sábado, 12 de abril de 2014

LENGUAJE, REVOLUCIÓN Y POLARIZACIÓN.

Lenguaje, revolución y polarización

Al polarizar establecen un enemigo, culpable de todas las calamidades y, a la vez, logran provocar a ese enemigo para que responda en el mismo tono, dándole así "la razón" al provocador.
Al polarizar establecen un enemigo, culpable de todas las calamidades y, a la vez, logran provocar a ese enemigo para que responda en el mismo tono, dándole así “la razón” al provocador.

El lenguaje es una forma de dominación

Daniel Fermín A.
 / El Universal
Si alguien duda de la importancia política del lenguaje, basta que revise los últimos anuncios gubernamentales. Plantea el aumento de la gasolina, pero no dice que va a subir de precio sino que van a “empezar a cobrarla”. A la devaluación la llama “reevaluación”. Al incremento de las tarifas eléctricas lo denominan “disminución del subsidio a la luz”. A la represión desmedida, “pacificación”. No es una simple cuestión semántica. El lenguaje es una forma de dominación.
Desde el comienzo el proyecto chavista se esmeró en esto. Englobó todo el periodo de la democracia civil bajo el rótulo “IV República”, metiendo en un mismo saco épocas de prosperidad y crisis, lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira. En pleno apogeo de la antipolítica, la etiqueta pegó y vemos cómo personajes de oposición la utilizan libremente, incorporándola a su propio discurso. Lo mismo sucedió con el término “escuálido” para referirse a esa oposición política. Hoy no se trata solamente de una expresión despectiva utilizada por oficialistas para desconocer al contrario, sino que muchísimos venezolanos críticos, especialmente en los sectores populares, se asumen como escuálidos, enfatizando en el término una cualidad de identidad política. Hay muchos casos más: en la campaña presidencial vimos franelas que decían“yo soy majunche” y hoy vemos pintas exaltando el “chuckyteo” por parte de los manifestantes en Chacao, en referencia al insulto proferido por Nicolás Maduro en cadena nacional. Esto es una trampa. “¡Pero tenemos patria!”. Autogol.
El lenguaje político es una discusión de valores. El gobierno lo ha entendido y encuadra la discusión valorativa de la política en combinación con lo emocional para disparar, desde allí, todos sus mensajes. En esto le ha sido vital la polarización como estrategia. Lo declaraba Aristóbulo Istúriz recientemente: “solo en la confrontación avanza la revolución”. Cuando polarizan, ganan. El lenguaje polarizador le ha permitido al gobierno manipular el pasado, bloquear nuestro mensaje en los barrios, distraer de los problemas y dividir a los sectores críticos. Al polarizar establecen un enemigo, culpable de todas las calamidades y, a la vez, logran provocar a ese enemigo para que responda en el mismo tono, dándole así “la razón” al provocador. La experiencia de estos quince años ha demostrado, contrario a lo que algunos creen, que despolarizar el discurso político sólo trae beneficios a la alternativa democrática.
Quienes luchamos activamente por el cambio debemos comprender que dar un uso correcto al lenguaje político no es una necedad caprichosa, sino una necesidad. Hacerlo, en la práctica, pasa por utilizar un lenguaje propio, nunca el del oponente. Se trata de comunicar en positivo y con autenticidad, de una manera sencilla que llegue a la gente. Para romper la dinámica perversa de la polarización, debemos dejar atrás el dilema “chavismo vs. oposición” y concentrarnos en plantear la lucha en los términos reales: un pueblo que padece contra el mal gobierno, reconociendo que a todos nos afectan los mismos problemas. Debemos concentrarnos en lo que nos une, más que en lo que nos divide y focalizarnos en sumar. Allí está un pueblo que reclama todos los días por la escasez, la violencia y el abuso. Articularlo para organizar un gran movimiento social por el cambio pasa por sortear la trampa deshumanizante de la polarización, que ha sido la última trinchera del gobierno.

¿SE ENCUENTRA VENEZUELA EN UNA GUERRA?

¿Se encuentra Venezuela en guerra?

¿Por qué nosotros si debemos acatar la Constitución Nacional mientras los comunistas, las Fuerzas Armadas y las bandas armadas del gobierno no lo hacen?
¿Por qué nosotros si debemos acatar la Constitución Nacional mientras los comunistas, las Fuerzas Armadas y las bandas armadas del gobierno no lo hacen?

