sábado, 6 de febrero de 2016

¿Es posible para la oposición lograr un cambio de gobierno? (I)


¿Es posible para la oposición lograr un cambio de gobierno? (I)

by PolitiKa UCAB
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Benigno Alarcón Deza– 5 de febrero de 2016
El pasado 6 de diciembre la oposición obtuvo un triunfo contundente en la elección de diputados a la Asamblea Legislativa, obteniendo los dos tercios necesarios para tener la mayoría calificada que le permite ejercer, sin necesidad de negociación con el partido de gobierno, las máximas competencias del poder legislativo, incluida la aprobación de leyes orgánicas, la reforma o enmienda constitucionales y la convocatoria a referéndums consultivos o revocatorios. Pero una consecuencia de esta elección, al menos tan importante como el haber obtenido esta mayoría calificada, es la materialización de un cambio en el balance político entre gobierno y oposición que hoy, tras 17 años de dominio hegemónico del partido de gobierno, se inclina a favor de la oposición, o al menos en contra del partido de gobierno, en lo que podría convertirse en un momento trascendente que marca el inicio de una transición.
Pero como la historia nos demuestra, una transición no siempre es hacia la democracia. Todo régimen híbrido, como el de Venezuela (verhttps://www.eiu.com/public/topical_report.aspx?campaignid=Democracy0115), se enfrenta, más tarde o más temprano, a perder su base político-electoral, al dilema entre permitir una transición política por la vía electoral o seguir controlando el poder, aún el apoyo político que le permitía ganar elecciones, a través de su mutación hacia un autoritarismo hegemónico que le permita estabilizarse en el poder por la fuerza.caricaturas-EDO-desalojo-Hugo-Chavez_NACIMA20160108_0148_19
Este dilema, entre autocratización y democratización, como hemos dicho en varios artículos  anteriores publicados en esta misma columna, termina por resolverse para el gobierno a través de un cálculo costo beneficio entre los costos de tolerar un cambio en el poder y los costos de la represión necesaria para mantenerse en el poder.
Tras la instalación de la nueva Asamblea Nacional, el pasado 5 de enero, todas las señales han apuntado hacia la intención gubernamental de autocratizarse, comenzando por la desincorporación de tres diputados de la oposición por orden del Tribunal Supremo de Justicia, hasta el discurso de Maduro en el Tribunal Supremo de Justicia el pasado sábado 30, en el que se hace un llamado a los magistrados para aislar institucionalmente a la Asamblea, al colocar al Poder Judicial, dominado hoy por el oficialismo, como un supra-poder que está por encima de la separación de poderes establecida en la Constitución, y que tendría la última palabra en relación a cualquier actuación de la Asamblea Nacional.
Es evidente que este aislamiento institucional será el principal obstáculo a vencer por la oposición para poder avanzar hacia cualquier salida institucional que permita el cambio de gobierno que la mayoría del país reclama hoy, y que podría convertirse en un clamor popular en la medida que la crisis económica, va materializándose en consecuencias microeconómicas mucho más dramáticas que las que ya vivimos hoy en día. El problema para la oposición es que ante el hecho del dominio oficialista en todas las instituciones del Estado el aislamiento institucional de la Asamblea Nacional no puede vencerse contando con la cooperación institucional que sería necesaria para cualquier salida institucional, valga la redundancia.
Es así como la oposición cometería un grave error permitiendo la judicialización del conflicto entre Asamblea Nacional y Ejecutivo, y necesitará trasladar el conflicto al único campo de batalla en donde tiene ventaja real hoy en día, o sea, al campo político, lo que implica poner el arbitraje en manos del soberano, tal como lo hiciese Chávez con la convocatoria inmediata a una Asamblea Constituyente, consciente de su aislamiento institucional al tomar la presidencia en 1999. En la medida que la oposición gana en el campo político se hace más probable el establecimiento de relaciones de cooperación con actores institucionales moderados que tienen poco que perder y mucho que ganar facilitando una transición pacífica mediante mecanismos institucionales.
