lunes, 17 de marzo de 2014

ANOTACIONES A UN CAMARADA DE LOS AÑOS 60.

Al límite: Anotaciones a un camarada de los años 60; por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 16 de Marzo, 2014
al limite collage
No. No es lo mismo aquello que esto, aunque lo veas como el mismo escenario de signo contrario en el que, como Rómulo, Maduro es quien arremete.
No. La diferencia es que en los sesenta nosotros estábamos en armas. Y ahora quienes se rebelan (que somos nosotros también) están desarmados.
Lo que no constituye una diferencia manifiesta.
No, aquí no hay además una organización terrorista ni guerrillera. Hoy la línea insurreccional no constituye para la oposición (para nosotros) la línea política dominante. No hay acciones y secuestros como el de Di Stéfano ni del buque Anzoátegui ni el del avión de Aeropostal.
No se ha atentado contra el tren de El Encanto ni hay cuatro o cinco frentes guerrilleros activos.
Incluso, es hasta vil comparar con un golpe de estado o una insurrección popular la protesta social, aunque a veces se ponga violenta y a pesar de que los afilados dientes de la crisis nos deshagan.
Es distinto. Es más: a veces pienso, en mi paranoia periodística innata, que desde cierto ángulo el Gobierno se regodea en su fuerza persiguiendo, reprimiendo, matando y haciendo uso de sus grupos ilegales de choque para galvanizar a sus huestes furiosas con él, ya que el cuerazo lo sufre todo el mundo.
Porque si no es así, ¿cómo explicar ese estado de sitio en el Chacao o la Altamira nocturnos, donde al estilo del campo de concentración alemán, junto a las tanquetas y los cuerpos paramilitares de choque colocan altoparlantes a todo tren con reproducciones grabadas de Chávez e himnos ensordecedores para provocar y elevar más aún la arrechera?
No. Nosotros, los de ahora, no somos los de entonces.
Desde el poder, camarada, para tapar la cagada como siempre, se intenta inventar una guerra (como las que inventaba Chávez, artificialmente, propagandísticamente) para ocultar a todos que el país se nos cae. Y así, quizás en el trayecto –uno no entiende esas mentes chucutas– terminar el trabajo de sometimiento total y aprovechar las connotaciones terribles de la propia debacle económica nacional para fines “revolucionarios” prácticos.
Pretendiendo escapar de una idea que se nos ha materializado particularmente esta semana (psicopatológica, psicótica, enferma) uno imagina, intentando una comprensión que es imposible entre tanto gas y tanta muerte,  que aquí hay ganas de matar.
Aquí hay vocación de muerte.
Y eso está borrando las barreras más sanas para precipitarnos a un final carnicero, producto de una descomposición social influida desde arriba, por un discurso brutal y sostenido.
Escribía Sebastiana Barráez que hay una gran presión radical para que se apruebe desde el poder la salida de la base chavista y se la dote de armas para acabar con los focos de resistencia de sectores opositores que, hasta ahora, sólo han sido atacados por colectivos motorizados que saben y les gusta usar las armas, en un desesperado intento por frenar la protesta.
Sí. Aquí hay vocación de muerte, camarada.
Y se cree que del otro lado no hay respuesta posible. No en balde se ha incubado y cuajado durante quinquenios la ficción de que este poder es para siempre y que del otro lado lo menos que hay son testículos ni coraje para defenderse.
Se ha incubado el punto de vista del pran, del matón. Y eso a algunos sectores radicales no les disgusta, porque quizás consideren a Maduro como un blandengue que lo que debería hacer es terminar de abrir fuego, como si de las FARC en el poder se tratara.
Es el hocico del terrorismo asomándose desde los sótanos del poder.
Y sus dientes amenazan a una comunidad que, desde afuera, se le ve en un grave peligro que se ha evidenciado con las protestas y su respuesta oficial, la inexistencia de una institucionalidad venezolana, sólida, de comunicación entre pueblo y poder (Margarita López Maya dixit) para elevar demandas y procesar los conflictos.
Lo que nos coloca en estado de indefensión.
Varios connotados juristas alertan que estamos peor que en un estado de excepción: lo vivimos sin haberse decretado oficialmente.
Por eso parece que cuando en el chavismo las tensiones comienzan a visibilizarse, al fin, está a punto de concretarse la confrontación de fondo que divide y sacude al Gobierno y a la oposición. Y, claro, a la sociedad venezolana, que se estaría asomando a su desenlace definitivo.
¿Cruento? ¿Incruento?
Más allá de la OEA y del ALBA, UNASUR o el CARICOM y del disfuncionamiento evidente y peligroso con relación a la situación venezolana de estas entelequias institucionales y sus gobiernos, más allá de la histeria ideológica y gubernamental de Maduro, hay que evitar por todos los medios que el deterioro progresivo de la situación obligara a algún tipo de intervención internacional.
Para los Estados Unidos “es una situación que obviamente está cayendo en pedazos frente a nosotros” y “A menos que haya algún tipo de milagro en el que la oposición o el gobierno de Maduro se replieguen, irán a una catástrofe en términos económicos y democráticos”.