La intensión de Chávez desde el primer día como presidente fue alimentar el conflicto y la confrontación

Saúl Godoy Gómez
 / 
Chávez no dejaba de recordarnos el aforismo de Clausewitz: “La política es la continuación de la guerra por otros medios” y Chávez estuvo en guerra en contra de Venezuela desde sus inicios como golpista, no solo usó las armas en contra de sus connacionales, trató de asesinar al Presidente Carlos Andrés Pérez e hizo el intento de apoderarse del poder por medios bélicos, como esto no le resultó, prosiguió su intento de hacerse con el poder por medios políticos, usó las vías institucionales que le presentaba la democracia y por ellas llegó a la máxima magistratura.
Pero su intención de hacer la guerra nunca cejó, como soldado fue preparado, mal que bien, para la guerra, su naturaleza fue violenta y autoritaria, su discurso nunca bajó en lo más mínimo de su contenido belicoso, no hay que ser un gran analista para descubrir que su intensión desde el primer día como presidente fue alimentar el conflicto y la confrontación.
La carrera armamentista en la que se montó con los chinos y los rusos, comprándoles cantidades ingentes de armas defensivas y ofensivas, sus políticas de apoyo a la subversión continental, a la guerrilla, a grupos terroristas internacionales como la ETA, el IRA, el Hezbolá, a figuras como Carlos El Chacal, al selecto grupo de tiranos y dictadores a los que brindaba su amistad de manera pública, su relación personalísima con el dictador Fidel Castro, enemigo declarado deVenezuela, con los hombres fuertes de Irak, Irán y Siria a quienes sirve como agente de sus intereses en la región, su conato de declaración de guerra en contra del gobierno de Uribe en Colombia y el intento de movilización hacia la frontera con tanques de guerra, su constante descalificación y provocaciones en contra del gobierno Norteamericano y otras expresiones similares indican, sin lugar a dudas, que el hombre se encontraba operando en modalidad de guerra.
Leyendo las ponencias de Michel Foucault en el College de France (1975-1976) tituladas Defender la Sociedad, donde expone de manera brillante la relación entre poder y política y ultimadamente, la guerra, me encuentro con el siguiente pensamiento, esclarecedor de nuestra situación:
“Por lo tanto, podríamos oponer dos grandes sistemas de análisis del poder. Uno, que sería el viejo sistema que encontramos en los filósofos del siglo XVIII, se articularía en torno del poder como derecho originario que se cede, constitutivo de la soberanía, y con el contrato como matriz del poder político… Y tendríamos el otro sistema… según el esquema guerra/represión… La represión no sería otra cosa que la puesta en acción, dentro de esa paz que no es, socavada por una guerra contínua, de una relación de fuerza perpetua”.
De acuerdo a esta visión nuestro país se encuentra en guerra desde hace ya algunos años por parte del chavismo-cubano represor, que lo que vivimos es una guerra contínua con nuestro listado de bajas reales al final de cada día y causadas por el hampa protegida por el gobierno, con grupos irregulares armados en territorios bajo control (el 23 de Enero en Caracas, el bajo Apure, los estados fronterizos, por mencionar algunos), el sicariato, las invasiones y los secuestros, ahora incluso, con una escalada de destrucción de nuestra infraestructura, de nuestras industrias, comercio y medios de vida por parte del gobierno, con dos bandos claramente diferenciados, los venezolanos pacíficos y democráticos, que en su mayoría no quiere aceptar el hecho contundente de que vivimos una guerra, por lo que protestamos y salimos a las calles para que nos escuchen (ya que nos tienen los medios de comunicación vedados por la censura) y por el otro, los chavistas-cubanos que quieren destruir la República.
Con Nicolás Maduro y Diosdado Cabello suplantando al “Comandante Eterno” hemos podido conocer el verdadero valor de la palabra dictadura, dos voluntades que hacen y deshacen por encima de la Constitución de la República y las leyes, al punto que han convertido el asesinato a mansalva en contra de nuestros jóvenes universitarios en el nuevo deporte del chavismo, salir en manadas de motos, protegidos por la Guardia Nacional, armados hasta los dientes ydisparándoles a ciudadanos indefensos en la cabeza, con tiros de gracia, de la misma forma que lo hacían en contra de los Tutsis en Ruanda durante la limpieza étnica de ese pobre país africano.
Ponen presos a quienes ellos quieren, con fiscales y tribunales con las sentencias elaboradas a golpe de una llamada de teléfono, con la policía del régimen tumbando puertas sin órdenes de allanamiento, aduciendo crímenes absurdos y aterrorizando a familias y vecinos. Allí tienen enjaulados en sus tenebrosas cárceles no solo a gente inocente sino a valientes líderes de nuestra sociedad, y detrás de esos muros los vejan, los torturan, los dejan morir de mengua.
