jueves, 18 de abril de 2024

HACIA EL FIN DE LA DEMOCRACIA ?

 


Fernando Mires – ¿HACIA EL FIN DE LA DEMOCRACIA?

 


La democracia es la libertad, institucional, constitucional y políticamente organizada.

Es solo una definición más, una de las tantas que circulan y, recién formulada, no tiene pretensión de ser absoluta. La he propuesto porque, además de parecerme cierta, integra elementos necesarios para dar sentido a las palabras de este artículo. Nada más.

1.

Al unir los conceptos libertad y democracia parto de una premisa no política sino más bien filosófica, y es la siguiente: La libertad es constitutiva al ser (al humano en este caso) pues para ser, el ser necesita de la libertad de ser. Un ser coartado, bloqueado, impedido, sea por razones internas o externas, no puede desarrollar su potencia de ser. Por esa razón, para expandir nuestro ser, necesitamos de condiciones las que, en nuestra primera infancia es la madre, después el padre, después la familia, después el entorno social, político, cultural, al que para abreviar llamamos “sociedad”. En un orden democrático, esa sociedad, o conjunto de asociaciones, ha de ser jurídica y constitucionalmente organizada en un sistema de derechos y deberes. Eso significa que nuestra libertad, para que sea verdaderamente libre, tiene que estar sometida a límites.

Una sociedad donde cada uno puede hacer lo que quiera, sería a-social y, por lo mismo, no garantizaría la libertad de nadie. La libertad absoluta no es libertad, menos aún en un espacio humano donde la regulación por medio de los instintos, como ocurre en el caso de los demás seres vivos, juega un papel muy secundario. Es por eso que, si me pidieran una palabra que condense lo que el humano puede llegar a ser sin instituciones y sin constituciones que lo protejan de los demás y de sí mismo, se me viene a la mente una sola: Haití.

2.

Estoy laborando con la siguiente paradoja: Las instituciones y las constituciones limitan la libertad para que haya libertad. Sin embargo, ni las constituciones ni las instituciones garantizan por si solas la libertad del ser. En ciertos casos las constituciones y las instituciones limitan o coartan la libertad de ser. Me refiero a monarquías absolutas, a dictaduras teocráticas como en Irán o Arabia Saudita, a dictaduras militares como las del pasado siglo en América Latina o en la actual Siria, a dictaduras de partido único como en China o Cuba, a dictaduras dinásticas como en Corea del Norte, a regímenes autocráticos como el de Putin en Rusia y en América Latina como el de la Nicaragua de Ortega o el de la Venezuela de Maduro.

En todos esos países los mandatarios pueden vanagloriarse de mantener, incluso regirse, por una Constitución anidada en instituciones. Y, sin embargo, esas dos instancias no garantizan ninguna libertad. Todo lo contrario: en los países nombrados son y actúan como mecanismos de represión. Eso quiere decir que las mejores constituciones e instituciones del mundo no garantizan la libertad si falta el tercer elemento constitutivo a toda democracia; me refiero a la política. Y la razón es evidente: sin política no hay polis. O lo que es igual: hay habitantes, pero no hay ciudadanos.

Por cierto, la práctica política tampoco garantiza por si sola una democracia bien constituida. Pero sin política, y esta es una elemental tesis, no puede haber democracia. Ahora bien, la política es lucha política. En ese punto tenía razón Carl Schmitt: sin antagonismo o lucha de contrarios, la que para Schmitt es siempre entre “amigos y enemigos”, la práctica política es imposible. Abandonando ahora a Schmitt, podríamos afirmar que la política pone en forma a la democracia, en tanto con su práctica se conecta con la Constitución y con las instituciones, no solo para regirse por ellas, sino también para modificarlas e, incluso, en determinados momentos, para cambiarlas.

Las grandes luchas políticas de la modernidad han logrado introducir y abolir leyes y construir nuevas instituciones. La democracia, quiero destacar, es ampliada mediante la inscripción constitucional que dejan las grandes luchas cuando desde lo social o de lo cultural se convierten en políticas. Ocurrió así con la grandes revoluciones democráticas en los EE UU. y en Francia y luego en todo el occidente político; ocurrió también con las grandes movilizaciones obreras del espacio occidental; y ocurre hoy con la gran revolución sexual (o si se prefiere, de género) del siglo XXl, la que modifica desde su raíz los ordenes familiares, culturales, profesionales y socioeconómicos vigentes.

