martes, 24 de junio de 2014

La última revolución: la contrarrevolucionaria (III y última).

La última revolución. La contrarrevolucionaria. Tercera parte y última

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¿Luchas de ideas, de intereses o descarnado canibalismo político? “Si los contrarios hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho Centralismo”, confiesa con cinismo el líder federalista del liberalismo amarillo que encendió en 1857 la espantosa Guerra Federal (1858-1863), Antonio Leocadio Guzmán.[14].
Pedro Manuel Arcaya lo ha definido con singular perspicacia y un profundo conocimiento de los protagonistas: “Propiamente, nunca hubo en Venezuela sino dos partidos en lucha: el del gobierno y el de la revolución, por lo demás de eso en nada se diferenciaban. Ninguna revolución, ni aún la Federal, a pesar de lo que respecto a esta se ha querido afirmar, fue una contienda en la que ventilasen contrapuestos principios políticos, los de conservatismo o liberalismo o democracia y autoritarismo, y llegar al extremo de la incomprensión y la ignorancia de nuestro pasado, exhibir nuestras contiendas o algunas de ellas como lucha de clases, la del proletariado contra el capitalismo, la del campesino sin tierra contra el terrateniente, la del peón contra el hacendado, del obrero contra el patrón. Ninguno de esos bandos representaban realmente sino el espíritu anárquico de un pueblo dominado por la emoción…”.

Todo ello, sin siquiera referirnos a la tragedia social, política, económica y cultural que supuso para el país su guerra independentista librada entre 1810 y 1830, cruenta guerra civil que diezmó hasta la extinción la herencia legada por los siglos de existencia colonial. “La independencia realizada por Bolívar fue una obra de civilización hecha con bárbaros. La riqueza nacional no cambió de manos: había desaparecido. La miseria de Venezuela al terminar la guerra era espantosa. Nadie tenía nada. Nada valía nada. No solo se destruyeron por la barbarie desencadenada tres siglos de cultura e industria que nos legaba España, según expresión del mismo Bolívar, sino que se concluyó estúpidamente con la obra económica de tantas generaciones laboriosas y en proporción que hoy nos espantaría si se dedujera a cifras. En cuanto a la población quedó reducida a una tercera parte; quizás menos: se ha calculado en 33%”.[15]
Lo cierto es que en los bajos fondos de todas las escaramuzas, enguerrillamientos, montoneras, insurrecciones, golpes de Estado y otros quebrantos que en Venezuela han recibido el calificativo de revoluciones sobran las ambiciones de poder, las luchas grupales, los encontronazos fratricidas, pero brillan por su ausencia las ideologías. Incluso en esta, que se quisiera marxista leninista y que el periodista cubano Alberto Montaner insiste en calificar, no sin razón, de narcisista-leninista.

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Ni Marta Harnecker, nexo de comunicación del Partido Comunista Cubano y el régimen de Hugo Chávez, ni Heinz Dietterich, marxista germano mexicano responsable inicial de la asesoría ideológica del chavismo, lograron definir la naturaleza y contenidos del llamado socialismo del siglo XXI. Planteado por primera vez en 1996 por Dietterich, el llamado socialismo del siglo XXI pretende ser la actualización de las teorías marxistas, incluida su teoría del valor y la comprensión de la lucha de clases como motor de la historia, en función de los avances tecnológicos del capitalismo posindustrial y la posibilidad de su realización mediante la creación de los llamados cuatro ejes de avance hacia la construcción de la nueva sociedad: el desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y protagónica, y las organizaciones de base.
Tanto Harnecker como Dietterich tuvieron que rendirse a la evidencia de la realidad militarista y de caudillaje del régimen chavista, su carencia de toda moral revolucionaria, la naturaleza corruptora en que se asientan sus mecanismos de control ciudadano y su pérdida creciente de respaldo popular, tras 13 años de control militarista. Su poder expansivo, si bien sustentado en el proyecto hegemónico regional originario de los miembros del Foro de Sao Paulo de proveniencia castrista –el propio Fidel Castro, el trotskismo del PT brasileño bajo control de Lula Da Silva, los partidos comunistas regionales, los movimientos narcoguerrilleros como las FARC y el ELN colombianos, así como neo marxistas, inclusive peronistas o tupamaros– no tuvo otro fundamento que los fastuosos dispendios venezolanos provenientes de la renta petrolera, malversados por el régimen chavista a partir de la integración de una neo dictadura carente de toda institución contralora.
Nada de lo realizado con base en la pretensión revolucionaria, desde las reformas constitucionales realizadas a redropelo de la Constitución misma, tales como la imposición del reeleccionismo presidencialista y la creación del PSUV y los Consejos Comunales, en el orden interno, tanto como la creación de la ALBA en el orden internacional, han logrado configurar un nuevo tipo de sociedad socialista en Venezuela. Las expropiaciones de miles de empresas, y la invasión y control de millones de hectáreas de terreno se han traducido en un desastre económico y ecológico sin precedentes. A pesar de la catástrofe que vive Pdvsa y su proximidad a la quiebra, el socialismo del siglo XXI ha terminado configurando así en su patética realidad uno de los terrores de Arturo Uslar Pietri, que imaginaba como pavorosa perspectiva: la existencia de una Venezuela cataléptica, inerme e improductiva, echada a las ubres de la vaca petrolera, atrozmente desfigurada por una práctica represora de Estado más propia del nazismo y el fascismo que de cualquier otra ideología emancipadora.
Es la trágica realidad que vivimos.

NOTAS
[14] “No sé de dónde han sacado que el pueblo de Venezuela le tenga amor a la federación, cuando no sabe ni lo que esta palabra significa. Esa idea salió de mí y de otros que nos dijimos: supuesto que toda revolución necesita bandera, ya que la Convención de Valencia no quiso bautizar la Constitución con el nombre de federal, invoquemos nosotros esa idea; ¡porque si los contrarios, señores, hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho Centralismo!”.
[15] Rufino Blanco Fombona, Bolívar y la Guerra a Muerte, en Bolívar, Tomo 3, pág. 41. Caracas, 1984.