Maduro y Cabello se han convertido en el “coco” de muchos ciudadanos que despiertan en sus casas sitiadas por lasFuerzas Armadas Nacionales en asociación con grupos de matones a sueldo que se encargan de destruir, incendiar, aplastar, demoler, viviendas, autos, áreas residenciales en medio de una dantesca nube de gases tóxicos con que“gasean” a la población inerme y asustada, mientras ponen a todo volumen canciones revolucionarias.
Secuestran jóvenes y se los llevan para humillarlos, violarlos, golpearlos y hacerlos firmar declaraciones de culpabilidad de crímenes que no han cometido, los “desparecen” y los dejan tirados en puestos de emergencia, o peor, los esperan en los hospitales a donde acuden a recibir primeros auxilios solo para ser nuevamente golpeados y arrestados. Una buena parte de los venezolanos, lamentablemente, incluyendo algunos de nuestros líderes tienen miedo de reconocer quevivimos en una guerra en pleno desarrollo, pero igual que sucede con pacientes que se enteran que padecen de un cáncer, primero no pueden creerlo, luego lo niegan, y cuando finalmente lo aceptan, ya es demasiado tarde.
No entiendo cómo es eso de que nosotros, los ciudadanos libres y honestos de este país, debemos renunciar a defendernos cuando somos atacados por el gobierno que supuestamente debería protegernos de todo daño a nuestras personas y propiedades. Hay una lógica muy turbia en eso de mantener una posición pacifista y tolerante ante la anomia social que las fuerzas de seguridad, supuestamente institucionales, desencadenan con sus acciones en contra de la ciudadanía desarmada ejerciendo sus derechos constitucionales como la protesta.
¿Por qué nosotros si debemos acatar la Constitución Nacional mientras los comunistas, las Fuerzas Armadas y las bandas armadas del gobierno no lo hacen? Está más que claro que al gobierno de Maduro y su lugarteniente Disodado Cabello están haciendo lo que les da la gana, ya ni siquiera guardan las apariencias y apresan, destituyen, persiguen, matan e incendian sin ningún recato.
Aquí no se respetan derechos ni garantías, los procesos judiciales están totalmente viciados de forma y fondo, los funcionarios están actuando de manera criminal, no hay protección ni amparo institucional, no hay instituciones a las que se pueda acudir buscando justicia. Para nadie es un secreto que el país se encuentra paralizado, desabastecido, en una situación precaria en cuanto a sus servicios e infraestructura, la economía privada se derrumba en cámara lenta, lo único que aparenta funcionar es la industria petrolera y esos recursos son todos represados por el estado para pagar sus gastos de guerra en contra de la población.
Hay una dictadura en el país, han aplicado una férrea censura en todas las formas de comunicación, el ciudadano no está ni debidamente ni oportunamente enterado de lo que sucede, aumentando de esta manera sus posibilidades de verse involucrado en una situación de peligro y donde pudiera hasta perder la vida. El desabastecimiento de bienes básicos es general, no hay medicinas, la escases es crónica y el estado lo que hace es implementar métodos fascistas de control de los alimentos en un racionamiento humillante y de control biopolítico de la población.
Creo que llegó el momento de dejarnos de pendejadas y aceptar que tenemos que luchar, y vencer, en esta guerra no declarada que nadie, sino los chavistas y los cubanos desean, y si no lo creen vean por sus ventanas, a la calle, donde en medio de una escases y una inflación anormal, están movilizando sus batallones, sus cohortes, sus FFAA, su aparato de guerra psicológica, sus escuadrones de muerte volantes, todos armados, todos en son de defender la mentada revolución que no es otra cosa que robarse nuestro petróleo para sostenerla revolución comunista en Latinoamérica.
Si hay intentos de conferencias de paz, si vienen observadores internacionales a promover entendimientos, si el gobierno dice que lo están tratando de tumbar, si hay militares involucrados en acciones bélicas en contra de población, si hay detenidos oficiales con cargos de rebelión, si el gobierno está comprando armas de guerra, si hay un ejército de ocupación extranjero involucrado en acciones de exterminio en contra de nosotros, entonces estamos en guerra y si eso es así, hay unas reglas mínimas que cumplir, entre ellas las del Convenio de Ginebra.
Hace ya tiempo perdimos ese país bonito, pacífico y democrático en el que vivíamos, ahora estamos sobreviviendo en un país desgarrado por una guerra planificada en el extranjero, y como nos lo pinta Foucault, para imponernos una relación de fuerza perpetua, por medio de un partido militar, de unos generales hambrientos de más saqueo y populismo, al servicio de los hermanos Castro.

