas hijas de una visión castrense de la realidad. Por eso es que en sus dominios es tan apreciada la disciplina, la lealtad y la tradición. Por eso son tan conservadoras y alérgicas a la independencia de criterios. En la extrema derecha tales conductas se expresan en el falangismo, el franquismo, los paramilitares salvadoreños y colombianos y el atajo de lunáticos agrupados en torno a la Asociación del Rifle en los Estados Unidos. En la extrema izquierda, tenemos al stalinismo, las Brigadas Rojas italianas, y a buena parte de las corrientes insurreccionales latinoamericanas inspiradas en el guevarismo. No es casualidad que Fidel Castro, "el último teólogo vivo de la política", como lo llamó Enrique Krauze, haya militarizado todos los estamentos sociales de su país, desde el jardín de infantes hasta las universidades, multiplicando, como en Albania, los liceos militares, como las famosas escuelas "Camilo Cienfuegos", las movilizaciones masivas de ciudadanos y los refugios antiaéreos preventivos.
Lo curioso es que cuando estos argumentos son esgrimidos a los debilitados sectores democráticos del chavismo con el objeto de formalizar una preocupación concreta, estos elementos suelen ser despachados con enorme comodidad y holgura: claro, se trata de preocupaciones burguesas. Quienes hoy son llamados sin remilgos "fascistas" por salir a protestar en las calles, exigir transparencia a los poderes constituidos y auditar el proceso del voto, son al mismo tiempo ridiculizados por pretender llevar adelante la impostura del hipócrita acuerdo burgués. No hay conciliación posible, agregan, la causa popular es sagrada y es exclusivamente nuestra, no nos interesa pactar nada, no queremos ponernos de acuerdo con nadie para coexistir en paz en este país. Acá mandamos nosotros; queremos hacer lo que nos da la gana. O se la calan, o los llamaremos fascistas.
Ahora que se horrorizan porque la gente ejerce su derecho a la protesta de pronto se olvidan de todas sus andanzas en los años 90: los autobuses quemados, los negocios saqueados, las personas inocentes muertas, las balas perdidas, las madres desconsoladas. Las marchas disueltas a perdigonazos y la plomazón de carácter cruzado en las puertas de la UCV. Todo lo que tuvimos que vivir en los represivos años de la cuarta república, cuando Elías Jaua, Jorge Rodríguez, Ricardo Menéndez, Mari Pili Hernández, Elías Figueroa y otros dirigentes estudiantiles ejercían su derecho a la protesta y se quejaban por ser criminalizados por el poder

domingo, 28 de abril de 2013

EL ASQUEROSO FASCISMO BOLIVARIANO.

El asqueroso fascismo bolivariano

Maduro y su grupete representan un proyecto fascista inspirado en la violencia, en el dogmatismo y un simplismo primitivo en el cual se explota a los trabajadores, se reprime a la disidencia, y se manipula a los desposeídos en nombre de un bastardo "Socialismo Bolivariano".
Maduro y su grupete representan un proyecto fascista inspirado en la violencia, en el dogmatismo y un simplismo primitivo en el cual se explota a los trabajadores, se reprime a la disidencia, y se manipula a los desposeídos en nombre de un bastardo “Socialismo Bolivariano”.

Para el impostor Maduro y su combo de malandros no existe el debate razonado y democrático de ideas sino la violencia como instrumento para resolver los conflictos

