sábado, 12 de julio de 2014

MOVILIZACIÓN DE BASE Y GESTIÓN MUNICIPAL

Movilización de base y gestión municipal

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participacion-ciudadanaPor: José Gregorio Delgado / Jueves, 26 de junio de 2014
Un marco legal con historia
Explicar la importancia de la organización ciudadana como un factor necesario en las comunidades para el desarrollo de una propuesta de gobernabilidad democrática encuentra entre nosotros un interés histórico, jurídico y político de primer orden, se avanza en argumentos que favorecen la idea de generar promotores del desarrollo local y de la participación ciudadana.
En este recorrido un 15 de junio de 1989, hace veinticinco años, se publica en la Gaceta Oficial la Ley Orgánica de Régimen Municipal y se inicia el proceso de discusión para la modificación de su Reglamento Parcial con el propósito de establecer las bases organizativas e institucionales de la participación de la comunidad en la gestión municipal, así entre profesionales y líderes sociales se llega al convencimiento de la necesidad de la educación ciudadana para fortalecer la participación vecinal en los gobiernos locales.
Desde nuestra perspectiva profesional el componente jurídico marca los contenidos de una materia que se aprecia como de gran utilidad en el desarrollo del diplomado de Gobernabilidad y Gerencia Política, ya transformado en programa, nos permite desarrollar los antecedentes de la participación vecinal y la gestión de las municipalidades en la Venezuela contemporánea, de allí la referencia a los elementos que tenemos a mano para evaluar los resultados de una gestión municipal participativa, tomando en cuenta las pautas legales y constitucionales, que a partir de 1999, se transformarían en el marco normativo del Poder Público Municipal en correspondencia con los elementos de la institucionalidad local democrática con aspectos representativos y participativos.
En el desarrollo de la democracia que se instala a partir de 1958 en Venezuela perfectamente se distinguen los aspectos propios de una democracia representativa de partidos políticos y las propuestas para establecer el modelo de la democracia participativa de ciudadanos y organizaciones, en el contexto de una complementariedad necesaria para transitar exitosamente de la participación de la comunidad a  la participación protagónica en la gestión local, siguiendo el enunciado de las leyes sobre la materia, donde los vecinos organizados interactúan con las autoridades locales en la búsqueda de objetivos comunes como la promoción y la institucionalización de la participación y el desarrollo local.
Dos modelos en pleno desarrollo
El modelo Municipalista participativo se identifica históricamente en el reconocimiento social e institucional de la existencia de un movimiento vecinal reivindicativo y propositivo de las reformas municipales y electorales que se desarrollaron en nuestros país desde 1979 a 1999, igualmente, encuentra su fundamento jurídico en los contenidos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 y ratificados en el referendo constitucional del 2 de diciembre de 2007, que apoyó el no a la Reforma Constitucional, sin olvidar por supuesto, el desarrollo legislativo de la Ley de los Consejos Locales de 2002, la Ley Orgánica del Poder Público Municipal de 2005, con sucesivas reformas, sin alterar los componentes participativos de sus contenidos.
En paralelo se ha promovido el establecer un modelo comunal que se presenta con una característica de participación ciudadana o popular a partir de la propuesta de los consejos del poder popular. En el contexto de la propuesta de la Explosión del Poder Comunal, en el marco de los denominados “cinco motores”, junto a la propuesta de la Reforma Constitucional del 2007. Desarrollado en distintas leyes nacionales como la Ley Orgánica de los Consejos Comunales de 2009 y decretos con rango, valor y fuerza de leyes, en el marco de las leyes habilitantes entre el 2007 y 2012 o en las denominadas “Leyes del Poder Popular” de 2010.
Una democracia con pluralidad organizativa
Estos contenidos participativos, asociados a la gobernabilidad democrática, expresan el reconocimiento normativo de una realidad en la experiencia democrática venezolana, en el período 1958 – 2013, donde los partidos juegan un papel importante, pero, no son los únicos sujetos organizados que expresan la voluntad popular, de allí se desprende la existencia de las denominadas comunidades organizadas, a partir de diversos intereses y demandas sociales que llegan en primera instancia a las autoridades municipales, es el pueblo organizado que en democracia recorre el lento proceso de reconocerse y ser reconocido como sujeto político, que actúa conforme a las normas asociativas y participativas que se derivan de la Constitución y las leyes, para dar forma a la institucionalidad democrática y establecer relaciones constructivas entre el Estado y la Sociedad, desde el espacio territorial de los municipios.
Con esta panorámica damos forma y contenido a la materia de la movilización de bases, una forma de movilización social que se sustenta en las organizaciones sociales o comunitarias que presentan sus propuestas y demandas desde las necesidades y las oportunidades reconocidas en las diferentes comunidades y experimentan la participación ciudadana, popular y comunitaria en la base de la pirámide organizativa de la sociedad democrática, donde se promueven los denominados “cuerpos intermedios” entre los vecinos-ciudadanos y los municipios, como entidades locales de la organización nacional que representan al Estado.
Estamos en presencia de una forma de movilización colectiva que se expresa en procesos y proyectos locales, donde se reconocen los promotores sociales e institucionales relacionados como agentes de la participación ciudadana y el desarrollo local, y que interactúan dentro de los términos territoriales de los municipios y las parroquias, como entidades locales que se organizan y deciden con criterios participativos desde la ciudadanía y las comunidades locales para lograr un desarrollo integral de cada comunidad municipal.
En esta movilización de bases se interrelacionan diversos sujetos políticos y sociales para ejercitan una diversidad de medios de participación que le permiten dar contenidos locales a cuatro procesos de carácter constitucional, que se desarrollan desde la gestión local, que identificamos en la planificación, la descentralización, el desarrollo y la participación.
Es un modelo democrático integral que se sustenta en el reconocimiento de la diversidad de procesos y la pluralidad de actores, para dar vida a un sistema político complejo y abierto, que se fortalece desde la denominada democracia municipal, donde la participación se identifica como un principio organizativo del Poder Público Municipal y un derecho – deber de los vecinos ciudadanos, desarrollando un proceso sociopolítico que se caracteriza por el reconocimiento de las comunidades organizadas y los vecinos organizados que se expresan en organizaciones sociales plurales y diversas, que se pueden llegar a expresar como movimientos sociales o populares.
Participación activa, consciente y solidaria
En el contexto constitucional venezolano vigente las características de la participación se expresan como un modelo integral, hasta el punto que identificamos la existencia de la Constitución participativa, tomando en cuenta la existencia de 130 referencias directas o indirectas a la participación, en los 350 artículos que dan forma y contenido a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Desde siempre hemos insistido que la sola existencia jurídica de la participación, en cualquiera de sus modalidades, no es suficiente para que se haga efectiva, de allí la importancia de la participación ciudadana como un factor que permita el desarrollo de criterios de eficacia, eficiencia y efectividad de las experiencias participativas, comenzando por el ámbito municipal a partir de contenidos participativos comunitarios en el contexto del ejercicio de la ciudadanía.
Un elemento que siempre señalamos es la obligación legal de las autoridades locales de establecer un programa municipal de educación ciudadana para la participación vecinal o comunitaria, una deuda pendiente en la gestión municipal contemporánea.
En consecuencia, proponemos un proceso de aprendizaje fundamentado en el debate, la deliberación y la decisión con respecto a la participación, intentando responder con los participantes a preguntas básicas como:
- ¿Qué es la participación?
- ¿Por qué participan las personas?
- ¿Para qué se participa?
- ¿Cómo se participa?
- ¿Dónde se participa?
- ¿Quién desarrollo la participación?
- ¿Cuáles son los recursos necesarios para participar?
El otro aspecto que promovemos al momento de establecer una evaluación de las experiencias de participación, se refiere a cinco elementos básicos que guían la acción de los promotores o los ejecutores de la participación en el ámbito municipal o local, sean ciudadanos o funcionarios públicos. Así se definen los compromisos y las experiencias participativas como transformadores de la gestión local, para el desarrollo de las ideas y las propuestas en torno al modelo del Municipio participativo, allí surge el AEIOU de la participación:
- Autonomía de las experiencias participativas.
Educación ciudadana en el ejercicio de la participación.
Información administrativa disponible para participar.
Organizaciones sociales diversas en la participación.
Utilidad colectiva de las experiencias de participación.
Es oportuno hacer un paréntesis en la exposición, para señalar que estos cinco elementos básicos también se pueden aplicar en la evaluación de las características exigibles a una noción democrática y social del poder popular con carácter participativo, que incide en las decisiones y las acciones del gobierno local. Y consecuencia, se impone una revisión, rectificación y relanzamiento de los criterios legales del poder popular que se han pretendido imponer en nuestro país.
Desarrollo local participativo
Una de las consideraciones fundamentales que se desprenden del proceso de desarrollo está relacionado con la diversidad y el pluralismo de las expresiones del proceso de desarrollo.
En este aspecto uno de los criterios más destacados es el rol del Municipio como actor del desarrollo local, a partir del ejercicio de las funciones básicas reconocidas en la Constitución y las leyes para sus autoridades, como expresión de un Poder Público Municipal comprometido con la democracia y la participación ciudadana. En este sentido desde las funciones de gobierno, legislación, planificación y contraloría, que caracterizan la gestión local o municipal, se pueden construir las condiciones institucionales para lograr el desarrollo local.
El otro componente del desarrollo local se encuentra en las alianzas sociales o el desarrollo de organizaciones y movimientos sociales, que presentan sus propuestas o demandas de transformación de la gestión local bajo la visión de la construcción colectiva del desarrollo local. La idea de los proyectos comunitarios no agota la noción de las experiencias participativas locales, de allí la importancia de establecer las agendas de desarrollo local, al establecer el horizonte más amplio a la gestión local, con la activa y suficiente participación de los actores involucrados en el desarrollo integral de las personas y las comunidades que conforman los municipios.
El establecimiento de las llamadas agendas de desarrollo local (comunitarias, parroquiales o municipales) es un aporte importante a la visión solidaria y responsable de las organizaciones y movimientos de base, para ampliar sus pensamientos y acciones más allá de la propia organización o de la comunidad donde se actúa.
Esta visión del desarrollo endógeno o local, que valora los recursos propios existentes en cada comunidad, parroquia o municipio es importante al momento de reconocer la complejidad y el pluralismo natural en cada contexto social o comunitario y en la propia gestión municipal.
Esta construcción de agendas de desarrollo local es un paso muy significativo al momento de darle contenido y músculo a las expresiones organizativas necesarias para el logro del desarrollo armónico y sustentable, partiendo desde la comunidad municipal. Es dar un paso adelante en la viabilidad de las agendas alternativas que caracterizan  las propuestas de organizaciones de base y movimientos sociales, que aspiran a transformar en positivo las condiciones de su entorno. Es crear el espacio y la oportunidad para que los distintos actores políticos, sociales, económicos y culturales presenten sus propuestas y proyectos articulados en una visión común del desarrollo local. Aceptando la diversidad de los sujetos involucrados o asociados en los compromisos y las acciones acordadas en función del desarrollo local o municipal.
