sábado, 8 de noviembre de 2014

1989-1990: NO FUE UN COLAPSO FUE UNA REVOLUCIÓN.




El imperio soviético parecía ser una de las formacio­nes geopolíticas más estables de la historia universal. Por lo menos para las ciencias sociales modernas. Y de pronto, toda esa estabilidad monolítica demostró que sólo era pura apariencia, derrumbándose como castillo de naipes en un lapso que duró menos de un año. 

¿Por qué ni los más destacados sovietólo­gos pudieron predecir el derrumbe? La pregunta es importante pues si hay un hecho histórico que obliga a pensar que las ciencias sociales y políticas contemporáneas han fracasado, por lo menos en su capacidad de predicción, ese es precisamente el derrumbe del comunismo.

Ni siquiera ese derrumbe fue el producto de una derrota militar o por lo menos de una capitulación frente a un enemigo todopoderoso. En ese sentido resulta interesante destacar que los únicos que hablan de "la victo­ria del capitalismo" son sectores intelectuales que provienen de una tradi­ción socialista. Los partidarios del "mundo libre" se cuidan de ver en el derrumbe del comunismo una victoria propia, pues ellos también fueron sorprendidos con los acontecimientos que se desataron en 1989.

¿Por qué esa incapacidad de los expertos políticos para por lo menos prever parte de los acontecimientos? 

Para la ideología del socialismo-real el fenómeno es en cierto modo explicable. De acuerdo a la visión progresiva de la historia que prima en ella, el socialismo, incluso en su monstruosa versión staliniana, era parte de un orden genético superior al capitalismo, no tanto por ser so­cialismo, sino por no ser capitalismo. Por lo tanto, ese socialismo, al re­presentar -hipoteticamente- una etapa histórica más avanzada que el ca­pitalismo, tenía un sentido "irreversible". De acuerdo a esa concepción naturalista de la historia era más fácil que el ser humano volviera a ser mono a que el socialismo volviera al capitalismo .

Más problemático es en todo caso explicar esa incapacidad de predic­ción entre los intelectuales llamados "burgueses" quienes al representar intereses más concretos parecían estar dotados de un sentido más práctico que el de sus sobreideologizados colegas "socialistas". Una razón es quizás que muchos de ellos eran anticomunistas. Y un anticomunista necesita, obvia­mente, del comunismo, tanto o más que los comunistas. 

Después del comunismo hay una cantidad de ideólogos anticomunistas despojados de "su oscuro objeto del deseo". Pero hay además otra razón tanto o más importante. Los ideólogos anticomunistas, como los co­munistas, habían construído sus instrumentos conceptuales en un marco histórico común determinado por la contradicción de bloques, o era bipolar. De acuerdo a los conceptos propios a ese tiempo, el poderío de una nación se mide por el crecimiento económico bruto y por su potencialidad militar. Y en ninguno de esos campos el mundo socialista, pese a la crisis que vivía en el período Breschnew, era de despreciar. 


Hay que convenir entonces que los expertos de ambos bandos operaban en base a criterios puramente cuantitativos y por lo mismo no estaban en condiciones de analizar los profundos cambios culturales producidos en la mayoría de los países del área. Para ellos los procesos culturales no tenían ninguna significación. Sólo importaba el poderío económico y el militar. Lo demás era prosa. Incluso, para algunos políticos occidentales -Kissinger antes que nadie- se hacía nece­sario no apoyar a los movimientos políticos disidentes de los llamados países socialistas a fin de no "desestabilizar" las relaciones internacionales.

Así se explica que el término más en boga para designar el derrumbe de los regímenes comunistas, tanto por los enemigos, como por los amigos del comunismo, haya sido el de colapso. El término es ideológico. Con ello se quiere significar que el comunismo era algo así como una maquinaria que funcionaba perfectamente hasta que de pronto alguna de sus piezas co­menzaron a fallar. Me temo que en el futuro los niños en las escuelas aprenderan de memoria una versión de los hechos que dice más o menos así:

A fines del siglo XX se produjeron en el "sistema capitalista" innova­ciones tecnológicas en los terrenos de la computación y de la producción energética que aumentaron notablemente la productividad. El régimen sovié­tico, para poder seguir compitiendo con el capitalismo, se vió en la obliga­ción de introducir tales innovaciones en su economía. Gorbachov y la Pe­restroika intentaron crear las condiciones institucionales para que eso fuera posible. Pero el régimen de la URSS no estaba preparado para ese tipo de innovaciones, por lo cual se produjeron desajustes que llevaron al colapso total. Como consecuencia del colapso de la URSS las naciones dependientes se liberaron, adoptando todas un régimen de producción basado en la libre economía de mercado. Punto.

Esa interpretación histórica ligeramente caricaturizada no es formal­mente, falsa. El problema es que es tautológica y, sobre todo, incompleta. Es tautológica, porque pretende explicar al colapso por el colapso. Es incom­pleta, porque intenta interpretar un hecho histórico haciendo abstracción de su historicidad. De acuerdo a esa versión todavía dominante, Gorbachov y la Perestroika aparecen como el hecho determinante en las revoluciones de la periferia socialista europea las que a su vez son reducidas a simples objetos que resultan de una causa externa. En términos simples: tal interpretación pasa por alto una larga historia de negación y resistencia que desde hacía muchísimos años veníase gestando en los países "socialistas", incluyendo a la propia URSS.

¿Qué pasaría en cambio si damos vuelta esa argumentación, haciendo una lectura exactamente al revés de la que hoy día parece predominar? De acuerdo a esa nueva lectura podría afirmarse:

Desde 1956, en diversos países socialistas venían articulándose formas de protestas, culturales, sociales y políticas, las que en determinados mo­mentos fueron sangrientamente aplastadas. Frente a esa realidad, la URSS se vió inducida a hacer valer su primacía no politica sino que repre­siva en los países de su área, esto es, a no ejercer hegemonía, sino dominación. Precisamente la existencia del llamado bloque socialista era prueba de que la expansión política del socialismo era imposible, por lo me­nos en Europa. Tal imposibilidad de expansión se traduce en un sistema que al funcionar de acuerdo a mecanismos represivos, no puede competir con el otro bloque en condiciones ventajosas. En ese sentido cualquiera grieta al interior del aparato de dominación, debía transformarse en una crisis del conjunto del imperio. Gorbachov debe ser por lo tanto considerado como ló­gica consecuencia del largo proceso de resistencia que tenía lugar en el mundo socialista, o si se prefiere: como el intento por introducir la primacía de la política por sobre la de la represión en las relaciones políticas in­terimperiales, antes de que fuera demasiado tarde. El problema es que Gor­bachov llegó demasiado tarde, y como el mismo dijo, quien llega tarde, de­berá ser castigado por la vida.