José Rafael López Padrino
/ Soberania.org
Jose_Rafael_Lopez_Padrino_1El socialfascismo bolivariano representa un proyecto político autoritario que trata de llevar acabo un encuadramiento militar de la sociedad venezolana sobre las premisas de un pensamiento único, de la supremacía absoluta del Estado, de un control social de los ciudadanos y una sistemática violación de los derechos humanos.
A raíz de haber culminado el cuestionado proceso electoral del pasado 14A el régimen facho del impostor de Miraflores ha iniciado una ofensiva a fin de “eliminar” toda manifestación de disidencia política contraria al “proceso bolivariano”. Sin sorpresa hemos visto cómo el régimen ha hecho suyo el perverso libreto goebbeliano de que “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Así, voceros del régimen han propalado falsas informaciones sobre supuestas destrucciones de instalaciones médicas (Centros de Diagnóstico Integral) y establecimientos de PDVAL, de quemas de casas del PSUV y la muerte de militantes de la revolución.
Denuncias que han resultado ser falaces o vilmente manipuladas. No hay evidencias de que ningún centro médico o instalación de PDVAL hayan sido quemados, y existe documentación fotográfica que demuestra que la quema de las casas del PSUV fueron realizadas por los propios miembros de ese partido. En cuanto a las posibles muertes de militantes oficialistas no existen pruebas que demuestren la autoría material de tan lamentables fallecimientos por parte de miembros de la oposición.
Además, Maduro y su pandilla de delincuentes ordenó a sus jaurías paramilitares, en coordinación con la abominable y despreciable Guardia Nacional, arremeter en contra de pacíficos manifestantes, sembrando el miedo y la muerte. Su accionar nos retrotrae a las camisas negras de Mussolini, también conocidos como los Fasciitaliani di combattimento, squadristi, o camisas negras (camicie nere) quienes tenían como función el “mantenimiento del orden público en territorio italiano y defender los intereses del proyecto” mediante el uso de la violencia e intimidación en la Italia fascista.
Los camisas rojas socialfascistas se han constituido en una enorme banda política armada con licencia para intimidar, reprimir y matar a fin de consolidar el proyecto del “socialismo del siglo XXI”. Además recurren a un despreciable terrorismo laboral, amenazando con despedir de sus puestos de trabajo a todo aquellos trabajadores que votaron contrariamente a Maduro. Parten de la premisa nazi-fascista de que el miedo moldea y unifica el comportamiento de las personas aunque las destroce psicológicamente. A fuerza de golpes y atropellos, las sociedades alemana e italiana acabaron bajando la cabeza, y se colocaron de rodillas al servicio de las nefastas figuras de Hitler y Mussolini.
Para el impostor Maduro y su combo de malandros no existe el debate razonado y democrático de ideas sino la violencia como instrumento para resolver los conflictos. Aprovechan el miedo colectivo generado por el uso de la fuerza a fin de controlar a la sociedad y así perpetuarse en el poder. Que el fachochavismo recurra a una violencia protagonizada por el lumpen-proletario no nos debe de sorprender. Lo han hecho en el pasado y lo seguirán haciendo en el futuro. La estrechez intelectual, la elementalidad ideológica y la carencia de un auténtico programa emancipatorio hacen que la violencia, la cultura del odio, la eliminación del oponente ideológico y la sumisión constituyan sus referencias paradigmáticas.
Vivimos tiempos de fascismo, de totalitarismo, tiempos en que militares cobardes y malandros con franelas rojas siembran el miedo y el terror en las filas de quienes nos oponemos a este nefasto gobierno. Nada de marxismo, de protagonismo histórico de la clase obrera, pero sí mucho de Giovanni Gentile y Alfredo Rocco, líderes del fascismo italiano. Maduro y su grupete representan un proyecto fascista inspirado en la violencia, en el dogmatismo y un simplismo primitivo en el cual se explota a los trabajadores, se reprime a la disidencia, y se manipula a los desposeídos en nombre de un bastardo “Socialismo Bolivariano”. ¿Quiénes son los fascistas de verdad?

FASCISMO MADURISMO



Fascismo-madurismo

El día que asumió la presidencia Maduro vociferó que había que "desinfectar la sociedad" venezolana. El radicalismo lo está conduciendo a dar saltos al vacío, en particular en materia económica.
El día que asumió la presidencia Maduro vociferó que había que “desinfectar la sociedad” venezolana. El radicalismo lo está conduciendo a dar saltos al vacío, en particular en materia económica.

