domingo, 12 de octubre de 2014

HONG KONG, LA M.U.D Y SERRA

Hong Kong, la MUD y Serra

by PolitiKa UCAB
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Benigno Alarcón / 09 de octubre de 2014
Lo que menos necesita el gobierno en un momento de dificultades políticas y económicas que lucen insuperables es que el nuevo secretario de la MUD convoque a la calle
Debilidad competitiva y el fin de la etapa competitiva
Aunque la semana pasada prometí contarles sobre los peligros del diálogo, tomando como ejemplo las lecciones sobre la última derrota de Mugabe a la oposición en Zimbabue, el aceleramiento de la dinámica actual me obliga a dedicar la columna de esta semana a otros asuntos tan urgentes como importantes.
Entre el año 1995 y 2006, dos estudiosos de las transiciones democráticas, Rossler y Howard, desarrollaron una interesante investigación cuyas conclusiones, más que pertinentes a nuestro caso, y que hemos comentado en algún artículo anterior, se resumen en el gráfico N°1. En dicho estudio, sus autores tratan de determinar la estabilidad de los distintos tipos de gobierno, analizando si se produce algún cambio de régimen al año siguiente de una elección. El estudio en cuestión analiza 630 países/año, o sea prácticamente todas las elecciones de carácter nacional celebradas durante esa década en el mundo.
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Gráfico 1
De esta investigación se derivan algunas interesantes conclusiones que nos ayudan a comprender el rumbo que viene tomando el actual gobierno venezolano desde hace algunos años, y que se ha intensificado tras la muerte de su líder. La primera conclusión es que los gobiernos más estables son las democracias y los más inestables losregímenes híbridos, categoría en la que se cuentan los autoritarismos competitivos como el que se ha impuesto en Venezuela desde poco después del ascenso al poder de Hugo Chávez, en 1999. Es por ello que en el caso de las democracias liberales, o sea plenas, y las democracias electorales, conocidas así por mantener elecciones justas, libres y transparentes pero con debilidades en su institucionalidad, las barras que las representan ascienden hasta el 100% y 92%, respectivamente, porcentajes que nos indican el número de gobiernos de ese tipo que se mantienen como tales al año siguiente de  una  elección. Mientras que en el caso de los autoritarismos competitivos vemos una barra que apenas alcanza el 50%, lo que quiere decir que solo la mitad de estos gobiernos logran mantenerse como tales después de una elección, mientras que un 38% evolucionan democráticamente y el restante 22% involucionan hacia autoritarismos hegemónicos o incluso dictaduras cerradas.
La segunda conclusión es que los regímenes autoritarios se vuelven más estables en la medida que se cierran políticamente y se hacen, valga la redundancia, más autoritarios. Es así como podemos ver que la alta inestabilidad de los autoritarismos competitivos, que solo logran en un 50% mantenerse como tales tras una elección, es ampliamente superada por los autoritarismos hegemónicos que lograron en el mismo período su estabilización en el poder en el 74% de los casos.
La condición de inestabilidad de los autoritarismos competitivos es fácil de comprender si los vemos desde la óptica misma de las democracias. Todo gobierno, democrático o no, termina perdiendo su legitimidad en algún momento. En el caso de las democracias, la pérdida de legitimidad se resuelve con elecciones periódicas que elevan al poder a un nuevo gobierno con renovada legitimidad. Pero en el caso de los autoritarismos, incluso los competitivos, la alternancia no es la solución porque aún cuando logren llegar al poder por la vía electoral y se mantengan por la ventaja electoral que el control del poder les otorga, siempre llegará un momento en que tales ventajas desaparecerán o no serán suficientes para seguir ganando elecciones (en el caso de Venezuela por la muerte del líder carismático y los efectos del quiebre económico), momento en el que se ven obligados a decidir entre abrirse políticamente y negociar su salida del poder o cerrar el juego y mantenerse por mecanismos distintos a los propiamente democráticos.
La tendencia hegemónica y el punto de no-retorno
En el caso de Venezuela, hemos venido advirtiendo desde el año 2009 sobre la proximidad de la coyuntura que actualmente vivimos. En diversas presentaciones expuse un papel de trabajo que también circule entre amigos, partidos políticos, académicos y otros interesados, en el cual se analizaban las características de los procesos de transición democrática y su relación indisoluble con la ecuación entre costos de tolerancia y costos de represión.
En estas presentaciones, así como en el mencionado documento, recientemente publicado en el libro El Desafío Venezolano: Continuidad Revolucionaria o Transición Democrática (Publicaciones UCAB, 2014), advertíamos sobre el hecho de que Venezuela se había mantenido durante muchos años en un escenario en el que los costos para el gobierno de mantener el poder por la fuerza son cada día menores, mientras que los costos de tolerancia, o sea, las consecuencias de perder el poder se han vuelto cada día más altos para quienes lo comparten, incluida la Fuerza Armada. Esto genera, como consecuencia lógica, la decisión de parte de los actores del gobierno de no negociar condiciones que puedan implicar su salida, incluidas las electorales, que en la práctica se traduce en el mantenimiento del poder por cualquier mecanismo a su alcance, incluidos la cooptación electoral y el ejercicio de la represión.
En la mayor parte de los casos en que se han producido transiciones democráticas desde regímenes autoritarios estas han sucedido en escenarios en donde estos gobiernos tienen bajos costos de tolerancia y les interesa negociar su salida mediante una apertura política (caso de España tras la muerte de Franco), o cuando el control político del poder implica niveles de represión que por sus costos no pueden asumir, que es lo que sucede en la mayor parte de las transiciones.