domingo, 6 de abril de 2014

La dinámica de la crisis política en Venezuela desde una visión de izquierda autónoma.

La dinámica de la crisis política en Venezuela desde una visión de izquierda autónoma

Wladimir Pérez Parra 
Coordinador del Doctorado en Estudios Políticos de la Universidad de Los Andes

Venezuela o Cuba no pueden ser un espejo para la izquierda. En el primero, amén de la vocación caudillista de Hugo Chávez, no se han llevado a cabo políticas radicales que garanticen un cambio profundo y real en el modelo de relaciones productivas.  Rodríguez,  R, ¿Por qué soy de izquierda?: por una izquierda sin complejos, Almuruza, Madrid, 2010.

En Venezuela se viene esgrimiendo desde 1999 un discurso de inclusión y transformación social. Sacar del anonimato a los excluidos fue una tarea de los actores políticos que emergieron a partir de 1998, siendo sectores sociales que hasta entonces habían desaparecido del debate político y electoral. El gobierno de Hugo Chávez buscó transformar el modelo de Estado rentista que imperó desde 1958, y a partir de 1976 dio las primeras señales de agotamiento. Hasta ahora han pasado el equivalente a tres períodos de gobierno en el marco de la Constitución de 1961, sin embargo, el país se encuentra en una crisis política y económica sin precedente a pesar de contar con los precios del petróleo más alto que gobierno alguno haya tenido. Los deseos de cambios y de construcción hacia un sistema político más humano, incluyente y productivo han quedado en meras facundias. El modelo político-administrativo que nació de un proceso constituyente, dio origen a un neoconstitucionalismo  que en principio propugna la participación y el protagonismo de la ciudadanía desde lo formal y discursivo, pero son sólo rasgos de una perorata cargada de retórica, corrupción e ineficiencia. Las “disfunciones” en los procesos de autoridad, poder e influencia política, demuestran el débil desempeño institucional. Dicha disfuncionalidad ha generado un gran rechazo en una parte del país que se resiste a las imposiciones del gobierno. Por un lado, está el  país partidario de la aplicación de un modelo de intervención estatal y partidista,  y por el otro, está el que se resiste a dicha coacción, generando una simbiosis de apartheid político en  ambos sectores que se erigen como representantes del pueblo, manteniendo una lucha permanente concibiéndose como un país polarizado, donde ninguno de los sectores dan señales de acuerdos mínimos de gobernabilidad conduciendo al país al caos, entrando en una especie de espiral donde el gobierno no gobierna y la oposición no hace oposición. En tal sentido, se ha planteado una lucha entre blancos y negros, dejando a un lado las zonas grises las cuales no comparten las posiciones extremas de ambos polos. Es importante resaltar que no todo en el chavismo es de izquierda y democrático, ni todo en la oposición es de derecha y golpista.