La última revolución : la contrarrevolucionaria (II)

Esta última revolución, la contrarrevolucionaria (II)

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Nada más engañoso para evaluar el proceso por el que atraviesa la historia venezolana desde el triunfo electoral de su actual presidente el 4 de diciembre de 1998, y que ya cumple trece años de desgobierno, que asumir como cierto su carácter de “revolución bolivariana”. Ya en 1970 un historiador venezolano escribía que el término revolución es “la voz más gastada e inexpresiva del léxico político venezolano. De ella se usa y se abusa para rotular cada revuelta, cada alzamiento, cada insurrección, golpe, sublevación, invasión, cuartelazo, rebelión, complot, usurpación, intentona, sedición, pronunciamiento, asalto o motín pues son muchos los sinónimos para la misma realidad desgraciada y ninguno es revolución”.[6] Se refiere así el historiador J. L. Salcedo-Bastardo al turbulento, sangriento y caótico siglo XIX venezolano, pero igual vale para la historia transcurrida desde entonces.[7]
Por si fuera poco con la devaluación del sustantivo, el adjetivo adquiere ribetes de sainete. No existe una ciudad, poblado o villorrio venezolano que no tenga una plaza Bolívar. El apellido del “Libertador de América” denomina calles, avenidas, teatros, peluquerías, panaderías, empresas, productoras de cine, mercados, pompas fúnebres, licorerías, ferreterías, municipios, alcaldías, entidades federales, clínicas veterinarias, hospitales, fruterías, abastos, carnicerías, droguerías y un pandemónium de actividades comerciales, culturales, políticas o deportivas de todo signo y condición. Y si algún observador de paso, ya impresionado por tanta mistificación popular, pensaba que el repertorio de entidades u objetos que podían recibir el calificativo de “bolivariano” se había agotado, el triunfo de esta “revolución bolivariana” lo dejaría perplejo. La veneración al padre de la patria ha alcanzado tales cotas, que hasta el mismo país debió ser rebautizado. Mientras se elaboraba la nueva constitución “bolivariana” y se llevaba a efecto un mega millonario plan cívico-militar obviamente denominado Plan Bolívar 2000 un terco asambleísta, joven capitán retirado y golpista de la primera hora, insistió en su propuesta de cortar por lo sano y llamar al país mismo y de ahora en adelante  “República Bolivariana de Venezuela”. El propio Libertador  anticipó este y otros disparates con una insólita capacidad de presagio: “Si algunas personas interpretan siniestramente mi modo de pensar” –le escribe desde Popayán, en el sur de Cali, al todavía joven e inexperto político venezolano Antonio Leocadio Guzmán– “y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable; con mi nombre se quiere hacer el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates”.[8] El disparate propuesto a la Asamblea Constituyente fue derrotado, pero al regreso del bolivariano presidente, que se encontraba en una de sus numerosas giras por Europa, bastó un solo llamado suyo a sus correligionarios bolivarianos, en mayoría en esa bolivariana asamblea constituyente, para torcer su unánime primer voto en contra y dar por aprobada sin más dilación la moción del constituyente Eliézer Otaiza, premiado con la Dirección Nacional de la Disip, la Policía Política del Estado. Poco importó que el capitán Otaiza, en serios problemas económicos  luego de ser dado de baja del Ejército por golpista, se ganara su vida como nudista en fiestas privadas de la high caraqueña. Los costos, por tan poco imaginaria iniciativa, serían colosales: todos los sellos, timbres, papeles, sobres, pasaportes, tarjetas y demás objetos de la papelería nacional debieron ser retirados y reimpresos.

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Olvidado el incidente y a punto de recibir de la Airbus el nuevo avión presidencial a un precio de 65 millones de dólares –con un costo adicional en pago por intereses del financiamiento de otros 20 millones de dólares–, un descuido le significaría al erario nacional la módica suma de más de medio millón de dólares extras: hubo que volver a pintarlo para estampar en su fuselaje la nueva denominación nacional de acuerdo con el personal diseño del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el bolivariano teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, alma del movimiento bolivariano que sacudía al país. El futuro avión presidencial, anticipando quizás un hipotético regreso a la Gran Colombia –esa efímera nación fundada por Simón Bolívar y que comprendía los actuales territorios de Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá–[9], se llama tout court, República Bolivariana. Comprensible: un rumor escuchado en el país en los albores de las elecciones presidenciales que lo elevarían a la primera magistratura extendió la especie de que doquiera que fuese invitado el teniente coronel Hugo Chávez debía dejarse una silla vacía a su lado: el puesto del siempre recordado Simón, Libertador de América, “hermano del alma”, a cuya diestra debía ser sentada su reencarnación del tercer milenio.
 ¿Por qué no una revolución si en la historia que se extiende desde la independencia hasta 1945 hubo varios cientos de ellas? ¿Por qué no “bolivariana” en un país que no conoce otro santoral que el del egregio Libertador? “Revolución llaman los venezolanos a la rebeldía, la subversión, el atropello brutal de la ley”.[10]
De tantos motines, revueltas, levantamiento y otros sismos sociales que sacudieron y agotaron a la joven república, dice Salcedo-Bastardo: “Entre las pomposamente auto llamadas ‘revoluciones’, algunas tomaron el nombre del motivo alegado: ‘de las reformas’, ‘federal’, ‘legalista’, ‘constitucional’, ‘libertadora’, ‘constitucionalista’, sin parar mienten en el absurdo que muchas veces resultaba de las antítesis entre sustantivo y adjetivo. Otras querían aludir en su título a un cierto contenido ideológico –generalmente vago, pero siempre sugiriendo un retorno–; el prefijo ‘re’ es muy elocuente: ‘regeneradora’, ‘reconquistadora’, ‘reivindicadora’, ‘restauradora’, ‘rehabilitadora’, y hasta ‘reaccionaria”.[11]
Extraño país el que yendo a contracorriente de todo lo visto en el mundo da con una “revolución reformista” y se encuentra luego con una “revolución reaccionaria”. Solamente ha faltado una “revolución contra revolucionaria”. ¿O lo será esta del teniente coronel Hugo Chávez, que vive, aparentemente, sus últimos estertores?

