sábado, 21 de febrero de 2015

¿como politizar lo social ?

De Febrero 2014 a Febrero 2015: ¿cómo politizar lo social?; por Margarita López Maya // #aUnAñoDel12F

Por Margarita López Maya | 12 de febrero, 2015
Exclusivo Gris
Febrero 2015 ¿cómo politizar lo social; por Margarita López Maya
Caracas, Venezuela. 27/02/2014 [© Fotografía de Vladimir Marcano / Orinoquiaphoto] Para ver la galería completa, haga click en la imagen
Retorna febrero, mes que despierta temores en unos, expectativas en otros. Febrero ha sido en nuestra historia mes de protestas emblemáticas, que eventualmente han desencadenado procesos de cambio político.
El carnaval de febrero de 1928 vio emerger un movimiento estudiantil contra el dictador Juan Vicente Gómez, cuyos líderes convertidos después en dirigentes políticos protagonizaron el Trienio Adeco. En febrero de 1936, la huelga de medios de comunicación y la movilización popular conducida por las autoridades de la Universidad Central y un liderazgo emergente del movimiento estudiantil exigieron del Presidente López Contreras el derecho a la libertad de expresión y otros derechos civiles y políticos. Esa jornada abrió el camino hacia la modernización económica y la democratización política de Venezuela.
En medio de agudas escaseces de bienes básicos y de una incontrolada inflación, en febrero de 1989 estalló el Caracazo. Esta revuelta popular fue antesala del ocaso de la democracia representativa y del ascenso de una nueva élite política liderada por el teniente coronel Hugo Chávez. En febrero de 1992, un fallido golpe de estado liderado por este mismo militar y su Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, sumergió al gobierno de Carlos Andrés Pérez en una crisis política de la cual ya no pudo recuperarse. El Presidente fue removido de su cargo en 1993, abriéndose un período de recomposición del sistema político venezolano.
En febrero de 2014, Venezuela una vez más en crisis, volvió a presenciar un movimiento estudiantil en la calle liderando protestas de descontento popular. Convergieron con los estudiantes actores políticos disidentes de las directrices de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la plataforma de partidos con que las fuerzas opositoras al “socialismo del siglo XXI”, buscan impulsar un cambio político. El mes fue convulsionado y las protestas se volvieron virales, promediando en marzo más de cuarenta diarias, prolongándose hasta mayo, cuando se apagó el fuego. Quedaron como saldos más de cuarenta muertos, decenas de heridos y torturados, miles de ciudadanos, mayoritariamente jóvenes, sometidos a procesos judiciales, decenas de presos. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas. El gobierno de Maduro sobrevivió sin abrirse a ninguna negociación, ni modificar su programa político. Sin embargo, la popularidad del Presidente ha venido decayendo desde entonces sostenidamente.
En este ensayo reflexionamos sobre los impactos políticos del “ciclo de protestas” del año pasado. Buscamos, por una parte, evaluar qué tan factible es su repetición y por otra, si es conveniente un año después, que las fuerzas opositoras vuelvan a centrarse en acciones colectivas de calle como principal instrumento para presionar por el cambio político.
 1. ¿Puede repetirse un ciclo de protestas como el de 2014?
Siempre resulta riesgoso dar una respuesta inequívoca a esta pregunta. Las revueltas populares o los “ciclos de protesta”, concepto donde mejor encaja el fenómeno del año pasado, son en general impredecibles. Sin embargo, creo que se puede negar esa posibilidad. Argumento por qué.