Una interpretación como la expuesta no niega la tesis del colapso. Pero sí la contextualiza, remitiéndola a un marco de relaciones en donde no existen causas absolutas. Gorbachov y Perestroika fueron por cierto causas. Pero también fueron consecuencias de un largo proceso que erosionó las bases políticas y las relaciones de legitimidad que hasta el imperio más bu­rocratizado y militar necesita para ejercer su dominación. 


La teo­ría del puro colapso pasa por alto las revoluciones húngaras y polacas de 1956; el levantamiento nacional-popular de Praga en 1968; el nacimiento del KOR y de Solidarnosc en Polonia; los movimientos religiosos de Polonia y de la RDA; Carta 77 en Checoeslovaquia; la gente en las calles; los heridos y muertos caídos bajo los tanques rusos; las protestas nacionalistas y ecologistas en la URSS; los disidentes en la clandestinidad, redactando cada día un panfleto distinto; a Kuron, Mischnik, Havel, Bahro, Solschinizyn y Sacharow, etc; a los que fueron a las cárceles, o a los destierros de frío y hielo; o a las clínicas psiquiátricas, gritando por la libertad con una digni­dad que produce escalofríos- 


Dicho en síntesis, la reducción de la historia a la pura teoría del colapso, pasa por alto la historia de las revoluciones de­mocráticas de Europa Oriental. Esa es la razón por la que aquí defiendo la tesis contraria. Esa tesis dice así: no fue el colapso lo que produjo la revolución. Fue la revolución la que produjo el colapo.

Para los actores de las revoluciones de los países de Europa Oriental en cambio, los acontecimientos que llevaron al "colapso" fueron leídos en di­recta continuidad con su propia historia y puede decirse que, aún si esperar que el régimen cayera tan rápido, y en las formas en que cayó, no fueron tan sorprendidos con ese derrumbe como ocurrió con los especia­listas occidentales. Para dichos actores, 1989-1991 fue la culminación de una larga re­volución que venía arrastrándose desde decenios. Quizás desde el momento en que el levantamiento popular húngaro de 1956 fue sangrientamento aplastado.

De la misma manera como ocurría en la URSS, las Nomenklaturas de los demás países socialistas pretendían extraer su legitimidad de una suerte de racionalismo histórico cuyo punto de realización se encontraba, paradojal­mente, en el futuro: en la construcción final del comunismo, de aquella "sociedad perfecta" en función de cuya realización todos los sacrificios y expiaciones estaban permitidos. 

Los comunistas en el poder se entendían como depositarios de una razón histó­rica de la cual ellos eran sus mediadores terrenales. La política en ese sentido fue siempre concebida por ellos como un medio para la realización de esa historia final. Siendo la historia no determinada por hechos concretos, sino por su supuesta meta-realidad, el pasado debía ser siempre reescrito de acuerdo a las distintas estrategias que la Nomenklatura elaboraba para al­canzar la meta asignada. El marxismo- leninismo, ideología de la clase dominante  en Europa del Este, era radicalmente metafísico. 

Los regímenes de tipo orweliano, como fueron los comunistas, al no poder en­contrar su legitimidad en el presente buscan encontrarlo en el futuro. La gran ventaja que de ahí se deriva es que, a diferencias del presente, el futuro sólo lo conocen sus supuestos de­positarios, esto es, el Partido y sus bonzos. De este modo la política era historizada y la historia era politizada. Historia y Política se legitimaban mutuamente extrayendo sus valores la una de la otra. No puede extrañar entonces que uno de los proyectos de los sectores intelectuales disidentes hubiera sido el de despojar a los diversos regímenes de esa legitimidad histó­rica que ellos se habían autoasignado. Pero para que eso fuera posible era necesario separar a la política oficial de la historia, empresa que requería no sólo revisar la histo­ria oficial, como ocurrió en la URSS durante Gorbachov, sino, además, oponer la otra historia

Podría decirse que en los países socialistas compe­tían dos historias: la oficial, que tenía su lugar de residencia en un futuro ignoto, y la verdadera, que se había constituído precisamente como negación a las diversas dictaduras. La una era una historia escrita desde el poder. La otra fue escrita desde la clandestinidad y la resistencia, o desde la práctica de los movimientos populares que cada cierto tiempo irrumpían en las capitales del Este europeo. La una vivía en el futuro. La otra en un presente que se alimentaba del pa­sado. La una habitaba en el "super ego" del Partido. La otra latía en el inconciente de los disidentes. 


En cierto modo 1989-1990 devolvió a la historia a ese lugar al que siempre debe permanecer: al pasado. Esa fecha señala, en fin, una rebelión de la historia en contra de un "historismo" que en nombre de la historia con­sumaba su absoluta negación.

VENEZUELA: RECESIÓN CON INFLACIÓN.

Alejandro Grisanti: “Venezuela va a una recesión con inflación de tres dígitos”; por Víctor Salmerón