Se abre un nuevo ciclo político incierto y peligroso en Venezuela

José Guerra
/ Tal Cual
Jose_Guerra_1Con la muerte física del presidente Chávez claramente se abre un nuevo ciclo político en Venezuela. ¿Perdurará el legado político de Hugo Chávez? Eso está por verse. Nadie habla hoy en Venezuela del gomecismo, betancurismo o calderismo. Lo único cierto es que Nicolás Maduro recibió el testigo político de manos de Hugo Chávez con una ventaja de casi veinte puntos al comenzar la carrera presidencial el 14 abril de 2013. Además contó Maduro con todo el sentimiento que siguió al sepelio de Chávez y si eso no fuese poco, que más bien fue bastante, Maduro disfrutó a manos llenas dineros provenientes de Pdvsa y una cobertura total de medios públicos de radio y televisión. Lo tenía todo Maduro.
Pero en catorce días pulverizó todo el capital político heredado de Chávez. Esto es increíble, que en dos semanas se haya evaporado con Maduro lo que con tanto esfuerzo cultivó Hugo Chávez. La respuesta a este hecho reside en buena parte en que Maduro no es Chávez. Es muy inferior Maduro al desafío que tiene por delante. Reagrupar, moralizar y dotar de una política a la gente que ha seguido a Chávez no es tarea fácil. Luce extremadamente difícil que Maduro, un hombre claramente limitado, pueda jugar ese papel de articulador. Por ello apela a una especie de junta de gobierno cívico-militar conformada por él, Cabello, Ramírez y el almirante Molero Bellavia, ministro de la Defensa.
No se trata de que Maduro carezca de grados de educación formal. Ese no es el problema de fondo. Esa es una forma peyorativa de descalificarlo. El asunto estriba en que Maduro no cuenta con auctoritas, entendida esta expresión como el liderazgo que deviene de emitir una opinión calificada y que la misma sea acatada. Como fue evidente en la campaña, Maduro no pudo hilvanar un discurso coherente y propio. Así, cuando los electores fueron a buscar contenido en su propuesta, encontraron un vacío, porque optó Maduro por no ser él sino el hijo de Chávez. De paso un mal hijo porque despilfarró todo su acervo político.
En manos y prisionero de la cuasi junta cívico-militar, Maduro es objeto de presiones de todo tipo que lo están llevando a girar hacia la ultra izquierda, con lo cual se enajena el centro político que con tanta habilidad manejó Chávez y que le permitió ganar casi todas las elecciones. Un Maduro sin capacidad de mando, será víctima del chantaje de agrupaciones radicales que lo están conduciendo a dar saltos al vacío, en particular en materia económica, donde luce desconcertado y sin iniciativas creíbles. Mientras tanto, Diosdado, también integrante de la junta de gobierno, espera pacientemente.
¿Exterminio? 
Hay claros indicios de una deriva fascista en el comportamiento del madurismo. Un comunista puede tener conductas fascistas, mejor dicho nazi-fascistas. Tras el resultado electoral se ha desatado una verdadera cacería de brujas contra los empleados públicos, buscando hasta debajo de las piedras a quienes sufragaron por Capriles con el objeto de infundir terror. Es más, el 19 de Abril, el día que asumió, Maduro estampó una frase condenable. Vociferó que había que “desinfectar la sociedad” venezolana. ¿Desinfectarla de qué, Maduro? Ello suena familiar al exterminio racial pregonado por los nazis y las famosas limpiezas étnicas de los serbios contra los bosnios.
El ministro de Vivienda y Hábitat, Ricardo Molina, ante el reclamo frente al acoso laboral dijo: “No me importa en absoluto lo que digan las normas laborales”. Pero no solamente eso, directivos de empresas del Estado como la Corporación Venezolana de Guyana y Corpoelec, la Gobernación del estado Zulia, entre otras instituciones, hablaron públicamente de hacer una “limpieza política contra los escuálidos”. Esto se corresponde con las acciones de segregación llevadas a cabo por el partido nazi contra todo el que se le opusiera en la Alemania hitleriana.
Ello refuerza algunos antecedentes que ya se venían observando en Venezuela. En 1925, Hitler creó las temibles SS (Schutzstaffel, en alemán), que vestían camisas pardas, una organización paramilitar que posteriormente sembraría el terror entre sus opositores. Uno de los grupos más peligrosos del régimen nazi fueron las unidades de ataque móvil de las SS, las conocidas Einsatzgruppen. Estas brigadas, en alianza con la policía, hostigaban a los disidentes, saboteando sus actos y agrediendo a sus integrantes.
Esto guarda parecidos con la actuación de las bandas de motorizados ataviados de rojo que infunden temor entre la gente por la agresividad de sus acciones. Igualmente, el culto al líder único, Adolfo Hitler, quien no tenía sustituto entre el pueblo alemán, fue un elemento esencial de esa política. De esta conducta, las pruebas son más que evidentes en Venezuela. Impulsó también el gobierno nazi la estatización de la economía, lo que permitió hacerse de los medios de producción. Un aspecto básico para entender la naturaleza del régimen nazi fue el adoctrinamiento de los estudiantes, el uso intensivo de la propaganda, la transformación de las fechas patrias en actos propagandistas y del partido y la militarización de la sociedad alemana.
Propaganda 
Mussolini, por su parte, fundó el movimiento fascista en 1919, con la creación de los fasci di combattimento, especie de grupos armados para intimidar y atacar a sus opositores políticos, que después degeneró en el Partido Nacional Fascista. Esos fasci vestidos con camisas negras, al mando de Roberto Farinacci, símbolo del terror, actuaban al amparo de la policía y del Ejército en su hostigamiento a quienes se oponían al fascismo. La política fascista tenía, al igual que al nazismo, a Mussolini como su único líder. Practicó la concentración del poder en sus manos, empleó la propaganda como instrumento de ideologización y fundió en un solo ente al Estado, al gobierno y al partido fascista. Igualmente, Mussolini militarizó a Italia. Quien tenga ojos que vea. El comunismo puede tomar en arriendo políticas fascistas.