Desde ya se activan medidas concretas para negar visas y congelar activos o cerrar cuentas bancarias en EE.UU. a quienes repriman las manifestaciones pacíficas y estén directamente involucrados en la violación de los derechos humanos.
Los gobiernos de Colombia y Brasil se han activado en la búsqueda de una solución para un crisis que a sus ojos está alcanzando límites preocupantes, tras un mes de protestas estudiantiles y de muertes. No en vano lleva casi tres quinquenios sacudiéndose como un espantapájaros desde el poder esta amenaza de destrucción. Una amenaza a la cual nosotros, los venezolanos, nunca tomamos en serio por aquello que decía José Ignacio Cabrujas: jamás hemos aceptado el drama extremo del poder, esa institución que cuando se toma en serio a sí misma no tarda en aparecer en nosotros el rasero de la “joda”.
“Está bien, gobierna… pero tampoco te lo tomes tan en serio”.
Pues sí, llegó la hora de tomar esto en serio. Al menos ante este tipo de poder que se autodenomina “revolucionario”, que se considera a sí mismo irreversible y que particularmente desde hace un mes ha pasado las palancas del miedo.
Sí. Esto no es el terror abyecto que Ricardo Lagos retrata en Así lo vivimos, del Chile de Pinochet. Pero sí ese estrés constante ante el peligro que nos mantiene con los nervios de punta siempre. Como en San Cristóbal, Caracas o en Valencia, donde el jefe del Comando Estratégico Operativo de la FAN, Vladimir Padrino López (considerado por muchos el verdadero líder militar de la Nación) insistió en que tras los allanamientos realizados en las comunidades y urbanizaciones civiles “vamos a ir asegurando espacios. Sobre todo en El Trigal, en La Isabelica…”
Es el estilo duro del lenguaje castrense. Y ahora con los colores rojos sobre la solapa.
Como recordaba alguna vez Tomás Eloy Martínez al hablar sobre Argentina: ideologizar es suprimir toda disidencia, exterminar, fomentar el exilio.
Y, no. No es El Charal. Ni se está desplegando el Ejército ante el Frente Armado Argimiro Gabaldón, sino ante la gente de La Isabelica, El Trigal o Mañongo, al igual que simultáneamente se hace ante San Cristóbal.
Es eso que usted, camarada, llama la guerra. Pero así es muy fácil.
Ahora es usted quien (desde Miraflores) conduce los regimientos. Enredado. Aturdido mentalmente quizás por el gas y la metralla, o ese intento vano de su joven defensora de los derechos de su Gobierno para diferenciar tortura de uso excesivo de la fuerza.
Hace tiempo usted superó eso. Y seguro considera que de verdad usted hizo la revolución y la conduce y está ante Kerry y las fuerzas norteamericanas desplegadas por el Pentágono o ante el USS Enterprise, el octavo barco de la marina estadounidense con ese nombre.
No ante una población desarmada.
Es el sueño de cualquier revolucionario, sí. Pero en este caso no hay un enemigo real con quien desquitarse.
Como el camarada Mugabe en Zimbabue, quizás quiera divertirse con su pueblo jugando a la guerra. Pero, por ahora y a pesar de los excesos, aquí se vota, no se mata.
Se gobierna: no se declara una guerra.
Y si no se puede, se renuncia. O, se abre a un diálogo.
Con coraje.
Porque no. No hay Fin Mayor que justifique cualquier medio.
Le recomiendo: olvídese de Cabello y de Ameliach. Y de los francotiradores responsables de todos los muertos. Y oiga a la señora Rodríguez… Gina Rodríguez, la viuda de Guillermo Sánchez, de 42 años, la última víctima mortal. Que ella quiere hablarle:
“Quiero que sepa el señor Maduro que no fueron francotiradores. Mi esposo estaba pintando. Vinieron unos colectivos (paramilitares oficialistas), un grupo aproximado de cincuenta motos que venían disparando contra edificios, también tiraban piedras. Mi esposo se metió corriendo en uno de los edificios y un grupo de ellos lo persiguió. Y cuando dieron con él, lo golpearon. Él les dijo que no estaba haciendo nada, que no estaba guarimbeando, pero igual le dispararon”.
Más nada. Y van casi treinta. Casi todos jóvenes.
(Debo decirle que a quien escribe estas líneas tanta muerte le fatiga, le empoza el alma. ¿Y a usted?)
El mismo Tomás Eloy recordaba que hay políticos que, a fin de cuentas, todo les da lo mismo. Incluso dan por sentado, tal como hacían los nominalistas del siglo XIV, que las palabras no se refieren a existencias objetivas. Y sí: suponen que son flatus voci, meras declaraciones verbales.
¿Piensa usted igual?
Usted habla y habla y habla. Y en ese espacio virtual que enmudece cada día más se le ve con un frenesí digno de mejores causas, intentando reconstruir una vaina. Un asesinato del pueblo venezolano por Kerry, por ejemplo, o el Pentágono rebelándose en Valencia.
Compa: cada día que pasa, el involucramiento de la FAN en el control (militar) de la protesta y del país se incrementa. Y se incrementa al mismo ritmo que la inestabilidad del país y su parálisis.
La declaración de Gaviria hay que oírla. La presencia de grupos armados ilegales ajenos a las Fuerzas Armadas, vuelven particularmente peligrosa la actual situación. Sobre todo cuando desde el Estado se tortura y se violan los derechos humanos.
Además de la detención de dirigentes de oposición y de atribuirles responsabilidades penales por las consecuencias de las protestas estudiantiles.
De manera que, camarada, pare la vaina