Cambió el entorno político e institucional.La intensa beligerancia de calle se da cuando convergen varios factores además del malestar socioeconómico. Si bien la crisis económica que hoy padece la sociedad ha empeorado y constituye, sin duda, un sustancioso combustible para alimentar la protesta masiva, no garantiza per se que suceda. Otro ingrediente necesario que también permanece y ha crecido con relación al año pasado, es la existencia de una “conciencia insurgente” o, dicho en palabras de Barrington Moore, de sentimientos de “indignación moral” en sectores significativos de la población. Vale decir, una conciencia que indica que la situación es profundamente injusta y con movilización es posible modificarla. Cuando la religión o la ideología inculcan resignación ante las penalidades e injusticias de la vida, o nos dicen que los males de ahora son sacrificios necesarios en persecución de un paraíso a futuro, en el cielo o la tierra, grupos, comunidades, sociedades permanecen aletargadas. No es ésta la situación de la mayoría de los venezolanos hoy. Al contrario, además de la efervescencia popular que se constata en espacios públicos, las encuestas señalan un creciente y consciente malestar con la situación que se vive y la convergencia de la mayoría en asignarle la principal responsabilidad a Maduro y su gobierno. Protestas que se viven a diario en las colas, saqueos, abucheos, violencia social, indican que existen niveles importantes de indignación moral, base para la desobediencia y la rebeldía. Sin embargo, convocatorias para movilizaciones políticas masivas han arrojado pocos resultados y la posibilidad de una conmoción simultánea a lo largo de las urbes del país como el Caracazo no parece probable. ¿Por qué?
Existen varios factores que inhiben y frenan ahora la acción de calle. El primero es que hay una percepción negativa generalizada sobre los resultados de esfuerzos colectivos anteriores. Como lo señalamos arriba, en 2014 hubo demasiadas muertes, detenciones, vejámenes. Y lo conseguido no satisfizo las expectativas, lo que hace ver el costo de salir a la calle muy alto y con escasos resultados. Las consecuencias de intensas movilizaciones pasadas, como en 2002 y 2004 tampoco estuvieron a la altura de lo esperado por sus participantes.
Por otra parte, se ha reducido lo que se conoce como la “estructura de oportunidades políticas”, es decir, factores externos a los actores que los puedan favorecer. Por ejemplo, las elites civiles chavistas y altos mandos militares se muestran ahora más cohesionadas en torno al Presidente que antes. Sostenido por este apoyo, el gobierno de Maduro viene exhibiendo una cara cada vez más represiva, militarizada y cruel. Las ciudades y carreteras más importantes del país están altamente militarizadas. Hay una clara estrategia de amedrentamiento bajo la política de “Patria Segura”. Se publicitan compras de armas, equipos antimotines, creación de nuevos “comandos” estratégicos, se repite hasta el cansancio lo de la “alianza cívico-militar”. Se hace declarar a altos oficiales impúdicamente su apoyo al madurismo. Se dejan impunes crímenes de grupos armados civiles prochavistas, mientras los castigos a quienes protestan son ejemplarizantes. Señala la ONG que hace seguimiento del sector militar, Control Ciudadano, en su página web, que la reciente resolución 008610 emanada del Ministerio del Poder Popular para la Defensa que regula la conducta de la FANB en las manifestaciones y autoriza en casos extremos el uso de armas de fuego “mortales”, “constituye un reconocimiento de los excesos cometidos por los cuerpos de seguridad durante las protestas del año pasado, pero al mismo tiempo emerge como una amenaza ante el previsible aumento de la conflictividad social en 2015.”
En síntesis, los agravios y demandas que impulsaron la protesta del año pasado permanecen y aún se han profundizado y extendido a una porción cada vez mayor de la sociedad. Sin embargo, el contexto político institucional es más hostil, el gobierno logra mostrarse sin fisuras que lo debiliten, y estar más dispuesto a usar los instrumentos de la represión. En estas condiciones, los actores sociales y políticos se enfrentan a un ambiente más complejo que el año pasado para expresar su malestar y desarrollar estrategias de lucha eficientes y de menor costo. Un desafío que debe ser evaluado y estudiado para encontrar las formas más seguras y efectivas.
 2¿Cómo acertar en las mejores y más seguras formas de protesta?