Hoy en día la oposición se debate entre los diversos caminos posibles para cumplir con la promesa de cambio que le dio un triunfo contundente en la pasada elección legislativa: la salida progresiva a través de la elecciones a gobernadores, alcaldes y presidenciales de 2016, 2017 y 2018, respectivamente; el referéndum revocatorio; la reducción del período mediante una enmienda constitucional; la convocatoria a una Asamblea Constituyente, etc. Todas estas alternativas tienen sus pros y sus contras que deben ser considerados para tomar la mejor decisión posible, y aún así no estarán exentas de riesgos. Entre tales consideraciones cabe destacar: los altos niveles de legitimidad de la oposición tras haber ganado recientemente una elección, pero que pueden deteriorarse rápidamente en la medida que la situación del país se agrava y la oposición no sea capaz de decidir y dar respuesta oportuna a las demandas crecientes de cambio; el hecho de que hoy en día la oposición constituye la única alternativa visible al oficialismo; y el peligro de que se genere una situación de ingobernabilidad ante el rápido deterioro de la situación económica, lo que terminaría por poner el control en manos de los poderes fácticos.
chavismo-oposicionEl que la oposición logre materializar el cambio en el poder, o una transición como se le conoce en el lenguaje de la ciencia política, dependerá en buena parte de un buen manejo político de  su situación de aislamiento institucional y de la correcta sincronización entre los tiempos en que evoluciona la crisis y la respuesta política. En tal sentido, es esencial mantener la confrontación oposición - oficialismo en el terreno político, generando mecanismos que saquen el poder de decidir de las instituciones dominadas por el oficialismo y pongan el arbitraje en manos del elector, tal como Chávez hizo a través de una Asamblea Constituyente que permitió el desmontaje del todo el andamiaje institucional del Estado y le permitió tomar el control efectivo del poder. Sin embargo, es importante aclarar que con esta afirmación no trato de inclinar mi posición hacia la convocatoria a una Asamblea Constituyente, ya que la decisión sobre cuál es el mecanismos apropiado demanda un análisis de condiciones más complejo que escapa a alcance de este artículo. A todo evento, sí es posible llegar a algunas conclusiones, en el intento por responder a la pregunta que titula este trabajo: ¿Es posible para la oposición lograr un cambio de gobierno?
Si se trata entonces de construir una transición por los mecanismos establecidos en la Constitución, como la oposición ha afirmado en muchas oportunidades, y sobre lo cual pareciera existir hoy consenso a nivel de todo el liderazgo político, existen cinco variables en la literatura sobre democratización que Ángel Álvarez, Manuel Hidalgo Trenado y yo identificamos para un reciente artículo que escribimos juntos, y que podrían ayudarnos a responder a esta pregunta sobre la viabilidad de una transición decidida a través de elecciones en Venezuela: 1) Balance entre el costo de opresión y de tolerancia; 2) El nivel efectivo de integridad electoral; 3) El balance de poder entre el partido de gobierno y la oposición; 4) Las condiciones estructurales y específicamente, en este caso, la situación del petro-estado; y 5) La capacidad de influencia de actores internacionales clave respecto a la democratización.