Por Víctor Salmerón | 3 de noviembre, 2014
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Un túnel donde se esfuman las expectativas de prosperidad y emerge la precariedad de un modelo económico fracasado, exhausto, que obliga a vivir con menos. Ésta es la Venezuela que Alejandro Grisanti, jefe de investigación para América Latina de Barclays Capital, proyecta para lo que queda de este año y el próximo.
Doctor en Economía por la Universidad de Pennsylvania, con una larga experiencia que incluye el Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo y el cargo de economista jefe del Banco de Venezuela Grupo Santander, dedica tiempo en esta reciente visita a Caracas a analizar una situación que amenaza con tornarse más crítica en medio del declive de los precios del petróleo.
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Alejandro Grisanti fotografiado por Andrés Kerese / 2014
Aunque el Banco Central no ha suministrado cifras, la caída en la producción de áreas clave deja en evidencia que el país sufre una recesión que tendrá impacto en la creación de empleo. ¿Se trata de una recesión en L donde la economía desciende y está abajo por largo tiempo, en U con debilitamiento y un período más o menos largo en el desierto, o en V donde el declive es seguido de un rebote rápido y vigoroso?
El Gobierno ha sido sordo y ciego a las señales que está mandando la economía y todo apunta a que vamos a un escenario de L, de recesión prolongada. Estamos proyectando una caída de la economía en el orden de 5% el próximo año y claramente ya debemos tener dos o tres trimestres de retroceso. Este es un proceso que demanda reformas y apoyo al sector privado para salir del mismo.
Usted afirma en sus últimos informes que el Gobierno ha mantenido la expansión del gasto, de hecho, señala que limpiando el efecto de la inflación, los desembolsos superan los de 2012, año en que Hugo Chávez alcanzó su última reelección. ¿Por qué este gasto no logra sacar a la economía de la recesión?Para que el incremento del gasto obtenga buenos resultados, necesitas un sector productivo preparado. Se inyectan billetes que chocan contra una pared de oferta porque el sector productivo está produciendo menos y porque también hay menos importaciones. Entonces ese incremento del gasto no genera crecimiento sino aumento de los precios.
La estrategia del Gobierno es continuar aumentando el gasto. El Presidente contempla un nuevo incremento de salarios, está distribuyendo dinero a los consejos comunales, tiene previsto el reimpulso de la Misión Vivienda y 2015 es un año electoral. ¿Qué va a pasar con la inflación que entre agosto 2013 y agosto de este año registra un salto de 63,4%?Creemos que el incremento del gasto continúa de aquí a fin de año, que buena parte de ese incremento va a ser monetizado por el Banco Central (billetes que imprime el BCV para financiar a empresas públicas) y que posiblemente la inflación alcance los tres dígitos en 2015, es decir, supere 100%.
A la par de que inyecta gasto, el Gobierno refuerza los controles obligando a los comercios a colocar la etiqueta de precio justo, multiplicando las fiscalizaciones y lleva adelante un operativo militar contra el contrabando. ¿Esto no contiene la inflación?Para nada. Este gobierno destruyó el sistema de precios relativos. En Colombia, al tipo de cambio paralelo, un litro de gasolina vale 130 bolívares aquí vale 0,10. El estímulo para el contrabando está allí, porque estás manteniendo unos tipos de cambio muy abiertos. Todo lo que el Gobierno trate de regular y vender a precios controlados va a terminar en Colombia.
Entre 2015-2017 hay que pagar 10 mil millones de dólares cada año por vencimientos de deuda externa y para obtener financiamiento habría que cancelar una elevada tasa de interés. ¿El país cayó en el ciclo de los 80, es decir, desciende el petróleo, el financiamiento se cierra y no queda más alternativa que buscar una reestructuración de la deuda?Por ahora no, porque todavía la caída de los precios ha sido relativamente pequeña y aún existen suficientes dólares para honrar los compromisos de deuda externa y con el sector privado del país. Venezuela hoy, a pesar de la caída de los precios del petróleo recibe cuatro veces más dólares que en 2004. Los venezolanos no hemos aumentado cuatro veces nuestro consumo de bienes importados. Todavía hay un margen de maniobra importante.
Pero ha habido un atraso también importante en la entrega de divisas a las empresas que están en el país.El Gobierno ha sido especialista en exacerbar la demanda de dólares. Las empresas o los particulares que necesitan dólares no saben si van a poder adquirirlos porque el sistema de distribución es absolutamente discrecional. Eso crea una demanda exacerbada, que es lo que está llevando a una situación en la que o haces default de deuda externa o continúas restringiendo el flujo de divisas al sector privado.
Según nuestros cálculos, el tipo de cambio de equilibrio es de 25 bolívares por dólar. Entonces los dólares que vendes a 6,30 y a 12 son muy baratos, pero también tienes una alta demanda en el Sicad II donde el tipo de cambio es de 50 bolívares. Eso te demuestra el desequilibrio. Necesitas cambiar el sistema de asignación de divisas.
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Alejandro Grisanti fotografiado por Andrés Kerese / 2014
¿Desde su punto de vista cómo se puede salir de este sistema demencial en el que hay dos tipos de cambio oficiales muy baratos, uno muy caro y un tipo de cambio paralelo en las nubes a 100 bolívares por dólar?Tienes que eliminar el tipo de cambio de 6,30 bolívares y dejar el del Sicad I. A la vez hacer que el Sicad II responda a la oferta y la demanda, con lo que eliminas el paralelo, porque no va a tener sentido acudir a ese mercado. Así te quedas con dos tipos de cambio que progresivamente vas moviendo hasta que converjan.
¿Eliminar el tipo de cambio de 6,30 bolívares no impactaría con fuerza el salario de las familias de menos ingresos porque las divisas a ese tipo de cambio son asignadas a alimentos y medicinas?La unificación cambiaria tiene per sé un incremento de inflación para los sectores con menores recursos; por eso el Gobierno tendría que estructurar programas sociales para protegerlos.
Si el Gobierno mantiene el curso actual hay recesión y alta inflación; y si realiza cambios también genera impactos negativos. ¿Está entrampado?Está entrampado en un modelo económico fracasado. Llegó al final de esa calle ciega y en vez de retroceder y cambiar de rumbo está tratando de mover el muro. Es un Gobierno que si no hace reformas pierde las elecciones y si las hace también las pierde. Es una situación crítica porque las reformas tienen costos.
La cesta petrolera venezolana se ubica en 75,79 dólares tras una caída de 23% respecto al cierre de junio. ¿A ese precio es inevitable un ajuste?Hay una tormenta perfecta. Caída de los precios del petróleo cuando ya consumiste buena parte de las divisas que tenías en distintos fondos, y además comienza a aparecer el costo de las nacionalizaciones con las decisiones del CIADI. Proyectamos que la cesta petrolera venezolana se estabilizará en 2015 alrededor de 72 dólares el barril y esto se traduciría en que el país recibiría 14 mil millones de dólares menos.
De alguna manera hay que equilibrar las cuentas por la caída en el ingreso de dólares. ¿Cuál cree que será la estrategia del Gobierno?Vender las joyas de la abuela. Activos que son estratégicos pero que le pueden reportar ingresos, como refinerías que la República tiene en distintos países. La deuda acumulada con el país por los distintos acuerdos energéticos es de 20 mil millones de dólares y hay ingeniería financiera a través de la titularización para obtener efectivo en el corto plazo. Además se puede intentar una negociación con China para utilizar divisas que están asignadas a proyectos.
¿Ya no hay espacio para seguir cortando importaciones?Creo que los próximos doce meses -especialmente para el sector privado- van a ser peores que los doce meses anteriores.