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No cabe dudas de que esta revolución bolivariana se inscribe en la tradición que señala Salcedo Bastardo: la bolivariana de Hugo Chávez, amén de la difusa ideológicamente ha insistido hasta la saciedad en la necesidad del retorno, pretendiendo hacer tabula rasa del pasado inmediato –los únicos cuarenta años de ininterrumpida paz y democracia en la centenaria historia republicana– y afincar sus antecedentes en los ya nebulosos y sangrientos tiempos de la Guerra Federal (1859-1863), en cuyo quinquenio se libraron según compila el historiador Manuel Landaeta Rosales 2.467 acciones guerrilleras y 327 batallas, y un saldo en víctimas fatales de entre 150.000 y 200.000 venezolanos sobre una población de 1.800.000.00 habitantes[12]. Sin un mínimo repaso a esos turbulentos antecedentes, la revolución bolivariana de nuestro teniente coronel tendría más de retardado y adormecido eco de las heroicas y fracasadas gestas de las guerrillas castristas que sacudieran al continente hace treinta años que de reencarnación contra natura del añejo caudillaje nacional, uno de cuyos más eximios representantes fuera el caudillo Ezequiel Zamora, máximo y sangriento combatiente de la Guerra Federal y hoy admirado arquetipo popular junto a Ernesto “Ché” Guevara de las masas que siguen a Hugo Chávez. Basta una simple mirada a vuelo de pájaro al inmediato pasado de esta Tierra de Gracia –como la llamara con justicia el Gran Almirante– para comprender que de ambas fuentes abreva este pintoresco proceso social y político que ha amenazado con volver a incendiar los llanos venezolanos, y cuyas ruinas y devastación hoy contemplamos con horror.
Si Eric Hobsbawm acertó al hablar de siglo XX corto para referirse al período que va del estallido de la Primera Guerra Mundial al hundimiento de la Unión Soviética,[13] posiblemente no sea del todo descabellado referirse al siglo XIX largo para designar al convulso, cruento y ruinoso período de la historia venezolana que va desde la liquidación de la Gran Colombia y la entronización del general José Antonio Páez en 1830 hasta la muerte del tirano Juan Vicente Gómez en 1935, como lo señala y, con razón, el ilustre pensador venezolano Mariano Picón Salas. Pudiendo ampliarse esa fecha inclusive hasta la revolución del 18 de Octubre de 1945, cuando  una conspiración cívico-militar derroca al segundo presidente del llamado período del gomecismo –Gómez sin Gómez-, Isaías Medina Angarita. Para un observador extranjero puede resultar asombroso, pero en ese período que contabilizó –según los historiadores más rigurosos– hasta 166 revoluciones, 66 años de feroces guerras civiles y apenas 16 años de una paz de sobresaltos y escaramuzas, el gobierno cambió de manos de caudillo en caudillo, de valido en valido, de padre a hijo, de hermano a hermano en tantas ocasiones que resulta extremadamente complejo terminar por comprender el laberinto político nacional aferrado a conceptos universalmente aceptados como liberalismo, conservadurismo, centralismo o federación, o buscar en la última de sus virulentas expresiones algún rasgo de ideología marxista. “Los Monagas –José Tadeo, José Gregorio, José Ruperto, José Gregorio, hijo, Gerardo, Domingo, Julio– cabecillas de 9 insurrecciones, invasiones, golpes, etc., de los cuales la Guerra “Azul” les devuelve el mando por última vez, deben soportar en los 12 años de sus gobiernos no menos de 97 sacudidas...”.


NOTAS
[6] J. L. Salcedo Bastardo, Historia Fundamental de Venezuela, pp. 378 y ss. Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1996.
[7] “Oíd esta pavorosa síntesis: setenta horas después de haberme encargado del Poder Ejecutivo se alzó el general José Manuel Hernández. Lo vencí en todas partes y a los siete meses fue mi prisionero de guerra. Días más tarde tuve que ahogar el movimiento autonomista que preparaba el general Nicolás Rolando en Guayana cuando ejercía, por nombramiento mío, la Jefatura Civil y Militar de aquel estado. Tres meses después se pronunció el general Celestino Peraza, en Chaguaramas... Aún no había licenciado las tropas que perseguían al general Peraza cuando una traición más, la del general Pedro Julián Acosta, jefe de un Cuerpo del Ejército Nacional, vitoreaba en oriente al general Nicolás Rolando, jefe de una nueva revolución... A poco el general Rafael Montilla se declaró en armas contra el gobierno. Fue rápidamente vencido. Dos meses después el general Juan Pietri lanza una proclama de guerra llamando a las armas al país... En julio del año pasado invade nuestro territorio un ejército colombiano fuerte de 6.000 hombres, al mando de un compatriota nuestro, el doctor Carlos Rangel Garbiras...”. Castro ante el Congreso de 1902, citado por Eduardo Arcila Farías, Las estadísticas de Castro, Caracas, 1985.
[8] Carta a Antonio Leocadio Guzmán, Popayán, 6 de diciembre de 1829. En Simón Bolívar, Obras Completas, Editorial Lex, La Habana, Cuba, 1947. Tomo II, pág. 836-837.
[9] La Gran Colombia o República de Colombia fue fundada el 17 de diciembre de 1819 por el Congreso de Angostura, y dejó de existir en 1830.
[10] Ramón Díaz Sánchez, Op. Cit., pág. 181.
[11] Op. Cit., pág. 387.
[12] Diccionario de Historia de Venezuela, Tomo 2, pág. 602. Fundación Polar, Caracas, 1997.
[13] Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 1995.