YOANI SANCHEZ: CUBANOS Y PUNTO.

Cubanos y punto
Torre de la Libertad
Hace unos años, cuando salí por primera vez de Cuba, estaba yo en un tren que partía desde la ciudad de Berlín hacia el Norte. Un Berlín ya reunificado, pero que todavía conservaba fragmentos de esa fea cicatriz que fue aquel muro que dividió a una nación. En el compartimento de aquel tren y mientras recordaba a mi padre y mi abuelo ferroviarios, que hubieran dado cualquier cosa por viajar en esa maravilla de vagones y locomotora, entablé una conversación con un joven que iba sentado justo frente a mí. Después del primer intercambio de saludos, de maltratar el idioma alemán con un “Guten Tag” y aclarar que “Ich spreche ein bisschen Deutsch”, el hombre me preguntó inmediatamente de dónde yo venía. Así que le respondí con un “Ich komme aus Kuba”. Como siempre ocurre después de la frase de que uno viene de la mayor de las Antillas, el interlocutor trató de demostrar lo mucho que sabía sobre nuestro país. Normalmente, durante ese viaje me encontraba con gente que me decía “ah… Cuba, sí, Varadero, ron, música salsa”. También hallé hasta un par de casos que la única referencia que parecían tener sobre nuestra nación era el disco “Buena Vista Social Club”, que justamente por esos años estaba arrasando en popularidad en las listas de temas más escuchados. Pero aquel joven en un tren de Berlín me sorprendió. A diferencia de otros no me respondió con un estereotipo turístico o melódico, llegó más allá. Su pregunta fue: “¿Eres de Cuba? ¿De la Cuba de Fidel o de la Cuba de Miami?
Mi rostro se puso rojo, se me olvidó todo la poca lengua germana que sabía y le respondí en mi mejor español de Centro Habana: “Chico, yo soy cubana de José Martí”. Ahí terminó nuestra breve conversación. No obstante, el resto de viaje y el resto de mi vida, he tenido muy presente aquella charla. Me he preguntado muchas veces qué ha llevado a aquel berlinés y a tantas otras personas en el mundo a ver a los cubanos de dentro y de fuera de la Isla como dos mundos separados, dos mundos irreconciliables. La respuesta a esa pregunta recorre también parte del trabajo en mi blog Generación Y. ¿Cómo fue que dividieron nuestra nación? ¿Cómo fue que un gobierno, un partido, un hombre en el poder, se atribuyeron el derecho de decidir quién debía llevar nuestra nacionalidad y quién no? La respuesta a esas preguntas la saben ustedes mucho mejor que yo. Ustedes, que han vivido el dolor del exilio, que partieron la mayoría de las veces sólo con lo que llevaban puesto. Ustedes, que dijeron adiós a familiares, a muchos de los cuales nunca más volvieron a ver. Ustedes que han tratado de preservar a Cuba, la única, la indivisible, la completa, en vuestras mentes y vuestros corazones.
Pero yo sigo preguntándome ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que el gentilicio de cubano pasó a ser algo que sólo se otorgaba por considerandos ideológicos? Créanme que cuando uno ha nacido y crecido con una sola versión de la historia, una versión mutilada y conveniente de la historia, no puede responderse esa pregunta. Por suerte, del adoctrinamiento siempre es posible despertar. Basta que cada día una pregunta, cómo ácido corrosivo, se nos adentre en la cabeza. Basta que no nos conformemos con lo que nos dijeron. El adoctrinamiento es incompatible con la duda, el lavado de cerebro termina justo cuando ese mismo cerebro empieza a cuestionarse las frases que le han dicho. El proceso