Las agendas de desarrollo local se convierten en herramientas para el aprendizaje y el intercambio de saberes entre los voceros o representantes de las comunidades, los líderes de las organizaciones de base, los productores, los comerciantes, los prestadores de servicios, los profesionales solidarios con las necesidades insatisfechas de las comunidades y los funcionarios del Estado, de carácter nacional, estadal o municipal, en el contexto de su mutuo reconocimiento como actores y autores del desarrollo. Entre las propuestas que hacemos a los participantes en nuestra materia de movilización de bases, se encuentra el reconocimiento de la relación entre el derecho a la democracia y el derecho al desarrollo, como derechos instrumentales que se activan desde la participación ciudadana, popular, social o comunitaria y en el uso de los medios de participación para hacer valer la voz y el derecho de los distintos actores que intervienen en el contenido de las agendas de desarrollo local.
Las experiencias participativas si bien se relacionan con proyectos específicos en cada comunidad, se expresan como una oportunidad de trascender a los intereses particulares o de grupos para manifestarse en propuestas y agendas de desarrollo humano integral o de desarrollo local, que implican reconocer la madurez y la complejidad de las organizaciones de base, que sin olvidar o desnaturalizar lo que específico suyo o el cumplimiento de sus propios objetivos, muestra sus capacidades para articularse y coordinar en sus relaciones con otros actores y llegar a factores tangibles del bien común, la utilidad colectiva o el mejoramiento de la calidad de vida como indicadores de un desarrollo local participativo.
Al plantear la movilización de bases y sus relaciones con la gestión municipal, tenemos como punto de partida, el deber ser contenido en las normas, pero valoramos las realidades que se asocian a la participación y la complejidad o la diversidad de ópticas que se presentan, en el camino que construye el desarrollo local. Allí el municipio y sus autoridades o los ciudadanos y sus organizaciones tienen algo que decir desde la perspectiva democrática, en un proyecto compartido, que se debe manifestar en la gobernabilidad democrática municipal.

MODELO DE GESTIÓN PARROQUIAL

Modelo de gestión parroquial: un aporte a la gobernabilidad democrática desde los municipios

gobernanza
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José G. Delgado H.
Abogado Municipalista
1.- Un modelo de gestión con antecedentes
En nuestra pasada entrega se planteó la propuesta de repensar el Municipio desde las parroquias, en esta ocasión profundizamos en algunos elementos que permitan, a partir de las disposiciones de la LOPPM, establecer un modelo de gestión parroquial que sea un aporte constructivo a la gobernabilidad democrática.
La idea no resulta novedosa y menos original, en este sentido recordamos cuatro propuestas impulsadas por actores del municipalismo democrático, los consejos parroquiales de Angel Mouchet Casas; la propuesta del Gobierno Parroquial, convertida en Ordenanza durante la gestión de Aristóbulo Isturiz, como alcalde del Municipio Libertador del Distrito Federal; la creación de las Parroquias, en el Municipio Caroní del Estado Bolívar, siendo alcalde Clemente Scotto y la propuesta de la Constituyente Municipal en el Municipio Pedro León Torres del Estado Lara, durante la gestión del alcalde Julio Chávez.
En todas estas experiencias municipales se resaltan propuestas participativas asociadas al manejo de la planificación y el presupuesto municipal, iniciativas organizativas del Municipio desde las instancias territoriales menores, es decir, las parroquias y un acercamiento a la idea del pueblo legislador, mediante consulta y aprobación de ordenanzas, impulsando propuestas como las asambleas parroquiales o los gabinetes parroquiales, con la activa participación de los vecinos organizados, los alcaldes y los concejales en cada Municipio o la relación con la elección, organización y funcionamiento de las juntas parroquiales.
En el contexto histórico jurídico los elementos del régimen parroquial venezolano se fortalecen desde la identidad y las actividades de las parroquias existentes en el Municipio Libertador del Distrito Federal, por su mención en los textos constitucionales y en el desarrollo de la Ley Orgánica del Distrito Federal.
Las parroquias de este Municipio ubicado en la capital de la República, en la actualidad veintidós (22) parroquias, marcan el rumbo de la propuesta parroquial en la Venezuela del siglo XX, en el contexto del régimen municipal especial existente en este Municipio, gobernado en una primera etapa mediante un Concejo Municipal y la figura del Gobernador del Distrito Federal. Con la aprobación de la LORM de 1989 se da el paso a la elección del alcalde en el  Municipio Libertador del Distrito Federal, con su respectivo concejo municipal.
El texto de la CRBV de 1999 desaparece la figura del Distrito Federal y se incorpora la idea del régimen municipal en dos niveles uno distrital y el otro municipal, integrando al Municipio Libertador y cuatro municipios del Estado Miranda, es decir, Baruta, Chacao, El Hatillo y Sucre, en la conformación del Distrito Metropolitano de  Caracas. Es oportuno destacar que los cuatro Municipios nombrados tienen en su conjunto 10 parroquias, distribuidas así: Chacao y El Hatillo con una parroquia, Baruta con 3 parroquias y Sucre con 5 parroquias.
En la actualidad Venezuela tiene un total de 1.036 parroquias, como demarcaciones territoriales y entidades locales, en los 335 municipios en que se organiza la República Bolivariana de Venezuela, el único Municipio que no tiene ninguna parroquia es el Municipio Bolívar del Estado Sucre.
Se puede utilizar alguno de estos municipios del Distrito Metropolitano de Caracas, como “experiencia piloto” para la propuesta de gestión parroquial que presentamos en estas líneas, por ejemplo Sucre, para observar su factibilidad política, económica y social, sin olvidar los aspectos técnicos y normativos que se requieren para su implementación y desarrollo.
2.- Un régimen jurídico propio
A partir de 1988 – 1989  el régimen parroquial se lleva a la propuesta de reforma de la LORM, al incorporar las parroquias administradas por las juntas parroquiales, su antecedente inmediato son los denominados municipios foráneos administrados por las juntas comunales, en correspondencia con las leyes de poder municipal existentes en los estados y el texto de la LORM de 1978 – 1984.
El sistema electoral parroquial evoluciona en cuanto a la legitimidad política de las juntas parroquiales, se pasa de la designación, conforme a la composición política de los concejos municipales, hasta la elección popular, universal, directa y secreta, conforme a la voluntad soberana de los vecinos electores en cada parroquia, hecho que se concretó desde 1992 hasta 2005.
El régimen parroquial venezolano se desarrolló a partir de disposiciones legales relacionadas con las parroquias, entidades locales territoriales de los municipios, y con las juntas parroquiales, cuerpos colegiados de carácter administrativo, consultivo y de gestión. Las disposiciones de las leyes se desarrollan mediante ordenanzas y otros instrumentos jurídicos locales, conforme a las características de cada Municipio, de hecho, desde la COPRE respaldamos un estudio sobre el régimen parroquial entre 1992 y 1994.
Las parroquias y sus juntas parroquiales en la actualidad tienen rango constitucional. Este es el sentido y el alcance de las referencias parroquiales que se encuentran en el texto de la CRBV, un anhelo que se expresó incluso antes de la ANC de 1999, durante las propuestas de las reformas municipales y electorales y en el debate previo para la Enmienda o Reforma de la Constitución de 1961.
Un duro golpe a la legitimidad política y jurídica del régimen parroquial se deriva de la decisión de la AN de modificar en el 2010 el texto de la LOPPM para eliminar las juntas parroquiales electas popularmente, así como también, la falta de decisión del TSJ para declarar la nulidad por inconstitucionalidad de la mencionada reforma legal, aunque, existen varios recursos bien encaminados en este sentido.
Las actuales referencias constitucionales parroquiales, en particular, están asociadas a los procesos de participación ciudadana, planificación y descentralización, y queda pendiente su relación con las propuestas de desarrollo municipal y de desconcentración de la gestión municipal.
Esta última relación se establece en atención a las funciones propias de las parroquias, ejercidas por sus juntas parroquiales como procesos locales relacionados con el plan de desarrollo municipal y el cumplimiento de las competencias municipales, en consecuencia, hay que tener presente que los presidentes de las juntas parroquiales forman parte del Consejo Local de Planificación Pública en cada Municipio, de allí la importancia de su representación política legitimada por la elección popular y la articulación con las otras instancias del Poder Público Municipal, sin olvidar su naturaleza esencialmente participativa y su rol administrativo de carácter institucional.
A partir de una disposición constitucional se declara el objeto y las características de las parroquias, así como, los requisitos para su desarrollo institucional en las leyes del nuevo régimen municipal venezolano. Este es el artículo 173 de la Constitución que expresa:
Artículo 173. El Municipio podrá crear parroquias conforme a las condiciones que determine la ley. La legislación que se dicte para desarrollar los principios constitucionales sobre régimen municipal establecerá los supuestos y condiciones para la creación de otras entidades locales dentro del territorio municipal, así como los recursos de que dispondrán, concatenados a las funciones que se les asignen, incluso su participación en los ingresos propios del Municipio. Su creación atenderá a la iniciativa vecinal o comunitaria, con el objeto de promover a la desconcentración de la administración del Municipio, la participación ciudadana y la mejor prestación de los servicios públicos. En ningún caso las parroquias serán asumidas como divisiones exhaustivas o imperativas del territorio del Municipio.
Esta norma constitucional relaciona a las parroquias con las otras entidades locales, susceptibles de creación en los diferentes municipios del país, pero deja claramente señalada su iniciativa vecinal o comunitaria y los aspectos que identifican su naturaleza y gestión en el marco del régimen municipal venezolano.
3.- Una propuesta para considerar
Nuestra propuesta de gestión parroquial la concebimos como un desarrollo práctico de los criterios del Constituyente y una referencia necesaria para los vecinos y las comunidades que conforman cada parroquia, tomando en consideración las entidades parroquiales existentes o futuras, para delimitar sus criterios de relación o articulación con los integrantes de las juntas parroquiales y las comunidades organizadas.
En esta propuesta no se puede olvidar que representa un aporte a la gobernabilidad democrática desde los municipios, que se materializa inicialmente en el territorio de cada parroquia y en la gestión de las juntas parroquiales responsables de sus acciones concretas, sobre las cuales deben rendir cuenta a sus vecinos electores.
A continuación pasemos a considerar los diez aspectos que se corresponden con esta propuesta de gestión parroquial, sin descartar que se puedan agregar otros elementos complementarios, al momento de intentar su aplicación práctica en el contexto de la institucionalidad municipal o en las experiencias participativas locales asociadas a su ejecución, como una expresión de la democracia participativa diseñada para el Poder Público Municipal.
Como puntos previos insistimos en tres señalamientos importantes para la efectiva concreción del régimen parroquial en nuestro país:
  • Es necesario de que se resuelvan los recursos judiciales introducidos ante el TSJ, para determinar la inconstitucionalidad e ilegalidad de los artículos de la LOPPM, que se refieren a la incorporación de las juntas parroquiales comunales y el cese de las juntas parroquiales en cada una de las parroquias del país, cuyos miembros fueron electos popularmente por última vez en el año 2005.
  • Las parroquias y las juntas parroquiales tienen su permanencia y reconocimiento, cuando en 1999 se les otorgó rango constitucional, conforme a los artículos 71, 173, 182, 184 y la Disposición Transitoria Cuarta numeral 7º de la CRBV. Estas normas tienen su desarrollo legislativo concreto en el 2002 con la aprobación de la Ley de los Consejos  Locales de Planificación Pública, allí se mencionan los consejos parroquiales, igualmente, en el 2005 con el texto de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, allí se establecen disposiciones sobre las entidades locales, las parroquias y las juntas parroquiales.
  • Hay la necesidad de rescatar las parroquias, con énfasis en la identidad parroquial, se puede tomar como referencia el nombre y la historia de cada parroquia, un espacio territorial, social, político, económico y cultural que aporta elementos de pertenencia e identidad para los vecinos, las comunidades y sus organizaciones, en el ejercicio de la cultura democrática local.
