La barbarie civilizada; por Rafael Cadenas
Rafael Cadenas · Wednesday, January 20th, 2016
“La sociedad moderna se ha vuelto loca”, dice Lawrence en su novela El amante de
Lady Chatterley. Hoy, cincuenta años después, no creo que le falten pruebas a quien
desee defender su punto de vista, pero tal vez no basten: la aqueja una locura que no
podemos ver por estar inmersos en ella. Una enfermedad compartida por una mayoría
se vuelve normalidad y ocurre una inversión de sentido en las palabras mismas. Hasta
es frecuente que la sociedad tache de enfermo al que señala su locura.
Yo siento que esta sociedad es un fracaso, y creo que lo es porque ha olvidado la vida,
por haberle dado la espalda, y poner en su lugar valores que se tornan destructivos al
no ocupar el puesto que les corresponde.
Un buen modo de conocer cualquier sociedad es preguntarnos cuáles son sus ídolos.
La nuestra, la moderna, le rinde culto al desarrollo, a la técnica, a la productividad, al
beneficio, a la eficiencia; y la vida, en un vuelco incomprensible para el corazón, pasa
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a ser medio de llevar a cabo planes que ni siquiera surgen de ella misma sino de la
cabeza de políticos, de técnicos, de científicos. La vida como medio ¡qué escándalo!
Pero nadie habla de esta subversión.
Voy a referirme al desarrollo, que resume a todos los demás ídolos. Un solo hecho
sería suficiente para descalificarlo: desde su perspectiva, el hombre es visto como
recurso natural, y esto me parece sacrílego.
Pero podemos seguir invocando razones, una parte considerable de la ciencia –el 90%
dice Levy Strauss– (1) está dedicada a combatir los efectos que, en círculo infernal,
produce el desarrollo. Esta afirmación se me antoja patente en medicina y ciencias
afines a ella.
Las exigencias de la cantidad han llevado a una baja de la calidad en casi todos los
órdenes.
Las ciudades se han convertido en inmensos garajes. Van dejando de ser lugares
creados por el hombre para volverse hechuras de ese desarrollo para el cual lo
humano no existe. Los científicos nos están advirtiendo desde hace años sobre los
peligros que ellas representan, pero nuestra capacidad de reacción no está a la par de
esa conciencia admonitoria. Lo que Ortega llamaba el lleno las hace incómodas; a
menudo escenarios de espera; forcejeos, luchas. El automóvil, de auxiliar del hombre
se ha vuelto, por su número excesivo, enemigo público, pero cuyo poder es tal que no
puede ser llamado a juicio. Es la principal fuente de envenenamiento que existe,
constituye una especie de peste de nuestra Edad Media, y la gran ciudad le quita
mucho de su eficacia. Pero no deja de producirse, proliferar, invadir. La ciudad
tampoco ofrece espacios para el juego, ni recodos para el vivir propio de la polis, ni
siquiera lugares para caminar. En los reducidos agujeros de sus feos edificios se
mustia una humanidad que todo lo soporta, que posee una capacidad infinita de vivir
sin percatarse del daño que esta civilización le ha hecho, de lo poco que le concede y
de lo mucho que ha perdido.
El desarrollo invalida muchos de sus mismos logros, lleva a una destructividad que el
mundo no había conocido, y creo que ese es el destino de toda la actividad que se
realiza desde una posición que patentiza nuestra más grave pérdida del sentido de lo
sagrado.
¿Cómo es el hombre de hoy, el que predomina en nuestro mundo, el hacedor y la
hechura de esta sociedad que a su vez pertenece a una civilización?
Es un hombre de ninguna o muy poca religiosidad, aunque pertenezca a iglesias.
Carece del don del asombro. Sólo admira si acaso, lo que hacen manos humanas.
Es un ser indigente en lo ontológico, desconectado de la historia, aéreo, sin tierra, al
que la técnica le suple carencias que no pueden suplirse, un sonámbulo embriagado
con triunfos temibles.
Es también un hombre que cree en un futuro radiante en el cual todos los problemas
serán resueltos, perdiendo así el presente, que le llega despotenciado y,
paradójicamente, no posee o tiene muy menguada la capacidad de prever; es el
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hombre menos previsor. Vive en el presente, sin preocuparse de los efectos de lo que
hace sobre el futuro, y al mismo tiempo las fantasías de futuro que pueblan su mente
desvaloran el presente en que vive.