de despertar es lento, comienza como un extrañamiento, como si de pronto le vieras las costuras a la realidad. Así fue como se inició todo en mi caso. Fui una pionerita adocenada, todos ustedes lo saben. Repetí cada día en los matutinos de la escuela primaria aquella consigna de “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Corrí infinidad de veces con la máscara antigás bajo el brazo hacia un refugio, mientras mis maestros me aseguraban que pronto seríamos atacados desde algún lugar. Lo creí. Un niño siempre cree lo que le dicen los mayores. Pero había algunas cosas que no encajaban. Todo proceso de búsqueda de la verdad tiene su detonante. Justo un momento en que una pieza no encaja, en que algo no tiene lógica. Y esa ausencia de lógica estaba fuera de la escuela, estaba en mi barrio y en mi casa. Yo no entendía bien el por qué si aquellos que se habían ido en el Mariel eran “enemigos de la Patria”, por qué mis amigas estaban tan felices cuando alguno de aquellos parientes exiliados les enviaba algo de comida o de ropa. ¿Por qué esos vecinos que habían sido despedido con un acto de repudio en el solar de Cayo Hueso donde yo había nacido, eran los que mantenían a la madre anciana que había quedado atrás, quien regalaba parte de aquellos paquetes a los mismos que habían lanzado huevos e insultos a sus hijos? Yo no entendía. Y de esa incomprensión, dolorosa como todo parto, nació la persona que soy ahora.
Por eso, cuando aquel berlinés que nunca había estado en Cuba intentó dividir mi nación, salté como un gato y lo encaré. Por eso, estoy aquí ante ustedes hoy, tratando de ayudar a que nadie, nunca más, pueda dividirnos entre un tipo de cubano u otro. Los vamos a necesitar para la Cuba futura y los necesitamos en la Cuba presente. Sin ustedes nuestro país estaría incompleto, como alguien a quien se le ha amputado sus extremidades. No podemos permitir que nos sigan dividiendo. Como mismo estamos luchando para que habitar un país donde se permitan los derechos a la expresión, la asociación y tantos otros que nos han arrebatados; tenemos que hacer todo -lo posible y lo imposible- porque ustedes recuperen esos derechos que también les han sido quitados. Es que no hay un ustedes y un nosotros… solo hay un “nosotros”. No permitamos que nos sigan separando.
Aquí estoy porque no me creía la historia que me contaron. Como muchos otros tantos cubanos que crecieron bajo una sola “verdad” oficial, hemos despertado. Tenemos que reconstruir nuestra nación. Nosotros solos no podemos. Los aquí presentes -y bien que lo saben- han ayudado a muchas familias de la Isla a poner un plato de comida sobre la mesa de sus hijos. Se han abierto camino en sociedades donde tuvieron que empezar desde cero. Han llevado y cuidado a Cuba. Ayúdennos a unificarla, a derrumbar ese muro que. a diferencia del de Berlin, no es de concreto ni ladrillos, sino de mentiras, silencios, malas intenciones.
En esa Cuba con la que muchos soñamos no hará falta aclarar qué tipo de cubano uno es. Seremos cubanos a secas, cubanos y punto, cubanos.
[Texto leído en acto realizado en la Torre de la Libertad, Miami, Florida, el 1° de abril de 2013]
 
Jayati Ghosh
Lo que está en juego realmente es
el monopolio del conocimiento
Entrevista realizada por Isabel Estévez.(Línea Sur, Publicación del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración del Ecuador, nº 3, septiembre/diciembre de 2012. Traducción de Camilo Andrés Vargas).
 