Constatamos la existencia de un malestar social y político extenso e in crescendo, que requiere estrategias creativas y seguras de expresión para encauzar su energía y que fortalezca sus posibilidades de incidir sobre el actual bloque hegemónico, para que modifiquen sus políticas, o para que surja una opción alternativa que la desplace.
Las protestas de 2014 prendieron por motivaciones concretas y legítimas: inseguridad, escasez, desabastecimiento, represión. Una vez iniciada por el movimiento estudiantil, fueron incorporándose múltiples actores con aspiraciones y demandas muy disímiles, unos protestaban la inseguridad, mientras otros pretendieron la renuncia del Presidente. La excesiva fragmentación de actores y dispersión de demandas, la falta de organización y coordinación entre ellos, debilitó el potencial de la protesta, facilitando su estigmatización por parte del gobierno, y su aprovechamiento por parte de intereses particulares. En las últimas semanas del ciclo la protesta se derivó hacia situaciones cada vez más caóticas, y con aspiraciones temerarias e irreales. La desproporcionada y en varios casos brutal e ilegal represión del gobierno, que se hizo además acompañar sin pudor de grupos civiles armados, sirvió para dejar en la calle a actores radicales con estrategias violentas, ahuyentando a pacíficos y facilitando con ello la criminalización de la protesta, debilitando todo el proceso y contribuyendo a sus magros resultados.
Como aprendizaje debiera quedar claro que no es prudente ahora colocar la movilización de calle como centro de las estrategias de los sectores que están luchando por un cambio en las políticas del Estado-gobierno. Pero ciertamente, tampoco ellas deben ser desechadas o minimizadas por actores políticos opositores, que buscan un camino pacífico, institucional y eficiente para el cambio político y de políticas. La protesta de calle debe complementar las luchas electorales, como un poderoso brazo de concientización política y empoderamiento ciudadano.
Existe la responsabilidad y la obligación de los políticos y de los partidos, que aspiran a cargos de representación este año, de reconocer y acompañar con estrategias de articulación el fragmentario pero enérgico mundo de los actores sociales con sus propias agendas y acciones de carácter más institucional. Urge encontrar espacios para discutir y proponer diseños frescos y novedosos de acción colectiva, así como multiplicar espacios para el intercambio de ideas y propuestas. Acompañar y aportar en la evaluación en torno a la idoneidad de ciertas modalidades de desobediencia civil ante un Estado cada vez más intolerante, autoritario, represor. Y persuadir de la prudencia a la hora de poner sobre la mesa metas que la protesta de calle no puede alcanzar. El uso de la calle para forzar una renuncia del Presidente, o para incitar a su derrocamiento, como han sido las aspiraciones de algunos actores en estos tres lustros de la era chavista, han terminado no sólo siendo derrotados, sino produciendo el efecto inverso al buscado, fortaleciendo al mandatario al presentarse como víctima de intereses antidemocráticos, minoritarios y/o mezquinos.
Nada fácil es la tarea de que converjan actores políticos y sociales en objetivos y acciones, por la tradicional desconfianza mutua entre los movimientistas y los políticos. La construcción de vasos comunicantes entre ambos pasan por el desarrollo de capacidades en sus dirigentes y miembros para trascender intereses particulares, identitarios o de protagonismo político, enfocándose en lo que es el bien común para todos como nación: la construcción de una institucionalidad que garantice la igualdad política en la diversidad y la diferencia, mediante el respeto a los derechos civiles y políticos propios de la democracia.
Ante los insuficientes resultados de las acciones callejeras del 2014, no pareciera haber duda en que las condiciones sociopolíticas privilegian ahora la estrategia electoral como el recurso más eficiente para canalizar el descontento expresando de manera transparente y fuerte la voluntad popular de desandar el camino autoritario y patrimonialista en curso.