Es asimismo un hombre al que una historia que lo lleva, ha puesto de espaldas a la
cultura humanística en vías de extinción. Me atrevo a decir que la civilización la está
destruyendo, y creo que hoy el problema capital no es ya la lucha de la civilización
contra la barbarie, de la que tanto se habló en este Continente, sino la lucha contra la
barbarie dentro de la propia civilización.
Es un hombre enlazado con el mundo por los medios de comunicación como nunca
había ocurrido y, al propio tiempo, limitado por el nacionalismo, portador de guerras.
La técnica lo obliga a ser cosmopolita, y sin embargo no puede desaferrarse de su
nación. Aunque viaje mucho, no lo sentimos ciudadano del mundo, pues le falta el
sentido universal que asociamos con esta expresión.
Es un hombre sometido por esos medios a una desensibilización que le permite recibir
con indiferencia todos los horrores de la historia actual que ellos depositan en su casa.
Un hombre que no se rebela a la vista del crimen, a quien ningún escándalo
estremece. Esos asombrosos medios, que podrían ser formativos, sirven muchas veces
a la estupidez.
Es un hombre peligrosamente optimista, casi tan optimista como los políticos. Un
hombre que no ve el peligro que él mismo representa, es decir, sin contacto con su
potencial destructivo, ese potencial que todos llevamos, y ante el cual se encuentra
inerme precisamente porque no lo sospecha, pues no hay educación que se lo señale.
Su mundo es sólo el mundo de sus intenciones conscientes, un mundo dorado como el
de esos avisos de televisión donde ya no se camina, se flota; donde la magia de la
técnica le muestra al televidente el paraíso al alcance de la mano. Un hombre de gran
rigidez interior que contrasta con su interés en los cambios externos. Un hombre que
no tiene tiempo porque teme tenerlo; no sabe estar inactivo: ignora que no hacer nada
es importante. Un hombre cuyo costado estético se ha debilitado o ha desaparecido;
con tendencia a la intolerancia ante las ideas, pero muy tolerante frente a los estragos
del desarrollo. Indiferente ante la naturaleza –si pudiera, se pondría a rehacerla– le
tienen sin cuidado las heridas que su civilización le inflige: la destrucción de una
colina que necesitó millares de años para formarse, el arrasamiento de un bosque, la
desaparición de un río. Esta es una época en que los ríos mueren, en que podemos ir a
visitar un río y no encontrarlo.
Hijo de una civilización en que la economía ocupa el puesto que antes tenía Dios, en
una hipertrofia que se ha extremado, no concibe ya que la conciencia pueda gobernar
la sociedad.
“La economía ha disuelto prácticamente todas las estructuras tradicionales de la
sociedad en el curso de los siglos XIX y XX; primero la familia, después el municipio,
las costumbres populares y la nacionalidad” y al incorporar zonas que estaban al
margen ha destruido “los fundamentos espirituales y morales de la sociedad en todos
los confines de la tierra” (2). Si tuviera que resumir los agravios de esta sociedad y los
rasgos del hombre que esta civilización ha producido, diría que Eros hace mucho
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emprendió la retirada y no hay signos que indiquen en el mundo un viraje capaz de
detenerlo.
Antes no se hablaba de desarrollo sino de progreso. Sobre este punto quiero decirles
unas palabras.
Según los estudiosos, la idea de progreso es moderna. Sidney Pollard dice que “la
mayoría de los griegos se inclinaban por una teoría cíclica de la historia… Situaciones
semejantes se repetían indefinidamente. Otros pensaban en términos de una caída de
la gracia, o de movimientos sin ninguna finalidad” (3). La idea de evolución y progreso
no encuentra apoyo en la antigüedad. “La experiencia no favorecía la creencia en un
movimiento ascensional y la mitología más bien sugería un descenso de la dorada
edad heroica” (4).