¿Qué papel juega el control del conocimiento en la economía política internacional? En esta entrevista, Jayati Ghosh, catedrática, activista, integrante de la Comisión Nacional del Conocimiento -equipo asesor del Primer Ministro de India-, y una de las economistas más influyentes del mundo, demuestra a través de una variedad de ejemplos concretos por qué no se puede sobrestimar el papel del monopolio del conocimiento en la reproducción y profundización de la brecha entre el Norte y Sur. El auge de la privatización del conocimiento –con el desarrollo de normas internacionales de propiedad intelectual–, combinado con la carencia de protección de los saberes tradicionales y la ausencia sistemas de conocimiento compartido entre los países del Sur, se perfila como una eficiente receta para la reproducción indefinida de la estructura de inequidad que ha caracterizado históricamente el sistema mundial capitalista.
Isabel Estévez:
Usted ha afirmado en distintos espacios que la inequidad persistente a nivel global está íntimamente relacionada con el control del conocimiento. ¿En qué se fundamenta esta idea?

Jayati Ghosh:
Si uno mira lo que ha estado sucediendo en el mundo recientemente, especialmente el llamado ‘ascenso del Sur’, está claro que este crecimiento dramático se debe principalmente a la producción de manufacturas para exportación, no necesariamente producción para la economía doméstica.
Ahora bien, como la manufactura no genera suficientes empleos, nosotros – los países del Sur- no tenemos suficiente trabajo para nuestra gente, por lo que terminamos exportando fuerza de trabajo barata hacia el Norte: estamos, por lo tanto, ofreciendo bienes y fuerza de trabajo de bajo costo; y todos estamos compitiendo por ser quien ofrece los precios más bajos. Por si fuera poco, también estamos enviando capital barato, porque ¿dónde ponemos nuestro dinero? Donde estará más seguro: es decir, en EEUU; aunque el interés sea bajo –ahora está alrededor de cero– seguimos poniéndolo en el mismo lugar.

IE:
Y luego sacamos préstamos a tasas de interés mucho más altas...
JG:
Exacto. Luego pedimos préstamos a EEUU con tasas de interés cinco veces más altas. Ahora, ¿por qué hacemos esto? ¿Acaso estamos locos? No. Lo que sucede es que todos nos hemos entregado a un sistema en el que, en primer lugar, hemos apostado por un crecimiento basado en exportaciones. En segundo lugar, hemos desarrollado mercancías que dependen de la tecnología del Norte. Tomemos el ejemplo de China, que todos consideran un gran éxito: más del 50% de sus exportaciones están controladas por corporaciones multinacionales; las ganancias derivadas de las exportaciones, más del 70% van directamente a ellas. Entonces, ¿quién está ganando por las exportaciones de China? No son los chinos, ni siquiera es el Estado chino. Son las corporaciones multinacionales. Y esto se debe a que, en realidad, ellos también dependen de la tecnología extranjera. Ahora, en China sí se entiende esta realidad y por eso han decidido enfocarse en la innovación como uno de los elementos principales del nuevo plan que se viene ejecutando desde el año 2005.

IE:
¿En qué áreas específicas se está enfocando China dentro de este plan de innovación?

JG:
Está invirtiendo en todo. Desde investigación espacial, hasta tecnologías de la información, manufactura de automóviles, químicos, y mucho más. Se trata de una inversión masiva en este ámbito. En el fondo, se constituye como una inmensa disputa tecnológica con las compañías estadounidenses. También están invirtiendo en una amplia gama de tecnologías verdes, por ejemplo mediante subsidios para energía solar. Ahora, en el año 2012, el Sindicato de los Trabajadores del Acero en Estados Unidos -United Steelworkers- puso una demanda, con el apoyo de Obama, contra el gobierno chino por ofrecer estos subsidios, alegando que violan las normas de la Organización Mundial de Comercio, lo cual desafortunadamente da una mala imagen del movimiento obrero estadounidense. Entonces, lo que está en juego realmente es el monopolio del conocimiento.
Este es el punto crítico.
Cuando uno piensa en la Eurozona, por ejemplo, siempre se dice que Alemania es más productiva. ¿Por qué es más productiva? No se debe a los trabajadores alemanes, no son seres biónicos, superiores al resto de nosotros. Lo que sucede es que Alemania tiene una propiedad intelectual que no está compartiendo con nadie. Esta misma tecnología no está disponible para los trabajadores españoles, o los italianos, los griegos o los franceses. Entonces, las mejoras en productividad permanecen exclusivamente dentro del país. Sobra decir que aquí tampoco los trabajadores reciben los beneficios de este desarrollo. El objetivo simplemente es obtener precios más bajos para competir exitosamente con otros proveedores. Pero esa es otra historia. La cuestión es que el éxito de los alemanes se debe al control de la propiedad intelectual.
Para los países en desarrollo hay dos razones fundamentales por las que deberíamos quebrar este monopolio de la propiedad intelectual. En primer lugar, por cuanto constituye el obstáculo más grande para nuestro desarrollo. Si lo es para países grandes y poderosos como China, imaginemos lo que representa para el resto de nosotros. Ni siquiera podemos guardar la esperanza de alcanzar objetivos convencionales, como el crecimiento, sin superarlo.
En segundo lugar, lo que este sistema produce no es necesariamente el tipo de bienes que necesitan nuestras poblaciones. Por ejemplo, en el caso de los medicamentos. Este sistema no tiende a producir el tipo de medicamentos que nuestras poblaciones requieren porque nuestras necesidades particulares no son una prioridad. En efecto, todo el conocimiento que sería relevante en nuestros países –sea en agricultura, en salud, en manufactura a pequeña escala– no les interesa y, consecuentemente, este tipo de investigación y desarrollo simplemente no se lleva a cabo. Cosas elementales como hornos solares más eficientes, o formas de conseguir agua en terrenos montañosos donde no llega la electricidad; este tipo de investigación no es de interés para ellos. Ellos no la van a hacer, así que nosotros tendremos que sacarla adelante.