Para sintetizar, la movilización popular es importante porque crea conciencia política, solidaridades, identidades e impulsa el empoderamiento de los ciudadanos. Pero la fuerte deriva represiva del gobierno y las constantes fallas de la movilización en los años recientes debe convencer a los fans de la política de la calle de la improcedencia en los actuales momentos de colocarla en el centro de las estrategias políticas. No se trata de desecharla sino de ponerla al servicio de un instrumento más fuerte, contundente: el sufragio universal, directo y secreto. Ha sido un mecanismo irrebatible para salir de férreas dictaduras, como sucedió en la Uruguay de 1980 y en la Chile de 1988.
Para que la estrategia electoral sea exitosa, debe contar no sólo con el soporte de la calle, sino con partidos políticos fuertes, responsables, con coraje. Un gran desafío para los actuales partidos de oposición y para la MUD, que hasta la fecha se exhiben débiles y fragmentados por pleitos internos, falta de preparación de muchos dirigentes, y centrados la mayor parte del tiempo en reaccionar a las declaraciones y acciones cada vez más surrealistas de Maduro y los chavistas en todos las instancias de poder. Sólo superando estas fallas comenzaremos los venezolanos a ver con más claridad un futuro alternativo.

viernes, 20 de febrero de 2015

EL DIÁLOGO ES HOY UNA NECESIDAD DE LA HUMANIDAD.

El diálogo es hoy una necesidad de la humanidad': Estanislao Zuleta

En memoria del fallecido filósofo, publicamos apartes de una reflexión que ofreció al M-19 en 1989.

 
El comandante del M-19, Carlos Pizarro, y el entonces consejero presidencial de Paz, Rafael Pardo Rueda, en el proceso de paz que se menciona en esta nota sobre Zuleta.
Foto: Archivo
El comandante del M-19, Carlos Pizarro, y el entonces consejero presidencial de Paz, Rafael Pardo Rueda, en el proceso de paz que se menciona en esta nota sobre Zuleta.
“Solo un pueblo escéptico de la guerra y maduro para el conflicto es un pueblo también maduro para la paz”.
Para el año de 1989 el M-19 estaba ya empeñado en un diálogo con el gobierno de Virgilio Barco para pactar la paz. Fue, en América Latina, la primera guerrilla que renunció al alzamiento armado para, a cambio de la insurgencia, hacer política legal y pacíficamente.
La discusión sobre la democracia (“ancha y profunda y construida de abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera”) y el valor del diálogo político para terminar la guerra y/o resolver conflictos fue algo crucial en esos momentos para quienes íbamos a pasar de la guerra a la paz.
Estanislao Zuleta generosamente quiso compartir su pensamiento sobre estos temas y lo hizo subiendo hasta el campamento del M-19 en las montañas del Cauca.
Esta es una versión sintetizada de sus reflexiones, por lo demás extraordinariamente vigentes para la actual coyuntura colombiana, que publicamos con motivo de los aniversarios de su natalicio y de su fallecimiento. La conferencia completa del filósofo puede ser consultada enwww.oigahermanohermana.org/pages/Conferencia_de_Estanislao_Zuleta
La democracia
Ya que se han embarcado ustedes en este asunto de defender la paz, de promover la paz y luchar por construir una democracia más amplia y participativa, voy a hablarles un poco de cuán difícil es precisamente defender la democracia y sustentar seriamente esa defensa. Hay dos problemas: uno de la historia, y hay otro de la democracia misma.
En la historia nuestra es suficiente examinar un punto, para lo que nos interesa. La democracia no pertenece a las tradiciones de la izquierda, esto hay que decirlo francamente. Las tradiciones de la izquierda han estado determinadas, entre nosotros –y a una escala mundial también–, por el marxismo, y el marxismo no es un pensamiento democrático.
Marx mismo no lo era, pero luego la cosa empeoró con Lenin y se dañó del todo con Stalin. Marx comentó los derechos humanos haciendo una inmensa confusión, confundió la ideología individualista, sensualista, utilitarista, liberal de la época, en que fueron proclamados, con el acontecimiento político mismo. Y por ponerse a criticar, casi siempre con razón y mucha brillantez, esa ideología, criticó el acontecimiento mismo, la cuestión de los derechos humanos como una simple expresión del egoísmo de un mundo capitalista, de un mundo burgués, del individualismo egoísta.