LOS HÉROES DE LA RETIRADA.

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 Perspectivas

Los héroes de la retirada, por Fernando Mires

Por Fernando Mires | 15 de Marzo, 2014
Ya son casi veinte años desde que Hans Magnus Enzensberger, uno de los más brillantes publicistas alemanes, escribiera su breve ensayo “Los héroes de la retirada” (Die Helden des Rückzugs). Y todavía es un punto de referencia en las discusiones políticas y académicas.
El tema es siempre actual. Trata de esos difíciles momentos que llevan desde el fin de una dictadura hacia el comienzo de una democracia.
El título dice mucho: Enzensberger designa efectivamente como héroes a personajes que han hecho posible el ingreso de sus naciones a vías democráticas sin pasar por cruentos traumas históricos. En la mayoría de los casos han sido políticos conocedores del arte del dialogo. Sus armas han sido la inteligencia y la cautela. Nunca pronunciaron frases gloriosas, más bien se distinguieron por su tacto y su prudencia.
“Cada cretino puede lanzar una bomba” –escribe Enzensberger- “Mil veces más difícil es desactivarla”. Efectivamente, el trabajo de desmontar una dictadura implica conocer técnicas que pocos dominan. Claro está que a los “héroes de la retirada” nunca le levantarán estatuas. No llenarán páginas en libros, ni serán objeto de homenajes públicos. Casi todos han sido enterrados en tumbas modestas. Algunos ya fueron olvidados. Pero la deuda que dejan, es enorme.
Enzensberger comienza su lista con Nikita Kruschev, aquel gris funcionario de Stalin que tuvo en ese memorable 20. Congreso de la URSS el coraje de revelar los espantosos crímenes de su predecesor. Desde ese momento la sospecha se convirtió en verdad: El comunismo soviético había sido edificado sobre la base de uno de los genocidios más grandes cometidos en la historia de la humanidad.
Kruschev no democratizó a la URSS, pero sin el “deshielo” (así fue calificada su política), nunca habría podido aparecer la Perestroika. En cierto modo la Perestroika fue iniciada por Kruschev y tras el interregno burocrático de Breschnev, retomada por Michael Gorbaschov, el segundo héroe de la retirada.
Los héroes de la retirada provienen de las mismas entrañas de las dictaduras. Para los puristas solo son cómplices del oprobioso pasado. Para los fans de las ex –dictaduras –todavía hay muchos- grandes traidores. Ese fue, según Enzensberger, el caso de Janos Kadar en Hungría.
Co-autor de las masacres de 1954, Kadar desmontó al comunismo pieza por pieza. A la hora de las grandes revoluciones de 1989-1990 la economía húngara era capitalista y la política -en comparación con la de los otros países de la órbita- liberal. En cierto modo la evolución “desde arriba” conducida por Kadar facilito la revolución “desde abajo” que tuvo lugar en Polonia. Pero Kadar no sólo fue un héroe de la retirada. Fue también un héroe de la ambivalencia. Una ambivalencia sin la cual nunca habría sido posible la retirada.
¿Y quién más ambivalente que el general Wojciech Jaruzelski cuando en 1980 dio un golpe de estado en Polonia? Si no hubiera sido por el golpista Jaruzelski –el general que nunca sonrió- la URSS habría invadido Polonia y cometido una masacre al lado de la cual la de Hungría habría sido un juego de niños. En gran medida el golpe de Jaruzelski protegió a Polonia y con ello a Solidarnosc. Así lo reconoció el historiador Adam Mischnik quien, durante Jaruzelski, pasó largo tiempo en prisión.