Podríamos decir entonces que la democracia no termina nunca de hacerse. La política –entendida como lucha permanente de contrarios- es el medio a través del cual la democracia se hace. O se conquista.

3.

Entonces volvamos a la definición inicial: "la democracia es la libertad institucional, constitucional y políticamente organizada". Faltando uno de esos "elementos", las instituciones, las constituciones y la política, no puede haber democracia, pero sí puede haber –retengamos la idea– lucha por la democracia.

Las luchas por más democracia son constitutivas a todo orden democrático. No ocurre así en los países dominados por instancias antidemocráticas. En ellas, las luchas por la democracia adquieren un carácter subversivo. Más todavía, las ideas que esgrimen los luchadores por la democracia en esos países tienen una impronta definitivamente occidental. De ahí el odio que destilan todos los gobiernos antidemocráticos hacia el Occidente político. 

Occidente fue en su origen un espacio geográfico; después fue entendido como un espacio cultural. Hoy Occidente es entendido, sobre todo por sus enemigos, como un espacio político. O más aún: como el espacio de la política.

No a la cultura occidental, como imaginó Samuel Hungtinton, mucho menos a su ciencia y tecnología, tampoco a su economía (China es la segunda potencia capitalista mundial), pero sí a las democracias, los jerarcas del mundo antidemocrático han declarado la guerra a Occidente. En primer lugar a ese Occidente interno que anida en las luchas democráticas que reprimen en sus propios países, y en segundo lugar a ese Occidente externo formado por el conjunto de naciones democráticas del mundo. Es por esa razón que la guerra que una vez comenzó con la invasión rusa a Ucrania es entendida hoy por Putin, no como una guerra de expansión territorial, sino como una guerra al Occidente político y democrático.

Como hemos dicho en otras ocasiones, Putin ha convertido a Rusia en la vanguardia militar de la guerra al Occidente político. Observando con atención, estamos frente a un hecho históricamente inédito. Por primera vez en la historia de la modernidad, los estados antidemocráticos, cualquiera sean las doctrinas que profesen sus mandatarios, se han aliado implícita y explícitamente en contra del orden democrático mundial. La invasión a Ucrania ha trazado la línea divisoria. Basta mirar el mapamundi: la guerra de Putin a Ucrania cuenta con el apoyo de casi todos los regímenes antidemocráticos del mundo. A la vez, Ucrania es apoyada, más simbólica que militarmente, por todas las democracias del mundo.

No deja de ser sorprendente constatar que el eje antidemocrático mundial se encuentra hoy manejado por cuatro naciones que, a lo largo de sus historias, nunca han conocido la democracia ni como forma de gobierno ni mucho menos como modo de vida: La Rusia imperial de Putin, la China del Partido Único de Xi, la Corea del Norte dinástica de Kim Jong-Un y el Irán teocrático de los ayatolas. Alrededor de ese cuadrado dictatorial se han articulado organizaciones económicas internacionales creadas principalmente por China (al estilo BRICS) una enorme cantidad de países que tienen como característica común ser dominados por regímenes dictatoriales o autocráticos, o simplemente por democracias híbridas como las de Turquía y Hungría o, lo que es parecido pero no igual, por dictaduras híbridas como las de Nicaragua y Venezuela.

Se equivocó pues Huntington: la que comenzó en Ucrania y las guerras que de aquí en adelante seguirán, no son ni serán guerras de civilizaciones ni de culturas sino guerras cuyo objetivo declarado es destruir la hegemonía de la democracia por sobre la anti-democracia a escala mundial. Ucrania es el comienzo, sigue por el Gaza, ya se anuncia en los Balcanes, late en Asia Central. O para decirlo en términos tradicionales, la que comienza a tener lugar a partir de la invasión rusa a Ucrania será una guerra irregular y prolongada. Pero a nivel mundial. Esa también es la razón que explica por qué la guerra de Putin a Ucrania parece no tener fin. Esa guerra trasciende efectivamente a Ucrania y los gobernantes de las naciones más cercanas a Rusia (Polonia, Finlandia, los países bálticos) sienten sus ruidos. La guerra iniciada por Putin es una guerra en contra de la razón democrática. Ucrania es solo un comienzo. Así lo entiende el mismo Putin.