La participación ciudadana es un tema candente en la actualidad, en tal sentido la sociedad civil tiene múltiples formas, estrategias y logros que mostrar en torno al protagonismo y la insurgencia ciudadana. Los cambios sociales, la equidad, los derechos humanos y el desarrollo y la calidad de la democracia, son temas asociados al debate político mundial. Las sociedades estatizadas son cosas del pasado, estamos frente a un Estado societario de relaciones sociedad-estado armónicas, donde la primera ha logrado ser escuchada y tomada en cuanta en una nueva forma de gobernar (gobernanza). Observamos procesos de democratización a nivel mundial donde la agenda social priva o al menos está en el debate, y en América Latina florecen gobiernos democráticos y progresistas como una realidad histórica. En el caso de Venezuela, estamos inmersos en una crisis de gobernabilidad que se traduce en una especie de anomia en  las organizaciones públicas. Este aspecto ha permitido abrir una discusión en torno al cometido del Estado, en la cual han sobrado posiciones ideológicas colmadas de mitos, slogans, artificios y otros recursos para justificar una  supuesta revolución que llego por la vía electoral y sin embargo no ha logrado cohesionar al país. Los resultados se traducen en una nación divida y con la tasa de inflación más alta de América Latina, pérdida del poder adquisitivo, sumándole a esto los altos índices de homicidios convirtiendo a Venezuela en uno de los países más inseguros del mundo. El gobierno que promueve la participación ciudadana desde la óptica de los consejos comunales, la cual es una brillante idea, pierde todo sentido al tratar de estatizar y partidizar dichos movimientos. Usan el concepto popular para justificar e imponer su criterio hegemónico, lo cual en sentido real del término deberían llamarse Ministerios del Poder Estatal en lugar de Ministerios del Poder Popular. Los principios de la izquierda autónoma y moderna se basan en abogar por una mayor intervención de los ciudadanos en la adopción de medidas políticas en detrimento de la intervención estatal. Toda justificación de intervención estatal desproporcionada no es de izquierda, es simplemente un totalitarismo de cohorte sovietizante, dejando en claro que frente a la crisis de gobernabilidad que existe en Venezuela, la solución no está ni en las estatizaciones ni en las privatizaciones, sino en la participación ciudadana por intermedio de una gobernanza democrática donde la sociedad civil sea la bisagra para el encuentro  gobierno-empresario-ciudadano y de manera tripartita den viabilidad al Buen Gobierno.


Para finalizar, frente a las posiciones que sostienen que la izquierda nada tiene que aportar en la erradicación de los males actuales, permítanme afirmar que es un error.  De cara al individualismo liberal que promulga la teoría de gobierno por el mercado o del estatismo de gobiernos expropiadores, hay que contraponer la tesis progresista que surge como alternativa para revestir a las instituciones de  asuntos públicos de manera igualitaria, debilitando el liderazgo individualista  y mesiánico para dar paso a liderazgos colectivos de forma horizontales más democráticos y participativos. En suma, la solución a la crisis  debe pasar por el tamiz de un diálogo verdadero e incluyan a todos los sectores y actores políticos reencontrándose en el marco que la propia Constitución establece, y con una fuerte presión social hacia la clase política y gubernamental exigiéndole voluntad política como fórmula democrática para echar andar de una buena vez la reinstitucionalización de la República

VENEZUELA: CONSTRUCCIÓN DE UNA HEGEMONÍA OPOSITORA.