IE:
Es interesante que ni siquiera se trata de alta tecnología.

JG:
Exactamente.

IE:
¿Y cómo se puede romper el monopolio del conocimiento?

JG:
Esta es una tarea muy importante. El problema es que un solo país, actuando por su cuenta, no lo puede lograr; tal vez China por su tamaño y riqueza, pero creo que incluso está dentro de sus intereses trabajar conjuntamente. Se trata de un área absolutamente crítica para la cooperación Sur-Sur.

IE:
Usted ha hablado de la necesidad de establecer un sistema de conocimientos compartidos [“knowledge-sharing system”]. ¿Existe algún proyecto de esta naturaleza, aunque sea en forma incipiente?

JG:
Yo pienso que sí, que está comenzando; lo que realmente necesitamos hacer es promoverlo masivamente, empezando por intercambios de científicos y académicos.
Hay que comenzar juntando a la gente para que se conozca y trabaje conjuntamente en proyectos, aunque sea dos o tres meses. En India, por ejemplo, tenemos un país muy grande. Recientemente, en los distintos Estados se ha comenzado una fuerte cooperación para la gestión de desastres y medidas de control en esta área. Así, la gente que ha tenido experiencias con tsunamis ha colaborado para instalar y organizar sistemas de gestión y prevención en otros lugares, lo cual ha sido muy beneficioso al momento de lidiar con el siguiente ciclo. De modo similar, en Cuba existen realmente excelentes sistemas de salud y agricultura, incluyendo investigaciones muy interesantes, por ejemplo, sobre pesticidas orgánicos. El problema es que ni siquiera sabemos que este tipo de conocimiento existe porque el sistema está estructurado de tal forma que hemos sido condicionados para mirar siempre a Estados Unidos y Europa, pues creemos que allí es donde está el conocimiento.

IE:
¿Cuáles son las áreas que deberían ser priorizadas en estos sistemas de conocimientos compartidos?

JG:
Agricultura, salud y conocimiento tradicional. Este último es muy urgente porque si nosotros no lo hacemos, otros lo harán y habrá biopiratería en grandes proporciones. De hecho, ya la hay. Lo primero que se debe hacer es codificar y documentar todas las prácticas tradicionales y eso es algo que el Estado tiene que hacer. Por ejemplo, ahora en India hay un departamento especial, compuesto por distintas direcciones dedicadas a variedades de plantas para medicamentos, agricultura y conocimiento tradicional aplicado a la ganadería. La documentación y codificación de estos conocimientos es un trabajo enorme. La codificación, especialmente, significa traducir el conocimiento a sistemas que sean accesibles para la ciencia moderna. Es un proceso que se debe hacer por etapas. Una vez codificado el conocimiento tradicional, se debe dejar claro que ninguno de sus aspectos puede ser patentado por nadie.

IE:
¿Este tipo de documentación, codificación y prohibición de patentes es compatible con el acuerdo TRIPS (1) de la OMC?