Gracias a la guerra a Ucrania, Putin ha encontrado ventajas que nunca habría podido obtener en tiempos de paz. La primera de esas ventajas es que la guerra ha creado por sí sola los mecanismos para edificar “un estado de excepción en permanencia”, sentando las bases para que apareciera en Rusia el tercer régimen totalitario de la historia universal (los primeros fueron el nazi y el stalinista) y el primero de la era digital. La segunda ventaja es que al lograr el apoyo de Xi mediante un obsceno juramento pre-político de “amistad eterna”, apenas 20 días después de la invasión a Ucrania, Putin entregaba la economía rusa a China pero, a la vez, obtenía la batuta para dirigir la guerra a Occidente. La tercera ventaja, es que mediante la formación de un nuevo núcleo antidemocrático, al que se agregaban Irán y Corea del Norte, y alrededor del núcleo las dictaduras de la tierra, Rusia podía seguir ostentando su rol de gran potencia, el que nunca podrá jugar en tiempos de paz, compitiendo en los terrenos de la economía y, mucho menos en los de la hegemonía cultural.

En cierto sentido Putin ha sustituido la consigna de Marx: “proletarios del mundo, uníos” por la de “dictadores del mundo, uníos”. La diferencia es que Putin ha logrado su unión.

4.

Las guerras del siglo XXl iniciadas desde el núcleo antidemocrático (Rusia, China, Irán y Corea del Norte) más una multiplicidad de dictaduras dispersas, al ser dirigidas en contra de las democracias, persiguen objetivos políticos mediante la aplicación de medios militares. Pero eso no significa que los dictadores renunciarán a la aplicación de medios políticos. Por el contrario, los utilizan, pero para ponerlos al servicio de la lógica de la guerra. Ahí reside la gran ventaja de Putin sobre Xi (la única, quizás). 

Putin ha logrado crear un sistema de adhesiones políticas anti-occidentales no solo entre gobiernos dictatoriales y antiautoritarios, también activando movimientos de extrema derecha e incluso de extrema izquierda, tanto en Europa como en América Latina. En ese sentido la guerra a la democracia toma formas políticas y militares a la vez. Así se explica por qué muchas democracias se sienten amenazadas desde fuera y desde dentro a la vez.

La guerra política contra Occidente adquiere rasgos no solo anti-occidentales sino también inter-occidentales. De este modo, cada triunfo electoral en donde los extremos políticos no democráticos logren imponerse, será celebrado por Putin como una conquista militar.

Nunca la democracia occidental ha estado tan cerca de su ocaso. Si no aceptamos esa brutal verdad, será imposible pensar acerca de las alternativas que restan. 


miércoles, 3 de abril de 2024

CUANDO DIOS ME ABANDONÓ.


 


CUANDO DIOS ME ABANDONÓ, 



Padre nuestro que estás en lo más alto y puedes ver, sentir, predecir y construir o destruir todo lo que tú creas justo o injusto, visible o invisible, sólo te pregunto, porqué me abandonaste en los momentos que más pedí tú compañía?...


Porqué me dejaste, en ese espacio vacío , neutro de vida, lúgubre, terrible por el miedo a vivir en pobreza espiritual y material absoluta, claro, entiendo también  que seguramente he cometido tantos pecados y faltas a tú nombre que ni siquiera tú sacrificio en la cruz pudo limpiarlos, entonces, Sr padre no te culpo por tu descuido a esta miserable vida que un día me diste, entiendo que es posible que en ese inmenso universo infinito que tú creaste, donde un planeta es menos que un milímetro  de un  grano de arena en la playa, yo, un simple mortal humano, pecador y de corazón párvulo que vive en ese milimétrico grano de arena de ese  planeta insignificante que ni siquiera te enteras del hambre, de las miserias, de las guerras y desigualdades de todo tipo que se vive allí, obviamente como me vas a ver o saber que te necesitaba, imposible que tú divinos y creadores ojos voltearan la vista para esta invisible  criatura.