N del E: El desarrollo de estas variables será expuesto en la segunda parte de este artículo, que publicaremos en la próxima Edición, la número 100 de nuestra revista

lunes, 1 de febrero de 2016

LA ECONOMIA CAPITALISTA AÚN NO SE HA INVENTADO

Prodavinci Enzo del Búfalo: “La economía no capitalista aún no se ha inventado”; por Hugo Prieto

El paraguas de la política tiene un diámetro mucho mayor que el de la economía, pero este último es autónomo y tiene sus propias reglas. Enzo del Búfalo, además de Economista, es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela. Quizás por esa razón se mueve de un nivel a otro como pez en el agua. Del Búfalo fue ministro de Cordiplan y director del desaparecido diario Economía HOY. Tiene en su haber una larga trayectoria académica y profesional. En 2012  publicó el libro “Adiós al Socialismo”, que causó un verdadero revuelo en la izquierda venezolana. Sus opiniones se enmarcan en un agudo ejercicio de la racionalidad. La política económica tiene tres ejes, la política fiscal, la política monetaria y la política de distribución de la riqueza, “no nueve motores ni 24 hélices; uno de los fundamentos característicos de este gobierno es que carece de todo conocimiento, de toda capacidad, para comprender cómo funciona una economía moderna”. El gobierno de Hugo Chávez y la extensión que significa Nicolás Maduro en Miraflores exacerbó la mentalidad rentista, hasta el punto de que los especuladores descubrieron que no hacía falta industrializar algo para ponerle la mano a la renta petrolera, porque bastaba ser amigo del ministro o estar en el lugar adecuado, con una silla y un teléfono como máxima inversión. Del chavismo reivindica la politización de las grandes masas de venezolanos pobres. Lo que de inmediato dificulta la solución de los problemas, pero que en sí misma representa una gran ventaja. El barril de petróleo cayó por debajo de 20 dólares y el gobierno decretó el colapso del modelo rentista. ¿Realmente es tan fácil anunciar el fin de una era y el comienzo de otra? Ese anuncio pudiera tener cierto efecto mediático, pero el modelo rentista en Venezuela se agotó hace mucho tiempo, lo que pasa es que el gobierno no se había enterado… hasta ahora. Y cuando tuvo oportunidad de transformarlo en un modelo productivo de verdad, prefirió agudizarlo, por razones políticas. Todas las decisiones que tomó Hugo Chávez tenían el objetivo lograr un dividendo político inmediato, con absoluto desconocimiento del tema económico. Esto, en realidad, es característico de gobiernos anteriores, pero para el gobierno chavista se llegó al extremo de que realmente la economía no existe. Y ese es el verdadero rentismo, el rentismo mental. Es como el hijo de papá, para el cual la economía no existe, sólo es el dinero que le da papá. Todo lo demás no cuenta. O papá me dio dinero o no me dio dinero. Eso es todo el drama económico que puede tener un hijo de papá. Esa intención de obtener dividendos políticos impidió que el gobierno de Chávez definiera una política económica, un modelo coherente. Pero el presidente Maduro anunció nueve motores para reactivar la economía, ¿eso corrige, digamos, la falla de origen? Esos anuncios a mi me recuerdan a Mario Moreno Cantinflas… sin la vis cómica que tenía el gran mexicano. Son enunciados que no dicen nada. Este gobierno no ha entendido que el comportamiento de los agentes económicos depende de las políticas económicas. Es decir, el gobierno es como un arriero, tiene que arriar el ganado. La culpa no es de las vacas si se van para un lado, sino del arriero que no las sabe manejar. Pero aquí se invierten las cosas. El doctor Pangloss (el famoso personaje de Voltaire) decía que la nariz había sido hecha por la naturaleza para poder llevar anteojos; no, es al revés, los anteojos se diseñaron para poder ser apoyados en la nariz. Esta lógica panglosiana se define en lo que ellos llaman la guerra económica. Es verdad, son las políticas equivocadas del gobierno las que generan una serie de fenómenos negativos que han destruido el aparato productivo venezolano, el nivel de vida y la productividad.  ¿Todo se reduce a la ignorancia? Como el gobierno no tenía plan económico ni comprensión de la economía, empezaron a tomar medidas sobre la marcha. Al poco tiempo advirtieron que esas medidas tenían un efecto económico. Y eso creó las condiciones óptimas para que alguien que no tuviera calificación profesional o laboral de ningún tipo pudiera especular. Se creó un nuevo mundo, patrocinado por el Estado, para los especuladores. Voy a referir un ejemplo: cuando llegó Chávez al poder había una crisis en la industria avícola venezolana. Escaseaban los pollos en el mercado y Chávez decidió importar, sin tomar en cuenta ninguna consideración. ¿Qué significa esto? Que efectivamente se importaron los pollos, porque había dólares. Y esto agravó aún más la situación de la industria venezolana, que prácticamente quebró. ¿Pero qué es lo interesante de esto? Que mucha gente descubrió que importando pollos, porque era amigo del ministro o estaba en el lugar adecuado, se podía ganar un realero sin hacer nada, como comisión. Por ahí aumentó la corrupción y el empuje político de importar a cada rato. La estrategia de Chávez pasaba por sustituir a la vieja clase política que dirigía al país. ¿Ese objetivo se puede verificar con hechos o sencillamente se creó una nueva clase de especuladores? Uno de los problemas que había en Venezuela es que el modelo de sustitución de  importaciones había generado un sistema clientelar entre Estado y grupos empresariales. Parte de la corrección del modelo rentista pasaba por extirpar ese elemento. Que los empresarios venezolanos, más que relacionistas públicos, fueran tomadores de riesgos, que es lo que hace un empresario de verdad. Chávez, efectivamente, rompió ese clientelismo tradicional, repartiendo las migajas de ese modelo. Una parte fue excluida, digamos, la que se opuso radicalmente al chavismo. Otra fue integrada. Hemos visto a varios representantes de la vieja oligarquía formar parte del órgano de la economía productiva creado por Maduro. Se creó, efectivamente, un nuevo clientelismo político y económico, con la diferencia de que este es mucho peor que el anterior. El otro, al menos, intentaba industrializar algo antes de ponerle la mano a la renta, estos lo simplificaron todo, sin tomarse la molestia de montar una fábrica o alquilar un galpón, vamos a hacer negocios con un teléfono y con una silla, porque eso es lo máximo que estoy dispuesto a invertir. Lo curioso es que mientras se agotaba el modelo, pero se agudizaba la mentalidad rentista, hubo una contundente demostración de hastío, de rechazo, en 1998. Ahí está el aluvión que siguió a Chávez. ¿Lo que ocurrió el 6-D es una nueva manifestación de ese hastío, de ese rechazo? Sí, pero con una diferencia, aquél era más psicológico que material, era el hastío de una generación de venezolanos que había saboreado (en la década de 1960, e incluso en la década del 70), la sensación de que Venezuela era un país que podía alcanzar el desarrollo. ¿Había un escenario, no? No sólo era un sustrato psicológico o de emociones. Sí, había una realidad que propició ese estado de ánimo, esa sensación de que mañana iba a hacer mejor que hoy, que incluso se prolongó hasta que Petkoff lo sintetizó con aquella frase “estamos mal, pero vamos bien”. Esa generación de venezolanos, que sufrió el impacto del viernes negro (1983) y la agudización de la crisis en los años 90 —pero que aún tenía esa visión de lo que Venezuela podía ser—, se enteró muy pronto de que no se podía regresar tan rápido a esa Venezuela o que no se podía regresar más; a eso le siguió el deterioro progresivo, el estancamiento en que cayó el gobierno de Caldera, y la gente se convenció de que esa dirigencia, que había manejado mal al país, que había roto ese sueño, debía ser castigada. De ahí el triunfo clamoroso de Hugo Chávez. Chávez se benefició de dos cosas. Uno. Del resentimiento de las clases populares que habían sido abandonadas, silenciadas, invisibilizadas, por AD y Copei, a partir de la crisis del 83. Y dos, de la clase media que estaba obstinada de ver gobiernos que no ayudaban a Venezuela a hacer ese cambio, que estaba planteado desde hacía mucho tiempo. Pero usted dijo que el aluvión que se manifestó el 6-D era mucho peor. ¿En qué sentido? Si consideras a la sociedad como tal, gran parte del 89 era decepción subjetiva, ¿no? Después de todo, se trataba de ser un latinoamericano más, no ese privilegiado de los años 70. Al menos, te podías manejar en ese mundo. Aquí no. Esa gente que votó contra Maduro