A. Mazzeo es rotundo: “Antes del siglo XVII la humanidad no conocía la noción de
progreso continuo, sin límite, en ascenso lineal desde un estado inferior” (5). “Hasta
los renacentistas, que representan un vuelco, sólo expresaban la esperanza de que
rivalizarían con la antigüedad clásica en brillantez, saber y gloria” (6).
R. Dodds es más cauto. Matiza más sus afirmaciones y su estudio se refiere sólo a
Grecia y a Roma. Dice que sólo en el siglo V y durante un período limitado la idea de
progreso penetró en el sector educado de la población. Después de ese siglo las
principales escuelas filosóficas le fueron hostiles o restrictivas. En todos los períodos,
las manifestaciones sobre esta idea se refieren al progreso científico. La tensión entre
creencia en un retroceso moral está presente en muchos autores antiguos, y
agudamente en Platón, Posidonio, Lucrecio y Séneca (7).
La idea de progreso logra su apogeo en el siglo XIX. Nadie la expresa mejor en esa
época que William Godwin un optimista a toda prueba:
“el hombre es perfectible, o en otras palabras, susceptible de perpetuo
mejoramiento… estamos avanzando hacia una situación en la cual la verdad será
demasiado conocida para uno equivocarse, y la justicia demasiado habitual para
contrarrestarla voluntariamente” (8).
Esto fue escrito mucho antes de las dos últimas guerras mundiales, los campos de
concentración, la bomba de hidrógeno, la “sólo mata gente”, el peligro ecológico. En
la fantasía de que el hombre es indefinidamente mejorable, la idea de progreso llega a
su punto más alto, alcanza alturas celestiales. La sombra queda disuelta en el
espejismo.
El entusiasmo ilimitado de Godwin procedía de su fe en el poder del intelecto –no
pensaba infortunadamente– en el intelletto d’amore. El único obstáculo ante el
progreso era el inadecuado dominio de la razón. Mientras más sepamos, más morales
seremos y más capaces de crear con certeza matemática las precondiciones de
nuestra felicidad. Sólo se requiere la mejora de la facultad de razonar, la “reasoning
faculty” para hacer al hombre virtuoso y feliz.
Seamos sinceros: Godwin tiene todavía continuadores tan fervientes como
inexcusables. Si en aquél había candor, éstos bordean la estulticia. Aunque la idea de
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progreso sea moderna, ellos no pertenecen a nuestra época, no son nuestros
contemporáneos. La nota que distingue a nuestro tiempo es un inquirir radical que ha
hecho de esa idea uno de sus blancos, abriendo así, negativamente, una vía que
pudiera conducir a una vida diferente, de ritmo más natural, en la que sea mayor la
gravitación del presente. Siento que ya es hora de que los hombres para quienes la
cultura es cosa vital, no barniz, digan su rechazo, su gran rifiuto, al progreso que
padecemos, salvándolo y salvándonos de la autodestrucción.
Hoy la palabra mágica que usamos es desarrollo. La civilización tecnológica moderna
señorea el mundo. Se ha extendido por todos los rincones del planeta. Avasalla como
un destino todos los países y seríamos hipócritas si nos diéramos a condenarla
enteramente al paso que utilizamos sus logros. Señalamos sus calamidades a fin de
propiciar la reflexión.
La ciencia y la técnica son indispensables, y bien gobernadas, su reverso negativo, que
parece difícil de evitar, mermaría considerablemente; pero no pueden encarar el
problema humano que en mi sentir es esencialmente psíquico.