Para Enzensberger un gran héroe de la retirada fue el español Adolfo Suárez al haber planificado el tránsito hacia la democracia. Suárez, en verdad, hizo un verdadero trabajo de joyería desde el franquismo, pasando por la monarquía, hasta llegar a los sindicatos obreros, los socialistas y los comunistas. Pocos en España, entre otros Felipe González, saben lo que deben a Adolfo Suárez.
La llamada RDA también tuvo héroes de la retirada. El más decisivo fue Egon Krenz, estrecho colaborador de Honecker. Krenz, en contra de las presiones ejercidas por la fracción estalinista conducida por Erich Mielke y Margot -fanática esposa del dictador- dio la orden de abrir el muro.
En América Latina –aunque no mencionados por Enzensberger- hay también algunos héroes de la retirada. Quizás el caso más extraordinario fue el de Joaquín Balaguer. Mano derecha de Trujillo fue él quien condujo la transición de la República Dominicana si no hacia la democracia, por lo menos hacia una república civil. Como presidente osciló en sus diferentes gobiernos entre el neo-trujillismo y el neopopulismo. Nunca tuvo un principio, jamás siguió una ideología y quizás por eso, aunque la palabra héroe le queda muy grande, fue el actor que necesitaba su país para dejar atrás el siniestro pasado dejado por “El Chivo”.
El Chile que siguió a la dictadura de Pinochet tuvo, en parte, sus héroes de la retirada. Por ejemplo, el general Matthei, quien reconoció el triunfo del NO en el plebiscito justo cuando el dictador se preparaba para realizar un segundo (y aún más sangriento) golpe. A su vez, el primer presidente de la Concertación, Patricio Aylwin, si no fue un héroe de la retirada, lo fue al menos de la transición. Beato más que religioso, temeroso más que prudente, reprimido más que conservador, convirtió sus defectos en virtudes, justo las que requería el difícil momento por el que atravesaba Chile.
¿Quién será el héroe de la retirada en Cuba? Durante un tiempo no pocos creyeron que ese rol le correspondería al hermano de su hermano. Mas, Raúl solo se ha limitado a ejecutar reformas económicas. Pero en Cuba al menos ya no hay socialismo. Lo que existe es un rígido capitalismo militarista de Estado. Las libertades políticas -de reunión, de asociación y de prensa libre- continúan pendientes. La retirada en Cuba menos que política, será biológica.
Y la pregunta del millón: ¿Quién será el héroe de la retirada en Venezuela? Nadie puede todavía saberlo. Lo único que sí se sabe es que un sistema que ha causado la más grande crisis económica que ha conocido la nación, con una dudosa legitimidad de origen y de ejercicio y que, a través de un mandatario brutal e incompetente ignora los derechos de la mitad del país, tendrá que emprender más temprano que tarde una retirada (retirada no significa necesariamente caída). Quien o quienes serán los héroes de esa retirada no es la pregunta decisiva. Lo importante –por eso están luchando y muriendo los estudiantes- es que sí habrá una retirada. Sus héroes ya aparecerán. Quizás, en este mismo momento, ya están conversando entre ellos.
 *****
Referencia: Hans Magnus Enzensberger Die Helden des Rückzugs (Los héroes de la retirada) aparecido en la colección de ensayos del mismo autor publicada bajo el título ZickSak, Editorial Surkamp, Frankfort 1997, pp.55-63

domingo, 16 de marzo de 2014

REDIMENSIONAR LA LUCHA POLÍTICA.

Redimensionar la lucha política

¿Cuál es el valor táctico o estratégico de bloquear una calle en un sector donde el 80% de la población es opositora al régimen?
¿Cuál es el valor táctico o estratégico de bloquear una calle en un sector donde el 80% de la población es opositora al régimen?