PRIMERO.- Apoyo de agentes externos a las organizaciones de las parroquias. Las Juntas Parroquiales en su rol de promotores de los procesos asociados a la gestión parroquial, se identifican como agentes externos que brindan su apoyo a las organizaciones vecinales, sociales, comunitarias y populares existentes en las parroquias que representan políticamente. La institucionalidad parroquial debe establecer lazos de comunicación y relaciones constructivas con la diversidad de expresiones organizativas existentes en el ámbito territorial de la parroquia. En su rol de promotores externos las juntas parroquiales deben crear las oportunidades para la adecuada dotación de servicios públicos y fortalecer la gestión democrática de las autoridades locales, pero, también establece conexiones políticas, económicas, sociales y culturales en el desarrollo de la democracia municipal, incentivando las experiencias de participación organizada y garantizando el acceso a las informaciones relacionadas con elementos de planificación y presupuesto municipal o como instancia que genera posibilidades reales a las propuestas y acciones de las organizaciones de la parroquia. Las juntas parroquiales establecen un diálogo constructivo con las organizaciones, reconocidas como sujetos sociales con sus propios intereses y objetivos, estableciendo una relación de cooperación y participación que fortalece la base social y popular de la gestión parroquial, dando contenido y expresión a los mecanismos de la democracia participativa en cada parroquia y facilitando los procesos que se desarrollan desde las funciones de las parroquias, y las actuaciones de sus juntas parroquiales de conformidad con las disposiciones constitucionales y legales.
SEGUNDO.- Establecer como proceso de fondo el desarrollo humano integral.Las Juntas Parroquiales en sus decisiones y acciones que le permiten realizar su rol promotor de los procesos de desconcentración de la gestión municipal, de participación ciudadana o de mejoramiento de los servicios públicos locales, deben generar proyectos orientados al desarrollo humano integral de los habitantes de las comunidades que conforman las parroquias. Desde la perspectiva de la ejecución presupuestaria parroquial tendrán como prioridad para sus financiamientos los planes y proyectos orientados a lograr innovaciones y transformaciones de las situaciones negativas o las carencias que se viven en la comunidad parroquial con un sentido humano de integralidad. Las juntas parroquiales deben ser promotores de experiencias y saberes que abarcan a las personas y las comunidades, siguiendo un ritmo de crecimiento y bienestar en el logro de las condiciones de vida positiva, una efectiva calidad de vida que de satisfacción a las necesidades básicas asociadas a los servicios públicos y la plena vigencia de los derechos humanos, abarcando los distintos niveles en que se desarrolla la vida individual y colectiva de los habitantes de cada parroquia. Un proceso integral que permita garantizar la existencia de un proceso de las personas para puedan constituirse en sujetos de derecho y sujetos sociales fortalecidos desde sus propias acciones para lograr el autodesarrollo sustentado en el desarrollo de sus capacidades y oportunidades, mediante un crecimiento progresivo, para lograr el bienestar individual y colectivo en el seno de las comunidades que integran la parroquia. La integralidad del desarrollo humano se manifiesta en las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales que dan plena garantía al respeto de la dignidad humana de las personas que le permiten ser protagonista de su propio progreso y bienestar, actuando en forma individual o mediante organizaciones existentes en cada parroquia, en este sentido, se rescata el compromiso cristiano y su inspiración en la gestión parroquial.
TERCERO.- Considerar a las comunidades como sujetos de los planes y proyectos. Las Juntas Parroquiales como instancias del Poder Público Municipal deben ser promotoras del reconocimiento de las comunidades como sujetos activos de los planes y los proyectos, asociados a los procesos en los cuales los integrantes de los cuerpos parroquiales tienen responsabilidades concretas. Las comunidades representan un conjunto de relaciones y circunstancias en las cuales se expresan mediante formas organizativas o como colectivos sociales existentes en cada parroquia, de allí la importancia de reconocerlas y valorarlas como sujetos de derechos e intereses propios que se manifiestan en sus demandas, propuestas y solicitudes ante las autoridades municipales. Allí encuentran las juntas parroquiales los insumos básicos para dar forma a sus planes y proyectos con un impacto social determinado, pero, se impone una apertura en la gestión parroquial para reconocer este protagonismo de las comunidades en la formulación, ejecución, control y seguimiento de los planes y proyectos de carácter parroquial. Este es el sentido de la promoción de la participación ciudadana o comunitaria que se asocia a la gestión parroquial relacionada con la elaboración de planes o la ejecución presupuestaria, es una expresión de la participación protagónica de las comunidades con incidencia en las decisiones y acciones municipales que se desarrollan en cada parroquia de un Municipio determinado. Este proceso de reconocimiento de las comunidades no está exento de problemas y conflictos, sin embargo, es un factor importante para la construcción de la democracia local y la generación de las condiciones favorables para la convivencia democrática desde las parroquias y la gestión de sus juntas parroquiales. Por esta circunstancia, en las acciones parroquiales se deben incorporar progresivamente los mecanismos que le permitan a las comunidades en su conjunto o mediante sus organizaciones representativas la posibilidad de ser parte y participar activamente en los planes y proyectos que son de interés para las propias comunidades. En esta línea de pensamiento se enmarcan las propuestas de desarrollo de la comunidad y la aprobación de los proyectos comunitarios que surgen de la comunidad organizada o se validan en asambleas de la comunidad, y así debe ser entendido por quienes se desempeñan en la gestión de las juntas parroquiales.
CUARTO.- Tener presente el desarrollo de las personas como un fin parroquialLa persona individual es beneficiaria y actora de los procesos de desarrollo, en consecuencia, los representantes parroquiales no agotan sus propuestas en el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades, también son promotoras del proceso de personalización y desarrollo de cada persona, integrada a los procesos de cambio o simples participantes beneficiarios de los mejores servicios públicos y de las experiencias de participación, para garantizar su incidencia se de la valoración de las personas y de las organizaciones, como sujetos y actores, corresponsables y solidarios con los procesos que se concretan en la parroquia, como mecanismos de crecimiento y de desarrollo personal con un componente educativo y verdaderas oportunidades de mayor integración en la comunidad, sin disminuir el reconocimiento personal. Es un fin eminentemente comunitario promovido desde las instancias parroquiales que relaciona a la persona y a la comunidad en dos dimensiones que se complementan para lograr el desarrollo y el progreso deseados. En este desarrollo personal la conciencia y el conocimiento de los deberes y los derechos de las personas tienen un efecto transformador de las condiciones de vida en el territorio de la parroquia y se proyecta desde lo individual a lo colectivo en un mutuo compartir de elementos positivos y necesarios para el bienestar personal y comunitario, es un fin parroquial que se debe tener presente para darle calidad y contenido a los procesos que se quieren realizar y que se debe comunicar expresamente a los sujetos involucrados en la ejecución de los planes y proyectos aprobados en el ámbito de las parroquias y se proyecta en los indicadores del bienestar que se evidencian en el Municipio.
QUINTO.- Establecer la experiencia para la convivialidad y la institucionalidad. Las actuaciones de las juntas parroquiales como agentes externos en la búsqueda del desarrollo integral de las personas y las comunidades que son actores y beneficiarios de sus proyectos o planes, están orientadas a la construcción de la convivialidad entre los habitantes de la parroquia, es decir, a relaciones abiertas entre personas que se reconocen y dialogan entre sí. La gestión parroquial incorpora elementos de resolución de conflictos y de negociación para garantizar la paz y la convivencia pacífica de las personas y las organizaciones en las diferentes comunidades, a partir de la incorporación de propuestas y acciones de ayuda mutua, cooperación y solidaridad asociadas a los planes y proyectos que se planifican en el ámbito de la parroquia. La institucionalidad municipal está relacionada con la plena vigencia de las normas y las organizaciones administrativas propias del régimen municipal, en consecuencia, las juntas parroquiales deben asumirse como un componente importante de esta institucionalidad local. En este contexto destaca su rol promotor de la desconcentración de la administración del Municipio, la participación ciudadana y la mejor prestación de los servicios públicos. Es a partir del cumplimiento de esta misión institucional que las parroquias adquieren un significado positivo como entidades locales, especialmente por su relación directa con la planificación municipal y por la coordinación con las instancias ejecutivas, deliberativas y de control existentes en el Municipio, facilitando así la progresiva participación ciudadana en la gestión parroquial y municipal. Si la institucionalidad democrática se relaciona con la plena vigencia y respeto al Estado de Derecho, también, se puede vincular con los resultados positivos de la gestión municipal para favorecer las demandas y las solicitudes presentadas por los vecinos y las comunidades de la parroquia, en consecuencia, las juntas parroquiales tienen un reto importante en la recuperación de la institucionalidad pérdida o ausente muchas veces en la gestión local, para fortalecer los procedimientos y los resultados que se presentan a la consideración de la población en cada parroquia. Hay que tener en cuenta que las personas, las comunidades y las organizaciones cuando realmente son democráticas, pueden establecer relaciones de cooperación o confrontación con la institucionalidad pública en un contexto de las libertades y los derechos que exigen o ejercen, en consecuencia, se impone una nueva institucionalidad que garantice la gestión de los funcionarios públicos al servicio de la ciudadanía y de ciudadanos que efectivamente demuestren su protagonismo en las instituciones públicas, de allí que las instancias parroquiales sean espacios importante para dar viabilidad a esta nueva institucionalidad democrática con contenidos participativos y representativos que se complementan.
SEXTO.- Establecer alianzas entre organizaciones e instituciones. Las juntas parroquiales se pueden representar como una “bisagra” que une la institucionalidad municipal, el marco de la puerta que representa al gobierno de la ciudad, con la diversidad y la complejidad de las expresiones sociales de las comunidades que integran el Municipio, es decir la puerta misma del tejido social existente en la comunidad municipal, una puerta en constante movimiento, pero, articulada con el marco a partir de la bisagra parroquial. Las juntas parroquiales entonces se convierten en promotoras de los acuerdos y las negociaciones que se establecen entre los actores institucionales que representan a las instancias gubernamentales (nacionales, estadales y locales), instituciones que desarrollan programas planes y proyectos en el territorio parroquial y los actores sociales o expresiones de las comunidades organizadas identificadas como vecinos organizados y organizaciones en el ámbito político, económico, social y cultural de la parroquia, que son beneficiarios y actores de las decisiones y acciones gubernamentales. Entre los actores institucionales y sociales se deben establecer alianzas, convenios o consorcios de mutua cooperación o relaciones abiertas y democráticas que tienen como horizonte el plan de desarrollo municipal, acuerdos y pactos sociales guiados por de la convivialidad para lograr la armonía y la integralidad del pleno desarrollo del territorio municipal, que incorpora el desarrollo integral y humano de sus pobladores o vecinos. Las juntas parroquiales y las parroquias se transforman en espacios de encuentro para concretar las alianzas entre organizaciones e instituciones.