Yo no existo en tu mapa universal de creación permanente e infinita, yo te sigo y  te respeto, pero hiciste lo que tenías que hacer, yo eso lo entiendo, soy uno más de los abandonados por tí y eso lo comprendo Sr Jesús, tus problemas del nacimiento de millones de  nuevas estrellas, de agujeros negros, del nacimiento de otros planetas, del expansión del universo y de nuevas civilizaciones, te tienen demasiado ocupado para atender un insignificante, minúsculo e invisible ser como yo, te entiendo Dios todo poderoso porqué me dejaste que me hundiera en el dolor y en la miseria espiritual y arrastrara a quienes más quiero.... ..pero eres Dios y según dicen, tú sabiduría es infinita y tú tiempos son exactos porque no son los nuestros, pues la razón tuya es la razón divina y la nuestra es una razón pueril y elemental y por lo tanto no logramos comprender la tuya, es por esa razón que desgraciadamente en tu saber yo no existo pero además no soy digno de reclamar tu atención para cosas tan elementales como alejar de mí lado a la mujer amada en estos últimos 38 años, porque además, qué son esos años para alguien que no tiene ni principio ni fin, pues ya tú lo resolviste cuando sentenciaste que de  polvo venimos y en polvo nos convertiremos ..........


 Perdoname señor por engendrar  este cenogoso pensamiento pero mientras te pienso y te adoro el dolor sigue y me acorrala.......padre nuestro que estás en esos cielos dueño del tiempo y del espacio, voltea un poco para que veas a estos vivientes e imperceptibles hijos tuyos que abandonaste en  estos granos de arena pero que te seguimos adorando.......

Tanto que te supliqué con humildad y esperanzas, no había noche ni día en los cuales no  levantara mis ojos teñidos de lágrimas dulces  que buscaban convencerte de mis súplicas , te pedí, te rogué, te imploré hasta sentir el respirar angustioso en mi pecho que no me arrancaras de mi vida a  mi amada esposa, y finalmente  la apartaste de mi vida, poco te importó mi dolor y mi soledad sobrevenida, no te enteraste de mi llanto ni de mi tembloroso andar cargando el peso de una angustia insoportable que me desvanece cada día y que me vuelve un ser seco, vacío, sin raíz y sin rama que abrazar. 


Te la llevaste señor y no te importó mi sufrimiento, te llevaste lo mejor que me había pasado en esta vida tan corta y tan simple que se convirtió sin ella a mí lado, no te importó mis dolorosos quejidos en las noches vacías por su ausencia estremecedora, porque tú que todo lo sabes dejaste que todo ocurriera sin solo voltear un instante a mirar estar carnes envueltas en rabia y sufrimiento, las millones de galaxias que debes atender en este infinito mundo no te permitió ver cómo se me estaba derritiendo el alma al verla sufrir y al sentir tú severa indiferencia.


Y aquí estoy señor, todos los amaneceres salgo con mi taza de negro café, perforo el cielo con mi vista, dejo correr mis lágrimas matutinas que salen a pasear por mi rostro en su nombre, observo con tímido silencio tu  cielo para ver si encuentro una respuesta de tí y lo único que me queda es ver las nubes armoniosas dibujando al compás del viento la silueta del rostro de mi amada y a tí señor no logro verte pues ciego estoy de dolor.




jueves, 28 de marzo de 2024

LA PUTINIZACIÓN DE NICOLAS MADURO.

 



Fernando Mires - LA PUTINIZACIÓN DE NICOLÁS MADURO



No era un gran orador, no movía multitudes, no dejó una gran obra ni filosófica ni política. ¿Por qué lo asesinaron entonces? Evidentemente, era peligroso para el poder de Putin. Pero ¿por qué un hombre tan pacífico, una persona que no tenía ningún comando armado detrás de sí, uno sin ninguna vinculación con el ejército (como Prigozhin, por ejemplo), un simple y consecuente opositor como hay varios en Rusia, podía ser tan peligroso como para haberlo intentado asesinar dos veces, la segunda con macabro éxito? Para responder a esta pregunta, necesitamos saber cuales eran los objetivos políticos de Navalni. En este punto, no hay que elucubrar demasiado.