He tratado de señalar, a grandes rasgos, algunos aspectos de la civilización a la que
pertenecemos, la civilización que América Latina ha adoptado acríticamente; aunque
en un tiempo se creyó que nuestro Continente podría darle otra fisonomía más
humana, y se escribieron páginas vehementes que nos asignaban a los hombres de
estas tierras el oficio enorme de custodios del alma. ¿No ha ocurrido aquí más bien lo
contrario? Muchos de los males de esta civilización se han acentuado, y debilitado
muchos de sus bienes. Sus efectos están a la vista. Ha sido muy implacable con el
medio ambiente, indefenso entre nosotros frente a la barbarie de una técnica
desbocada, más voraz; al servicio de gobiernos presuntuosos, imitativos, apresurados,
sin sentido de preservación, o de empresarios y comerciantes cuyas tropelías caen en
el campo del delito, una técnica literalmente en manos de malhechores. Ha sido más
desconsiderada también con el ser humano, que en los países industrializados, donde
goza de un trato digno. Con su aceleración despiadada ha quebrantado el vivir de un
Continente que no ha sabido modularla ajustándola a su propio andar, a los dictados
de su psique. Es ésta la que ha tenido que ponerse al compás de ese desarrollo, y
todavía no conocemos la magnitud de los estragos que le ha causado, pues sólo
podemos ver algunos de ellos. El cambio constante, obsesivo, febril es psíquicamente
inasimilable. El alma necesita un tempo exterior, necesita que el mundo no se mueva
aceleradamente, con la velocidad que esta civilización le impone. Cuántas veces no
vamos a un lugar y no está o ya es otro; el de nuestro querer, ya sólo existía en el
recuerdo. Nuestra memoria ha sido arrasada. También las tradiciones, la música, la
artesanía de nuestros pueblos se extinguen. Pronto serán material de museo. El
desarrollo industrial no conoce sentimientos.
Cultura implica conservación, cuido amoroso, guarda del legado que la humanidad va
pasándose; no es así este desarrollo. ¿Serán conciliables ambos términos? Habría que
exigirle tal vuelco al mundo que planteárselo hoy es ingresar en la utopía.
Esta civilización –y el hombre que ella produce– ha tenido críticos implacables: casi
todos los escritores de este siglo. Ellos han hecho una crítica a fondo, la crítica de la
vida, como decía Mathew Arnold; crítica que está presente en la obra de los autores
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que mejor expresan nuestra época, en Mann, en Lawrence, en Huxley, en Camus, en
Miller, en todos los escritores que han creado el espíritu de este siglo, y quisiera
preguntar, ya que están aquí varios conocedores de la literatura latinoamericana, si en
ella hay una actitud de crítica radical semejante a la de estos autores. Mi exposición
quería desembocar en esta pregunta pues tengo la impresión, no sé si equivocada, de
que nuestra literatura tiende a quedarse en los confines del problema social, problema
válido pero sumamente limitado, o se complace en un virtuosismo técnico, sin sangre,
en juegos con el lenguaje, como si tras ellos estuvieran esperándonos inauditas
revelaciones, en un experimentalismo que a veces parecería tener como única
finalidad demostrarnos que el autor es inteligente, lo que me parece muy juvenil; o se
adorna con un latinoamericanismo un tanto deliberado que muchas veces se convierte
en un obstáculo para ver al hombre sin más, y cuidado si también en velo que nos
impide vernos aun a nosotros mismos como latinoamericanos. Tal vez estas
limitaciones no la dejan llegar hasta las raíces de la vida, adentrarse en la crisis del
mundo moderno que ya es también nuestro mundo.
Parecería que estoy contestando mi pregunta; pero créanme no es así. Trato de llevar
a ustedes unas cuantas impresiones mías susceptibles de enmienda. Tómenlas como
una invitación.
♦
1. L’Express. Conversaciones sobre la nueva cultura. Editorial Kairos, Barcelona, 1973. p.265.
2. Eugen Bohler. El futuro problema del hombre moderno. Alianza Editorial. Madrid, 1967. Pp. 153-164
3. Sidney Pollard. The Idea of Progress. Penguin Books, 1971. P. 16.
4. P.18.
5. Citado por Sidney Pollard. p. 20.
6. Citado por Sidney Pollard. p. 21.
7. R. Dodds. The Ancient Concept of Progress. Oxford, 1974.
8. Citado por Sidney Pollard
blog sobre aspectos sociales, políticos y educativos de America Latina y el Caribe
jueves, 21 de enero de 2016
EL DECRETO DE EMERGENCIA OBVIA LOS PROBLEMAS DE LA ECONOMIA.
Efraín Velásquez: “El decreto de emergencia obvia los
problemas de la economía”; por Víctor Salmerón
Por Víctor Salmerón | 18 de enero, 2016
De pronto el discurso del gobierno acepta que el país sufre
una crisis profunda y emite un decreto de emergencia económica aderezado por el
directorio del Banco Central de Venezuela, que tras un año de atraso, difunde cifras que registran
la magnitud de la ola que empobrece a la población: la mayor inflación desde
1950 acompaña a una recesión donde la producción cae por un tobogán que
aparenta no tener fin.