SÉPTIMO.- Proponer agendas de desarrollo parroquial. En el contexto de la diversidad y el pluralismo democrático cada uno de los actores políticos, económicos, sociales y culturales tienen en las parroquias su propia agenda que responde a sus propuestas e intereses particulares, el reto es lograr que las juntas parroquiales sean promotoras de las condiciones que permiten proponer agendas de desarrollo parroquial, con los aportes de todos o la mayor cantidad de actores parroquiales, mediante agendas comunes las cuales en su conjunto se transforman en las agendas municipales o locales, necesarias para las decisiones y acciones acordadas y reconocidas en el ámbito parroquial o municipal. Es el pase de las agendas particulares a las generales, que, expresan los pensamientos y las acciones no solo de la comunidad, vecindario o caserío, no solo de acciones o proyectos específicos, no solo del propio grupo, la propia organización o la propia comunidad, sino pensar y actuar en toda la parroquia, en toda la zona urbana o rural o en todo el municipio, es establecer mecanismos de coordinación y cooperación con todos los actores implicados en la realidad parroquial o municipal más plural y compleja. Las agendas locales permiten concretar las formas y los mecanismos de participación desde la perspectiva ciudadana o comunitaria y delimitar las responsabilidades o las funciones de las instituciones públicas involucradas en sus contenidos, orientados a lograr el desarrollo local, en consecuencia, lo que se propone es que en cada parroquia se logre definir la propia agenda y que sea un insumo para la agenda del desarrollo municipal.
OCTAVO.- Gestionar la parroquia con un sentido humano. Las juntas parroquiales en sus deliberaciones y decisiones como cuerpos colegiados deben tener la capacidad y la habilidad de formularse preguntas sobre el sentido y el alcance que tienen las acciones concertadas, el propósito es pasar de condiciones de vida muy limitadas o excluyentes a condiciones favorables a la ampliación de los horizontes colectivos que permitan la inclusión de las personas y las comunidades con un sentido humano integral y transcendente, para generar una vida de progreso y desarrollo que tome en cuenta la totalidad de los seres humanos, reconocidos como sujetos y actores de su propio desarrollo y del desarrollo de las comunidades donde habitan y comparten sus vidas. Lo que se pide es que desde la institucionalidad parroquial se analice y se reflexione sobre la realidad de los acontecimientos de la parroquia y de las acciones logradas para determinar hacia dónde se avanza en la propuesta del desarrollo humano integral que implica un cambio cultural y espiritual en las formas de relacionarnos entre las personas y la sociedad, para incorporar elementos como: la creatividad, la aceptación del otro, el diálogo, los encuentros, la ayuda mutua, el compartir, las relaciones constructivas, el esfuerzo mutuo, la trascendencia de las acciones y el carácter humanizante de las acciones para generar cada día más personas autónomas, libres y realizadas, capaces de pensar, sentir y actuar para lograr su propio bienestar y trascender en sus relaciones para lograr el bienestar y el progreso de las otros personas, mediante relaciones responsables, solidarias y abiertas al bienestar colectivo, un desarrollo integral a partir del cual se logran la valoración personal y el trabajo a favor de la comunidad.
NOVENO.- Formalizar e institucionalizar lo que se hace.Desde las juntas parroquiales se impone el encontrar el tiempo para valorar los aspectos propuestos en su gestión, para sistematizar los logros y sacar los aprendizajes asociados a las experiencias participativas promovidas, señalando la calidad y el contenido de las acciones en una forma científica y técnica que le permita a partir de elementos cualitativos y cuantitativos, una rendición de cuentas efectiva, eficiente y oportuna con los vecinos, las comunidades y las organizaciones de la parroquia, es una forma concreta de formalizar su gestión e institucionalizar lo que se hace con un sentido constructivo de la democracia real, para exponer los aspectos propios de un comportamiento institucional al servicio del pueblo de ciudadanos y las comunidades deliberantes que hacen viva la gestión parroquial participativa. Desde la institucionalidad parroquial se extraen de la realidad circundante los aspectos propios de la complejidad y la diversidad parroquial, la contextualización de los programas, proyectos y planes realizados, una adecuada conceptualización de las ideas y las propuestas transformadas en acciones, a partir de la interrelación de actores y procedimientos, procesos logrados, las metodologías utilizadas, las agendas construidas y las dinámicas presentes en su gestión. Este trabajo de formalizar e institucionalizar lo que se hace se convierte en un requisito necesario a la hora de revisar, rectificar o relanzar cualquier aspecto del proceso, incluso, lograr su profundización para que se pueda aplicar en las mismas comunidades o replicar en otras parroquias del Municipio. Formalizar es una herramienta para el intercambio de saberes y experiencias, asociadas a una gestión parroquial democrática que valora la representación y la participación, es una forma de compartir la historia parroquial vivida y cumplida.
DÉCIMO.- Animación desde la espiritualidad cristiana. La vida de la comunidad parroquial y municipal con un sentido democrático y pluralista transformador encuentra su elemento de animación en la experiencia cristiana de personas y organizaciones que asimilan los aspectos del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, incorporando elementos comunitarios en la vida social y las relaciones humanas que se experimentan en la Parroquia. Si bien no hay un elemento confesional por la autonomía de los aspectos religiosos de la vida secular y civil de la institucionalidad parroquial, se evalúa como un aspecto motivador el sentido cristiano de las acciones y propuestas de las personas y organizaciones consecuentes con la fe cristiana, tomando como referencia que al menos el 80% de la población es nominalmente católica y un 10% tiene una identificación evangélica. Otro elemento a tener presente es la experiencia de vida parroquial y la existencia de los consejos parroquiales, como instancias de diálogo, comunión y participación que se experimenta en las 200 parroquias eclesiásticas que conforman las 23 diócesis y las 3 Vicarias apostólicas que la Iglesia Católica tiene organizadas en nuestro país. Entre los estudiosos de las parroquias civiles en Venezuela se ha destacado que en muchos casos la existencia de las parroquias eclesiásticas como instancias territoriales, es un factor que anima las propuestas para organizar las entidades parroquiales en algunos municipios del país.
Los aspectos señalados se inspiran en el trabajo presentado por mi amigo Pedro Trigo Sj bajo el título: Elementos comunes a experiencias fecundas de trabajo popular en América Latina[1], solo que los adaptamos a la propuesta de gestión orientada a las parroquias civiles y su relación con el carácter promotor de las juntas parroquiales en Venezuela.
Sería interesante que desde las organizaciones populares de base se tome la iniciativa de impulsar estas ideas para la gestión democrática de las juntas parroquiales y contribuir con la forma de repensar el Municipio en nuestro país.
4.- La democracia que queremos
Al terminar esta breve referencia a los aspectos seleccionados para la propuesta de gestión parroquial, solo nos queda por decir que, concebido este proceso de gestión parroquial como un aporte a la gobernabilidad democrática desde los municipios, el reto está en enmarcar los elementos propuestos en el desarrollo de una cultura democrática que iniciada desde cada organización de base, se transfiera a cada comunidad, vecindario, caserío, urbanización, pueblo o ciudad, para generar entidades parroquiales diferentes a las actuales, para repensar el Municipio que tenemos y comenzar a diseñar el Municipio que queremos, desde el horizonte de la participación ciudadana y comunitaria inclusiva e incluyente, fundamentada en el pluralismo político y social característico de toda Democracia verdadera.
En esta democracia integral reconocemos una evolución histórica que se puede establecer a partir de 1958 hasta el momento presente, como país democrático Venezuela ha experimentado una serie de etapas que señalan el predominio de un modelo democrático, en cada momento o ciclo histórico, sin descartar que las manifestaciones de los modelos que señalamos estén entremezclados en la historia viva que nos ha tocado compartir.
Al intentar describir la democracia que queremos, pensamos en la construcción y el perfeccionamiento de la democracia municipal o local, desde una propuesta democrática que hacemos para la gestión parroquial en sus aspectos institucionales y sociales concretos, con sus carencias y sus logros. En este sentido, la democracia municipal es el reflejo de la democracia nacional que ha transitado por varios modelos:
  • Una democracia representativa de partidos políticos
  • Una democracia de ciudadanos y ciudadanas
  • Una democracia participativa de organizaciones
De las tantas definiciones que se pueden establecer para la democracia rescato las ideas de Abraham Lincoln Hanks (1809 – 1865), en su famoso discurso del cementerio nacional de Gettysburg y Karl Raimund Popper (1902 – 1994) en razón de los elementos que señalan y que son aceptados generalmente para analizar la Democracia.
Mientras que Lincoln nos ofrece el concepto más certero de la democracia: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. En este concepto los analistas de la democracia encuentran la base de la democracia liberal, pero, también es aplicable para la democracia representativa y la democracia directa. Se parte del sujeto pueblo como gobernante directo, cuando actúa por sí mismo; o indirecto, cuando gobierna a través de representantes elegidos popularmente y sometidos a la voluntad popular.
La visión que Popper nos ofrece de la democracia, es cuestionadora y nos plantea una interrogante sobre la democracia cuando señala que cuando se habla de democracia es inadecuado preguntarse “¿quién debe dominar o gobernar?” y propone otra pregunta, en el contexto de la política, “¿qué podemos hacer para configurar nuestras instituciones políticas de modo que los dominadores malos e incapaces, que naturalmente tratamos de evitar, pero que, no obstante, no resulta excesivamente fácil hacerlo, ocasionen los menos daños posibles y de modo que podamos deshacernos de ellos sin derramamiento de sangre?” y establece una afirmación: “el pueblo no manda en ningún lado”, señalando que la esencia del gobierno democrático está en lo que él denomina “destitutibilidad”. Ante malos gobernantes, la democracia brinda la oportunidad de destituirlos o de no votar por ellos cuando existe la reelección. Si bien, el pueblo no manda de forma directa, si elige con libertad a sus representantes que expresan la voluntad popular.
A la vista de los dos aportes ofrecidos por estos autores lo más importante debe ser el control del pueblo sobre sus gobernantes, que generalmente se expresa mediante los medios políticos de participación expresados en las elecciones y los referendos. No es este el espacio para profundizar los aspectos específicos pero, viene al caso porque un logro importante del régimen municipal venezolano está en la elección directa, universal y secreta de los concejales, los alcaldes y los miembros de las juntas parroquiales. Fundamento esencial de la denominada democracia municipal.
En esencia de toda Democracia surge la idea de un “poder popular” un poder popular legítimo y participativo que se expresa en la facultad de elegir y de participar en la gestión gubernamental o institucional, sin embargo, es cuestionable la visión instrumental del poder popular, si solo se acerca a concepciones ideológicas, interpretaciones de la realidad, y no se expresa en propuestas transformadoras de la realidad, a partir de resultados palpables en una cualificación de este poder popular que identificamos en cinco elementos iniciales:
  • Autonomía de las expresiones del poder popular
  • Educación ciudadana en la construcción del poder popular
  • Información administrativa necesaria para las acciones del poder popular
  • Organizaciones sociales diversas y plurales para el ejercicio del poder popular
  • Utilidad colectiva de las decisiones y acciones propias del poder popular
A los efectos de esta propuesta de gestión parroquial democrática nuestro punto de partida está en el reconocimiento de la democracia representativa, que, se complementa con elementos de la democracia participativa o directa. Y nos anotamos en la necesidad de profundizar en la idea de la democracia de ciudadanos y en el diseño de la democracia de organizaciones, a partir de una cultura democrática basada en el dialogo y el pluralismo.
Al establecer la gestión parroquial como aporte a la democracia, perfilamos la necesidad de construir una democracia real, que exprese elementos cualitativos y cuantificables relacionados con los elementos que identificamos en un modelo Democrático Integral que establecemos en la combinación de la Democracia DPR y la Democracia 3D.
