domingo, 17 de febrero de 2019

PODRÁ EL PUEBLO VENEZOLANO EMANCIPARSE.

   
                      PODRÁ EL PUEBLO VENEZOLANO EMANCIPARSE


.       La revolución totalitaria venezolana se encuentra sin pueblo ( pues el caudillo murió), su sostenimiento depende de los cañones de unas fuerzas armadas moralmente cuestionadas, del apoyo relativo y a veces ambiguos de Rusia, China, Turquía, Nicaragua, Bolivia y Cuba,  también de los errores que pueda cometer los restauradores de la democracia liberal ( y neo liberal) quienes en estos momentos poseen una capacidad de movilización popular muy significativa. También el poder de los totalitarios depende de como las masas venezolanas asimilan las condiciones materiales miserables en las cuales se encuentran y de como estas masas asumen las propuestas de los restauradores en las distintas salidas a la crisis, sobre todo la salida de la intervención militar extranjera para deponer al gobierno totalitario e imponer a los restauradores en el poder.

   En tanto los restauradores de la democracia liberal tienen a su favor la desesperación y la angustia que consumen a las masas al ver que cada día que pasa se hacen mas miserables, por lo tanto a estas alturas lo mas importante para ellas es salir del Sr Maduro como causante de la miseria y pobreza que los consume. Los restauradores han logrado construir un apoyo internacional encabezado por los Estados Unidos sumamente importante el cual se traduce en una serie de presiones y sanciones políticas, diplomáticas y económicas que de alguna manera debilitan a los totalitarios.

   Por otro lado, el pueblo venezolano en términos generales, va encaminado directamente a vivir en carne propia el tercer saqueo, ( primero: 1958/1999; segundo: 2000-?) se imponga el totalitarismo o los restauradores el pueblo humilde, los vulnerables, los que nunca han salido de la pobreza en estos últimos 60 años, aquellos quienes nunca han disfrutado de los miles de millones de dolares que ha producido la renta petrolera seguirán en la misma situación, pues ambos sectores, totalitarios y restauradores, ( comunistas y neo liberales) solo representan a elites y oligarquías económicas que solo persiguen el poder para controlar al Estado y por esa via controlar la riqueza petrolera y mineras, es decir, el Estado como instrumento de acumulación de capital,( ver Plan Pais ) amen del desprecio que los restauradores le tienen a los pobres y mestizos , pues esta elite restauradora se cree con poderes especiales sobre los demás humanos, son supremacistas y los totalitarios solo usan a los pobres  como propaganda e instrumento para lograr sus objetivos saqueadores. Así transcurre el proceso politico y social venezolano el cual no garantiza para nada la emancipación material y espiritual del pueblo.


FREDDY PEREZ. El Palaciero, Lara/ Venezuela a los 17 días del mes de febrero de 2019.