El pasado 13 de enero, dos días antes de que el decreto de
emergencia permitiera vislumbrar cómo el gabinete económico pretende contener
el incesante incremento de los precios, la metástasis de la escasez y la
recesión, el Consejo de Economía Nacional emitió un comunicado planteando
acciones urgentes para detener el deterioro.
Efraín Velásquez, presidente del Consejo, Ph.D en Economía
en Northwestern University, analiza los diferentes aspectos de la propuesta, el
impacto que puede tener el decreto de emergencia y la gravedad de esta crisis
que, todo indica, al menos se prolongará por lo que resta de 2016.
En comunicado que emitió el Consejo de Economía Nacional
indica: “Para aumentar la oferta interna de bienes y servicios, se hace
indispensable la mejoría en la asignación de divisas para el financiamiento de
importaciones. Ello implica un nivel de reservas internacionales líquidas
acorde con las necesidades del ambiente económico”. ¿Cómo aumentar las reservas
en efectivo cuando existe un elevado riesgo país que obliga a pagar una
altísima tasa de interés para obtener financiamiento, el declive de los precios
del petróleo, un gobierno que no ahorró durante los altos precios del barril y
unas barras de oro depositadas en el BCV que representan más de dos tercios de
las reservas?Las reservas líquidas cerraron el año pasado en 1.500 millones de
dólares y actualmente están en tan solo 800 millones. Es fundamental establecer
una estrategia para incrementarlas porque es la única manera como Venezuela
puede mantener la actividad económica en un ambiente de relativa estabilidad y
hacer que el impacto sobre el bienestar de los ciudadanos no sea tan
importante.
Eso implica endeudamiento, acudir a organismos
multilaterales, créditos de exportación y cualquier otro mecanismo que sea
posible y apoye esa estrategia. Venezuela no ha hecho el mejor trabajo en
cuanto a la presencia en los mercados internacionales. La última emisión que
hizo fue en 2008 y los mercados no tienen información oficial, lo cual hace que
ese proceso de endeudamiento en sus comienzos sea lento.
El camino más expedito es cambiar parte del oro a efectivo o
utilizarlo como garantía para obtener financiamiento. ¿Esto no incrementaría el
nerviosismo del mercado que interpretaría que el gobierno está terminando de
raspar la olla?Lo más importante es comprender que es fundamental que las
autoridades presenten una visión de futuro que genere confianza, una estrategia
formal, técnica, consistente para enfrentar un escenario mundial caracterizado
por un descenso relevante en el precio de las materias primas y de los mercados
financieros. En la medida en que la estrategia sea consistente los efectos de
la percepción internacional serán menos importantes.
¿En esta circunstancia qué implica un plan que permita
obtener financiamiento en el mercado internacional en mejores condiciones?El
tema central es adoptar una política fiscal prudente, reducir el déficit
doméstico. Eso tendría que venir acompañado con un comportamiento del Banco
Central donde los agregados monetarios mantengan una dinámica consistente con
esta estrategia, algo que adicionalmente llevaría a tasas de interés un poco
más altas. Esto haría que la dinámica inflacionaria pierda fuerza y que la
volatilidad del mercado cambiario se reduzca.
En ese contexto, con un plan creíble para la comunidad
nacional e internacional, las posibilidades de obtener financiamiento externo
son más amplias. Debemos tener presente que los mercados, en términos
generales, se mueven por las percepciones.
¿No es posible esperar un mayor financiamiento por parte de
China?Las autoridades han estado viendo el tema del financiamiento externo
atado a acciones específicas y mirando a China como el prestamista de última
instancia, algo que no ha sucedido y creo que los chinos no se ven en el rol de
otorgar financiamiento para el fortalecimiento de las reservas internacionales.
Cuando habla de organismos multilaterales, ¿plantea acudir
al Fondo Monetario Internacional?Dentro de los organismos multilaterales, el
FMI aparece como el prestamista real de última instancia. Cuando existen
brechas de financiamiento tan importantes esa es la última variable que vas a
tener que considerar y tomar en cuenta de manera seria.