Al enunciar los elementos de este modelo de Democracia Integral, DI, los sometemos a la consideración de los miembros de las juntas parroquiales y la diversidad de actores sociales que concretan la participación ciudadana en las parroquias.
Si la propuesta es repensar el Municipio desde la gestión parroquial, los contenidos que enunciamos también deben interesar a los alcaldes y los concejales y a los vecinos que desarrollan la participación vecinal en cada Municipio.
En este sentido, todos los actores políticos y los actores sociales que se encuentran al momento de desarrollar la democracia municipal, incorporando la participación ciudadana en la gestión local, se deben familiarizar con la fórmula siguiente:
Democracia Integral DI = Democracia DDPR + Democracia 3D
A continuación enunciamos rápidamente los componentes de la fórmula, en próximas entregas aportaremos más detalles sobre los elementos propuestos, en todo caso, indicamos que los contenidos, en parte, responden al texto de la Carta Democrática Interamericana de 2001.
Y en el contexto venezolano sus componentes responden al modelo democrático que se desprende del texto de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, con énfasis en la idea desarrollar la propuesta del Municipio participativo.
Si nuestra propuesta genera debate y reflexión, es muy posible que su aplicación práctica genere un compromiso cívico en favor de la democracia en Venezuela, a partir de propuestas y acciones para el rescate de las juntas parroquiales.
La Democracia DDPR.
Es un modelo democrático donde el ejercicio de la Democracia se relaciona con cuatro elementos conceptuales:
  • Los Derechos Humanos
  • El Derecho al Desarrollo
  • El Principio Participativo
  • El Principio Representativo
La Democracia 3D.
Es un modelo democrático donde el ejercicio de la Democracia se relaciona con tres elementos conceptuales:
  • El Diálogo
  • La Deliberación
  • La Decisión
El modelo de gestión democrática propuesto en estas líneas se inicia en la gestión de las juntas parroquiales como órganos representativos de las parroquias y su punto de llegada está en la construcción de los elementos democráticos propios de la gestión municipal, cuyos órganos de representación están en las alcaldías y los concejos municipales. En la integración de los dos aspectos señalados, hay una oportunidad de repensar el Municipio desde una perspectiva de participación, dando forma y contenido al denominado Municipio participativo diseñado en las pautas constitucionales vigentes y los contenidos de la LOPPM.
Es una tarea pendiente para quienes aspiran a tener un Municipio diferente desde los pasos aquí enunciados.
[1] Trigo Pedro, Sj. Publicado en Cómo relacionarnos humanizadoramente. Relaciones humanas entre personas y en la sociedad, Centro Gumilla, Caracas, Venezuela, 2012

miércoles, 9 de julio de 2014

POLARIZACIÓN Y FRACTURA SOCIAL.

Polarización y fractura social

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Carlos Malamud
Profesor de Historia de América. UNED (España)
La descalificación del adversario impide el diálogo y la superación pacífica de los conflictos; no deja lugar para la política, solo cabe el enfrentamiento.

Ya desde la época del primer peronismo, los populistas latinoamericanos apostaron por la polarización y la crispación social como un mecanismo idóneo para hacer política y movilizar a los suyos detrás de sus grandes objetivos. Rápidamente el propio Juan Perón se encargó de instalar la idea de su identificación con la patria y que todo aquél que no lo apoyaba representaba a la antipatria.
En esta lógica binaria todo era blanco o negro, bueno o malo. Tras la Revolución Cubana la dicotomía se condensó en la fórmula “Patria o muerte”, agregándole un componente necrofílico a la defensa de la causa. Posteriormente otros líderes políticos siguieron este camino, siendo Hugo Chávez uno de los alumnos más aventajados de la doctrina peronista y castrista a comienzos del siglo XXI. De este modo se estaba con Chávez o contra Chávez, y todos aquellos que no apoyaban al comandante eran por definición no sólo antirrevolucionarios (o contrarrevolucionarios en el peor de los casos) sino también prooligarcas y proimperialistas.
Si bien por este camino se consigue alcanzar importantes objetivos, el precio a pagar en términos de fractura social se vuelve cada vez más insoportable y las heridas causadas muy difíciles de cicatrizar. No se trata únicamente de un enfrentamiento de clase contra clase, como se decía en términos marxistas, sino que la daga de la división va mucho más allá y su filo se hunde sangrante en el seno de las familias y también de grupos de amigos. En Argentina tuvieron que pasar dos o tres generaciones tras la caída de Perón en 1955 para que una mitad de la sociedad aceptara a la otra mitad con cierta normalidad. Y en Venezuela todo indica que se va por el mismo camino.
Estas cuestiones fueron presentadas adecuadamente por la cineasta venezolana Mariana Rondón, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián por su película Pelo Malo. En una entrevista concedida a El País, Rondón dice que su obra surge de una sensación de “de dolor y ahogo” provocada por la situación imperante en su país: “Llevo mucho tiempo asfixiada por esos pequeños gestos, por esas cosas que pasan en la vida diaria venezolana, cómo el contexto social se ha metido en las familias, los amigos, creando una pequeña violencia que puede parecer chiquita, pero que suma y suma”.
Pero Rondón va mucho más allá a la hora de describir la gravedad de lo que ocurre: “No me gusta la polarización de mi país. Quiero que gente muy diferente encuentre ese lugar para charlar. En esta radicalización que me preocupa mucho hemos perdido los sitios de encuentro. No me puedo creer que no haya marcha atrás. Cada vez nos hacemos más daño y nos hundimos más. Cada vez el otro, por no tener la misma idea, es más enemigo. Y a mí nadie me dijo que esto era una guerra, solo íbamos a unas elecciones. Paremos. Hay un dolor inmenso. De un acto político, un referendo, hemos pasado a un acto de fe, de ideas”. ¿De quién fue la responsabilidad? Toda de Chávez. Cuando dijo eso de que quien no está conmigo está contra mí nos sentenció a esta guerra. Y Maduro sigue el mismo camino. Paremos, construyamos un país, construyamos una vida”.
Quizá la idea más grave que desarrolla Rondón es la de que fue Chávez, al decir que quién no está con él está contra él, el responsable de la sensación bélica que impera y divide al pueblo venezolano. Por eso, mientras se insista en recorrer ese camino, y Nicolás Maduro con cada nueva declaración se ratifica en seguir marchando por ahí, no habrá alivio para nadie.
Pero éste no es un problema que sólo afecta a Venezuela. Evo Morales, Rafael CorreaDaniel Ortega y Cristina Fernández se empeñan en conductas similares. De este modo no hay lugar para la política, en la medida que la política es la forma de solucionar los conflictos sociales pacíficamente y mediante el diálogo entre los partidos. Evidentemente esto no excluye la movilización, pero si el manido recurso, del que se abusa demasiado últimamente, la descalificación del otro. Decir que la oposición es golpista porque quiere ganar las elecciones es cerrar todas las puertas y ventanas a la política.

LA CALIDAD DE LA DEMOCRACIA: UN ANÁLISIS COMPARADO DE AMÉRICA LATINA.

La calidad de la democracia: un análisis comparado de América Latina.

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Mikel Barreda
Profesor de Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya
Este trabajo examina de forma comparada la calidad de las democracias latinoamericanas, a partir de un indicador agregado (resultante de un análisis factorial). Los datos muestran diferencias muy destacadas entre los países, a la vez que una cierta estabilidad del nivel de calidad democrática durante el periodo 2000-08. El análisis de regresión efectuado evidencia que el principal factor explicativo de tales diferencias es la experiencia democrática, lo que coincide con algunos estudios recientes. Ello no significa hablar de determinismo institucional o una lógica de path dependence. El análisis revela también algunos puntos de discrepancia respecto a las tesis extendidas en la literatura, sobre todo, en relación con la capacidad explicativa del capital social, que aquí no se constata.1
1. Introducción
En los últimos años, el estudio de la política latinoamericana ha experimentado una transformación sustantiva. Una vez que la democracia se ha extendido prácticamente por toda la región, el proceso de cambio de régimen ya no despierta tanto interés académico. La atención se dirige más bien hacia las características y el rendimiento de las nuevas democracias. Uno de los temas de interés es la calidad democrática. Cada vez más trabajos se dedican a examinar el funcionamiento de las democracias y evaluar su calidad atendiendo a ciertos patrones o estándares. Pero se trata de una temática compleja y controvertida, que ha dado pie a conceptualizaciones y aproximaciones empíricas muy dispares.
En este contexto, el presente trabajo pretende realizar una doble contribución al estudio de la calidad de las democracias latinoamericanas. Por un lado, se tratará de poner un cierto orden a la diversidad de aproximaciones teóricas y empíricas en torno esta temática, ofreciendo algunos ejes interpretativos que sitúen la investigación desarrollada. Por otro lado, se presentará un estudio empírico que mide la calidad de las democracias de América Latina y trata de aportar algunas claves explicativas de las diferencias detectadas. El análisis no se circunscribe –como ocurre en la mayoría de los trabajos- a la garantía de los derechos –democráticos- de acceso al poder político, sino que incorpora otro aspecto clave para la calidad democrática: el control del poder político. El análisis estadístico en que se apoya el estudio tiene ciertas limitaciones –sobre todo, por el número reducido de observaciones- que afectan particularmente a la parte explicativa. Conviene, pues, remarcar que el análisis de los determinantes de la calidad democrática es más bien exploratorio.
De acuerdo con lo anterior, el trabajo se halla estructurado en cuatro secciones. La primera es de índole conceptual: examina el concepto de calidad democrática y sus dimensiones fundamentales. A continuación, se aborda la operacionalización de este concepto y se presenta un análisis comparado de la calidad de las dieciocho democracias latinoamericanas. La tercera sección explora algunas claves explicativas de los diferentes niveles de calidad democrática. La última sección expone las conclusiones generales.
2. El concepto de calidad de la democracia
La calidad de la democracia, a pesar de la popularidad que ha ido adquiriendo, es un concepto complejo, que no goza de un consenso elemental respecto a su definición (Munck, 2004; Hagopian, 2005; Alcántara, 2008). Ciertamente, si se desagrega este término en sus dos componentes se observa que cada uno cuenta con interpretaciones muy dispares. Incluso cuando se parte de una concepción similar de democracia se puede acudir a diferentes parámetros para analizar y evaluar su nivel de calidad.
En estas circunstancias, no resulta extraña la confusión que acompaña a parte de los estudios, lo que es resultado, sobre todo, de dos factores. El primero es confundir la calidad de una democracia con el nivel de democratización de un régimen político. Sin embargo, los análisis de calidad sólo pueden aplicarse a aquellas sociedades que han asumido un mínimo grado de democratización, esto es, aquellas que cumplen los requisitos elementales de una democracia (Altman, 2002; Vargas-Machuca, 2006; Morlino, 2009). Y es que no parece lógico pretender examinar la calidad de un objeto de cuya existencia, en cierta forma, se duda. Otra fuente de confusión procede de una débil justificación teórica de la idea de democracia y de los parámetros de calidad utilizados. Esto se traduce en problemas como incurrir en un análisis tautológico de la calidad democrática (Ieraci y Paulo, 2008) o usar un instrumental analítico inapropiadoii.
Si bien las aproximaciones conceptuales a la calidad de la democracia son muy diversas, se pueden identificar dos grandes grupos. El primero incluye las aproximaciones basadas en definiciones procedimentales de democracia, inspiradas especialmente en la noción de poliarquía de Dahl (2002). La democracia es concebida como un conjunto específico de procedimientos que regulan el acceso al poder político, esto es, como un tipo de régimen político iii. De acuerdo con esto, la calidad de la democracia es “la capacidad de aprovechar el potencial único que la poliarquía ofrece en tanto régimen político” (Corbetta y Pérez-Liñán, 2001, p. 150; Altman y Pérez-Liñán, 2002, p. 86).
