domingo, 17 de septiembre de 2023

CUANDO LA MUERTE LIBERÓ AL PROFESOR PEDRO RODRÍGUEZ.

 


CUANDO LA MUERTE LIBERÓ AL PROFESOR PEDRO RODRÍGUEZ.


 La noche de aquel lunes 14 de agosto en la que el muy reconocido y apreciado por todo el pueblo de San José de Río Claro profesor Pedro Antonio  Rodríguez Lozada colgó su cuello de una viga de hierro escarapelada que atravesaba  su habitación principal en la parte más alta se convirtió en una extraña noche, era incomprensible que los alcaravanes saltones y bullangueros que siempre asistían al patio de su casa a entablar una titánica lucha con su perro " Guerrero Negro" estaban ausentes, de manera que en esa noche se oía un silencio taciturno que obligaba arrastrar el sentido del oído  a perseguir al más pequeño ruido de un insecto caminante. 

Esa noche no había luna clara, era una noche muy oscura y pesada y tenía  en sí misma una sensación lúgubre, como si advirtiera que algo malo y trágico se le ocurriría a alguien aquella calurosa noche del mes más caluroso del año. Había nacido un día lunes 15 del octavo mes , no quiso llegar a los 71 calendarios por razones que sólo él y María Alejandra Rosales sabían y que de manera muy especial mantenían oculto por 10 años a los ojos de la curiosidad pueblerina.

La presencia colgante de aquel viejo cuerpo de 70 años y 65 kilos de huesos y pellejo al mirarlo daba la impresión de ver un espanta pájaros vencido por el sol, el viento y el polvorín de una sabana. La muerte se veía clavada en su frente de piel surcada por los montones de años que había atravesado en su camino por la vida y también por tanto deprimirse cuando lo atrapaban sus angustiantes y terribles sobresaltos existenciales a la mitad de media botella de ron y de los versos llorones de un vallenato guajiro.

Tres días con sus soles y lunas estuvo colgando los despojos de aquel famoso profesor muy querido por sus alumnos del Liceo " Centenario de La Independencia ", fueron 30 años que prestó sus servicios en el único y prestigioso centro educativo de aquel pueblo  que se resistía a seguir enterrándose en la miseria y la ignorancia con la  cual lo había dotado la dictadura del general Lorenzo Pernalete durante el último medio siglo de la historia patria.

El profesor Pedro Rodríguez fue de verdad un faro de noble luz  que iluminaba las inocentes mentes de la muchachada pueblerina- alcanzó a decir el bachiller José Antonio Ruiz. Aunque también- agregó el bachiller - había rumores de que era muy enamorado de las carajitas más bonitas del bachillerato y más de una de ellas se vio visitándolo un sábado por la noche cuando se dedicaba a sus distracciones etílicas y a la perpetración de sus íntimas pasiones. Pero que conste- prosiguió su exalumno- se trata solo de rumores que en nada empaña su vida dedicada a la enseñanza de las matemáticas en cuarto y quinto año de la secundaria- dijo en voz solemne su aventajado discípulo.

A los tres días de la fatídica decisión que desconectó carnalmente al profesor Pedro de este mundo fue avistado por su vecina de toda la vida , esa misma que le sabía sus secretos más oscuros,  ella tenía muchos años atendiendo al profesor en su cuidado: lavado de su ropa, comida, bebidas y llegó a convertirse en su confesora de sus pecados y secretos, por esa exclusiva e íntima razón sólo ella sabía la misteriosa y clandestina relación que sostenía el profesor con la bellísima trigueña María Alejandra Rosales.


María Alejandra o Mariíta como sensual y cariñosamente la llamaba el profesor era una hermosura de mujer de 25 años, de piel trigueña y ojos de miel, había nacido a la orilla del río Claro a las sombras de unos ceibales que escondían el rancho en los que sus padres la trajeron al mundo en una mañana mayera con un invierno como testigo, ella era un ser tan especial que en medio de aquel pueblo aburrido y de poca belleza era una especie muy rara pues su belleza deslumbraba junto al recio sol tropical toda la sabana y montañas del pueblo. Sus ojos , sus labios y su cuerpo concentraron todo la belleza que Dios tenía disponible para el pueblo de San José del Río Claro, sólo ella y más ninguna otra mujer tenía la responsabilidad de llevar consigo la carga de tan sublime belleza que la naturaleza por descuido o por órdenes divina decidió concentrar en ese ser traído de otros mundos para que resplandeciera en las verdes praderas de San José y encendiera la llama de una primitiva pasión incontrolable en el viejo profesor de secundaria.

Sofía, su vecina de cuidados y secretos, lloraba desconsoladamente la muerte de su atormentado amigo.

No habrá otro hombre en San José y en el mundo que tenga un alma tan pura y que pueda entender el sentido, los secretos y la miel de la vida - sentenció la vieja Sofía. Era un hombre callado porque su cuerpo sólo era una cárcel para  sus sentimientos - advirtió entre lágrimas mientras trataba de explicar el alcance y significación del incomprensible ahorcamiento de su amigo.