¿Cuántos dólares necesita Venezuela para cubrir el déficit
de divisas?Con el precio de la cesta petrolera venezolana en un promedio de 45
dólares el barril este año, que hoy luce un precio alto pero hay que considerar
que lo que se espera es que el barril se recupere en el segundo semestre,
estamos hablando de 23 mil millones de dólares.
Y si el precio sigue igual los vuelve a necesitar nuevamente
en 2017. Es decir, estamos en un punto donde el tema del financiamiento es
estructural y hay que evaluar si el
diseño de la estrategia económica va acorde con esa realidad.
¿El gobierno no podría plantearse un recorte aún más
profundo de las importaciones, la venta de activos como Citgo y no pagar la
deuda externa por la que hay que cancelar 9.500 millones de dólares este
año?Hay diferentes mecanismos para enfrentar este escenario y eso determina los
impactos económicos y sociales. Venezuela tiene una estructura económica donde
las materias primas importadas representan 28% dentro de la estructura de
costos del sector industrial. Eso implica que si reduces más las importaciones,
incluyendo las materias primas, la oferta será menor y como la política fiscal
sigue siendo expansiva se profundizará el desbalance respecto a la demanda y
por ende la inflación sería mayor y el desabastecimiento más recurrente.
¿Es posible vender Citgo para enfrentar esta brecha
financiera? La respuesta es sí, pero es un activo que se puede utilizar una
sola vez. El default es otra opción, pero que cierra el financiamiento para el
próximo año. Entonces, no se trata de tomar decisiones que van cerrando las
opciones, sino definir un plan que nos haga viable el bienestar a futuro.
L1008089
Efraín Velásquez, fotografiado por Andrés Kerese.
El gobierno emitió un decreto de emergencia económica que
será discutido por la Asamblea Nacional para su aprobación. El decreto, en
resumen, implica evadir el control presupuestario por parte de la Asamblea, le
otorga al Ejecutivo la facultad de intervenir empresas, activos y propiedad
privada a fin de garantizar el abastecimiento de productos básicos y, además,
otorgaría al gobierno el poder de restringir las operaciones en bolívares. ¿Qué
opina de esta visión?La visión que expresa ese decreto no aborda los problemas
fundamentales de la economía venezolana. Es un decreto que se refiere a temas
internos y el tema fundamental para incrementar la oferta es el financiamiento
externo. Tampoco enfrenta la necesidad de una reducción progresiva del déficit
fiscal. Como ninguna de estas dos cosas está explícitamente enfrentada en el
decreto, las características generales del ambiente económico, signado por
recesión, alta inflación y problemas de abastecimiento, se mantendrían. Este
decreto no enfrenta los problemas de la economía.
El 30 de diciembre, el presidente Nicolás Maduro promulgó la
Ley del Régimen Cambiario donde se indica que el Cencoex no autorizará divisas
“para satisfacer una prestación ya extinguida” salvo que se trate de casos que
el mismo Cencoex considere de “interés nacional”. Esto apunta a que no habrá
dólares para que el sector privado pague la deuda que tiene con proveedores en
el exterior y que en el caso de la industria de alimentos, por ejemplo, es de
1.500 millones. ¿Esto no va a agravar los problemas de oferta?Los problemas de
oferta están atados a esta deuda. Actualmente, las importaciones de materias
primas son prepagadas. Una de las cosas fundamentales de la estrategia de
financiamiento externo es que hay que buscar una solución para las deudas
acumuladas con proveedores internacionales porque es una de las maneras de
mejorar la oferta interna, disminuir la inflación y disminuir el
desabastecimiento.
¿Para un nuevo ministro de finanzas cuál es la única manera
de resolver esto en un escenario de reservas internacionales y flujo de
exportaciones petroleras limitadas? Emitiendo deuda.