La última revolución: la contrarrevolucionaria (I)

La última revolución, la contrarrevolucionaria (I)

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“Las convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras; lágrimas, pero no cosechas. Han sido siempre un extravío para volver al mismo punto, con un desengaño de más, con un tesoro de menos”.
Cecilio Acosta, Cosas sabidas y cosas por saberse, 1856.
“Las revoluciones no han producido en Venezuela sino el caudillaje más vulgar, gobiernos personales y de caciques, grandes desórdenes y desafueros, corrupción, y una larga y horrenda tiranía, la ruina moral del país y la degradación de un gran número de venezolanos”.
Luis Level de Goda, Historia contemporánea de Venezuela, 1893

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¿Quién tiene la razón: Ignacio Ramonet, el editor de la publicación francesa Le Monde Diplomatique, que ve en el teniente coronel venezolano Hugo Rafael Chávez Frías la encarnación del nuevo liderazgo revolucionario para América Latina, o Carlos Fuentes, que compara su cerebro con una letrina? Al margen de los intereses estrictamente personales o crematísticos que condicionan el respaldo de Ramonet “al proceso” o de la capacidad interpretativa o del caudal de información de que ambos dispongan sobre un fenómeno tan particular como el venezolano, los separa una distancia posiblemente insalvable: Ramonet vislumbra a nuestros atribulados países desde sus lejanas oficinas parisienses, desde las cuales administra junto con sus asistentes la imagen internacional del caudillo venezolano; Fuentes, desde las malolientes barriadas de nuestros cinturones de miseria, desde las cuales ejerce un magisterio estrictamente intelectual. Y otra posiblemente muchísimo más dramática: los cruentos resultados que puedan derivarse de nuestros delirios políticos no modificarán el mundo de Ramonet, seguro en sus cimientos imperiales desde hace siglos. El del escritor mexicano, en perpetua evolución, no cesa de modificarse.
¿Quién se equivoca? ¿El benévolo y aquiescente vecino de Carlos el Chacal que atiende a las necesidades de la comunicación global en un mundo diplomático organizándole por encargo al caudillo de cerebro nada académico un espectacular debut parisiense en el anfiteatro de La Sorbonne o el mismo Teodoro Petkoff cuando, refiriéndose a tan encumbrados Cicerones, comenta: “Se les supone gente de pensamiento pero en estos asuntos jamás piensan; lo de ellos es la proverbial fascinación del intelectual ante el hombre de acción. Si este es de izquierda o se dice tal, el orgasmo es múltiple”.[1]
La carestía en hombres de acción que cuadren con los ideales literarios de la revolución encarece aún más a los escasos especímenes que sobreviven. Si cuesta discernir en qué consiste hoy una revolución que se dice socialista y bolivariana, más difícil aún es dar con la definición del revolucionario, tan cercano al buen salvaje, como lo describiera magistralmente Carlos Rangel. Para qué hablar de aquellos “que son de izquierda o se dicen tales”. Fidel Castro domina solitario y patriarcal sobre un país en ruinas que perdió todo el contestatario brillo de sus épicos inicios. Ni siquiera le acompaña la poesía de cineastas iluminados o cantautores emblemáticos, como en los tiempos del Icaic, Pensamiento Crítico o Casa de las Américas. El hoy desolado paraíso de jineteras y balseros no puede dar de sí más que el añejo elixir de sones olvidados, que una banda de melancólicos nonagenarios pasea por los escenarios europeos para solaz de una generación que dejó la revolución en el desván de los viejos disfraces. Si se retirasen las inversiones turísticas españolas y Hugo Chávez dejara de alimentar al régimen con los más de 100.000 barriles de petróleo cedidos diariamente en condiciones tan desventajosas que muy probablemente causen su enjuiciamiento, Castro tendría que volver a invocar una vez más el espíritu numantino de su pueblo para aguantar tanta penuria. Para nuestros intelectuales, China se pervirtió en el altar del más aséptico y desaforado capitalismo. Gadafi o Sadam estaban demasiado cerca, fueron cruentos como visires de Las mil y una noches y –lo que es muchísimo más importante– no tuvieron el brillo de ese continente auroral de lo real maravilloso. ETA, otro esperpento al borde de la extinción, es demasiado sanguinaria, inescrupulosa y cobarde y sus acciones terroristas podrían golpear a la misma puerta de quien alaba tales acciones si tienen lugar en ultramar.  Entre nosotros, las guerrillas colombianas agonizan mientras hieden a narcotráfico, a delincuencia a gran escala y a carnicería terrorista, carentes de cualquier moral o ideología redentora. Ni pensar en Al Qaeda, purulenta y vengativa llaga en que degeneró la utopía musulmana. ¿Dónde encontrar a ese Sísifo idiota que nos redima de nuestras impotencias y nos vuelva a encender los rescoldos de mayo con sus piruetas de guerrillero heroico? ¿Qué es y en qué consiste una revolución hoy, travestida o no de marxismo leninismo?