LOS PROGRES Y LOS FACHOS

Fernando Mires – LOS PROGRES Y LOS FACHOS


Bildergebnis für dualidad

Progres y fachos, fachos y progres. No son por cierto categorías de tipo weberiano, provienen más bien del habla pública, de hilos comunicativos formados bajo el calor de la pasión política, allí donde la gente se nosotriza en contra de otros que los cuestionan en sus ideologías, en sus creencias, en sus modos de ser, en sus culturas, en sus identidades. Son palabras destinadas a estigmatizar al otro, a marcar diferencias, a constituir bajo la forma de un simple mote a un enemigo más imaginario que real. Se trata en fin de una relación de negatividad, destinada, como toda negatividad, a construir una afirmación de “un sí mismo”.
Denominaciones radicalmente excluyentes, sin duda. Pues para un facho un progre es todo quien no es facho y para un progre, facho todo quien no es progre. Pero a la vez -paradoja- ni progres ni  fachos se consideran a sí mismos como progres o fachos. Nadie dice yo soy progre o yo soy facho con el orgullo con que en el pasado derechistas e izquierdistas proclamaban a los cuatro vientos sus identidades políticas. La razón parece ser la siguiente: progres y fachos son categorías destinadas a ridiculizar al depositario del deseo de agresión gramatical que habita en cada una de nuestras bocas. Fachos y progres son una creación negativa del otro por el otro.
Las palabras progres y fachos tienen, como casi todas las palabras, dos orígenes. Uno etimológico que es el que menos importa y otro histórico, que sí importa demasiado.
De acuerdo a sus orígenes etimológicos, las palabras progres y fachos son derivados de las palabras progresistas y fascistas. Sin embargo, no todos los llamados progres son progresistas ni todos los llamados fachos, fascistas. Muchos progres adhieren a ideologías del pasado, propias a la era del capitalismo industrial –el marxismo- leninismo, por ejemplo - y en ese sentido no solo no son progresistas sino reaccionarios. A la inversa, muchos fachos no son reaccionarios sino progresistas. La mayoría de ellos se declaran amantes del progreso tecnológico y económico y para ello están dispuestos a sacrificar al medio ambiente (Trump) e incluso a comunidades indígenas (Bolsonaro).
Ahora, desde el punto de vista histórico, las denominaciones progres y fachos pueden ser consideradas sucedáneas de las de izquierda y derecha. Y aquí salta la pregunta: ¿por qué el habla popular se ha visto en la necesidad de inventar significantes alternativos a los de izquierda y derecha? La respuesta es obvia: solo se usan nuevos significantes cuando los vigentes ya no están en condiciones de cubrir el significado de lo que intentamos significar. Prueba semiótica de que los términos izquierda y derecha han ido perdiendo su transparencia. Sobre las razones de esa pérdida hay muchos escritos y no insistiremos aquí sobre el tema. Lo importante es que las palabras progre y facho no designan solamente a objetos políticos sino, además, culturales. No a enemigos de clase o a ideologías contrarias, sino a dos modos de concebir y vivir el mundo. De ahí que ambos términos no pueden ser definidos de un modo objetivo sino a partir del mundo subjetivo de los progres y de los fachos. ¿Qué es un progre para un facho y que es un facho para un progre? Esa es la pregunta.
Progre para un facho tiene un significado polisémico. En su sentido originario sirvió para calificar a los que mantienen posiciones de la antigua izquierda y por lo mismo están dispuestos a rendir pleitesía a dictaduras militares como la cubana, la nicaragüense y la venezolana. Pero después el término ha sido extendido hasta llegar a designar a quienes forman parte o simpatizan con movimientos sociales como los feministas, los ambientalistas y los pacifistas. Para los fachos de hoy los progres forman un arco que va desde Kim Jong Un, pasando por Maduro, hasta llegar nada menos que a Merkel, Macron u Obama, estos últimos, representantes del “pensamiento correcto” (así lo llaman progres y fachos). Un facho, en consecuencia, puede ser perfectamente reconocible por la mega-dimensión e indiferenciación de sus antagonismos.