VENEZUELA: ARMAS CONTRA IDEAS

Armas contra Ideas

El sector castrense disfruta de muchos recursos para garantizar su “lealtad” a la revolución y al gobierno cívico-militar.
El sector castrense disfruta de muchos recursos para garantizar su “lealtad” a la revolución y al gobierno cívico-militar.

Definitivamente, las universidades son la cenicienta de este gobierno

Efraín Rincón Marroquín
 / Soberania.org
Cuando un gobierno privilegia al sector castrense en mayor grado que al sector educativo, deja claro su apego al autoritarismo y su profundo desprecio por la civilidad, esencia de las democracias modernas. Pero también puede interpretarse como un acto de adulación a los militares cuando está consciente del frágil apoyo popular que disfruta. En estos últimos quince años, los venezolanos hemos sido testigos de un régimen conformado en su mayoría por militares; con un discurso militarista y guerrerista; con estrategias, tácticas y programas propios de un cuartel y absolutamente contrarios a principios ciudadanos, tan altamente valorados por el Libertador Simón Bolívar. Dentro de este régimen, el estamento civil apenas sirve para guardar la farsa de una democracia cada vez más deficitaria.
Son abundantes los ejemplos que corroboran nuestra afirmación. El toque de diana se ha convertido en el “grito de guerra” de las campañas oficialistas, especialmente, en el día de las elecciones. Los nombres de los comandos de campaña del PSUV, son referidos a batallas libradas por venezolanos de otros tiempos; los servicios estratégicos están en manos de militares; la pretendida solución de los problemas más álgidos de la nación (economía, desabastecimiento, bachaqueo, energía eléctrica, entre otros), se les encomienda a militares que rotan de un cargo a otro con la misma frecuencia que son transferidos de una a otra plaza militar.
Los incrementos salariales son religiosamente respetados, sin necesidad de levantarse en huelga o protestar, por lo menos no públicamente. Los beneficios sociales que disfrutan son espléndidos y muy frecuentes. El estamento militar no sólo tiene garantizado un salario indexado, en momentos donde la inmensa mayoría de los venezolanos apenas nos alcanza el salario para medio comer y pagar servicios públicos cada vez más caros y deficientes, sino que disfrutan de programas sociales a través de los cuales les regalan desde carros, viviendas, artefactos eléctricos hasta teléfonos celulares. Muchos recursos para garantizar su “lealtad” a la revolución y al gobierno cívico-militar. 
Mientras tanto, los otros sectores de la sociedad no forman parte del banquete revolucionario. En el caso de la educación, un profesor universitario venezolano devenga un salario mensual que oscila entre 65 y 150 dólares, cuando en Chile yEcuador el salario mínimo de un profesor universitario es superior a los 1.000 dólares. La educación de calidad es la más importante prioridad de las naciones con una visión moderna y progresista. En nuestro país, por el contrario, la renuncia de profesores se ha incrementado vertiginosamente en los últimos años, pues, los irrisorios salarios y beneficios los empujan a labrarse un mejor futuro en otros países del mundo, con lo cual se agrava la crisis universitaria.
Definitivamente, las universidades son la cenicienta de este gobierno. En vez de fortalecer y apoyar las universidades autónomas, el régimen ha creado universidades de todo tipo que, a la larga, también las abandonan, constituyéndose en una pesada carga para las finanzas públicas. En definitiva, ni a las universidades autónomas ni a las oficialistas, se les presta la debida atención para que puedan cumplir con el propósito de educar con eficiencia y calidad a las nuevas generaciones de venezolanos. La mediocridad, la ignorancia y la defensa de intereses subalternos, le impide al régimen ver la importancia de la educación en la construcción del progreso para todos los venezolanos.
En el caso de la Universidad del Zulia, el gobierno aprobó sólo el 30% del presupuesto requerido para garantizar su funcionamiento en el próximo año. Este gobierno ha convertido a las universidades en meras instituciones que sólo disponen recursos para pagar salarios de hambre a los que allí laboramos. El fomento y apoyo a la ciencia y tecnología, esencia de la sociedad del conocimiento, no es preocupación de este gobierno, brilla por su ausencia. Convertir nuestras universidades en verdaderos centros del conocimiento, es un espejismo que este régimen se ha encargado de profundizar. Cuando las ideas y el conocimiento de los ciudadanos son menos importantes que las armas que agreden al pueblo, es un síntoma inequívoco de la podredumbre de un gobierno que desprecia a los ciudadanos para favorecer a quienes creen ser sus “salvadores” en momentos en que el barco empieza a hundirse.

DIFERENCIAS ENTRE DEMOCRACIAS Y DICTADURAS

Las diferencias entre las democracias y las dictaduras

Tanto Fidel Castro como Hugo Chávez si ocultaron sus reales intenciones antes de asumir el poder y durante un breve tiempo mientras lograban el control total del Estado.
Tanto Fidel Castro como Hugo Chávez si ocultaron sus reales intenciones antes de asumir el poder y durante un breve tiempo mientras lograban el control total del Estado.