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Si los intelectuales franceses nos ponen la poesía, algunos profesores alemanes que ejercen in partibus infidelis pretenden ponernos las ideas. Desde que la revolución rusa hiciera añicos las impolutas predicciones del buen Carlos Marx haciendo saltar la liebre donde ningún filósofo alemán se lo esperaba, se inició una de las más audaces y apasionantes cacerías teórico-prácticas: encontrar al sujeto revolucionario entre los inmundos suburbios del que después un general argentino con zapatos de dos tonos y peinado de actor italiano, el general Juan Domingo Perón, llamaría “el tercer mundo”. Hindúes, pakistaníes, peruanos, chinos, y hasta australianos cayeron bajo la lupa del Komintern para ver si en alguna de sus misérrimas, pobladas y retiradas provincias se ocultaba el fantasma de la revolución. Mucho antes de que los cineastas nos sedujesen con las aventuras de Indiana Jones, cientos de delegados de los más apartados rincones del planeta buscaban el Santo Grial de la revolución con acreditaciones, cartas y documentos secretos por los suburbios proletarios del mundo: al promediar los años 30 en Moscú una venezolana fue encargada por la III Internacional para fundar el Partido Comunista en Colombia, país que no conocía. Fue detenida y expulsada a poco llegar a Bogotá. Un caso entre cientos.[2] ¿No se repetiría décadas después y con leves variantes, el modelo? Muertas todas las ilusiones de asistir al presagiado despertar revolucionario europeo, ocupado como estaba el continente desde el Atlántico hasta los Urales por las tropas del Tercer Reich, todos los ojos de la revolución se han cansado auscultando motines y rebeliones entre los lejanos horizontes novelados por Joseph Conrad. A juzgar por Ignacio Ramonet, el entusiasmo puesto en la tarea todavía subsiste.
Y como bien dice el refrán popular: el niño que le gusta llorar y la madre que lo pellizca. Convertida América Latina desde los tiempos de la conquista en reservorio de todas las utopías y todos los ensueños de esa agostada imaginación europea que nos conquistara, ¿qué mejor escenario para el cumplimiento de esos maravillosos paraísos perdidos que estas tierras virginales donde relumbra El Dorado de todas las ideologías? Es cierto que Humboldt y Bonpland pusieron la primera piedra. Pero no solo se encontraron con ríos de orillas ilimitadas y selvas descomunales: en las posadas venezolanas se hablaba de política con un entusiasmo y una lucidez digna de los mejores espíritus franceses.[3] Era en el amanecer de la Independencia. De ello dejaron constancia en su Viaje a las regiones equinocciales del nuevo mundo.[4] Peor suerte tuvieron los intelectuales europeos que admiraron a nuestros hombres de acción de mediados del siglo XX pero los despreciaron por su caudillismo carente de ideas. De allí la tentación de ese extraño maridaje entre guerrilleros latinoamericanos y revolucionarios manuales franceses. En esa tradición se inscriben nuestros profesores de filosofía alemanes que han decidido proveer de ideas, ideologías y estrategias a nuestro pujante hombre de acción. Desaparecida la Banda Baader-Meinhoff y su Rote Armee Fraktion así como aún encarcelado el coronel Tejero, ese oficial de la guardia civil española tan golpista como su par Hugo Chávez pero sin la recompensa de la presidencia del gobierno español, ¿quién podría poner en práctica ese extraño engendro ideológico del doctor Heinz Dieterich Steffan llamada “cuarta vía” que no fuera un coronel Tapiocca y su ejército de desarrapados?

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¿Qué representan Hugo Chávez y el chavismo para quienes desconocen el laberinto político venezolano? ¿Es Chávez un revolucionario al estilo de Fidel o un consumado caudillo populista a la hechura de Perón? ¿Está más cerca del Che que de Noriega, o es una versión actualizada de Salvador Allende, el mártir chileno? Más cercano al polvoriento igualitarismo decimonónico venezolano que a las honduras de sus pasadas tragedias, en verdad es lo que en su momento se llamara un “caudillo de montoneras”. Entre 1830 y 1898 sembraron de desgracias todo un siglo de la historia del país, lo incendiaron por sus cuatro costados y no dejaron tras suyo más que ruina y desolación.[5] Una obvia contradicción en estos tiempos de globalización y  comunicación cibernética en que los países ansían funcionarios públicos pulcros y honestos como discretos aunque eficientes presidentes de la república.
Que así suceda no es culpa principal ni exclusivamente de Hugo Chávez: es responsabilidad del país que cayó seducido a sus pies. Hasta poco tiempo antes de su insólita aparición ante los medios su vida transcurrió en los calurosos atardeceres de cuarteles de provincia. Y en un acto de prestidigitación política propia de un cuento de hadas muy tercermundista despertó ocupando un sillón presidencial, lanzando la primera bola en el Yankee Stadium, abrazando a Fidel Castro y satisfaciendo otros deseos infantiles propios de un muchacho pobre del llano venezolano, como encargarse un Airbus a la medida por un costo de 85 millones de dólares para visitar a sus recientes amigos, los jeques que gobiernan lejanos reinos.  Muchas de las cosas que hoy nos suceden son réplicas de lejanos sismos políticos y sociales extraviados en la ya habitual desmemoria nacional. Otras obedecen a circunstancias inéditas que no comprendemos aún o nos negamos a comprender. Los países, quiéranlo o no, son lo que fueran y a veces tratan de zafarse inútilmente de viejas determinaciones. Sobre todo si el futuro amenaza con fríos amaneceres. Hay algunos que logran dar el paso adelante. ¿Lo logrará Venezuela? ¿O tendrá razón Carlos Fuentes cuando escribiese que precisamente y, por culpa de esta farsa, “a Venezuela le esperan muy malos momentos”?

VENEZUELA: VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS.