JG:
Afortunadamente sí es compatible. Este acuerdo es decididamente detestable, pero tiene algo de flexibilidad, especialmente respecto al conocimiento tradicional –lo que se llama protección sui generis para agricultores-. Esto significa que cada país tiene permiso para elaborar sus mecanismos de protección para variedades de plantas, por ejemplo. Efectivamente, se permite que cada Estado prohíba patentar conocimientos tradicionales si así lo decide.
La Unión Europea, por ejemplo, lo ha hecho. En el ámbito del conocimiento tradicional, la normativa india es bastante buena, creo que en Argentina también. Entonces, yo sugeriría para países pequeños como Ecuador que, tal vez actuando mediante la Comunidad Andina, emprendan una iniciativa común en torno al tema. Sería factible establecer de manera conjunta un fondo y una institución dedicados a la documentación y el monitoreo. Esto es absolutamente crítico. Actualmente, tenemos estudiantes de universidades agrícolas de Estados Unidos que vienen, toman muestras de plantas y las patentan. Nosotros ni siquiera sabemos lo que sucede porque no hemos codificado esos conocimientos. Sin contar con la codificación, tampoco podemos probar que ha habido robo de propiedad intelectual.

IE:
¿Cómo empezaron este proceso en India, de donde usted viene?

JG:
Allí, este proceso comenzó muy temprano, con la patente de dos o tres cosas. Primero fue el caso del árbol de neem, un árbol muy tradicional nuestro. Llego un momento en el que 17 características suyas estaban patentadas en EEUU. Luego fue el caso del turmérico, una planta que usamos como especia en nuestra cocina, pero que también tiene propiedades purificadoras. Había 32 patentes sobre distintas propiedades del turmérico, también en EEUU. El Estado indio tuvo que demandar a ese país, reclamando que este conocimiento formaba parte de nuestra tradición.
Afortunadamente, mucho de nuestro conocimiento botánico se encuentra en nuestros escritos antiguos, así que pudimos presentar uno de estos libros del siglo VII como evidencia y, como consecuencia, ganamos. Pero, ¿qué pasa si uno no tiene evidencia textual?
Muchas comunidades, incluso en India, cuentan exclusivamente con la tradición oral, y muchas de las variedades de plantas son completamente únicas en esos entornos, entonces tenemos que ser activos para proteger estos conocimientos. No es suficiente ‘dejarlos intactos’, sino que es necesario prevenir que sean expropiados de otras formas. Esto tampoco significa que tenemos que patentar esos conocimientos y dirigir las ganancias correspondientes a las comunidades de origen. La idea general es prevenir su apropiación particular con finalidades de lucro.
En Asia –en Indonesia, Malasia, Tailandia, Vietnam, India y Sri Lanka-, ha habido grandes discusiones respecto a este tipo de problemas que han dado paso a una amplia gama de respuestas e iniciativas.

IE:
Usted ha dicho que la manera en que se comporta el capital del Sur es esencialmente igual a la del capital del Norte.

JG:
Sí. A veces se piensa que los capitales del Sur, de Brasil o de India por ejemplo, son de algún modo mejores que los del Norte, de EEUU. No debemos tener este tipo de ilusiones. Desafortunadamente, los capitales indios se comportan del mismo modo, dentro y fuera del país. La diferencia consiste en que algunos capitales no tienen el mismo nivel de control sobre la propiedad intelectual. El capital del Norte parece tener un interés más fuerte en mantener su monopolio.

IE:
También ha mencionado que los grandes capitales del Sur están orientando sus esfuerzos hacia el acaparamiento de tierras.

JG:
Así es. Unas tres o cuatro compañías indias han comprado miles de hectáreas en Sudán, en Etiopia y Somalia, y los contratos que estos gobiernos han firmado son atroces porque efectivamente otorgan a las compañías el control total sobre el agua. Su comportamiento es predatorio. Se trata de producción para la exportación, los chinos incluso traen sus propios trabajadores; los indios utilizan trabajadores locales, pero quién sabe bajo qué condiciones. No hay nada de solidaridad en su comportamiento. Así que tenemos que reconocer que el capital siempre se comportará de una forma particular, a menos que lo controlemos y regulemos. El capital es el capital y se comportará siempre como tal. No es su culpa. Simplemente fue diseñado para comportarse de esa forma.
 

(1) Acuerdo sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio -TRIPS, por sus siglas en inglés.