Navalni, dicho de modo simple, tenía en mira dos objetivos. El primero, la lucha en contra de la corrupción. El segundo, una propuesta de participación electoral adaptada a las condiciones rusas usando el, por él mismo llamado, voto inteligente (votar a favor de un candidato con posibilidades pero que no fuera putinista). Esos objetivos de denuncia: corrupción en, y desde el poder, y dominación del sistema electoral, son dos piedras basales del sistema de dominación impuesto por Putin en Rusia, sistema extendido hacia diversos países de formación política precaria, entre ellos dos latinoamericanos: Nicaragua y Venezuela, ambos, junto a Cuba, aliados internacionales de la Rusia de Putin.


Las dos vías post-soviéticas

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La frase atribuida a Lord Acton parece ser cierta en diversos países poscomunistas, pero también en formaciones políticas aparecidas después de la Guerra Fría en países donde la democracia constitucional carece de raíces profundas. La lucha en contra de la corrupción, en la perspectiva de Navalni, no era moral ni moralista, sino en contra de una característica propia a todos los gobiernos unipersonales como el de Putin. Pues corrupción, personalismo, y dictadura son tres instancias distintas, y -esto fue lo que logró captar el opositor mártir- representadas en un solo dictador: Putin, el vengador de la caída del antiguo imperio ruso.

El colapso del imperio dirigido por la URSS, eso lo podemos saber recién ahora, dejó como sucesión dos grupos de países. A un lado los que abrazaron el ideal democrático occidental, sobre todo en Europa Central y del Este. Al otro, los que revivieron las tradiciones autoritarias del comunismo, aunque adoptando ciertas formas democráticas (sobre todo electorales), pero subordinadas a la dominación de un orden antidemocrático. En Asia Central, en la región del Caúcaso, y después en Latinoamérica, han aparecido gobiernos en donde las formas dictatoriales de dominación subordinan a las democráticas, sin exterminarlas, pero sí, poniéndolas a su servicio. Son las autocracias electorales de nuestro tiempo. Sobre ese tema nos hemos referido en otros textos.

En un comienzo, recordemos, Rusia y Ucrania navegaban juntas entre dos aguas: la del pasado antidemocrático y las del futuro democrático. Las posibilidades de democratización en la Rusia de Gorbachov y sobre todo en la de Yeltsin, e incluso durante el primer gobierno Putin, parecían ser más que promisorias. Lo mismo sucedía en Ucrania desde la declaración de independencia (1991). Pero como sabemos, en Rusia las contraolas autocráticas del pasado -sobre todo a partir de las guerras neocoloniales que tuvieron lugar en Georgia y Chechenia, y después en la lejana Siria- lograron imponerse por sobre las de la democratización post-soviética. Hoy Rusia, bajo Putin, no solo es dirigida por una dictadura cuyo poder es aún más absoluto que el ejercido por el partido comunista de la URSS, sino además, irrumpe como país conductor de una cruzada (Kiril dixit) antidemocrática mundial, vanguardia militar de un eje compartido con China, Irán y Corea del Norte, eje apoyado por gobiernos endeudados con China y Rusia, como el de Lula en Brasil o el de Ramaphosa en Sudáfrica. En el escalón más bajo, nos encontramos con gobiernos periféricos antidemocráticos como los de Nicaragua, Venezuela y, por momentos, Bolivia.

Ucrania, como es sabido, optó por recorrer una vía contraria a la de Rusia. Después de la revolución democrática nacional de Maidán (llamada fascista por los sicarios internacionales de Putin) y la expulsión del rusista Yanukovich del poder, los gobiernos que le sucedieron, los de Porochenko y Zelenski, asumieron una posibilidad democrática que solo podía quedar asegurada con la integración política e incluso militar de Ucrania en el espacio occidental. O dicho así: la democratización de Ucrania pasaba por su afirmación como nación independiente y soberana. A la inversa, también. Democratización y liberación nacional son dos instancias imposibles de ser separadas en la actual realidad de Ucrania.