HRW denunció ante la ONU violación de los derechos humanos en Venezuela

Funcionarios de las fuerzas policiales aplicaron rutinariamente la fuerza ilegítima contra manifestantes y contra transeúntes | Foto EFE / Archivo
Funcionarios de las fuerzas policiales aplicaron rutinariamente la fuerza ilegítima contra manifestantes y contra transeúntes | Foto EFE / Archivo
Advirtió que los maltratos de los detenidos en las protestas constituyeron claramente actos de tortura
Miembros de las fuerzas de seguridad recurrieron a un uso ilegítimo de la fuerza en respuesta a protestas contra el gobierno que iniciaron el 12 de febrero, y han golpeado brutalmente y disparado a manifestantes que no estaban armados, señaló Human Rights Watch en un informe difundido ayer y titulado “Castigados por protestar: violaciones de derechos humanos en las calles, centros de detención y el sistema judicial de Venezuela”.
La organización manifestó su preocupación ante lo que definió como una “gravísima situación de los derechos humanos. La más alarmante observada en Venezuela en años”. 
El texto evidencia 45 casos de violación de derechos humanos ocurridos en Caracas y otros tres estados del país que afectaron a más de 150 víctimas. 
“La magnitud de las violaciones de derechos humanos que documentamos y la participación de miembros de las fuerzas de seguridad y funcionarios judiciales en estos delitos demuestran que no se trata de incidentes aislados ni de excesos de algunos agentes insubordinados”, expresó José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch en un artículo publicado en la página web de la organización. 
El informe destacó que a partir del inicio de las protestas miembros de la Guardia Nacional, de la Policía Nacional y otros funcionarios de seguridad aplicaron rutinariamente la fuerza ilegítima contra manifestantes y contra transeúntes.
“Ello incluyó brutales golpizas; disparar armas de fuego, perdigones y gases lacrimógenos de manera indiscriminada contra la multitud; y disparar perdigones deliberadamente y a quemarropa contra personas que no estaban armadas y ya se encontraban bajo custodia de las autoridades”, destacó el documento. 
Human Rights Watch aseguró que las autoridades actuaron también contra periodistas y otras personas que documentaban la represión por parte de los funcionarios, quienes además toleraron que grupos armados, partidarios del gobierno, atacaran impunemente a manifestantes y a veces incluso colaboraron con ellos. 
“Constatamos una variedad de abusos graves contra los detenidos, que en muchos casos permanecieron incomunicados en bases militares durante 48 horas o más, antes de ser llevados ante un juez”, señaló el texto. El comunicado denunció tratos violentos contra los detenidos, como golpizas, descargas eléctricas y quemaduras. “En algunos casos, los maltratos claramente constituyeron tortura”.
Human Rights Watch exhortó a los Estados del Consejo de Derechos Humanos de la ONU a llevar a cabo investigaciones sobre las denuncias de violaciones de derechos humanos, disponer la liberación inmediata de quienes fueron detenidos de manera ilegítima por ejercer sus derechos y adoptar medidas para restablecer la independencia del poder judicial, como en el Tribunal Supremo.

Casos destacadosEn el comunicado de prensa, Human Right Watch destacó 5 de los 45 casos incluidos en el informe. El 19 de febrero, en San Antonio de los Altos, Gengis Pinto recibió varios disparos de perdigones a quemarropa a pesar de que ya había sido detenido.
El 5 de marzo, en Caracas, Juan Sánchez (pseudónimo) fue interceptado por guardias nacionales que le propinaron puntapiés, lo golpearon y dispararon un perdigón desde muy corta distancia. Ese mismo día, en Carrizal, Moisés Guánchez, recibió varios disparos de perdigones a quemarropa en el brazo, la pierna y la entrepierna.
El 11 de marzo, en Barquisimeto, Wladimir Díaz recibió un disparo en el abdomen cuando miembros de las fuerzas de seguridad y civiles armados con el rostro cubierto abrieron fuego durante una protesta.
El 20 de marzo, en Valencia, la periodista Dayana Méndez Andrade fue rodeada –mientras cubría una manifestación– por guardias nacionales que le dispararon perdigones que la impactaron en la pierna y cadera izquierdas.

domingo, 22 de junio de 2014

EL "NIÑO" Y LA CRISIS ELÉCTRICA EN VENEZUELA.

“El Niño” no es el problema, el problema son ellos

No debemos caer en el guión del 2010 de darle tanta importancia a El Niño.
No debemos caer en el guión del 2010 de darle tanta importancia a El Niño.

Me permití escribir estas líneas ya que el Sr. Jesse Chacón asomó nuevamente la excusa de El Niño y es preciso que ni los medios ni colegas le sigamos la corriente

Miguel Lara Guarenas
 / Soberania.org
Miguel_Lara_Guarenas_2El fenómeno climatológico El Niño nunca ha sido la causa de la crisis eléctrica que padece la sociedad venezolana. No lo fue en el 2009-2010, cuando fue utilizado mediaticamente y hasta con shows de bombardeo de nubes por cubanos, como la excusa de los responsables de la crisis para enmascarar la realidad y evadir dicha responsabilidad. Posteriormente pudimos constatar que en el mismo 2010 hubo alivio en GuriEl Niño pasó, la crisis continúa agravándose y el gobierno prolonga decretos de emergencia eléctrica para poder seguir despilfarrando mil millonarios montos en dólares, con discrecionalidad, sin controles y en procesos plagados de irregularidades y corrupción.
En un sistema de generación hidrotérmico, la generación hidroeléctrica siempre se verá disminuida ante la ocurrencia de hidrologías de aportes bajos (denominados años secos), independientemente de si en esa hidrología está presente El Niñoo no (recordemos que el año más seco en la historia de registros de caudales del Caroní, desde 1950 hasta 2013, fue el 2001 y ese año no hubo El Niño). Por tanto, cuando la circunstancia de años secos ocurre, si el sistema está correctamente diseñado, construido y mantenido, entonces lo único que se requiere es que la generación térmica complementaria existente asuma esa eventual y probable baja en la generación hidro.
El racionamiento y con él la crisis, ocurrirán si se presenta una época seca y el parque térmico está incapacitado para asumir la necesaria disminución de la generación hidro para preservar los embalses. Desafortunadamente ese es nuestro caso desde el 2007 debido a que tenemos un parque térmico instalado que si bien supera los 15.500 MW y que nominalmente debería ser suficiente para producir unos 100.000 GWh anuales, hoy en día, por una gerencia incapaz, negligente e inescrupulosa, a duras penas y sumamente exigido, puediera llegar a unos 50.000 GWh anuales.
Siendo nuestro actual consumo nacional anual ligeramente superior a los 130.000 GWh y que ante una sequía que obligue a disminuir la generación en Guri a los 40.000 GWh anuales, lo que conlleva a producir unos 20.000 GWh anuales adicionales aguas abajo (Caruachi y Tocoma), se requerirían entonces 70.000 GWh anuales térmicos, lo que evidencia que ante una sequía ya de entrada se tiene un déficit de 20.000 GWh anuales.
Es decir que nuestro sistema hidrotérmico correctamente diseñado para que el embalse de Guri soportara un período de hasta 3 años consecutivos de bajos aportes, desde el 2007 no aguanta ni siquiera un año y por ello cada vez que ocurra 1 año de bajos aportes, sea El Niño o no, se acentuarán significativamente los interminables cortes que ya venimos padeciendo. Me permití escribir estas líneas ya que el Sr. Jesse Chacón asomó nuevamente la excusa de El Niño y es preciso que ni los medios ni colegas le sigamos la corriente y que más bien le pidamos cuenta de:
 ¿Por qué si en 15 años han destinado dineros que duplican lo que se gastó para construir el sistema eléctrico que recibieron a inicios de 1999, estamos como estamos y seguimos siendo mayoritariamente alumbrados por ese sistema recibido?
• ¿Por qué de los más de 10.000 nuevos MW térmicos instalados por este gobierno en 15 años, funciónan menos de la mitad?
• ¿Cómo justifica que las obras eléctricas por ellos iniciadas nos cuesten a los venezolanos más del doble que obras similares y mejores en otros países?
Si bien el escrito del calificado, serio y objetivo periodista y amigo Damián Pratt revela verdades y que indudablemente está bien documentado y asesorado, me permito hacer un llamado para evitar que el gobierno se escude nuevamente detras de El Niño en caso de que los meses de julio a septiembre sean de hidrología baja y que no permita recuperar el embalse. No debemos caer en el guión del 2010 de darle tanta importancia a El Niño.
Al día 21 de mayo el embalse de Guri se encontraba en la cota 260.92 msnm, todavía por encima del valor establecido como seguro en la muy conservadora curva guía; es decir, hoy las probabilidades de alivio son de casi el 100% pero, a pesar de eso y por la situación del parque térmico, una época de lluvias bajas no solo nos pudiera agarrar desnudos… es que hemos estado totalmente encuerados y en pelotas desde le 2007 y diría que hasta mochos para taparnos si viene una época seca. Recordemos que a principios del 2009 fue uno de los pocos años en los cuales hubo alivio en la época seca y sin embargo al siguiente año, con apenas un par de meses por debajo del promedio, ya estábamos en una profunda crisis.
El Niño no es el problema, el problema son ellos. 