La dupla Maduro-Cabello está dispuesta a reprimir y aniquilar, al costo que sea, a cualquier movimiento popular que amenace la estabilidad e intereses del bloque dominante milico-facho-burgués

José Rafael López Padrino
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Jose_Rafael_Lopez_Padrino_1Las manifestaciones de los últimos días responden a las protestas de los jóvenes contra la inseguridad, la inflación, la escasez, el cerco mediático, la corrupción y más recientemente contra la represión y la tortura. Recordemos que la Guardia Nacional y el hamponato bolivariano han reprimido brutalmente a las manifestaciones en todo el país. El balance no ha podido ser más trágico: 28 jóvenes asesinados, cientos de heridos, torturados y miles de ellos sometidos a procesos amañados por parte de jueces corruptos al servicio de la pestilente bota militar.
Una vez más ha quedado al descubierto que el estado militarizado dirigido por la dupla Maduro-Cabello está dispuesta a reprimir y aniquilar, al costo que sea, a cualquier movimiento popular que amenace la estabilidad e intereses del bloque dominante milico-facho-burgués.
Ante esta coyuntura se impone la incorporación de nuevos actores a la protesta social en favor de la construcción de una nueva mayoría que permita la redemocratización del país. Es urgente redimensionar la actual propuesta estudiantil de lucha a fin de que los trabajadores, los movimientos sociales, los campesinos, los indígenas y otros sectores de la sociedad se sientan identificados. Una agenda social que recoja las reivindicaciones salariales de los trabajadores y gremios profesionales, la independencia de los movimientos sociales y la demarcación de los territorios de los pueblos indígenas. Un frente social que permita a futuro la construcción de una democracia integral tanto en lo económico, como en lo social y en lo político.
Igualmente es imperativo entender que los sectores populares del chavismo también sufren la inseguridad, la inflación, y la escasez, que en ellos hay desencanto y frustración. Que el discurso falaz de la dupla Maduro-Diosdado ya no los convence, que las dádivas -cada día menos- por concepto de las misiones ya no satisfacen sus expectativas. Que cada vez más sufren los embates de la represión oficial o los abusos de los colectivos armados. Es imperativo una mayor sintonía con esos sectores acorralados por el autoritarismo oficial e ignorados por la disidencia política. 
Al estado militarizado bolivariano no se le puede derrotar mediante salidas mágicas-cortoplacistas impulsadas por una vanguardia o con acciones de calle aislacionistas como las guarimbas, las cuales  representan acciones efectistas que no debilitan al régimen, ni permiten construir una nueva mayoría. ¿Cuál es el valor táctico o estratégico de bloquear una calle en un sector donde el 80% de la población es opositora al régimen? 
La derrota de este régimen solo será posible a través de un vasto movimiento de masas que haga suyo las reivindicaciones sociales de la mayoría. La lucha no es de opositores contra chavistas, sino la de un pueblo contra un gobierno corrupto, represor, antiobrero y asesino. No basta solo con atreverse a luchar contra el gorilato bolivariano, hay que saber como hacerlo exitosamente. 

VENEZUELA Y EL "EFECTO LUCIFER".

Venezuela y el “efecto Lucifer”

Si bien el régimen chavista se muestra hoy en su naturaleza totalitaria sin ningún pudor, no menos funesto es el silencio cómplice ante su despotismo.
Si bien el régimen chavista se muestra hoy en su naturaleza totalitaria sin ningún pudor, no menos funesto es el silencio cómplice ante su despotismo.

Junto a los “guardianes del templo” comunista que representan un débil y marginal 11% del electorado francés, convive una liga de intelectuales desprovistos de toda ética política