Entonces no nos engañemos: la guerra de invasión de Putin a Ucrania no tiene mucho que ver con el deseo de Putin por aumentar la territorialidad rusa (es lo que erróneamente pensaron Kissinger y Mearsheimer) sino con su intento nada oculto de destruir la naciente democracia occidental ucraniana. En otras palabras: la de Rusia a Ucrania no es una guerra geográfica: ni siquiera es una guerra geopolítica. Pero sí, y desde sus orígenes, fue y es una guerra que tiene lugar entre dos países con sistemas políticos antagónicos. A un un lado, el régimen personalista y tiránico de Putin; al otro lado, el gobierno democrático-occidental en estos momentos representado por Zelenski. De acuerdo a ese antagonismo, no tiene nada de raro el hecho de que la enorme mayoría de las naciones democráticas del globo se haya alineado a favor de Ucrania así como casi todas las dictaduras, autocracias, tiranías -entre ellas las de Cuba, Nicaragua y Venezuela- se hayan alineado alrededor de la corrupta dictadura de Putin.

Pero no solo se trata de una alineación geopolítica. Además, en diversas naciones han sido integrados a sus sistemas de dominación elementos muy similares a los que prevalecen en la Rusia de Putin. Entre ellos, los más más advertidos por Navalni: personalismo gubernamental, extrema corrupción y, sobre todo, perversión del sistema electoral. A ese “nuevo orden” interior y exterior a la vez, pertenece la Venezuela de Maduro. Así al menos lo han revelado acontecimientos que han tenido últimamente lugar en el petrolero país, donde el presidente Maduro intenta introducir el sistema de dominación personalista que rige en la Rusia de Putin.


La rusificación del sistema electoral venezolano

Para que se entiendan mejor las opiniones expuestas, debe ser dicho que no se trata de hacer aquí una comparación entre Rusia y Venezuela. Ambos países ocupan un lugar muy diferente en el espacio mundial; uno es una fuerza económica y militar y otro un país arruinado por un grupo de aventureros que adquirió el poder como sucesión del gobierno de Chávez. La semejanza a la que nos referimos apunta a una sola dirección y esta es que, tanto en Rusia como en Venezuela, sus gobernantes mantienen el proyecto común de crear un estado antidemocrático usando formas extraídas de las democracias, pero eliminando la competencia política a través de un sistema electoral usado como medio de dominación y, por lo mismo, convirtiendo a la ciudadanía en simple masa votante al servicio de la autocracia en el poder. En todo lo demás, Putin y Maduro podrían diferenciarse. Pero en lo que ha estado ocurriendo recientemente en Venezuela, no.

Todos los demócratas del continente, incluyendo gobiernos de izquierda como los de Boric y Petro, miran espantados hacia Venezuela. Como dijo el expresidente uruguayo José Mujica: “Maduro no se atiene a ninguna regla democrática”. Nunca, por cierto, el sistema electoral venezolano había sido demasiado democrático. El ventajismo, la presión sobre funcionarios de estado, el control de los medios de comunicación, la conformación parcializada del tribunal electoral, eran y son medios corrientes de extorsión y presión. Pero la oposición, por lo menos hasta el 2018, había logrado obtener victorias y resultados electorales importantes.  Y al menos esa oposición podía elegir a sus candidatos. Hoy, en cambio, el ejecutivo venezolano ha rusificado el sistema. Candidatos solo pueden ser los que el gobierno decida quienes pueden ser candidatos, y punto.

María Corina Machado, no estando inhabilitada, fue elegida candidata en las primarias de la oposición. Todos los partidos de oposición –o lo que quedaba de ellos después de la farra abstencionista iniciada desde el 2018, más la “locura guaidoiana”– aceptaron el resultado. Machado en cuanto fue elegida candidata, fue inhabilitada por el gobierno de Maduro. La líder, habiendo aceptado consecuentemente la vía electoral, asumió con imprevista habilidad su inhabilitación política y nombró como candidata -eso sí, poco antes de que se cerraran las inscripciones- a la distinguida profesora universitaria independiente Corina Yoris, como sucesora electoral. El régimen no inhabilitó a la señora Yoris (no tenía cómo). Pero hizo algo peor: simplemente desconoció su postulación. Luego procedió a aceptar la postulación de los candidatos Rosales y Márquez, con el propósito claro de dividir a la oposición entre “electoralistas” y “machadistas”, lo que, al menos en las redes, parece haber logrado. En otras palabras, el gobierno de Maduro ha decidido definitivamente entrar a la fase de la putinización electoral. El objetivo es muy claro: erradicar el principio de competitividad en la lucha por el poder y así dar origen a una dictadura madurista, apoyada, como la de Putin, en servicios secretos, en aparatos policiales y militares y, no por último, en farsas electorales.