Algunos autores han remarcado la necesidad de incorporar otro aspecto clave de la idea de democracia no suficientemente desarrollado en el concepto de poliarquía: el control del poder políticoiv. Es cierto que la noción de poliarquía comprende uno de los mecanismos de control político por excelencia en una democracia, las elecciones, pero deja de lado otras instituciones de control, así como la referencia a un marco legal que trate a los ciudadanos como iguales y ponga límites a la acción del gobierno y los políticos (el Estado de Derecho). En palabras de O’Donnell (2001, p. 27), “la democracia no es tan sólo un régimen democrático sino también un modo particular de relación, entre Estado y ciudadanos y entre los propios ciudadanos, bajo un tipo de Estado de Derecho que, junto con la ciudadanía política, sostiene la ciudadanía civil y una red completa de rendición de cuentas”.
El segundo grupo comprende las definiciones que amplían el contenido de la democracia con aspectos sustantivos y finalistas. La democracia no sólo implica ciertos procedimientos para seleccionar y controlar el poder político, sino también objetivos y resultados que se pretenden alcanzar, tales como el desarrollo económico, la justicia social o la igualdad. En el campo de la teoría política normativa se pueden encontrar definiciones sustantivas de democracia muy diversas, vinculadas a diferentes corrientes (liberales, neoliberales, republicanas, etc.). Por ejemplo, desde posiciones democrático-deliberativas se reivindica la garantía de la discusión pública como criterio de calidad de una democracia (Manin, 1987; Velasco, 2006).
Como es sabido, las definiciones procedimentales son mucho más fáciles de operacionalizar y de aplicar al análisis empírico. De hecho, la gran mayoría de los estudios que han examinado y medido la calidad de las democracias lo han hecho a partir de este tipo de definiciones. El trabajo que se presenta sobre América Latina no es una excepción: asume el concepto de poliarquía de Dahl como marco general para analizar la calidad democrática, pero añade también el aspecto del control del poder político, en el sentido apuntado por O’Donnell (2001). Por tanto, al examinar las democracias latinoamericanas se atenderá tanto a la calidad de los mecanismos que pautan el acceso al poder político como a la calidad de los mecanismos que controlan el ejercicio del poder político. Hay quienes sostienen que un planteamiento como este modifica el sentido original de democracia y, consecuentemente, de calidad democrática (Mazzuca, 2007). Sin embargo, circunscribir la calidad de la democracia a las cuestiones de régimen supone un análisis parcial y limitado, que deja sin contemplar aspectos clave como la corrupción, la arbitrariedad en la toma de decisiones políticas o la impunidad de los agentes públicos. Precisamente, en el caso de América Latina uno de los problemas de calidad democrática que más se destaca es la debilidad de los mecanismos de control del poder político existentes (Mainwaring, 2003).
Como se indicaba antes, no existe un consenso general respecto a los patrones de análisis de la calidad democrática. En el cuadro 1 se puede apreciar la notable diferencia entre algunos estudios recientes que parten de una concepción más acotada de democracia (como “poliarquía”) y otros que lo hacen desde otra concepción más amplia. Obviamente, el listado de criterios es mucho más reducido en el primer caso. Asimismo, si nos fijamos en estudios que parten de definiciones similares de democracia se constatan posiciones distintas en relación con la inclusión o no de ciertos estándares de calidad, como ocurre, por ejemplo, con el Estado de Derecho (presente en los trabajos de Diamond y Morlino, 2004, y Hagopian, 2005, pero excluido en el de Levine y Molina, 2007).
Cuadro 1. Dimensiones de calidad democrática en algunos estudios recientes.
Noción de democracia como poliarquía
Corbetta y Pérez-Liñán (2001)
1. Derechos políticos y libertades
civiles
2. Gobernabilidad
3. Representación
4. Participación ciudadana
Altman y Pérez-Liñán (2002)
1. Derechos civiles efectivos
2. Participación efectiva
3. Competencia efectiva
Mainwaring y Pérez-Liñán (2008)
1. Derechos políticos y libertades civiles
Noción de democracia como “algo más” que poliarquía
Diamond y Morlino (2004)1
I) Procedimentales:
1. Estado de Derecho
2. Participación
3. Competencia
4. Accountabilityvertical
5. Accountabilityhorizontal
II) Sustantivas:
6. Libertad (derechos políticos y libertades civiles)
7. Igualdad (política y legal)
III) Resultados: 8. Responsiveness
Hagopian (2005)
I) Derechos:
1. Derechos políticos y libertades civiles
2. Justicia y Estado de derecho
3. Igualdad socioeconómica
II) Representación:
4. Accountability (horizontal y vertical)
5. Responsiveness
6. Satisfacción ciudadana y participación
Levine y Molina (2007)
1. Decisión electoral
2. Participación
3. Accountability(horizontal, vertical, social)
4.Responsiveness
5. Soberanía
Nota: para facilitar la comparación se ha incluido bajo un mismo término expresiones equivalentes.
Fuente: elaboración propia.
Sobre la base de la concepción de democracia indicada antes, el análisis de la calidad de las democracias latinoamericanas se centrará en cinco dimensiones básicas. Tres de ellas son características elementales del concepto de poliarquía. La primera corresponde al respeto de los derechos políticos y las libertades civiles, que es necesaria para que los ciudadanos –como es propio de una democracia- puedan seleccionar a los gobernantes, formular sus preferencias políticas y trasladarlas a la arena pública. Una segunda dimensión es la responsiveness, es decir, la “aptitud –del gobierno- para responder a las preferencias de los ciudadanos” (Dahl, 2002, p. 13). Las elecciones constituyen el principal instrumento que permite a los ciudadanos transmitir qué políticas desean que se lleven a cabo. En tercer lugar, la participación es otra importante expresión de salud democrática. Una de las razones es que a mayor nivel de participación hay mayor probabilidad de que el gobierno y sus decisiones representen las preferencias de un extenso número de ciudadanos (Altman y Pérez-Liñán, 2002; Levine y Molina, 2007).
Las dos últimas dimensiones conciernen a la idea de control del poder político. La primera de ellas es larendición de cuentas (o accountability). En una democracia el gobierno y los representantes políticos están sujetos a tres tipos mecanismos que ponen límites a posibles abusos de poder: i) rendición de cuentas vertical: a través de elecciones regulares y justas; ii) horizontal: a través de ciertas instituciones estatales; iii)social: a través de diferentes grupos de la sociedad civil o incluso individuos (O’Donnell, 2004). La dimensión restante es el Estado de Derecho. La calidad de una democracia también se mide por la existencia de un sistema legal que hace efectivos los derechos políticos, las libertades civiles y los mecanismos de rendición de cuentas. Sin un vigoroso Estado de Derecho, defendido por un poder judicial independiente, la igualdad y la dignidad de los ciudadanos están en riesgo (O’Donnell, 2001; 2004).
Estas cinco dimensiones son utilizadas frecuentemente en la investigación sobre calidad de la democraciav. En algunas ocasiones resulta difícil delimitar con precisión las fronteras entre unas dimensiones y otras. Por ejemplo, uno de los tipos de mecanismos de rendición de cuentas, el horizontal, trata de materializar el principio de separación de poderes propio del Estado de Derecho y, por tanto, podría considerarse como parte de este último. En realidad, todas estas dimensiones, tal como la literatura ha señalado, se encuentran interrelacionadas teórica y empíricamente (Levine y Molina: 2007). Y esta relación no siempre opera en un mismo sentido. Así, un gobierno altamente receptivo a las preferencias mayoritarias de los ciudadanos -con un nivel elevado de responsiveness- podría estar tentado de descuidar a las minorías o incluso restringir sus derechos –lo que supondría un bajo nivel de garantía de derechos políticos y libertades civiles- (Diamond y Morlino, 2004).
3. La medición de la calidad democrática en América Latina
Una vez precisado qué es la calidad de la democracia y sus dimensiones básicas, se pasará a examinar cómo puede ser operacionalizado este concepto. A partir de aquí, se realizará un análisis comparado de la calidad de las dieciocho democracias latinoamericanas y de su evolución en los últimos años.
3.1. La operacionalización del concepto
La investigación empírica de la calidad democrática en América Latina ha puesto de manifiesto una amplia diversidad de formas de operacionalizar y medir este concepto. De una forma general, se pueden destacar tres. La primera es apoyarse en métodos cualitativos. Un ejemplo es la iniciativa de auditoría ciudadana de calidad democrática de Costa Rica (PENDHS, 2001). En ella no se parte de ninguna teoría para establecer los estándares de calidad, sino que se fijan a partir de diversos espacios de consulta y debate ciudadanos. En esos espacios se evalúa también el estado de la democracia en relación con los estándares de calidad acordados. Una segunda forma de medir la calidad democrática es a través de indicadores cuantitativos. Hay dos procedimientos fundamentales: i) recurrir a alguno de los indicadores de democracia ya existentes, por ejemplo, la garantía de derechos políticos y libertades civiles de Freedom House (Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008); ii) construir un indicador agregado, ya sea a través de la elaboración de un índice (Levine y Molina, 2007) o de la aplicación de un análisis factorial de componentes principales (Altman y Pérez-Liñán, 2002). Finalmente, otros estudios parten de una selección de indicadores cuantitativos para examinar, por separado, diferentes dimensiones de calidad democrática. Este análisis lo complementan con información cualitativa -documentación, entrevistas, etc.- (Corbetta y Pérez-Liñán, 2001; Hagopian, 2005; Abente-Brun, 2008).
El estudio comparado que se presenta de las dieciocho democracias latinoamericanas se ha inspirado en el planteamiento del segundo grupo. Así, se ha seleccionado un conjunto de indicadores relativos a las cinco dimensiones de calidad democrática señaladas. Centrar el análisis en un único indicador, como hacen algunos investigadores (por ejemplo, Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008) resulta insuficiente: no permite abordar de forma adecuada una realidad tan amplia y compleja como la de la calidad democrática. A partir de los indicadores seleccionados se ha realizado un análisis factorial de componentes principales. Con ello se pretende descubrir si existe algún factor subyacente que pueda ser tomado como indicador agregado de calidad democrática. La aplicación del análisis factorial es muy adecuada para este estudio, habida cuenta de la interrelación teórica y práctica entre las dimensiones expuestas de calidad democrática. Como se mencionaba antes, la ubicación de los indicadores en una dimensión u otra no siempre resulta clara.
A continuación, se presentan los indicadores seleccionados para cada una de las cinco dimensiones de calidad democrática de este estudio. A la hora de elegirlos, se han tenido en cuenta dos criterios fundamentales: i) que disfruten de reconocimiento en la literatura especializada; ii) que no sean indicadores esporádicos, sino que tengan una cierta continuidad temporal.
Para medir la dimensión derechos políticos y libertades civiles se acude a los dos indicadores más utilizados en el campo de la calidad democrática: el de garantía de derechos políticos y el de garantía de libertades civiles de Freedom House (FH). Dado que son indicadores conceptualmente cercanos y con el mismo diseño metodológico, se empleará el promedio de ambos, en la línea de otros trabajos (Levine y Molina, 2007). Para facilitar la comparación con el resto de indicadores, se ha invertido la escala original de los valores y pasa a ser de 7 (máxima garantía de derechos y libertades) a 1 (mínima garantía).