Los requisitos esenciales para calificar a un régimen político como democrático: las diferencias sustantivas entre las democracias y las dictaduras

Henrique Meier
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“La democracia perfecta no puede existir o, de hecho no ha existido nunca”, Norberto Bobbio

Para calificar como democracia a un régimen político, lo que incluye al Estado, el gobierno, las instituciones políticas y la sociedad, se requiere la existencia real, efectiva, no meramente formal, de unos elementos básicos o mínimos. SegúnBobbio esos requisitos, prescindiendo de la axiología constitucional formal y del discurso del poder[1], son los siguientes, a saber:
“…garantía de los principales derechos de libertad, existencia de varios partidos en competencia, elecciones periódicas y sufragio universal, decisiones colectivas concertadas (en las democracias coasociativas o en el sistema neocorporativo) o tomadas con base en el principio de mayoría, de cualquier manera siempre después del debate libre entre las partes o entre los aliados de una determinada coalición de gobierno. Existen democracias más sólidas, o menos sólidas, más vulnerables o menos vulnerables, hay diversos grados de aproximación al modelo liberal, pero aun la más alejada del modelo no puede ser de ninguna manera confundida con un Estado autocrático y mucho menos con uno totalitario”[2].
Por su parte, la Carta Democrática Interamericana, suscrita por los Estados que conforman la Organización de Estados Americanos (OEA) el 11 de septiembre de 2001, expresa los elementos mínimos de la “democracia representativa”, que coinciden con el planteamiento de Bobbio:
“…son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho, la celebración de elecciones periódicas, justas y libres basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas y la separación e independencia de los poderes públicos”(Art.3)
Actualmente, y como lo establece implícitamente el citado artículo de la Carta Democrática Interamericana, se diferencia a los regímenes autoritarios de los democráticos conforme a dos categorías de legitimidad:
1) La “legitimidad de origen”
Como lo indica el vocablo, la forma cómo las autoridades fundamentales del Estado asumen la titularidad del poder estatal, diferencian a las democracias de los sistemas autoritarios (dictaduras, totalitarismos)[3].
En los regímenes políticos democráticos el acceso a tal poder (poderes públicos) debe realizarse mediante la elección de los poderes ejecutivos y legislativos o deliberantes[4] por parte del cuerpo electoral de la nación y demás entidades político-territoriales (ejercicio del derecho al sufragio de los ciudadanos: consulta popular) de acuerdo a normas, sistemas y procedimientos que garanticen elecciones libres, imparciales y justas, y por tanto, el principio de la alternabilidad en el poder en la conformación institucional del Estado.
Por el contrario, en los sistemas autoritarios: dictaduras, totalitarismos, la asunción, ejercicio y control del poder se lleva a cabo generalmente empleando la coacción y la violencia en sus diversas formas: golpes de Estado, usualmente protagonizados por militares, por ejemplo, el Golpe de 1948 en Venezuela ejecutado por Pérez Jiménez,Llovera Páez y Delgado Chalbaud, el de Pinochet en Chile en 1973; revoluciones armadas, tales como la Revolución bolchevique en Rusia en 1917 y la Revolución cubana en 1959; la inculcación ideológica por medio del lavado de cerebro controlando el sistema educativo y los medios de comunicación social; la represión, el terrorismo estatal, para la consolidación y conservación del poder criminalizando la disidencia, encarcelando y torturando a los disidentes (campos de concentración y exterminio).
Una dictadura puede “aparentar” legitimidad democrática de origen convocando en forma periódica la consulta popular, pero impidiendo que esa consulta la dirija una entidad o tribunal electoral autónomo, imparcial e independiente, y plagando los procedimientos e instituciones electorales de vicios inocultables para manipular a su favor la supuesta “voluntad popular”registros electorales fraudulentos, amenazas de despido a los funcionarios públicos que voten por la “oposición”, amenazas de una guerra civil si la “oposición” obtiene la mayoría de los sufragios, movilización de los recursos del poder a favor de los candidatos oficialistas, manipulación de encuestas, etc. Tal el caso de la Venezuela de estos tiempos[5].
O pura y simplemente, una simulación cínica de elecciones en las que sólo participan como candidatos a los cuerpos deliberantes miembros del partido único de Estado (partido comunista), previamente seleccionados por voluntad del primer secretario de dicho partido y jefe del Estado (Cuba, por ejemplo, Art. 5 de la Constitución“El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado…). Al respecto, Fernando Mires expresa:
“No puede haber, por supuesto, democracia sin elecciones periódicas. Ese es un principio aceptado por la gran mayoría de los pensadores políticos. Pero las elecciones periódicas, por sí solas, no constituyen la democracia. Mucho menos los plebiscitos y los referendos. Plebiscitos y referendos han sido medios de los que se han valido muchas dictaduras para perpetuarse en el poder, modificando la constitución por ‘aclamación electoral’ cada vez que el jefe supremo lo considera necesario. Las elecciones pueden ser convertidas en medios de legitimación dictatorial, si es que quienes detentan el poder estatal logran apropiarse del aparato electoral. Ocurrió en Irak, ocurrió en las ‘democracias populares’ de Europa del Este, ocurre en Siria, y hoy ocurre en Bielorrusia. En Venezuela hay muchos indicios que apuntan hacia el control gubernamental del aparto electoral… Ese control puede ocurrir y está ocurriendo en Venezuela, por medio de cuatro vías. La primera es la hegemonía comunicacional, propiciada entre otros, por el Ministro Andrés Izarra. En buen español, eso significa, control estatal de los medios de comunicación. La segunda vía es tecnológica: la utilización de máquinas ‘captahuellas’ en el acto del voto. Ese procedimiento amedrenta a cualquier votante que debe mantener una familia, y teme que su voto pueda quedar registrado en algunas de las actas computacionales. La tercera vía, es la presión sobre los votantes en los centros de trabajo, incluyendo las amenazas de despido para quienes voten en contra del candidato oficial. Ese mecanismo se encuentra testificado en Venezuela en el discurso pronunciado por el Ministro de Energía, Rafael Ramírez, ante los trabajadores del petróleo poco antes de las elecciones de diciembre de 2006. Por último, el medio más falaz de todos: hacer circular listas oficiales de opositores al régimen, como ocurrió en Venezuela con la famosa lista confeccionada por el diputado oficialista Luis Tascón”[6].