Maduro no es Putin

Pero Maduro no es Putin. Putin, quiere reconstruir las glorias imperiales de su nación. Los crímenes que a diario comete, dentro y fuera de Rusia, son medios demoníacos para lograr, según su mente trastornada, un objetivo histórico superior. Maduro en cambio carece de objetivo superior: no tiene delirios de grandeza; ni siquiera está loco como parece estarlo Putin. Su objetivo es mantener el poder “al como sea”, solamente porque el poder es poder y nada más. Al igual que los suyos, sabe que sin ese poder no son no más de lo que son: casi nada. Y ese poder es cada vez más difícil de mantener. Basta recordar que bajo el mandato de Maduro, Venezuela ha alcanzado solo tres récords: ocupar el primer lugar de América Latina en los índices de corrupción, haber arruinado económicamente a uno de los países potencialmente más ricos del mundo, y haber provocado la más grande emigración demográfica de toda la historia sudamericana.

La Venezuela de Maduro no cuenta tampoco con potencias militares en sus cercanías, ni con un “hinterland” demo-político como Rusia en Asia Central y en China. Maduro no es ni siquiera internacionalmente temido, como Putin. Cuando más es despreciado, incluso desde el campo de las izquierdas a las que una vez perteneció Chávez. Nadie en el mundo, ni siquiera el Podemos de España (aparte de los gobernantes de esos dos no-países en que por el momento han convertido a Cuba y Nicaragua) quiere declararse pro-madurista como ayer se declaraban pro-chavistas. Maduro, en fin, es el gobernante paria de una nación económica y políticamente arruinada. En un evento electoral, bajo reglas democráticas, nunca podría resultar vencedor como ayer lo fue Chávez.

Naturalmente, el PSUV sigue siendo el partido mayoritario en un país en donde los partidos políticos se encuentran pulverizados. Al igual que Putin, Maduro cuenta con el apoyo de los muy adinerados generales del régimen. Pero a la vez, y eso aparentemente lo sabe Maduro, la inmensa mayoría nacional, según todas las encuestas, no aprueba al gobierno. Si esa oposición se uniera políticamente, terminaría de una vez por todas con el gobierno de Maduro. Para decirlo de un modo intencionalmente chocante: la única fuerza política que actualmente posee Maduro es la no-unidad de la oposición. De ahí que dinamitar la unidad de la oposición, ha llegado a ser su imperativo máximo. Pues bien, no hay mayor fuente de unión política que un proceso electoral. De ahí que, si Maduro no puede suprimir a las elecciones (como tal vez él quisiera), al menos puede putinizarlas. Y eso es lo que ha estado intentando hacer durante todo el mes de marzo.

La suerte de Venezuela, menos que en las manos de Maduro, está hoy como ayer, en las manos de la oposición venezolana. Esa oposición, como ocurrió desde el 2018, puede deslizarse por el tobogán suicida del  "abstencionismo digno” del que María Corina Machado fue una de las principales impulsores. Puede suceder también que se impongan las pequeñeces de los dirigentes políticos, y decidan presentarse disgregados al evento electoral. Si eso sucediera, solo habría que cerrar el portafolio y decir con mucha pena que, no el pueblo, pero sí esa oposición, merece a Maduro.

Por el momento solo asoma una leve esperanza: que esa oposición mayoritaria recobre o acceda a la razón política que alguna vez -digamos, hasta el 2015- pareció alcanzar. Eso pasa, evidentemente, por el propósito conjunto de evitar la adulteración del proceso electoral que está llevando a cabo sistemáticamente Maduro. Y eso a su vez significaría elegir un solo candidato entre “lo que hay”, un nombre símbolo, un significante vacío si se quiere, en fin, alguien que ayude a convertir a las próximas elecciones presidenciales en un plebiscito nacional, en un sí o un no a Maduro.

Para decirlo en términos rusos pero en castellano: de lo que se trata es de retomar en Venezuela el hilo en donde lo dejó Navalni en Rusia: el hilo del voto inteligente.


sábado, 17 de febrero de 2024

El plan de MCM para reposicionar a Venezuela en el mundo





El plan de MCM para reposicionar a Venezuela en el mundo

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Por Rafael de la Cruz

Continúo la presentación y análisis del programa de gobierno de María Corina Machado. Hoy voy a tratar el tema del restablecimiento del lugar de Venezuela en el mundo y la atención a los venezolanos en el exterior.