Edgar Cherubini Lecuna
 / Soberania.org
Edgar_Cherubini_Lecuna_1Daniel Cohn-Bendit, se declaró solidario con las protestas populares en Venezuela luego de hacer una crítica demoledora del régimen de Maduro a quien calificó como alguien capaz de traicionar a su patria y a sus compatriotas, cuando acertadamente afirmó que “es el hombre de Cuba, como Yanukovich en Ukrania era el hombre de Moscú”. (Europe 1, À l’ombre de l’Ukraine, le Venezuela, 24/02/2014).
El otrora “Dany el rojo”, líder estudiantil de la Revolución de Mayo de 1968 y actualmente diputado en el Parlamento Europeo, también apunta sus baterías contra esos grupúsculos de la izquierda francesa que aún apoyan al chavismo: “Parece no molestarles que la prensa sea atacada, la libertad confiscada y que la corrupción campee. Frente a ese nuevo alzamiento popular de las últimas semanas hacen como si no existiera”.
Esto no debe extrañarnos, pues lo mismo ocurrió luego de las revelaciones de Khrushchev en 1956 sobre los horrores del estalinismo, produciendo en muchos dirigentes e intelectuales de izquierda una negación psicótica de la realidad, avalando por igual el sojuzgamiento de los países del Pacto de Varsovia a la URSS, la invasión a Hungría (1956), el aplastamiento de la primavera de Praga (1968) o la invasión de Afganistán (1980), por mencionar algunas reincidencias.
Esa izquierda francesa a la que se refiere Cohn-Bendit está representada en el Front de Gauche, que engloba al Partido Comunista Francés y a una diversidad variopinta de organizaciones e individualidades. Los que se despojaron de esa distorsión cognitiva sobre Stalin corrieron presurosos a cantarle alabanzas a un nuevo tirano comunista, tal fue el caso deSartre quien en 1960 viajó a Cuba a rendirle pleitesía a Fidel Castro a los catorce meses de instaurada la revolución.
El mal de la inacción 
Junto a los “guardianes del templo” comunista que representan un débil y marginal 11 % del electorado francés, convive una liga de intelectuales desprovistos de toda ética política. Escudados en las banderas de la deconstrucción colonial, el tercermundismo y el antiimperialismo, sin mencionar su odio a Israel, colocan en la mesa del juego político una desatinada apuesta de todas sus fichas a una marea de fondo antidemocrática y antioccidental en Latinoamérica, orquestada por regímenes dictatoriales como el de Cuba y Venezuela, liados en una danza de la muerte con la nueva internacional comunista que es el Foro de Sao Paulo, grupos terroristas como Hezbollah y narcoguerrilleros como las FARC, que campean en esos tristes trópicos.
Son capaces de rasgarse las vestiduras, marchar y protestar contra la globalización, pero incapaces de mencionar una palabra sobre los crímenes cometidos por el régimen chavista, los presos de conciencia de la aberrante dictadura cubana, los campos de concentración de las FARC o el desastre ecológico y humanitario en la Amazonia brasileña durante el gobierno de Lula, entre otros desmanes. Sin duda el tercermundismo, que según Pascal Bruckner es la “militancia de la expiación”, hoy se ha convertido en una apuesta temeraria al “se vale todo” del Socialismo del Siglo XXI.En la compleja geopolítica del presente, algunos promotores del tercermundismo llegan a traicionar sus propios valores, mientras otros mantienen un silencio cómplice dentro del political correctness de los sistemas democráticos donde viven,sin temor a ser perseguidos por expresar sus ideas en libertad. 
Amancebados con los regímenes de Cuba y Venezuela, lo que ha privado es la transacción, el utilitarismo, el cinismo o la simple perversidad, pues nos negamos a creer que se trata de idealismo o miopía, pues la llamada “revolución bolivariana” está a mucha distancia de la práctica del socialismo democrático moderno del que tanto disfrutan, debaten y conversan cobijados puertas adentro en los ‘bistrots’ o desde sus púlpitos en prestigiosas universidades.
Es una pulsión que florece y da sus frutos en el terreno del cinismo o de la psicología clínica, pues apoyan a regímenes que han borrado los límites entre partido, gobierno, estado y nación, tomando por asalto a las instituciones y demoliendo todo concepto de democracia, entre otros desgarramientos que ocurren en esas latitudes a las que viajan de vez en cuando en sus “tours revolucionarios”, eso sí, con boleto de regreso.
Seducidos por la fascinación hacia sus líderes carismáticos y sus mesiánicos desvaríos, avalan toda clase de crueldades. Como bien lo afirma Mark Lilla (La seducción de Siracusa), “Las doctrinas del comunismo, del marxismo en todas sus barrocas mutaciones, del nacionalismo, del ‘tiers mondisme’, en ocasiones animadas por el odio contra el poder despótico, fueron todas capaces de generar feroces dictadores, pero también de cegar a los intelectuales ante sus crímenes”.
Si bien el régimen chavista se muestra hoy en su naturaleza totalitaria sin ningún pudor, no menos funesto es el silencio cómplice ante su despotismo. Como bien apunta el psiquiatra Philip Zimbardo (The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil, Random House, 2007), “El mal de la inacción o del silencio es una nueva forma del mal, que apoya a aquellos que perpetran el mal”.