Lo mismo sucede con los progres. En un comienzo el término facho fue usado por ellos solo para calificar a personas que rinden culto a siniestras dictaduras militares a la Pinochet o a la Videla o a aquellos que ven en cada reforma social una amenaza comunista. El término ha cobrado vigencia después del aparecimiento de los macro y micro nacionalismos europeos en los cuales conviven fachos con fascistas de tomo y lomo. No obstante, el término ha sido extendido aún más por los progres y hoy les sirve para calificar a todo aquel que no vea en los EE UU un imperio asesino, a todos quienes no estamos de acuerdo con los excesos del me too, o a todos quienes nos oponemos a cualquier fundamentalismo ideológico o religioso.
Puede pensarse entonces que los progres y los fachos son los dos extremos de la política. Geométricamente podría ser cierto. Sin embargo, al ser designados el uno por el otro y el otro por el uno, es inevitable que entre ambos tengan lugar entrecruces identitarios hasta el punto de que pueden llegar a confundirse en una simbiosis.¿Qué es un progre sin un facho o un facho sin un progre? La respuesta ha sido dada por los propios progres y fachos. La encontramos en Europa, en la indisoluble alianza contraída por ambos alrededor de la figura del autócrata Putin: el padre de todas las dictaduras del mundo. Pues para nadie es un misterio que Le Pen del FN, Gauland de AfD, Salvini de LN y Orban de FIDESZ, son aliados de Putin. Pero no menos aliados de Putin son Pablo Iglesias de Podemos, Mélenchon de Francia Insumisa y Tsipras de Syriza.
¿Qué ven los fachos en Putin? Sin lugar a dudas, el hombre fuerte y autoritario, el restaurador de costumbres patrióticas y viriles, el defensor de la familia, de la religión y el garante en contra de la odiada UE. ¿Y qué ven a su vez los progres en Putin? El anti-imperio, el hombre que se las planta a EEUU, el restaurador geográfico de la URSS con otro nombre, y (otra vez) el garante en contra de la odiada UE.
Del mismo modo un castrista y un pinochetista ayer, un bolsonarista y un madurista hoy, comparten similares valores políticos. Están dispuestos a transgredir los derechos humanos, son enemigos del debate público -y, luego, del parlamento- rechazan las vías electorales, asumiéndolas solo cuando pueden ganar, y buscan soluciones inmediatas, sin compromisos ni diálogos con “el enemigo”. Todo en nombre de una supremacía moral que nadie les ha otorgado. Solo así se explica por qué los progres son a veces tan fachos y los fachos son a veces tan progres. En verdad, para referirnos a ellos deberíamos inventar otras palabras: fapros o profas, por ejemplo.
No obstante, siempre y cuando no sean mayoría o por cualquier vía alcancen el poder, progres y fachos pueden jugar bajo determinadas condiciones un rol positivo. Ambos, visto así, representan en sus extremos a los enemigos de la por Karl Popper llamada “sociedad abierta”. Por lo mismo, ambos nos alertan que en momentos políticos como los que atravesamos, a quienes no somos ni progres ni fachos no nos está permitido bajar la guardia ni dormir sin mantener un ojo abierto.
La lucha por la democracia está plagada de peligros y hay veces -pienso inevitablemente en la Venezuela de Maduro- en las que los demócratas deben combatir contra dos frentes a la vez: los progres que ven en el dictador y su camarilla un baluarte en contra del imperialismo y los fachos que buscan cualquiera salida bajo la condición de que no sea política.
¡Progres y fachos del mundo, unidos seréis siempre vencidos!