En un escenario de costos de tolerancia muy elevados, como los que perciben tener la élites gubernamentales venezolanas, que tienen en juego poder, riquezas y hasta su libertad, las transiciones no son posibles al menos que los costos de represión cambien y las expectativas de poder mantenerse mediante la cooptación electoral y la represión desaparezcan o se reduzcan drásticamente. En un escenario de esta naturaleza las deserciones se inician y comienzan las negociaciones para tratar de reducir los costos de salida de quienes puedan garantizarse su impunidad, en caso de que el péndulo político se mueva en la dirección contraria.
La prisión de Leopoldo López y otros dirigentes políticos, el control directo o indirecto de la mayoría de los medios de comunicación, la fractura de la unidad opositora, sumado a la anarquización de la protesta iniciada en el primer trimestre de esta año que desmovilizó progresivamente a la población, incluso a quienes estaban de acuerdo con la protesta, han reducido de manera importante los costos de represión para el gobierno. Hoy, ante la evidente caída en la legitimidad, el gobierno implementa otros mecanismos para estabilizarse en el poder, como la pretensión de imponer sus rectores al Consejo Nacional Electoral vía omisión legislativa para obviar la negociación de un acuerdo que tenga el apoyo de los dos tercios de la Asamblea Nacional, lo que implica la consolidación de un autoritarismo ya no competitivo sino hegemónico, que busca garantizarse una mayor estabilidad y continuidad en el poder.
Por las razones explicadas pareciéramos estar en presencia de un escenario de autocratización progresiva en el que el gobierno ha venido utilizando prácticas democráticas para ir destruyendo progresivamente la institucionalidad democrática y con ella las posibles salidas que la misma democracia ofrece ante situaciones como las que hoy se viven en nuestro país.
La relación entre Hong Kong, las ofensas contra Chuo Torrealba y las acusaciones sobre el caso del diputado Robert Serra
En una situación de costos de salida altos y costos de represión bajos, como lo es el  de Venezuela y también el de China, la posibilidad de una transición implica un cambio de escenario que normalmente se inicia con la elevación de los costos de represión mediante un aumento de la movilización social expresado en protestas pacíficas que tienden a masificarse. El gobierno, quizás por la influencia de una mente experimentada y lúcida como la de Castro, y de otros aliados de la órbita soviética y china, sobrevivientes de lo que Samuel Huntington llamó La Tercera Ola de Democratización, conoce bien el funcionamiento de este mecanismo y su efecto viral en los procesos de apertura de Europa del Este, África y Asia.
Tras la difícil situación vivida durante el primer semestre de este año en donde las protestas pusieron en jaque al gobierno, que termina retomando el control de la situación por la miopía de los anarquistas que a través de la violencia acabaron con su propia protesta, lo que menos necesita el gobierno en un momento de dificultades políticas y económicas que lucen insuperables es que el nuevo secretario de la MUD, Chuo Torrealba, convoque a la calle. Una convocatoria a la calle, en una coyuntura como la actual, puede desembocar en un efecto movilizador que, aunque difícil de controlar ante las provocaciones a la violencia que desde colectivos y cuerpos de seguridad se maquinan para provocar a los anarquistas, de mantenerse la disciplina puede crecer y multiplicarse hasta involucrar porcentajes de la población que aunque en términos absolutos pueden lucir insignificantes, son suficientes para poner en graves problemas al gobierno y obligarlo a negociar.
Este efecto multiplicador puede verse seriamente repotenciado por lo que los medios nos muestran sobre lo que se ha denominado la ¨Revolución de los Paraguas¨ en Hong Kong, en la que la población, pese a las lluvias, ha iniciado y mantenido una movilización ciudadana que se ha tornado masiva para reclamar más democracia y un gobierno local que represente los intereses de los habitantes de esa isla y no los de la hegemonía del gobierno chino.
La empatía que generan las imágenes de cientos de miles de ciudadanos que toman pacíficamente las calles de Hong Kong para reclamar sus derechos democráticos tiene un efecto viral en las redes sociales de países que se sienten identificados y activan sus propios mecanismos para emular sus formas de lucha. De ahí el nerviosismo del gobierno y la posible explicación a las ofensas y amenazas por demás desproporcionadas contra el nuevo secretario de la MUD, en un intento por intimidarlo y hacerlo desistir de tan peligrosa iniciativa, que una vez activada resulta difícil de controlar y puede convertirse en el río en donde confluyen todas las corrientes de protesta que hoy están diseminadas  por todo el país.
Para cerrar el círculo y finalizar con el actual escenario, debo confesar que me preocupa de manera especial el orquestamiento evidente de las acusaciones sobre las motivaciones del horrendo crimen contra el Diputado Robert Serra entre voceros del gobierno, incluido el mismo Maduro, y actores internacionales como el nuevo Secretario de UNASUR, Ernesto Samper, y del mismo Fidel Castro, lo que evidencia que tales acusaciones no son producto de opiniones espontáneas al calor de las destemplanzas propias de la emotividad humana, sino parte de una estrategia consensuada para sacar utilidad a una situación ajena a la lucha entre el gobierno y la oposición, ocultando la verdad al tiempo que se arremete contra algunos actores clave vinculados a la oposición venezolana, justificando así  acciones de represión selectiva que impliquen la detención, o al menos la inhibición de las acciones o declaraciones de la oposición.
Son tiempos difíciles los que hoy vivimos, cuando del gobierno apresura el paso hacia un cierre político y la instalación de un régimen hegemónico que pretende consolidarse como punto de no retorno.