Mi derecho de asociación, por ejemplo, depende de que también los demás tengan derecho a la asociación. Si no hay derecho a la libre asociación o si solo un partido tiene derecho a existir, como en los regímenes de partido único, entonces ya no tengo derecho sino a solo dos cosas: o a sumarme al partido que tiene derecho a existir o a no asociarme políticamente en ninguna otra forma. Es decir, para que yo tenga un libre derecho de asociación, quiere decir que puedo asociarme a partir de mis ideas o que pueda escoger entre varias asociaciones políticas existentes; de otra manera, no es tal mi derecho, ni mi libertad de asociación.
La idea de que la democracia no es más que una especie de máscara que se pone a sí mismo el capitalismo, bajo la cual se puede dar el lujo de explotar, de hacer, de dominar, etc., ha marcado histórica y profundamente la tradición de la izquierda, independientemente que se trate de un partido o de que se proclame marxista-leninista o no.
Ahora les quiero compartir un poco acerca de las dificultades en que ustedes se han embarcado al comprometerse a promover y construir una democracia amplia y participativa, y las reservas y hostilidades que encontrarán.
En la democracia nadie ocupa el poder por derecho propio, es un rasgo específico de la democracia. Por derecho propio, es decir, o porque tiene una sangre particular, la nobleza o por sus derechos de propiedad, por herencia o porque tiene la verdad, eso no. Solo se ocupa el poder por delegación y se tiene que reconquistar o perder, y ese es un rasgo esencial en este debate de la democracia.
El que tiene un poder, pero ese poder carece de todo control, tiende al abuso del poder. Es necesario un control del poder, del poder político, del poder del Estado, y es un control que solo puedan ejercerlo aquellos sobre quienes se ejerce ese poder, y no solamente los amigos que él nombra para que no lo controlen y que los destituye si lo hacen. Es decir, se requiere un control efectivo.
La democracia es la cátedra en vivo de la política para los pueblos. La necesidad de aprender continuamente a luchar por sus intereses y averiguar cuáles son. La democracia es siempre un proceso que puede ampliarse, pues no hay ninguna democracia terminada ni acabada... y se aprende a participar participando ¡así como bailando se aprende a bailar!
La dificultad crece, también desde luego, porque sociedades muy injustas en las que existe no solamente una distribución aberrante de los ingresos y de la riqueza, sino también en la que existen toda clase de injusticias, son sociedades que se suelen llamar “democráticas”, refiriéndose con ello a unos cuantos procedimientos, como, por ejemplo, los procedimientos electorales, por medio de los cuales se nombran presidentes y congresos, reduciendo la democracia a un mecanismo procedimental.
Entonces... de qué poco sirve tener derechos si la sociedad en que uno vive no le da posibilidades para ejercerlos.
El diálogo
El diálogo es lo más importante en nuestra época, pero detrás del diálogo se necesita que haya alguna fuerza, que no es necesariamente violencia; es el caso, por ejemplo, con la posibilidad que tiene un sindicato de parar o hacer una huelga, lo que no quiere decir que el sindicato se vaya a tomar la empresa o la fábrica a bala, sino que es una fuerza. Y puede haber muchas otras fuerzas.
Es muy probable que con tres ilustres pensadores inermes el Gobierno no se siente a discutir, así no más, como se sienta hoy con el M-19; es muy probable que si se sienta hoy dialogar con el M-19, es porque siente que el M-19 representa o tiene algún poder. De manera que tampoco fue un error el proceso de construcción de ese poder, porque ese poder dio origen a que hubiera hoy este diálogo, y el diálogo apoyado por la gente es una fuerza y resulta tan decisivo o más decisivo aún que un poder armado, y a ese poder no se le pueden oponer las armas...