A esas vías que el brillante politólogo señalaba en el 2007, habría que agregar, entre otras irregularidades que vician de nulidad las elecciones realizadas en el país desde el 2006 al 2013, las siguientes:
(a) El llamado “voto asistido” o la “sutil” coacción que sobre electores de los sectores populares ejercieron en comicios posteriores a los del 2006 militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV; partido único de gobierno) con la supuesta finalidad de auxiliar a los sufragantes en el ejercicio de un derecho conceptuado como “secreto”;
(b) La violencia de los colectivos armados por el régimen contra los electores en centros de votación notoriamente inclinados hacia los candidatos opositores;
(c) La utilización de vehículos de las “fuerzas armadas bolivarianas” para trasladar votantes, previamente identificados en listas como militantes y simpatizantes del PSUV, o inclinados a votar por los candidatos del régimen por temor a perder sus empleos o una beca, un auxilio económico, a los centros de votación correspondientes;
(d) La expulsión por la fuerza de testigos de la oposición en determinados centros de votación;
(e) La modificación de las circunscripciones electorales en las elecciones parlamentarias con la finalidad de obtener mayor número de diputados con menor número de votos.[7]
Y a pesar de todo ese cúmulo de irregularidades, a las que debe adicionar la notoria, burda y grosera parcialidad del organismo electoral hacia los candidatos del régimen, el tal Consejo Nacional Electoral, llamado con razón “ministerio de elecciones”, como también la del “Plan República” o la función de las fuerzas armadas como garante de la seguridad del proceso electoral: de los votantes, testigos de mesa, y del material electoral; sin embargo, la oposición democrática, más bien, la resistencia democrática al régimen castro-chavista (hoy Castro-madurista) no ha dejado de obtener menos de aproximadamente el 40% de los votos válidos en la totalidad de los procesos electorales efectuados en estos 15 años del “neoautoritarismo militarista” de vocación totalitaria.
Por esa razón, no tengo la menor duda de que algunos de los principios que rigen los procesos electorales según el Artículo 3 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales (2009): democracia, soberanía, responsabilidad social, colaboración, cooperación, confiabilidad, transparencia, imparcialidad, equidad, igualdad, celeridad, eficiencia, son letra muerta.
2) La legitimidad de desempeño, de actuación, o también axiológica del poder estatal[8] (Gobierno, en su sentido lato)
Esta modalidad de legitimidad remite al grado de reconocimiento, respeto, garantía y efectivo ejercicio de las libertades que caracterizan a la democracia desde el punto de vista axiológico: libertad personal (ambulatoria), de pensamiento (conciencia), expresión, opinión, información (prensa, radio, televisión, medios de internet, libres y plurales), de empresa, trabajo, oficio, arte y profesión, de asociación con fines lícitos, de culto, de estilos de vida personal, inviolabilidad del hogar y la correspondencia, libertad para entrar y salir del territorio nacional, para cambiar de residencia en cualquier lugar del territorio nacional, etc.
Y también al ejercicio del poder con sujeción Estado de Derecho como lo consagra la Carta Democrática Interamericana, es decir, el efectivo cumplimiento de los principios de organización y funcionamiento de ese modelo deEstadoseparación de poderes, sujeción de las autoridades estatales a la Constitución y las leyes, control de la constitucionalidad, legalidad y legitimidad de los actos estatales por un Poder Judicial autónomo, independiente e imparcial.
Otro requisito axiológico fundamental de la democracia es la “visibilidad” del poder del Estado, lo que Bobbio denomina el “poder en público” para indicar el conjunto de medios y procedimientos institucionales que obligan a los gobernantes a actuar conforme al principio de la “transparencia”[9], o lo que el tantas veces citado autor expresa como “…tomar sus decisiones a la luz del día”[10] para permitir a los gobernados “ver cómo y donde se toman dichas decisiones”[11].
Con la evolución de la democracia directa a la representativa (de la democracia de los antiguos a la moderna) “…desaparece la plaza, más no la exigencia de la visibilidad del poder que se satisface de otra manera: con la publicidad de las sesiones del Parlamento, con la formación de una opinión pública”[12] mediante el ejercicio efectivo de la libertad de información, comunicación y opinión (expresión), lo que implica, en estos tiempos, la existencia de un sistema plural y libre de medios de comunicación social escritos, radiales y audiovisuales y electrónicos (prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales) que permitan que los gobernantes informen sobre las acciones y decisiones del Estado, y a los políticos opositores y ciudadanos en general no sólo conocer oportunamente las decisiones de políticas públicas que puedan afectar a la sociedad, sino evaluarlas y criticarlas sin temor de censura previa o de represión por sus opiniones:los delitos de opinión que caracterizan a los regímenes dictatoriales.