Construcción de hegemonía como alternativa opositora

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hegecul1Por: Héctor Hurtado Grooscors / Jueves, 03 de abril de 2014
En tiempos recientes hemos escuchado reiteradamente de parte de sectores de la población que se opone al gobierno, que la oposición venezolana es mayoría. De igual, este argumento está presente en el debate entre analistas, encuestadores y líderes políticos, agregando que se enfrenta a un gobierno que ha perdido el apoyo de la población, y que por lo tanto la protesta iniciada el 12 de febrero está justificada por el sentir de las mayorías. Los resultados de las elecciones presidenciales y regionales de abril y diciembre de 2013 respectivamente muestran sin duda que la oposición ha crecido a nivel a nacional y local si se comparan con los comicios de este tipo realizados en años anteriores [1].
Si se desea hacer un análisis serio de la situación, sobre todo para comprender lo que debe hacer la oposición y su dirigencia, no debemos confundir descontento popular y generalizado con mayoría. Las problemáticas sociales y económicas existentes hoy en el país afectan a todos por igual, pero esto no se traduce automáticamente en respaldo político y electoral mayoritario.
Lo cierto es que, al menos en términos de votos, la oposición no es mayoría. Por esta razón, la pregunta gira en torno a qué hacer para que la oposición se convierta en una opción mayoritaria no sólo electoral, sino una que descanse sobre una base de apoyo social amplio, en sintonía con los intereses de los distintos sectores sociales del país, para representar una verdadera alternativa al chavismo.
Los informes publicados por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) presentan una panorámica que permite identificar el contenido del malestar y la protesta social en el país [2]. Al darles un vistazo, podemos ver que en 2012 se registraron 5.483 protestas orientadas de la siguiente forma: 1) derechos laborales 41,15%, 2) solicitud de vivienda digna 34,17%, 3) demandas por seguridad ciudadana, derechos de personas privadas de libertad, participación política, derecho a la justicia 20,49%, y 4) exigencias educativas 4,17%. Desde que Chávez asumió la presidencia, se constata un crecimiento progresivo de la protesta, lo que demuestra la incapacidad del gobierno chavista para tramitar los reclamos de numerosos sectores del país.
Ante un escenario como este, donde existe un descontento manifiesto y acumulado –el crecimiento de las protestas en los últimos años lo demuestra-, la tarea pendiente de la oposición pasa por emprender una labor política de articulación de las demandas y propuestas de la sociedad venezolana, sobre todo de aquellos sectores más vulnerables y empobrecidos materialmente -que a fin de cuentas son mayoría en nuestro país-, para construir un proyecto societal viable en el tiempo. En otras palabras, la oposición tiene ante sí la labor de construir y convertirse en hegemonía.
Pero, ¿qué entendemos por hegemonía?. Según la concepción clásica desarrollada por Gramsci, la hegemonía supone un “proceso de formación de una determinada voluntad colectiva, que tiene un determinado fin político” (2009: 25). Aquí el actor fundamental es el Estado, responsable de la dirección política de un proceso que pretende articular la voluntad nacional-popular a través de la difusión de una concepción del mundo (Gramsci, 2009: 31). La construcción de hegemonía supone que “se tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forme un cierto equilibrio de compromiso, es decir que el grupo dirigente haga sacrificios de orden económico-corporativo” (Gramsci, 2009: 55).
Como hemos dicho, la oposición política tiene ante sí la tarea de canalizar el descontento social para incorporar a su proyecto los intereses de los sectores más desfavorecidos y así construir progresivamente una voluntad nacional popular. En vista de que no tiene el control del aparato de Estado, la oposición debe emprender lo que Gramsci definió como “guerra de posiciones”, es decir, un proceso mediante el cual pueda aumentar su presencia en las instituciones de la sociedad civil –consejos comunales, asociaciones civiles, mesas técnicas, comités de tierras, etc.-, alterando la correlación de fuerzas dentro de la sociedad. Esta es la vía a través de la cual la oposición puede convertirse en una mayoría que trascienda los vaivenes de la contienda electoral, articulando demandas de todos los sectores de la sociedad, pero particularmente de los sectores más vulnerables, que han sido desatendidas por el Estado.
Si la oposición entiende su labor como un proceso de construcción hegemónica, debe recuperar el modo de hacer política desde y con las comunidades, algo que ha venido haciendo en algunos municipios del país como demuestran los resultados de las elecciones regionales de diciembre pasado, donde la oposición capitalizó el descontento social para obtener la victoria en municipios controlados por el chavismo desde hace un tiempo. De esta forma podría impulsar un proyecto que se articule desde abajo, reconociendo las necesidades y exigencias de la población –poniendo énfasis sobre todo en los sectores populares- para así promover la constitución de sujetos sociales y políticos autónomos, críticos y democráticos. Sólo así, la oposición podría convertirse en una verdadera mayoría.
REFERENCIAS
[1] Sobre este tema, se recomienda el análisis de los resultados de las elecciones regionales realizado por Franz Von Bergen para El Nacional. Ver: http://www.el-nacional.com/siete_dias/formula-ganarle-chavismo-feudo_0_318568293.html Consultado el 19 de marzo de 2014.
[2] Ver: http://www.observatoriodeconflictos.org.ve/oc/wp-content/uploads/2013/01/Conflictividad-Social-en-Venezuela-en-2012.pdf Consultado el 19 de marzo de 2014.

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