El análisis de la dimensión responsiveness es complicadovi y no se cuenta con indicadores precisos. Aquí se opta por uno de los indicadores más utilizados: el nivel de satisfacción de los ciudadanos con el funcionamiento de la democracia (Lijphart, 2000; Hagopian, 2005; Levine y Molina, 2007). En concreto, el indicador recoge las respuestas de “muy” o “parcialmente satisfecho” de las encuestas de Latinobarómetro, que están recopiladas en la base de datos DataGob (elaborada por el Banco Interamericano de Desarrollo)vii. Es un indicador con limitaciones, sobre todo, porque se corre el riesgo de medir la opinión ciudadana respecto al funcionamiento de varias instituciones más que realmente de la democracia (Powell, 2004) o de medir el nivel de aprobación de los resultados de la gestión del gobierno (Levine y Molina, 2007).
Por lo que se refiere a la participación se recurre a un indicador estándar, presente en la mayoría de los trabajos sobre calidad democrática: la proporción de votantes con respecto a la población en edad de votar. En concreto, se toman los datos de participación en elecciones presidenciales de Voter Turnout de IDEA que están recogidos en la base de datos DataGob.
Para analizar la dimensión Estado de Derecho se utiliza, como en otros estudios (Hagopian, 2005), el indicador de Estado de Derecho del Banco Mundial. Es resultado de agregar indicadores relativos a diferentes cuestiones, como el grado de protección de los derechos de propiedad, la aplicabilidad de contratos, la independencia del poder judicial y la eficacia del sistema legal. Los valores de este indicador oscilan entre -2,5 (mínima garantía del Estado de Derecho) y 2,5 (máxima garantía).
Por último, la medición de la rendición de cuentas se basa en dos indicadores. El primero es un indicador de rendición de cuentas horizontal: el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional (empleado también por Levine y Molina, 2007). Las puntuaciones de este índice se sitúan en una escala de 10 (altamente transparente) a 0 (altamente corrupto). De nuevo, se ha acudido a los datos recopilados en la base DataGob. El nivel de corrupción está ligado a la eficacia de las instituciones estatales de control, particularmente del poder judicial. Por ello, podría ser considerado también como un indicador de Estado de Derechoviii. El segundo indicador es de rendición de cuentas vertical (más específicamente, social): la garantía de libertad de prensa de FH. En este sentido, podría ser entendido como un indicador de la dimensión de respeto de derechos políticos y libertades civilesix. Se ha invertido la escala original de este indicador y ha quedado así: 100 como máxima garantía de libertad de prensa y 1 como mínima garantía.
3.2. Los resultados del análisis
La cobertura temporal de los seis indicadores de calidad democrática seleccionados es bastante dispar: en unos casos la serie se inicia con la llegada de la democracia -o incluso antes- y en otros no es hasta comienzos de la década pasada. Ante esta situación, se ha clasificado la serie de cada indicador en tres periodos -2000-02, 2003-05 y 2006-08- y se ha calculado el valor promedio de cada periodo. De esa forma, el número de observaciones resultante es 54, lo que permitirá realizar un análisis estadístico –con ciertas limitaciones- tanto de la propia medición de la calidad democrática en los países latinoamericanos como de la explicación de la variación entre países. El anexo 1 detalla las puntuaciones de los países en los seis indicadores.
Como se señalaba antes, se presenta un análisis factorial de componentes principales de los seis indicadores seleccionados. Esta técnica puede determinar si hay alguna dimensión latente a todos ellos, de tal forma que pueda utilizarse como un indicador general de calidad democrática. O, por el contrario, puede mostrar que los indicadores son tan independientes entre sí que resulta imposible detectar un factor que los agregue. Los resultados del análisis factorial evidencian lo primero (véase cuadro 2). En efecto, el análisis ha puesto de manifiesto un factor subyacente a los seis indicadores, que contribuye a explicar el 62,6% de la varianza total. Los indicadores que se encuentran más asociados con este factor son el de Estado de Derecho y el de derechos políticos y libertades civiles, mientras que el de participación y el de satisfacción con el funcionamiento de la democracia son los que menos definen el factor.
Cuadro 2. Matriz factorial del análisis de componentes principales
Factor 1
Estado de Derecho
0,941
Derechos políticos y libertades civiles
0,928
Libertad de prensa
0,836
Percepción de corrupción
0,830
Participación electoral
0,595
Satisfacción con democracia
0,521
% varianza explicada
62,65
Fuente: elaboración propia.
Estos resultados avalan la decisión adoptada de no circunscribir el análisis de la calidad democrática a las garantías democráticas en el acceso al poder político –frente a lo que sostienen autores como Mazzuca (2007)- y dar entrada también a los mecanismos que ponen límites al ejercicio del poder político. Con el factor extraído del análisis factorial se puede establecer una comparación del nivel de calidad de las dieciocho democracias latinoamericanas. Como puede observarse en el gráfico 1, se aprecian tres grandes grupos. Chile, Uruguay, Costa Rica y Panamá son los países con un nivel de calidad democrática más elevado, especialmente los tres primeros. Por el contrario, Guatemala, Paraguay, Venezuela, Colombia, Honduras y Ecuador conforman el grupo con un nivel más bajo de calidad democrática, con particular énfasis en los cuatro primeros casos. Finalmente, los ocho países restantes se hallan en una posición intermedia. De ellos, Brasil y República Dominicana se sitúan en las posiciones más favorables, mientras que Bolivia y El Salvador en las menos favorables.
Gráfico 1. Indicador agregado de calidad democrática por países latinoamericanos
grafico1_3301
Nota: los valores (extraídos de un análisis factorial) corresponden al promedio del periodo 2000-08.
Esta clasificación de los países de América Latina según su grado de calidad democrática se aproxima a otras que han elaborado algunos investigadores (Altman y Pérez-Liñán, 2002; Levine y Molina, 2007). Las semejanzas conciernen, sobre todo, a los casos extremos: de forma unánime se sitúa a Chile, Costa Rica y Uruguay en el grupo de mayor nivel de calidad democrática, todo lo contrario que a Guatemalax. Esta cercanía a otras clasificaciones no resulta algo extraño, dada la coincidencia en el uso de algunos indicadores de calidad democrática.
Tras este análisis comparativo, la pregunta que se plantea es si ha habido transformaciones significativas en el nivel de calidad democrática a lo largo del tiempo. Como puede apreciarse en el gráfico 2, la variación del promedio de países latinoamericanos es prácticamente nula. Las únicas variaciones destacables son las de Venezuela y, en menor medida, Bolivia y Colombia. Por tanto, la calidad de la democracia ha permanecido, en general, relativamente estable durante este periodo y ha sido capaz de resistir a los cambios operados en el entorno político y socioeconómico. Concretamente, la recesión económica que experimentó la región latinoamericana entre 1998 y 2002 -generada por el comportamiento de los mercados financieros internacionales tras la crisis asiática- no ha hecho mella, en general, en el nivel de calidad democrática.
Gráfico 2. Evolución del indicador agregado de calidad democrática (2000-2008)*
grafico1_3302
(*) Puntuaciones de los 18 países en indicador de calidad democrática (resultante de un análisis factorial) para tres periodos (2000-02; 2003-05; 2006-08).
Fuente: elaboración propia
En los casos de Venezuela, Bolivia y Colombia las variaciones en el los niveles de calidad democrática parecen haber sido resultado de circunstancias y dinámicas específicas de cada país. Así, el bajo nivel de calidad de la democracia venezolana y las oscilaciones experimentadas en el periodo 2000-2008 se explican por la década de gobierno de Chávez, que –como han puesto de manifiesto diversos estudios- ha erosionado considerablemente los fundamentos democráticos del régimenxi. En el caso de Bolivia, se produce un descenso en el nivel de calidad democrática en los años 2003-05, que hay que situarlo en un contexto de fuerte declive económico, aguda conflictividad social e inestabilidad política, que se saldó con la caída de dos gobiernos –el de Sánchez de Lozada y el de Mesa- (Barreda, 2006b). Colombia, si bien es uno de los países con un nivel más bajo de calidad democrática, ha experimentado una progresiva mejoría a lo largo de este periodo. Una de las principales razones es el avance en la seguridad y pacificación del país, gracias a un conjunto diverso de iniciativas (medidas de represión de la violencia, procesos de negociación y espacios de construcción ciudadana de paz).
4. La explicación de los diferentes niveles de calidad democrática
Como se acaba de ver, hay importantes diferencias respecto a la calidad de las democracias latinoamericanas. Determinar las causas de estas diferencias es un asunto complejo, que requiere tomar en consideración explicaciones muy diversas. Por ello, se realiza, en primer lugar, una revisión de la literatura especializada, que servirá de base para el análisis empírico que después se presentará.
4.1. Los principales argumentos barajados en la literatura
Un conjunto heterogéneo de trabajos se ha ocupado de examinar los factores que determinan la calidad de una democracia. La mayoría de los argumentos y datos de que disponemos proceden de estudios centrados en aspectos específicos de la calidad democrática, tales como el desempeño de la administración pública, la configuración del sistema de partidos o el nivel de corrupción. Por ello, no es extraño el número tan diverso de causas que se han barajado. No se pretende aquí realizar un análisis exhaustivo de las posibles causas, sino presentar las más destacados. En concreto, sobresalen cuatro grandes tipos de factores explicativos: estructurales, la experiencia democrática, institucionales y socioculturales.
Comenzando por los factores estructurales, cabe resaltar especialmente tres. En primer lugar, se ha destacado que el nivel de desarrollo de un país favorece la calidad de su democracia. En particular, se ha subrayado importancia del nivel de modernidad de la estructura socioeconómica (Abente-Brun, 2007) y del nivel de desarrollo económico (Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008). Como sabemos por la investigación sobre democracia y desarrollo, las relaciones entre ambas cuestiones son complejas y están sujetas a serios problemas de endogeneidad (Bardham, 1999). En el trabajo de Mainwaring y Pérez-Liñán (2008) se constata la influencia positiva del desarrollo económico sobre la calidad democrática, si bien su impacto es moderado. Otro factor estructural al que se acude con frecuencia es la desigualdad económica. La idea es que una elevada polarización económica es desfavorable para la calidad democrática, entre otras razones porque las élites de sociedades desigualitarias son muy reacias a medidas de profundización democrática que hagan peligrar su situación privilegiada. Por ejemplo, numerosos estudios han atribuido el fracaso de Brasil en garantizar los derechos ciudadanos y el Estado de Derecho a una “herencia de desigualdad brutal” (Hagopian, 2005). Finalmente, algunas investigaciones han evidenciado que las sociedades con baja fragmentación etnolingüística cuentan con democracias de mayor calidad -y viceversa- (La Porta et al., 1999; Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008). Uno de los argumentos que se aduce es que en las sociedades heterogéneas es común que los grupos que acceden al poder desarrollen políticas para perjudicar a los grupos perdedores, restringir su libertad de oposición y proveer los bienes públicos de tal forma que no se permita beneficiar a los grupos excluidos (La Porta et al, 1999).