Uno de los rasgos del poder es, como lo señala, Bobbio su irresistible tendencia a ocultarse, a no hacerse visible (secreto de Estado). En consecuencia, para evitar esa tendencia y garantizar que el poder sea visible, un auténtico poder“democrático”, un poder en público, se requiere necesariamente de un público activo, informado, consciente de sus derechos, aquel público “…cuya historia, desde su nacimiento en la edad de las luces hasta su posterior desarrollo, ha reconstruido Jürgen Habermas en una obra muy conocida y discutida; al público en el sentido utilizado por Kant, en un célebre escrito sobre la Ilustración cuando hablaba de los derechos y deberes que tienen los filósofos de ‘hacer uso público de la propia razón’”[13].
Es conveniente aclarar, y así lo hace Bobbio, que el monarca absoluto, el autócrata, el dictador moderno (Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Castro, Chávez Frías) se presenta en público, ya que necesita mostrar claras señales de su propio poderío. Pero, el público ante el cual se presenta el dictador populista es “…una multitud anónima, indistinta, llamada a escuchar y aclamar; no a expresar una opinión, sino a cumplir un acto de fe. A esta visibilidad meramente exterior del señor de la vida y la muerte de sus propios súbditos debe corresponder la opacidad de las decisiones de las cuales dependen la vida y la muerte de éstos”[14].
Bobbio al referirse al señor de la vida y la muerte de sus propios súbditos tiene en mente a los tiranos sangrientos de la antigüedad y de la modernidad, por ejemplo, Nerón, Calígula, Stalin, Mao, Hitler, Castro, pues los ha habido, aquellos como Fujimori y Chávez-Frías, que no pueden ser calificados con esa radical connotación de un poder tal capaz de decidir sobre la vida y la muerte, pero si sobre la libertad de sus oponentes, y sobre la preservación de empleos, becas y ventajas del régimen populista para quienes asistan a los actos organizados para escuchar y aclamar al líder de la “revolución”.
Y también la historia conoce de dictadores que no necesitaron ser aclamados por multitudes; que, por el contrario, hicieron de la invisibilidad, el mutismo y el secreto el rasgo dominante de su poderío por el terror y el temor que inspiraba en próximos y lejanos el no saber a qué atenerse respecto de sus vidas, bienes y libertad, tal el caso de Stalin y su dictadura totalitaria (1922-1953: Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Defensa), Juan Vicente Gómez (1908- 1935, varias veces Presidente de la República y Comandante en Jefe del Ejército en los 27 años de su férrea dictadura en Venezuela) y de Francisco Franco en España ( Jefe del Estado 1939- 1975: 36 años).
En suma, la democracia podría ser definida como aquel régimen político “…en el cual las últimas fortalezas del poder invisible han sido expugnadas y el poder, al igual que la naturaleza, ya no tiene secretos para el hombre”[15]; sin embargo, como lo reconoce Bobbio, ese ideal es inalcanzable, pues ocultarse forma parte de la esencia misma del poder.
Ahora bien, lo que caracteriza al poder democrático o “poder en público” no es la ausencia absoluta del secreto y la invisibilidad, sino el sistema de controles institucionales y de la opinión pública que limitan e impiden que los gobernantes logren ocultarse totalmente de la vista y oídos de los ciudadanos que conforman ese público activo al que alude Bobbio.
El “poder en público” requiere un ámbito institucional o formal: la existencia de un Parlamento pluralista donde no sólo se debata en el proceso de formación de las leyes, sino que, asimismo, sirva de escenario para la discusión de los más graves problemas del Estado y la sociedad nacional.
Podría calificarse al Parlamento como la “Casa de la democracia”, así como a las universidades se les denomina “Casa de Estudios”. Sin un Parlamento con esas características, lo que supone el pluralismo político y la alternabilidad en el poder, no puede hablarse de democracia, ya que en los sistemas dictatoriales y totalitarios existen organismos parlamentarios (asambleas usualmente unicamerales) que en absoluto representan a una sociedad plural y libre, son meras entidades que realizan una función formal y que están controladas por el Partido de Estado (el Partido Nazi en laAlemania nacionalsocialista, el Partido Comunista en la URSS, en Cuba).
En Venezuela desde hace 15 años la mayoría de los diputados de la llamada Asamblea Nacional, piezas del PSUV, partido único de “Estado”, forman parte de la “secta destructiva”. Presidido por un militar que carece del más mínimo conocimiento de las normas y procedimientos parlamentarios, dirige a dicha Asamblea como si fuere un cuartel, impide a los diputados de la “oposición” hacer uso del derecho de palabra, y celebra las agresiones físicas que han sufrido algunos de ellos por parte de diputados oficialistas especialmente adiestrados para ello. Esa Asamblea es la antítesis de la “Casa de la Democracia”.
Y es que a las estrategias del poder autocrático pertenecen no sólo “…el no decir, sino también el decir en falso, además del silencio, la mentira. Cuando se ve obligado a hablar, el autócrata puede servirse de la palabra no para manifestar en público sus intenciones reales, sino para esconderlas. Puede hacerlo tanto más impunemente cuanto menos sean los medios que sus súbditos tengan a su disposición para verificar la veracidad de lo dicho. La máxima según la cual al soberano le es lícito mentir pertenece a los preceptos de los teóricos de la razón de Estado”[16].
Olvida Bobbio que un dictador totalitario como Hitler jamás ocultó sus verdaderas intenciones, incluso antes de asumir el poder y controlar la totalidad de la organización institucional del Estado alemán, el Fhürer publicó su conocido libro “Mi Lucha” (1925)[17] en el que expuso su plan para preservar la “pureza” de la raza aria exterminando a la comunidad judía de Alemania y del resto de Europa. En cambio, tanto Fidel castro como Hugo Chávez si ocultaron sus reales intenciones antes de asumir el poder y durante un breve tiempo mientras lograban el control total del Estado.