El comunicado del Consejo señala: “Para reducir del
desbalance entre la oferta y la demanda de bienes y servicios, se requiere
disminuir el estímulo de demanda que genera el gasto público interno financiado
a través del Banco Central”. Es decir prohibir que el BCV siga fabricando
billetes para que el gobierno gaste. De acuerdo con la visión de algunos
economistas el gobierno puede prescindir del BCV si devalúa porque obtendría
más bolívares por cada dólar. ¿Basta esta medida para acabar con la presión
inflacionaria?Al evaluar el tema fiscal hay que abordar el financiamiento, pero
lo fundamental es el nivel de gasto del gobierno que aumentó desde 24% del PIB
en los años 90 a 33% del PIB en la primera década de los años 2000 y a un
promedio de 45% en la década actual.
Esto se traduce en que la magnitud del gasto público es tal
que la economía no puede soportarlo. Cuando hablamos de gasto público hablamos
de demanda, entonces tenemos a una población con bolívares en el bolsillo que
sale a comprar cosas que no encuentra porque la oferta no crece en un entorno,
donde por ejemplo, no le asignan suficientes dólares a las empresas para la
adquisición de materia prima. Cuando la demanda crece más rápido que la oferta
el propio dinamismo del sistema económico trata de resolver ese desbalance a
través de la inflación, que es la manera en que disminuye la capacidad de
compra. Es un ajuste perverso.
Entonces, el tema de la devaluación elimina el
financiamiento monetario pero no elimina el impacto monetario que es el que
está determinando el crecimiento de la demanda, porque al devaluar el Banco
Central le va a dar los bolívares a Pdvsa como venta de exportaciones petroleras.
¿Y esto no sería menos inflacionario que el esquema actual
en el que el Banco Central crea bolívares para comprarle bonos a empresas
públicas, principalmente a Pdvsa?El tema de la devaluación genera más inflación
al principio y menos inflación después. Es mejor la devaluación que el
financiamiento, pero el punto fundamental es que la política fiscal es
expansiva.
¿De cuánto es la brecha actual entre los ingresos y el gasto
del gobierno en bolívares?En Venezuela el promedio era de 10% del PIB, en estas
circunstancias está por encima.
¿Su idea central es que más allá de devaluar o no el
problema fundamental es que el gasto del gobierno es muy elevado?El punto
central es que hay que establecer una coordinación entre la política fiscal y
monetaria. La política fiscal tiene que ser más restrictiva y la política
monetaria también.
La visión de miembros del gabinete económico es que
disminuir el gasto público en las actuales circunstancias aumentaría la
recesión y amplificaría los problemas.El análisis parcial dice que la actividad
económica va a caer por la reducción del gasto público, pero lo que hay que
considerar es que se pueden abrir espacios para que el sector privado compense
este descenso del gasto. Toda la estrategia económica de hoy pretende que el
gobierno haga todo, que el gobierno genera crecimiento, que el gobierno
resuelve todos los problemas.
¿En el escenario actual el gasto desbordado del gobierno
sólo aumenta el malestar de la economía?Así es, lo que está ocurriendo es que
estamos en un escenario donde la política fiscal, el gasto del gobierno, ya no
genera crecimiento, únicamente produce más inflación y más desabastecimiento.
El comunicado del Consejo indica que es necesario ir hacia
una estrategia que contemple un “esquema de incentivos para la participación
privada en el proceso de crecimiento económico”. ¿Eso no implica desmontar el
control de cambio, el control de precios, crear unas instituciones confiables…
En fin, unas tareas que lucen muy alejadas de lo que se plantea el gobierno de Nicolás
Maduro?Eso es lo que la sociedad debería estar pensando. Esos son los temas que
no solo Venezuela sino cualquier país que trate de definir una estrategia
económica que redunde en bienestar de sus ciudadanos tiene que tomar en cuenta.
El centro de la estabilidad macroeconómica depende del diseño de la política
económica pero la sostenibilidad del crecimiento y el bienestar provienen de la
inversión privada y para que haya una participación más activa del sector
privado hay que crear las condiciones.
En materia cambiaria el ministro Jesús Faría ha dicho que
hay que ir a una simplificación. Me imagino que se trata de solo tener un tipo
de cambio oficial pero mantener el control de cambio; de hecho, el Presidente
hizo una reforma a la Ley de Ilícitos Cambiarios que aumenta las penas para
quienes fijen precio de acuerdo al dólar paralelo. ¿Cuál sería el resultado de
aplicar este esquema en caso de que se adopte?Lo fundamental en el tema
cambiario es resolver el problema del bajo nivel de las reservas internacionales
líquidas, a fin de que quienes soliciten divisas puedan obtenerlas. En el
escenario actual con liquidez de reservas muy limitadas puedes poner uno, dos o
tres tipos de cambio pero el sistema no va a tener liquidez para operar como
ocurrió con el Simadi.