CON MADURO LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA SE ESTÁ SUICIDANDO

Loris Zanatta – CON MADURO LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA SE ESTÁ SUICIDANDO




BOLONIA.- Si la "izquierda" está con los Maduro, que no se queje de que la "derecha" se incline hacia los Bolsonaro y la gente los vote en masa. Los únicos que deberíamos quejarnos somos nosotros: los que no amamos ni a los unos ni a los otros y no creemos que haya Dios o "pueblo" por encima de todo; los que miramos a la realidad más que a los deseos, a los hechos más que a las palabras y a la razón más que a la fe; los que no nos casamos con un partido de por vida, no le debemos nuestra felicidad a un redentor, no abrazamos una ideología como una religión, no llevamos puesta la camiseta de un líder ni vamos a la cancha a hinchar por él. Y si vamos, no cubrimos de insultos al árbitro porque cobra faltas a nuestro equipo: nunca aceptaríamos ganar jugando en una cancha inclinada, como lo ha estado haciendo el chavismo durante veinte años, antes de cerrar la cancha, porque ni siquiera así lograba ya ganar.
Liberté, egalité, fraternité: ¿cuál de estos nobles principios el régimen chavista no ha pisoteado, humillado, prostituido? Miseria, violencia, muerte, tortura, éxodo, corrupción, narcotráfico: ¿qué más necesitan para quitarse la venda de los ojos? ¿No entienden que al quedarse sobre ese carro llevarán al barranco hasta las buenas intenciones y los mejores ideales? ¿Que vacunarán contra ellos a quién sabe cuántos en el mundo? Recobren el juicio; tómense un antídoto contra el hechizo; salgan de la resaca de la borrachera ideológica; maten al zombi que ha tomado posesión de su cuerpo y de su mente.
Oí evocar a Girón, a Vietnam, a La Moneda. La historia es un supermercado: cada uno le saca lo que le sirve. Cuánta excitación con solo escuchar el nombre de Estados Unidos; debe ser un complejo. Como el toro frente al paño rojo, pierden la luz de la razón, comienzan a perseguirlo bufando y babeando; con tal de cornearlo, pasarían por encima de madre e hijos. ¡Qué no darían por ser atacados, qué no harían para ser invadidos y actuar de víctimas sobre la piel de su propio pueblo! Lo peor es que en la Casa Blanca circula tanta locura que le podrían dar el gusto. No les importa lo que es mejor para los venezolanos, no intentan ponerse en su lugar, no tienen sensibilidad para su destino: los pobres y los perseguidos son tales solo si profesan su fe; los derechos son humanos solo si son de su equipo.
No hacen caso a que, junto con Estados Unidos, docenas de gobiernos de diferentes colores se han expresado del mismo modo; que hay una manera muy simple de eliminar toda "injerencia" y ahuyentar a los fantasmas violentos: celebrar elecciones regulares, permitir la ayuda humanitaria, respetar los derechos humanos, plegarse a la democracia dejando de pisotearla. La solución más obvia no les viene a la mente.
El "perfecto idiota latinoamericano" es un genio, en comparación. Vayan a YouTube, hagan clic en cualquier video de Maduro: ¿no sienten el rubor subir a las mejillas? ¿A quién recuerda más: a Ricardo Lagos o a Benito Mussolini?; ¿a Felipe González o a Francisco Franco? Esa retórica vacía, esos rituales barrocos, esos gestos pomposos, esos lemas anticuados y gastados, esa mala fe incontenible mezclada con hipócrita paternalismo hacia "los pobres", carne de cañón sobre los que fabrican sus imperios.
La estética de la "izquierda" populista latinoamericana no ha dejado nunca de ser falangista; el lenguaje de sus líderes es una muestra del fascismo "eterno", diría Umberto Eco: machismo, vitalismo, maniqueísmo, arrogancia, fanfarronadas, teatralidad. La antecámara de la ineptitud. ¡Cuánta ineptitud en Venezuela! Será que al fin y al cabo son liturgias religiosas adaptadas a la era secular; evocan un mundo antiguo: pecado, culpa, sacrificio, confesión, conversión, martirio, sangre, muerte, resurrección. Los caudillos revolucionarios latinoamericanos son españoles viejos, de un tipo que España ha dejado de producir hace mucho tiempo. ¿La "izquierda" quiere hundirse con la bandera del antiguo imperio español entre las manos? Además, ¿invocando a Bolívar? Como quiera: una carcajada la enterrará.
Cuando escuché tildar de "golpe" la proclamación de Guaidó, mi memoria voló al viejo Fidel Castro: le encantaba recordar a un antiguo jurista español; jesuita, por supuesto. Interpretado a su manera, claro, decía más o menos esto: la insurrección justa se hace en nombre del bien y se llama revolución; la insurrección injusta se hace en nombre del mal y se llama golpe de Estado. ¿Quién establecía qué era el bien y qué el mal? Dios, o sea él. Así ven el mundo ciertas personas: en blanco y negro. Pero si es así, lo que llamaron "golpe" es una revolución extraordinaria. Una revolución con mucho pueblo. ¿Cómo llamar al río humano que se volcó a las calles en todos los rincones de Venezuela? Ese pueblo no pide por Trump ni por Bolsonaro: quiere deshacerse de Maduro y su camarilla, volver a vivir y respirar. Lo haría en las urnas si le dieran la oportunidad; si lo hace en la plaza, es porque las bayonetas vigilan las urnas que el régimen manipula. "Revolución" y "pueblo": en Venezuela la "izquierda" logró quedarse huérfana de ambos. ¡Qué torpeza!
Con Venezuela, la "izquierda" latinoamericana se está suicidando. Tocó el fondo y continúa cavando. Quién sabe si a fuerza de hacerlo no acabe por encontrar la luz y descubrir las razones que, hace mucho tiempo, indujeron a la izquierda reformista europea a liberarse de los demonios maximalistas y las utopías redentoras; a medirse con el mundo tal como es y no como debería ser de acuerdo con sus biblias. Me gusta verlo así, pensar que, ciertos traumas duelen al salir a la luz, pero ayudan a crecer. Quién sabe si Maduro no cumplirá al menos esa función, que daría sentido a su paso -aparentemente sin sentido- por la historia: la de archivar con sus fechorías la oscura historia de la izquierda antiliberal en América Latina y favorecer la germinación de la izquierda liberal: hija del humanismo, no de la Inquisición; sobrina de Erasmo, no de Torquemada. Una izquierda tolerante y racional, pluralista y reformista. Nos liberaría de un solo golpe de los Maduro y de los Bolsonaro.
Loris Zanatta - Profesor de Historia, Universidad de Bolonia