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Referencias: 
[1] El discurso del poder está conformado por las declaraciones escritas y orales de quienes invisten los órganos superiores de los diferentes poderes públicos, en especial el Gobierno o Poder Ejecutivo. En una forma de gobierno presidencialista, el Presidente de la República. Ese discurso puede ser engañoso, falso, mentiroso; en una palabra, un discurso demagógico destinado a ocultar la realidad de la naturaleza de las relaciones de poder: mientras se proclama la democracia y la garantía de los derechos humanos, en la práctica puede que se trata de un régimen autoritario que viola los derechos y garantías formalmente establecidos en la Constitución política del Estado.
[2] Bobbio, Norberto (2010) El Futuro de la Democracia. SL. Fondo de Cultura Económica de España. España, p.46
[3] La legitimidad de origen se vincula con la modalidad o forma como la titularidad de los órganos del Estado es objeto de la “investidura” o procedimiento mediante el cual determinadas personas físicas se posesionan de esos órganos, y por tanto, de las facultades: poderes de actuación, que la ley atribuye a los mismos. En los Estados democráticos de Derecho dos son esas modalidades: la elección popular, o la designación mediante un acto de gobierno o administrativo por una autoridad superior. En cualquier caso, no basta con la proclamación de la entidad electoral o la declaración como vencedor en la contienda electoral de un determinado candidato, como tampoco el solo acto de designación o nombramiento por parte de una autoridad superior, pues en ambos supuestos se requiere la toma de posesión efectiva del cargo mediante el juramento de ley y su constancia formal en documento escrito.
[4] La elección de esos poderes depende de la forma del Gobierno. En los sistemas presidencialistas democráticos se elige al Presidente de la República (y al Vicepresidente en el caso de los Estados Unidos de Norteamérica) y a los representantes del órgano legislativo, usualmente llamado Congreso compuesto de dos cámaras y demás poderes ejecutivos y legislativos conforme a la forma de Estado: unitario descentralizado o federal. En los sistemas parlamentarios por ser el Parlamento la institución fundamental del Estado, la elección más trascendente se realiza para la escogencia de los representantes a las cámaras legislativas. En Alemania e Italia, repúblicas parlamentarias, el Presidente de la República es electo por el Parlamento, por tanto, en segundo grado por el cuerpo electoral.
[5]Emilio Nouel escribe al respecto: “El llamado “socialismo del Siglo XXI, que ha sido propulsado desde Venezuela, es una muestra patente de un tipo de régimen político autocrático con vocación totalitaria, cuya conducta va a contrapelo de los principios de la democracia representativa establecida como modelo en los distintos instrumentos jurídicos internacionales vigentes en el hemisferio, a pesar de que se presenta con ropaje democrático”. Emilio, Nouel (2014) La Cláusula Democrática. Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro. Caracas, p. 27.
[6] Mires, Fernando. (2007). Al borde del abismo. DEBATE. Caracas, pp. 17-18
[7]En el Artículo 215 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales se establece que la elección será nula: “2. Cuando hubiere mediado fraude, cohecho, soborno o violencia, en la formación del Registro Electoral, en las votaciones o en los escrutinios y dichos vicios afecten el resultado de la elección de que se trate”. Lamentablemente y a pasar de las contundentes pruebas de los vicios a que refiere el mencionado dispositivo legal en la mayoría de los procesos comiciales desde el 2006 al 2013, la llamada “Mesa de la Unidad Democrática” (MUD), integrada fundamentalmente por los “partidos de oposición”, nada ha hecho para desenmascarar el absoluto control del régimen castro-chavista, hoy castro-madurista, sobre el sistema electoral. Por el contrario, algunos de los “dirigentes” de la susodicha Mesa se han indignado públicamente contra las personas que hemos denunciado fraude, cohecho, violencia, al menos en las elecciones presidenciales de octubre de 2012 y abril de 2013. En ésta última, el candidato de la oposición, Henrique Capriles, denunció fraude en su contra al saberse los resultados emitidos por la jefa chavista del “ministerio de elecciones” (Tibisay Lucena). Incluso el pacifista y prudentísimo Capriles osó no reconocer como Presidente al Ilegítimo Maduro. Se intentaron dos recursos contecioso-admnistrativos para impugnar esas elecciones, que por supuesto no fueron ni tramitados ni decididos por eso que llaman “Tribunal Supremo de Justicia”.
[8]En otro artículo de mi autoría publicado en esta misma página web, soberanía. org, me refiero a tema de la Legitimidad de desempeño y la legitimidad social: “El que una mayoría acepte y consienta la violación a los derechos humanos y a los principios de organización del Estado democrático de Derecho, no cambia el hecho de la pérdida de legitimidad axiológica del gobierno y el régimen político. El régimen podrá contar con legitimidad social, pero ya no será una democracia sustancial, un Estado democrático de derechos humanos. Se tratará, en ese caso, de un régimen autoritario consentido por la mayoría por la vía del voto y la aceptación del abuso de poder y la arbitrariedad, de la violación sistemática a los valores y principios de la democracia sustancial. En ese sentido, pues, y a la luz de tales valores, carece de relevancia que el régimen alegue la popularidad de su líder para pretender justificar el autoritarismo y el atropello a los derechos humanos. Al final, como ocurrió luego de la caída del régimen nacionalsocialista alemán, a las mayorías que apoyaron las actuaciones aberrantes de los gobernantes autoritarios no les queda otra opción que el oprobio y la vergüenza (el arrepentimiento), aunque esgriman a su favor que fueron “engañados” y “manipulados” por el líder”.   
[9] En el Artículo 141 de la Constitución Nacional (formal) se establece que la Administración Pública, organización fundamental del Estado y del Gobierno “…está al servicio de los ciudadanos y ciudadanas y se fundamenta en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública, con sometimiento pleno a la ley y al derecho”. 
[10] Bobbio, Teoría General de la Política (2003). Trotta. España p. 418.
[11] IBÍDEM, p. 418.
[12] IBÍDEM, p. 418.
[13] IBÍDEM, p. 419.
[14] IBÍDEM, p. 419.
[15] IBÍDEM; p. 420.
[16] IBÍDEM, p. 420.
[17] El libro fue redactado por Hitler cuando estaba en la prisión de Landsberg en el verano de 1924, luego de ser condenado a una levísima pena (5 años de prisión, al igual que Hugo Chávez Frías cuya causa fue sobreseída incomprensiblemente por el Ex Presidente Caldera) por su participación en el fallido golpe de Estado de Múnich. Transcribo a continuación unos párrafos de ese libro que demuestran la intención del futuro Genocida: “EL HONOR POR LA RAZA. El Estado racista habrá cumplido su papel supremo de formador y educador cuando haya grabado en el corazón de la juventud que le ha sido confiada el espíritu y el sentimiento de la raza. Es necesario que ni un solo joven o una sola joven puedan abandonar la escuela sin estar plenamente instruidos en la pureza de la sangre y en la necesidad absoluta de mantenerla pura. Juzgamos que hasta hoy la civilización humana, todas las realizaciones del arte, de la ciencia y la técnica, son casi exclusivamente frutos del genio creador del ario. Lo que permite recíprocamente concluir que él es el único fundador de una humanidad superior y por consiguiente representa al prototipo que entendemos por la palabra “hombre”…La existencia de tipos humanos inferiores ha sido siempre una condición previa esencial para la formación de civilizaciones superiores…Las primeras civilizaciones nacieron donde el ario encontró razas inferiores, las sometió y plegó a su voluntad… Desde que los pueblos siervos comenzaron a elevarse y a aproximarse al conquistador, adoptando su lengua, la barrera que separaba dueño y esclavo cayó. El ario renunció a la pureza de su sangre y perdió poco a poco su facultad creadora de civilización. La mezcla de sangres, con el descenso del nivel racial que provoca, es la única causa de la decadencia de las civilizaciones del pasadas…El judío en lo que concierne a la civilización, contamina el arte y la literatura, envilece los sentimientos naturales, oscurece todos los conceptos de belleza, dignidad…Habría sido extremamente fácil sobreponerse a las derrotas militares de agosto de 1918…Si se hubiese, al comienzo de la guerra, sometido de una sola vez a doce o quince mil de estos judíos corruptores del pueblo a los gases tóxicos, centenares de millares de nuestros mejores trabajadores alemanes hubiesen sobrevivido en el frente, y el sacrificio de varios millones no hubiese sido en vano”.En http://nslserver.com/Buecher/FremdeSprachen/Hitler,%2520Adolf%2520%2520Mein%2520Kampf%25. AdolfHitlerMi Lucha. Primera Edición electrónica, 2003.Jusego-Chile.