vive una realidad totalmente desconocida, de escasez, de empobrecimiento abrupto, de contracción real del aparato productivo, del nivel de productividad y, por lo tanto, del nivel de vida, que obedece a una situación mucho más grave: a la destrucción del aparato productivo venezolano. Quisiera indagar en esa realidad psicológica, emocional. En los 90 nos toca ser latinoamericano, nos toca vernos en el vecindario, pero ahora los vecinos están mucho mejor que tú y son motivo de envidia. Tenemos una situación, incluso relativa, con respecto al resto de América Latina que es muchísimo peor, por dos razones. Una, porque esos países mejoraron y dos, porque nosotros desmejoramos. Por las dos vías, unos subían y nosotros bajamos. Pero lo más grave, o lo que expresa lo que pasó el 6-D, es que ahora nos encontramos con ciertos elementos que agravan la crisis y que no existían en 1998, por ejemplo, un aparato productivo totalmente destruido, condiciones macroeconómicas mucho peores a las que existían en esa época, una situación social (marcada por la violencia) que impide la aplicación de soluciones eficaces a corto plazo, una corrupción generalizada, capilar, que el gobierno convirtió en cotidianidad.El gobierno de Chávez abandonó los programas sociales focalizados en los sectores más vulnerables. ¿Cómo se va a identificar a esos sectores? ¿Cómo se puede mitigar el impacto de la crisis en esos sectores? Cuando uno analiza cómo es que pasamos de los programas focalizados a las misiones, se advierte que no hubo una reflexión, una planificación de estrategia política económica, sino puramente improvisación. En 2002, Chávez advierte que no tenía políticas sociales y que eso lo podía tumbar, como de hecho ocurrió. Por consejo de   autoridades caribeñas, dicen, inventó las misiones, sobre la base de un financiamiento muy abundante, porque la renta petrolera empezaba a crecer. Se generó una administración paralela al Estado y un gran desorden financiero, un gran elefante, y una situación que generaba oportunidades para quedarse con buena parte de la renta petrolera, tal como ocurrió con la crisis de la industria avícola, a la que me referí anteriormente. Las misiones se convirtieron en un valor en sí mismo para el gobierno. Lo que tenía que ser un paliativo, lo que tenía que ser una respuesta provisoria frente a una emergencia, se convirtió en otra fuente de corrupción. ¿Qué se va a hacer ahora? Porque seguramente no nos podemos quedar ni con lo que había ni con el elefante que se creó, pero la gente está allí, las necesidades de la gente están allí. Por eso es que la gente de la oposición se ha dado cuenta de que políticamente no puede hablar de eliminar las misiones. Tampoco puede eliminarlas, porque esa estructura que está allí, administrativamente ineficiente, dañina a largo plazo, tiene que ser, de alguna manera simplificada, para atender, precisamente, las demandas de los sectores más vulnerables. El problema básico es uno: no hay recursos y tampoco este gobierno los va a tener, para evitar que esa población sufra lo que está sufriendo. Hay cosas que se pueden hacer, pero eso implica tener el aparato del Estado en sus manos. Habría que indagar más a fondo para saber cuál es el grado de complicidades y de poderes locales en que se ha vuelto este país. Venezuela se ha convertido en un gran barrio, donde en cada cuadra hay una banda que pelea contra otra. La única solución estructural para superar la pobreza es incorporar a la población, en su conjunto, al aparato productivo para que devengue un salario que eventualmente les permita vivir bien. Otro elemento negativo es la inflación, que en Venezuela registra récord mundial. De eso se habla muchísimo, pero más grave que eso, que ya es una cosa gravísima, es el absoluto desquiciamiento de los precios. Los precios tienen una función en la economía, son reguladores como los semáforos. Tenemos un semáforo que a veces es verde, amarillo, rojo, entonces el tráfico, simplemente, se vuelve un ocho. Una corrección de los precios es necesaria y rápida para que las cosas empiecen a funcionar más o menos, gran parte de la escasez, está dada por eso, ¿no? Mucho más eficaz que los programas focalizados, que los paliativos, es pasar a lo que en otros países llaman la renta de ciudadanía (un ingreso mínimo generalizado), que elimina distorsiones y la corrupción de los subsidios. Eso hay que calibrarlo bien, para que no desestimule el empleo. Tiene que ser bien orientado, porque debe ir a la gente que efectivamente lo necesita. Eso es más efectivo, más sencillo, más fácil, que todos estos aparatajes de misiones e incluso que los programas focalizados, que también son una fuente de corrupción. De manera que sí hay políticas sociales en la relación del Estado con la economía, claro, sobre la base de que uno tiene una economía de mercado, porque la economía no capitalista no ha sido inventada todavía.  