LA CRISIS ELÉCTRICA EN VENEZUELA.

Grupo Ricardo Zuloaga: La Crisis Eléctrica en Venezuela

La Central hidroeléctra de Guri, entre las mayores del mundo, en conjunto con otras centrales hidroeléctricas suministraban más del 60% de la energía eléctrica consumida en el país.
La Central hidroeléctra de Guri, entre las mayores del mundo, en conjunto con otras centrales hidroeléctricas suministraban más del 60% de la energía eléctrica consumida en el país (1998).

Cuatro años de emergencia eléctrica, miles de millones de dólares despilfarrados y el racionamiento eléctrico sigue castigando diariamente a los venezolanos

Grupo Ricardo Zuloaga
 / Soberania.org
La interminable emergencia eléctrica ha servido para asignar sumas mil millonarias de dólares a compras adjudicadas de forma directa, con sobrecostos injustificables, que han derivado en equipos inconvenientes para el sistema eléctrico venezolano y que no han resuelto la crisis. Según el documento: “Historia de la industria eléctrica en Venezuela 1950 a 1998″, elaborado por el Ing. Rodolfo Tellería, la inversión total pública y privada acumulada de 1950 a 1998, indexada a valores de 1998, alcanzó un monto de US$ 48.254 millones. Esa inversión permitió construir un sistema eléctrico robusto y con tecnología de vanguardia a nivel mundial con:
• Sistemas de distribución firmes y redundantes en todas las ciudades y pueblos de Venezuela, lo cual permitió desincorporar las planticas de generación que se encontraban distribuidas en el territorio nacional y desarrollar un sistema eléctrico totalmente interconectado.
• Centrales de generación hidroeléctricas como Guri, entre las mayores del mundo, que en conjunto con otras centrales hidroeléctricas suministraban más del 60% de la energía eléctrica consumida en el país , ahorrando el uso de ingentes cantidades de combustibles fósiles (El ahorro supera los 400.000 barriles equivalentes de petróleo diariamente).
• Centrales térmicas complementarias que después de 35 años, aún son las de mayor capacidad en Latinoamérica.
• Un sistema de transmisión a 765 kV, 400 kV y 230 kV que permitía llevar electricidad a todas las regiones de Venezuela.
Esa inversión hizo que Venezuela ocupara en 1998 el primer lugar de electrificación de América Latina (Más de 94% de nivel de electrificación) y el mayor nivel de consumo per cápita de la región, tanto en consumo residencial como en consumo industrial por un amplio y diverso universo de industrias, incluyendo las grandes industrias petrolera y metalúrgica. En 1998 el consumo industrial de Venezuela duplicaba su consumo residencial. Sin embargo, actualmente, el consumo residencial supera el consumo industrial, reflejo de la debacle económica que vive el país. Es decir, a finales de 1998 se disponía de una infraestructura eléctrica de avanzada y con la calidad de servicio de mayor nivel de satisfacción para la sociedad venezolana. Sin embargo, ese servicio eléctrico se ha transformado, en los últimos 15 años, en insufribles e interminables cortes de electricidad, principalmente en la provincia venezolana.
De acuerdo a la investigación realizada por el Ing. José Aguilar, desde 1999 al 2013, los dineros públicos destinados al sector eléctrico nacional alcanzan un monto acumulado, indexado a 1998, que supera los US$ 94.000 millones, suficientes para haber construido dos sistemas eléctricos de dimensiones similares al que existía para 1998. Cabe destacar que el acumulado en “dólares corrientes”, desde 1999 a 2013, es de unos US$ 120.000 millones y dentro de dicho monto, bajo decretos de “Emergencia Eléctrica”, las asignaciones, solamente desde el 2010 al 2013, suman unos US$ 74.000 millones (dólares corrientes) Los resultados no se corresponden con el dinero asignado y los responsables de su administración no han rendido cuentas que justifiquen tal despilfarro de recursos y lejos de haber mantenido y mejorado el servicio eléctrico, lo han llevado a una situación de déficit y precariedad que no serán revertidos con el actual modelo político.
Las excusas de los responsables (En 4 años de creado el Ministerio de Electricidad, 4 personas han ocupado el cargo) de la debacle del sistema eléctrico venezolano son múltiples y reiterativas: Lluvias, descargas atmosféricas, incendios forestales, vegetación, animales, crecimiento excesivo de la demanda, consumidores derrochadores, sabotaje y nuevamente, pretenden reeditar el fenómeno climatológico El Niño, que según el gobierno fue la causa origen de la crisis en el 2009. La supuesta causa inicial (El Niño) pasó, los eventos naturales no convencieron porque son comunes en todo el planeta, a los animales los dejaron en paz por lo inverosímil de tal argumento, la demanda eléctrica, porcentualmente, ha crecido menos que en cualquier otro período de tiempo similar, por lo que optaron por quedarse con los saboteadores, como causa de toda falla, porque no tienen rostro ni nombre y pueden ser acusados, cuando por la característica de la falla, no cabe otra excusa posible que la responsabilidad de las autoridades del sector.