De dónde venimos

Uno de los terribles legados del régimen de Maduro ha sido el aislamiento internacional y la realineación de la política exterior hacia actores como Cuba, Rusia, Irán, Hezbolá y las guerrillas colombianas. Venezuela no participa del sistema interamericano, principal foro de relaciones entre los países del hemisferio, en el que se incluyen la OEA y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Igualmente, no tiene presencia en el Banco Mundial ni en el Fondo Monetario Internacional. El Parlamento Europeo aprobó por una mayoría abrumadora un acuerdo instando a sus países miembros a no reconocer la legitimidad de unas elecciones en las que no participe María Corina como candidata. El comité de política exterior de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos declaró, con acuerdo bipartidista, en el mismo sentido. La mayoría de los países de América Latina ha rechazado el intento del régimen de no reconocer el derecho de participación de María Corina en las elecciones presidenciales que deben producirse este año. Del mismo modo hay un clamor e indignación internacional masivos contra el régimen por sus ataques represivos contra todos los que lo adversan. El último error que han cometido ha sido la expulsión de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en ocasión de la protesta de esta organización por la aprehensión ilegal de la defensora de derechos humanos Rocío San Miguel.

Hacia dónde vamos

El programa de gobierno de María Corina tiene siete acciones de política internacional para restablecer a Venezuela como una nación soberana, democrática y respetada internacionalmente.

En primer lugar se recatará la soberanía nacional frente a estados y grupos no estatales que han infiltrado las instituciones gubernamentales y establecido actividades en el territorio.

El segundo eje será asegurar el respeto a la soberanía de otros Estados, en el marco de una política de seguridad internacional democrática. Venezuela será promotora incansable de la democracia como forma de gobierno y del respeto a los derechos humanos como forma de convivencia civilizada.

El tercer eje será el apego al derecho internacional y al uso del diálogo como forma política para resolver los conflictos internacionales. Se pondrá especial atención a las reclamaciones territoriales vigentes y se abordarán de manera profesional y de acuerdo con el derecho internacional, para asegurar la integridad territorial de la República.

En cuarto lugar Venezuela establecerá una relación de primer orden con los países de América Latina y el Caribe, Norteamérica, la Unión Europea, así como con los demás Estados democráticos en el mundo, la Organización de Estados Americanos y el sistema interamericano. Se restablecerán las relaciones con los organismos multilaterales de desarrollo, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.

El quinto eje de política internacional se orienta a mantener relaciones pragmáticas con los estados globalmente, para promover los intereses nacionales de Venezuela, adelantando vías de cooperación en asuntos prioritarios de la República.

El sexto eje será un esfuerzo sostenido para profesionalizar el servicio exterior venezolano, con programas de formación y un modelo de ascenso meritocrático. Se reestructurará la Cancillería para transformarla en un instrumento de política exterior de excelencia y capacidad técnica, con la que se promueva el país y coopere en la atracción de inversiones y en la creación de oportunidades.

Finalmente, y tal vez lo más importante, se pondrá especial atención en servir a los venezolanos que han tenido que salir del país huyendo de la debacle en la que el chavismo ha convertido a Venezuela. El cambio que significará el gobierno de María Corina, con la creación de una economía prospera, con oportunidades para todos, en las que con el esfuerzo y trabajo decente de cada venezolano se reconstruya al país, ayudará a que muchos vuelvan y se reunifiquen las familias. Para estimular el regreso, se establecerá un programa de reunificación familiar que creará incentivos para el retorno. También se facilitará y promoverá el retorno pendular de quienes deseen seguir residiendo en los países de acogida, facilitando la colaboración entre empresas, universidades y otras organizaciones en el exterior y en Venezuela. El gobierno promoverá una reforma del congreso para otorgar a los emigrantes una representación política en el Poder Legislativo.

Venezuela volverá a ser un país líder internacionalmente, promotor y ejemplo de democracia y de una sociedad de oportunidades para todos. Esa es una promesa.


Rafael de la Cruz es miembro del equipo económico de Maria Corina Machado.