Las economías que no son capitalistas son atrasadas y para ejemplo tenemos la venezolana. Esto no es una cosa ni la otra, sino todo lo contrario. Si fuera una economía esclavista tradicional o la economía de una sociedad sin Estado, sería mucho mejor. Está es una economía capitalista sumamente enferma. Esto es como un juego de béisbol donde los peloteros tiene que obedecer las reglas de los futbolistas. Es un enredo total. Eso es lo que más o menos define el socialismo del siglo XXI en Venezuela. Una economía capitalista que se quiere jugar con otras reglas que, además, se las inventó el gobierno, ni siquiera son las del fútbol, ese es un beneficio que yo le doy a una cierta racionalidad que ellos no tienen. Lo importante es que se simplifiquen los mecanismos y se llegue al equilibrio entre el Estado y la economía, una economía que funcione sobre la base del mercado, con ciertas restricciones, como tiene que haberlas en la economía capitalista moderna, porque es mentira que una economía capitalista funciona sin el Estado como dicen los neoliberales. Eso no es verdad. Tiene que haber tres ejes de política, no nueve motores o 24 hélices o lo que sea. Son la política fiscal, la política monetaria y la política de distribución del ingreso. Son las tres claves para un crecimiento sostenido y equilibrado. El chavismo politizó a la base social del país, le dijo que podía construir un imaginario distinto, que podía ser protagonista del asunto político. ¿Qué se  podría rescatar de allí y que podría contribuir a solucionar los problemas del país? Nada es totalmente blanco o negro. Es verdad que el chavismo nos llevó a este desastre y es el precio que hemos pagado. La democracia venezolana, en sus inicios, había cuidado la integración de las masas empobrecidas de venezolanos en un mecanismo político que tenía bastante de clientelar, pero que en alguna medida funcionaba. Haberlas olvidado, marginado, durante 20 años, llevó al chavismo. El chavismo las reintegró a la sociedad y con eso corrigió no sólo el error del bipartidismo adeco-copeyano, sino que además corrigió un error histórico en Venezuela. ¿A qué se refiere? Si uno recuerda bien el chavismo en su origen, cuando ellos hablaban de Zamora, del árbol de las tres raíces eso tenía un núcleo de verdad, descontada la parte demagógica que siempre hay. Y era que en Venezuela, desde la Guerra Federal había quedado pendiente un problema. ¿Cómo integrar a los esclavos y a los descendientes de los esclavos a una sociedad moderna? El drama de Venezuela es que entre la abolición de la esclavitud y la aparición del petróleo (un poco más de medio siglo, a lo sumo tres generaciones) grandes masas de venezolanos pasaron de depender del hacendado a una sociedad donde la mayor parte de la riqueza viene a través del Estado. Pero el sustrato es una mentalidad rentista, tanto la del pordiosero que vive de las dádivas como la del nuevo rico que viaja en sus propios aviones. Eso genera subjetividad, maneras de ser, estilos de vida y actitudes. Yo creo que el chavismo resolvió ese problema. Es decir, ya no es posible para ninguna fuerza política que venga ignorar a esas grandes masas. O para manipularlas con fines electorales. Esa gente se acostumbró a tener participación política, le hicieron creer que venía una Venezuela mejor y eso los decepcionó, eso fue lo que los hizo votar en contra. Pero la autoestima, la certeza de tener capacidad política y mantener la visibilidad social, eso, creo yo, es irreversible y es una ventaja a largo plazo. ¿Eso es lo que dificulta la solución del problema? En otro tiempo, en otra Venezuela, esto se hubiera resuelto en dos noches, un ruido de sables o de cañones, pero eso ya no es posible resolverlo así