La realidad eléctrica que sufre la sociedad venezolana evidencia que ninguna de las excusas dadas es la causa de la crisis y por ello la gente se pregunta: ¿por qué el país sigue sumido en apagones interminables, si quienes han lidiado con la mal llamada “emergencia eléctrica” han tenido recursos abundantes y el tiempo necesario para salir de ella?  La respuesta es: El modelo político que ostenta el poder en Venezuela, no tiene interés en resolver la crisis eléctrica, por el contrario sus acciones han estado dirigidas a inducir la crisis a objeto de desactivar el aparato productivo y decretar una emergencia eléctrica que le permitiera disponer discrecionalmente de una buena parte de los dineros de los venezolanos. Esta afirmación se deriva de:
• La ausencia de planificación y el incumplimiento de planes que llevaron a la insuficiencia y con ella a la emergencia.
• La falta de mantenimiento que aceleró el reemplazo inmediato y las compras urgentes. El mantenimiento no genera comisiones y las compras urgentes son caldo de cultivo de irregularidades administrativas.
• El congelamiento de las tarifas que asfixió económica y financieramente a las empresas privadas facilitando su estatización.
• La desprofesionalización y subsecuente partidización política del sector que aseguró la complicidad en las decisiones conducentes a la crisis del mismo.
• El ocultamiento de la información, que permite manipular la realidad eléctrica y evita la rendición de cuentas.
• El entrampamiento energético: Se paralizaron desarrollos hidroeléctricos, para proceder a la compra indiscriminada y con sobrecostos injustificables de plantas térmicas, sin contar con el combustible necesario para su funcionamiento.
¿Qué nos espera en el corto plazo?
El “Entrampamiento Energético” continuará intensificándose con la suspensión del suministro de gas de Colombia. Esta suspensión incrementa el déficit de gas en la región zuliana. El volumen suministrado de 200 MPCD era dirigido a los sectores doméstico, petroquímico y eléctrico y por tanto se está racionando gas a la red doméstica de Maracaibo, al sector industrial de la región y a las plantas térmicas de la región, aumentando con ello el racionamiento eléctrico. El volumen de gas (200 MPCD) suspendido, incrementará el consumo de gasoil en el sector eléctrico en 100.00 barriles diarios, los cuales deben ser importados a precios internacionales, debido a la insuficiente producción nacional.
Cabe destacar que las amas de casa a falta de gas, recurren al uso de cocinas eléctricas, lo cual acentúa el déficit de electricidad. La infraestructura eléctrica continuará deteriorándose por uso abusivo y mantenimiento deficiente y las obras requeridas seguirán rezagadas por falta de una gerencia acorde a la complejidad del servicio eléctrico y por tanto la crisis seguirá vigente y prolongándose.
Sobre las tarifas eléctricas
La energía eléctrica que se deja cobrar actualmente representa más del 40% del consumo total nacional (130.000 GWh) y excede toda la energía que se produce térmicamente en el país. El gobierno en lugar de adoptar las medidas que penalicen y disuadan a quienes de manera ilegal y fraudulenta hacen uso del servicio eléctrico, pretende incrementar las tarifas a los usuarios que religiosamente pagan por el mismo. Si bien los ajustes tarifarios son necesarios para generar los recursos que permitan nuevas inversiones y cubrir los costos operativos, estos ajustes deben estar en consonancia con una gestión y uso eficiente de los mismos. La sociedad venezolana debe cuestionar cualquier ajuste tarifario hasta que el gobierno presente un programa creíble, verificable y auditable que asegure:
• La rendición de cuentas de los recursos asignados.
• La  eliminación de asesoría técnica extranjera innecesaria y no calificada (Asesoría cubana al sector eléctrico suma alrededor de US$ 1.100.000 millones y contando)
• La reducción del uso ilegal del servicio eléctrico y de la morosidad de los entes oficiales.
• El reajuste de la nómina de Corpoelec exageradamente recargada y la reformulación del contrato colectivo, que según las autoridades eléctricas está repleto de inequidades y solo beneficia al 10% del universo laboral.
Conclusión
Las autoridades eléctricas han dispuesto de dinero y tiempo más que suficientes para haber dotado al sistema eléctrico nacional de todas las obras para solventar la crisis eléctrica. Sin embargo, la sociedad venezolana padece de un servicio eléctrico que le causa perjuicios de toda índole por su baja calidad y frecuentes interrupciones. La crisis eléctrica es consecuencia de decisiones y políticas públicas aplicadas al sector eléctrico, inherentes al modelo político que las impone y que solo han conducido al despilfarro del dinero de los venezolanos.
¿Cuál es entonces la solución? 
La solución pasa por el cambio del modelo político que impone políticas, decisiones y medidas erradas y la puesta en vigencia de un modelo de gestión del sector eléctrico basado en la ética y el conocimiento técnico, administrativo y gerencial. 
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Grupo Ricardo Zuloaga | Integrado por profesiones especializados en el sector eléctrico venezolano: Víctor Poleo, Nelson Hernández, José Aguilar, Gustavo González, Miguel Lara G., Iñaki Rousse, Jorge Pirela, Luis José Díaz Zuloaga, Ciro Portillo, José Manuel Aller, Carlos Zuloaga, Florinda Morales, entre otros.