María Alejandra tenía solo 15 años cuando comenzó a perturbar la psiquis y las hormonas de Pedro Rodríguez y él con 61 años a cuestas pensaba que aquella diosa hecha mujer era una especie de aparición divina que el cielo le había enviado para que sus usadas y estiradas carnes pudieran disfrutar los últimos alientos que biológicamente aún le quedaban vivos , ella era el ser que le revivió sus ya agonizantes testosteronas y no vaciló ni un instante en entender que su tiempo de reivindicación carnal con la naturaleza había llegado y estaba allí presente en aquella muchacha de 15 años que le revolvía sin proponérselo hasta las más recóndita célula de su vetusto cuerpo. Pedro estaba completamente convencido que aquella muchacha de mirada párvula era un prodigio obsequiado por Dios y por lo cual liberaría todas sus energías para conseguir fusionarse con su alma juvenil, con ese inmensurable propósito haría hasta lo imposible y sí sólo la muerte pudiera alcanzar el clímax de su pasión sin dudarlo acudiría a ella como la forma más segura de sellar su destino con María Alejandra, la Mariíta que poco a poco le carcomía su mente y sus carnes.


Con ese propósito trabajó duramente en la conquista de su amor repentino y lo logró, Mariíta, en el mejor e inocente año de su vida, cayó en sus redes pasionarias, su verbo, su experiencia, su galantería convenció un día a María Alejandra que realmente las propuestas amorosas de Pedro estaban contenidas de una noble y absoluta sinceridad espiritual , para Pedro aquella locura de amor prohibido y perverso se había hecho realidad y ya sentía que no era de este mundo pues el cuerpo vibrante de energía de María Alejandra lo llevaba a recorrer el cosmo , era como si levitara por el espacio infinito cuando penetraba el cuerpo juvenil e insaciable de María Alejandra y como sí una fusión de sus  átomos explotara con una fuerza indómita, así sentía el septuagenario profesor que su alma resucitaba de una penumbra sexual.

La última vez que Sofía pudo distinguir el cuerpo de María Alejandra entrando sigilosamente a la casa del profesor Rodríguez fue a la media noche del sábado 12 de agosto, ella recordaba perfectamente ese episodio porque a esa hora como todas las noches su vetusta vejiga la obliga a dispararse de su cama, fue en ese instante cuando observó a través de la rendija de una de las maderas partidas  de la pared del baño la entrada de aquella muchacha bisbirinda, después no supo más ni tampoco se interesó en ello, pues eran ya 10 años que la veía correr a los brazos de aquel jubilado maestro de las matemáticas.


No fue sino hasta  el jueves 17 en la mañana cuando Sofía cae en cuenta que van tres días en los cuales el café de Pedro Rodríguez queda perdiéndose en el posillo apartado especialmente para él, cosa que no sucedía con frecuencia pero Sofía sí sabía que después de las clandestinas visitas nocturnas de María Alejandra para apaciguar las penosas y ya debilitadas  ansias sexuales del maestro Rodríguez , este entraba en un proceso de reconfiguración energética el cual duraba aproximadamente 48 horas para lograr su recuperación completa y poder levantarse de la cama y dar los primeros pasos al exterior de su casa.


Fue entonces cuando Sofía, de manera más natural y tranquila se acercó café en mano a visitar al profesor, toca una, dos, tres veces, vuelve a tocar está vez con mayor fuerza la puerta de madera enchapada en latón y se da cuenta de que algo extraño está ocurriendo, se apodera de ella una misteriosa sensación de tragedia y de un solo golpe con su hombro derecho pudo romper la vieja cerradura y casi cae al piso con la fuerza del envión sobre su enjuto cuerpo.

Los ojos de Sofía se desorbitaron de su cuencas cuando ante ella se encontró colgando de la viga de hierro el cuerpo inerte, de mirada párvula con la lengua desproporcionada del profesor Pedro Rodríguez.

Una hoja de papel sobresalía del bolsillo derecho de su destiñada camisa, sin pensarlo dos veces y con la intención de guardar cualquier secreto de su cómplice y amigo hasta después de la muerte, Sofía alcanzó un taburete de madera como de 40 centímetros de alto, subió, alzó su brazo derecho pero sin levantar sus caderas pues no queria quedar cara a cara con el difunto, de manera que con mucha delicadeza y sin hacer el menor ruido, sosteniendo su llanto y con el miedo atravesado en la garganta tomo el papel y bajó de inmediato. Tenía la obligación de leerlo porque sólo ella podía decidir si aquello que fue escrito con la mano de un ser humano quitándose la vida podía ser revelado a los ojos de los humanos.


No era una carta realmente , era un escueto pero asombroso, valiente y admirable escrito que dejaba claro los fundamentos esenciales de todo lo sucedido : 


" allí dejo mis despojos, esas carnes y esos huesos son de ese mundo, he logrado salir de esa cárcel mundana que impedían que mi alma atravesara los tiempos y los espacios y pudiera fundirme en el infinito con mi amada mariíta, la muerte como dijo Platón es un acto de liberación del alma, no he muerto, ahora soy libre y nada en el universo me impide amarla con libertad y devoción ".

 Así se leía en el texto de la arrugada página escrita a puño y letra por el profesor Pedro Rodríguez en su última acción humana en este plano terrenal.


Esa declaratoria de libertad del profesor Pedro Rodríguez también liberó a Sofía de cualquier culpa o pesar, la muerte lo liberó y con su libertad anda amando por senderos infinitos del cosmo esperando algún día amalgamarse con su adorada María Alejandra. 


Cabudare a los 17 días del mes de septiembre de 2023.