Porque no hay que creer en el culto de las armas. Es decir, para forzar el diálogo muy frecuentemente se necesita tener una fuerza, pero esa fuerza no tiene que ser necesariamente una fuerza armada, porque puede ser armada y no servir para nada.
Tenemos, pues, que el diálogo es quizás el elemento más importante de la vida de la humanidad de hoy; es una necesidad. Ahora la humanidad, al igual que en épocas anteriores en que enfrentó graves amenazas, guardadas sus proporciones y diferencias, tiene que inventar el diálogo también para sobrevivir, porque no la va a destruir ningún enemigo externo, sino ella misma si no aprende a dialogar y a concertar.
El diálogo tiene que ser en alguna medida racional, ofrecerse, someterse y enriquecerse con la argumentación... Una característica esencial de una mentalidad democrática, en un sentido moderno, es la que acepta el pluralismo por la sola razón de que es imposible conseguir la unanimidad.
La lucha por la democracia es la lucha por la fuerza creciente del pueblo, no para sustituirlo con un ejército –aunque sea muy eficaz y muy bienintencionado–, sino por hacer que crezca la fuerza del pueblo mismo. Eso nos da un panorama efectivo de en qué consiste la democracia.
No es suficiente, aunque es importante, que la democracia se conceda de manera concertada, que se escriban leyes, pero de todas maneras de poco valen las leyes escritas en un libro, cuando no existe el poder de hacerlas cumplir o cuando no están impresas en la mente de los hombres, o cuando ni siquiera el pueblo las conoce. Tener un derecho que uno ni siquiera conoce es lo mismo que no tenerlo.
Aprender, pues, a estimar y afirmar la democracia es aprender a luchar con entusiasmo, con coraje, sin esas ilusiones maniqueas, sin sentirse el representante único de la verdad, de la historia, del pueblo, del poder tan supuestamente auténtico y tan nítido que todo lo que difiera de lo que yo digo está contra el pueblo, contra la historia, contra la verdad.
Es importante también, para abrir un proceso como el que ustedes han emprendido y han expuesto, lo que dicen sobre que no se trata solo del M-19: se trata de un movimiento en el que ustedes están, pero que lo excede, porque pueden y deben estar muchos otros, y que es mucho más, es un movimiento por la paz, un movimiento por la democracia.
Epílogo
Ya para terminar esta charla, voy a plantear lo siguiente: el problema de la revolución se puede plantear en dos sentidos, en el sentido de la Revolución francesa de 1789, de la Revolución soviética de 1917, de la Revolución china de 1949 o el de la Revolución cubana de 1959; en ese sentido se puede hablar de LA REVOLUCIÓN, esas son las revoluciones que estallan.
Pero también se puede hablar en otro sentido, el de las revoluciones que ocurren y que nunca estallaron, que pueden producir transformaciones igualmente profundas en la vida y la sociedad, con relativa estabilidad.
Los mismos marxistas utilizan el término revolución en los dos sentidos. Por ejemplo, Engels dice que la revolución más importante del mundo occidental hasta su época fue el Renacimiento, pero el Renacimiento nunca estalló, nadie lo decretó... Comenzaron los unos a pensar diferente, a ser distintos, y luego el comportamiento social también fue distinto, pero nunca estalló.
Entonces, no se preocupen si a ustedes les dicen que no son revolucionarios. Por lo que ustedes están haciendo, es posible que ocurra una revolución.
¿Quién fue E. Zuleta?
El ‘Elogio de la dificultad’ fue pronunciado por Zuleta en la U. del Valle, al recibir el doctorado honoris causa en Psicología. Archivo
(Medellín, 3 de febrero de 1935-Cali, 17 de febrero de 1990). Filósofo, escritor y pedagogo, reconocido por la importancia de sus contribuciones académicas y su extraordinaria oratoria. Incursionó en campos como la economía, el psicoanálisis y la cultura. Fue escogido por la revista ‘Semana’ (1999) como uno de los grandes pensadores del país.
DIEGO ARIAS
Excombatiente del M-19
Especial para EL TIEMPO