Lo primero es establecer una estrategia de financiamiento
externo que le de liquidez a las reservas internacionales, luego considerar el
tema fiscal, la reducción del déficit doméstico de manera importante y
coordinar eso con la política monetaria del Banco Central. Una vez que esto
esté resuelto podríamos hablar de una nueva estructura del sistema cambiario
que sea estable y redunde en beneficio del sistema económico.
¿Cuál es su propuesta en cuanto a cuál debe ser la
estructura del sistema cambiario?La estructura depende del horizonte de tiempo
del que estemos hablando. A largo plazo el objetivo tendría que ser un sistema
de cambio único flotante con intervención del Banco Central. En el corto plazo
creo que deberíamos ir a un sistema dual, con un tipo de cambio oficial y un
tipo de cambio libre administrado por el Banco Central.
Pasar de una sola vez a la eliminación del control de cambio
es lo que hicimos en 1989, hoy los impactos económicos y sociales serían muy
importantes. Por eso me inclinaría por un proceso gradual. No obstante, hay que
tener presente que cuando se entra en procesos graduales los grupos de interés
pueden bloquear algunas de las decisiones y hacer que la gradualidad se haga
muy lenta. Para evitar eso habría que estar preparado.
La reforma a la Ley del BCV allanó el camino para que el
Banco Central financie al Gobierno. Esto cuadra con la idea del ministro Luis
Salas de que la emisión de dinero es una causa menor en la inflación a la cual
define como “una operación de transferencia de los ingresos y de la riqueza
social desde unos sectores de la población hacia otros por la vía del aumento
de los precios”. ¿Qué opina de esta visión?La experiencia histórica, lo que
hemos visto en Venezuela y está muy claro haciendo seguimiento mensual durante
2015, es que los agregados monetarios tiene impactos sobre la actividad
económica y sobre las variables de inflación y tipo de cambio. El motivo
fundamental por el cual estamos enfrentando serias dificultades es el desorden
fiscal y monetario que las autoridades han llevado adelante, sobre todo después
de 2010 cuando se hizo la reforma a la Ley del Banco Central que abrió las
puertas al financiamiento monetario. En 2010, el Consejo presentó una posición
pública anticipando lo que podría ocurrir y resultó muy cercana a lo que hemos
vivido.
Las estadísticas que publicó el Banco Central indican que en
el tercer trimestre de 2015 la inflación acumuló un salto de 39,9% versus 13,4%
en el mismo lapso de 2014. Colegas suyos hablan de que en 2016 el país puede
caer en una hiperinflación. ¿Está de acuerdo?La inflación se ha acelerado
porque el desbalance entre la oferta y la demanda es mayor. En cuanto a la
hiperinflación, ¿es posible que eso ocurra en una economía? La respuesta es sí.
¿Es posible que eso ocurra en Venezuela en 2016? Mi respuesta es no.
El comunicado del Consejo también habla de Política
Petrolera. Dice que es necesaria la “apertura de espacios para la inversión
petrolera nacional e internacional. Ello iniciará el proceso de crecimiento económico
sostenible debido a sus relevantes relaciones intersectoriales”. ¿Actualmente
no hay espacios?El sector con mayores relaciones intersectoriales es el
petrolero, cuando se invierte un dólar en petróleo se convierte en casi dos
dólares en la economía, por ejemplo, la mitad de la construcción son las obras
civiles para el área petrolera, la industria metalmecánica está montada para
venderle a Pdvsa, comercio, manufactura, todo se relaciona al sector petrolero.
Entonces es una herramienta clave para el crecimiento.
Las empresas petroleras están esperando que se abran
oportunidades de inversión, no es un tema de reformas legales. Otro aspecto es
que un anuncio de una nueva visión petrolera cambiaría la percepción, se
crearía un ambiente de negocios positivo y esto impacta en el corto plazo.
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