Una segunda explicación tiene que ver con la experiencia democrática de un país. Se trata de una idea procedente de la investigación sobre el origen y/o el mantenimiento de la democracia y que pone el acento en el aprendizaje político de cada país. La tesis es que la probabilidad de que la democracia emerja y/o perdure es mayor si un país goza de una destacada tradición democráticaxii. Diversos estudios han trasladado esta idea al análisis de la calidad de las democracias latinoamericanas y han constatado el impacto positivo del pasado democrático en el nivel de calidad (Altman y Pérez-Liñán, 2002; Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008). Al margen de estos factores endógenos, algunos autores han planteado que la calidad de una democracia podría ser explicada también por factores exógenos, concretamente por la influencia política de países vecinos (Mainwaring y Pérez-Liñán (2008). La calidad democrática sería, así, resultado de un proceso de difusión o contagio institucional. No obstante, en su análisis tal influencia no resulta significativa.
Un tercer bloque de explicaciones dirige la atención hacia las instituciones políticas. En especial, se ha resaltado que la presencia de un sistema de partidos con débil nivel de institucionalización tiene consecuencias perjudiciales para la calidad democráticaxiii. Los argumentos esgrimidos son muy diversos, pero conviene resaltar dos (Mainwaring y Scully, 1995; Mainwaring y Torcal, 2005). Por un lado, un sistema de partidos débilmente institucionalizado plantea problemas para la representación electoral, en la medida en que se hace más fácil el acceso al poder de políticos outsiders o “antipartidistas” que -como la experiencia ha mostrado en muchos casos- entrañan riesgos para la calidad democrática (por ejemplo, tendencia a ampliar sus poderes y a debilitar los mecanismos de control al gobierno). Por otro lado, el ejercicio del control político a través de elecciones se ve resentido, ya que en los sistemas poco institucionalizados los ciudadanos deben afrontar mayores costes de información sobre la acción de los partidos y los líderes políticos (al no disponer de suficientes pistas informativas facilitadas por los partidos). En los sistemas de partidos débilmente institucionalizados es común la relevancia del clientelismo. Esta institución informal constituye un obstáculo para la calidad democrática, entre otras razones porque incentiva el particularismo en el trato a los ciudadanos y en la distribución de bienes públicos (Máiz, 2003; Barreda, 2006a). Algunos estudios de caso han evidenciado cómo el clientelismo crea un marco de incentivos nada propicio para reformas institucionales que pueden mejorar la calidad democrática. Por ejemplo, reformas orientadas a la transparencia y control de la financiación partidista, el desarrollo de un servicio civil meritocrático o el combate de la corrupción (Abente-Brun, 2007; IIG, 2002).
El último grupo de explicaciones es de índole sociocultural. En ocasiones se atribuye la baja calidad democrática a la supervivencia de rasgos de una cultura autoritaria, pero sin explicar -como señalan Levine y Molina (2007)- de dónde surgen estos rasgos y las razones de su persistencia. Una de las cuestiones socioculturales a las que más se ha acudido en los últimos años es el capital social. Se sostiene que la presencia de relaciones y redes sociales sustentadas en la cooperación y en la confianza interpersonal –es decir, el capital social, en el sentido de Putnam (1993)- favorece la calidad democrática. Una de las razones de esto es que el capital social ayuda a fortalecer la responsabilidad democrática, en la medida en que permite a los ciudadanos informarse y debatir sobre asuntos colectivos (Boix y Posner, 2000). Algunos estudios de caso han mostrado las dificultades que comporta un nivel de capital social débil para el desarrollo de democracias de calidad (Abente-Brun, 2007).
4.2. Una exploración de los determinantes de la calidad democrática en América Latina
A pesar de este abanico de factores potencialmente explicativos de la calidad democrática, pocas investigaciones se han ocupado de examinarlos empíricamente y menos aún son las que lo han hecho de una forma amplia, integral. El estudio de Mainwaring y Pérez-Liñán (2008) es el trabajo más completo y rico que se ha realizado hasta la fecha para la región latinoamericana. Sin embargo, su variable dependiente plantea algunas limitaciones. Como se ha señalado, se fijan únicamente en un indicador de garantía de derechos democráticos (el de FH), sin entrar a considerar otros aspectos cruciales que afectan a la calidad de una democracia. A esto hay que añadir que el análisis se inicia con el comienzo de la ola democratizadora (1978), aún cuando muchos países no alcanzaron una mínima consolidación democrática hasta finales de los años ochenta o, incluso, en los noventa. De manera que se abordan cuestiones de calidad democrática en momentos en los que, en algunos países, la democracia no contaba con expectativas claras de continuidad.
El estudio que se presenta pretende ser una contribución a la explicación de los diferentes niveles de calidad de las democracias latinoamericanas. Parte de una concepción más amplia de calidad que la utilizada por Mainwaring y Pérez-Liñán (2008) y sitúa el análisis en la última década. La técnica estadística utilizada es un análisis de regresión lineal. Como variable dependiente se emplea el indicador de calidad democrática resultante del análisis de componentes principales efectuado. En cuanto a las variables independientes, se ha tenido en cuenta dos criterios para su selección: i) que sea un número reducido de variables (dado el número limitado de casos: 54); ii) que estén conectadas con explicaciones teóricas sólidas. A la hora de seleccionar indicadores para las diferentes variables se han priorizado los que tienen una mayor cobertura temporalxiv. De acuerdo con esto, el análisis se centra en la incidencia de seis variables relativas a los cuatro tipos de factores mencionados (estructurales, experiencia democrática, institucionales y socioculturales).
Como variables estructurales se tienen en cuenta el desarrollo económico, la desigualdad económica y lafragmentación etnolingüística. En el primer caso, se utiliza el indicador de renta nacional bruta per cápita del Banco Mundial, recopilado en The Quality of Government Dataset. Para evitar problemas de endogeneidad entre este indicador y el de la variable dependiente, se han tomado los datos de la renta nacional bruta per cápita del año anterior a cada periodo considerado (por ejemplo, renta del año 1999 para el periodo 2000-03). En el segundo caso, se recurre al indicador de distribución del ingreso nacional en el quintil de población con mayores recursos elaborado por la CEPAL. Por último, se incluye el índice de fragmentación étnica de Easterly et al. (2003), del que sólo hay información para un año. No obstante, se trata de un indicador claramente “estructural” y se asumirá como constante durante el periodo 2000-2008.
Para medir la experiencia democrática de cada país se acude al indicador de número de años de democracia, que resulta de combinar la información aportada por Smith (2004) -hasta el año 2000- y por FH –para después de 2001xv.
La medición de la variable institucionalización del sistema de partidos precisa información muy diversa y de disponibilidad limitada. Por ello, se centra la atención en uno de los componentes de este concepto: la volatilidad electoral. El indicador utilizado procede de la base de datos OPAL de la Universidad de Salamanca. Una alta volatilidad electoral debe interpretarse como un bajo nivel de institucionalización y viceversa.
Dentro de las variables socioculturales, el análisis se centra en el capital social, medido a través del indicador de confianza interpersonal del Latinobarómetro. En concreto, se considera la proporción de encuestados que manifiestan que “se puede confiar en la mayoría de la gente”.
Junto a estas variables independientes, se introduce el nivel educativo como variable de control, ya que es un factor que influye tanto en la calidad democrática como en algunas de las variables independientes. El nivel educativo incide en la calidad democrática por varias razones; entre otras, porque resulta clave para que los ciudadanos puedan tomar una decisión política informada (Levine y Molina, 2007) y porque desincentiva la corrupción y aumenta las capacidades de supervisión de los recursos públicos (Prats, 2008). A su vez, como es bien conocido, la educación contribuye significativamente al desarrollo económico y a la reducción de la desigualdad. El indicador de nivel educativo que se utiliza es la proporción de población adulta alfabetizada de la UNESCO, recopilado por el PNUD.
Como en el caso de los indicadores utilizados en el análisis factorial, se ha clasificado la serie de cada uno de estos indicadores en tres periodos (2000-02; 2003-05 y 2006-08) y se ha calculado el valor promedio de cada periodoxvi.
El cuadro 3 muestra los resultados del análisis de regresión lineal efectuado. Dado que el número de observaciones es reducido (54), conviene alertar de las limitaciones de este análisis y subrayar que se trata más bien de un análisis exploratorio. Cuatro variables son estadísticamente significativas: la desigualdad económica, la experiencia democrática la volatilidad electoral y, en menor medida, la renta per cápita. Si nos fijamos en sus coeficientes tipificados (Beta), se aprecia que la variable que tiene una mayor incidencia en la calidad democrática es la experiencia democrática. Los signos de los coeficientes se ajustan a lo esperado. Así, el aumento de la experiencia democrática y la renta per cápita hacen aumentar la calidad de una democrática, mientras que el incremento de la desigualdad y la volatilidad electoral la disminuye. En un análisis preliminar se tuvo en cuenta la incidencia de la dimensión temporal, a través de variables dummy, pero éstas no resultaron significativas. En otras palabras, el factor “tiempo” no influye de forma significativa en la variación del nivel de calidad democrática durante el periodo examinado.
Cuadro 3. Determinantes de la calidad de las democracias latinoamericanas
B
Beta
t
Renta per cápita
0,000
0,240*
1,820
Desigualdad económica
-0,066
-0,272**
-2,444
Fragmentación étnica
0,659
0,124
0,915
Experiencia democrática
0,032
0,609***
4,582
Volatilidad electoral
-0,032
-0,520***
-3,737
Confianza interpersonal
0,002
0,015
0,139
Alfabetismo
-0,015
-0,146
-1,007
Constante
4,219
1,957
R²: 0,517
N: 53
*, ** y *** indican niveles de significación del 90, 95 y 99%, respectivamente.
Fuente: elaboración propia
Si se comparan los resultados de este análisis con los argumentos y las evidencias empíricas de la sección anterior, se aprecia un punto de coincidencia y otro de divergencia. En relación con lo primero, las variables explicativas identificadas en el análisis son congruentes con las principales explicaciones de la calidad democrática contempladas en la literatura. Ciertamente, los investigadores a la hora de explicar la configuración y el rendimiento de las democracias latinoamericanas han privilegiado los argumentos referidos al desarrollo económico, la desigualdad económica, la institucionalización del sistema de partidos (o más específicamente, las características de los partidos) y la experiencia democrática. En particular, el que el pasado democrático sea el factor más determinante de la calidad de una democracia reafirma las conclusiones de un trabajo reciente de Mainwaring y Pérez-Liñán (2008). El predominio explicativo de la experiencia democrática ha quedado también evidenciado aplicando un modelo estadístico diferentexvii.
El punto de divergencia se refiere a la capacidad explicativa de la fragmentación etnolingüística y del capital social, que no resultan aquí significativas. Es especialmente llamativo que el capital social sea la variable menos explicativa, habida cuenta de todo lo que se ha escrito, en la última década, sobre su positiva contribución al rendimiento de las instituciones democráticas. Esta cuestión merece, pues, un análisis más detallado. En concreto, conviene tener en cuenta los siguientes datos: i) la correlación entre el indicador de capital social utilizado (confianza interpersonal) y el de calidad democrática es muy baja (0,13); ii) los únicos países en que se aprecia una relación entre estas variables, en los términos esperados, son Paraguay (bajo nivel de confianza y de calidad) y Uruguay (lo contrario); iii) de un análisis de correlaciones de la confianza interpersonal y un set de 14 indicadores sólo en tres casos las correlaciones son significativas: la satisfacción con la democracia (0,34), el apoyo a la democracia (0,31) y la desigualdad (-0,32) xviii. De ellos, los dos primeros son, como la confianza, indicadores actitudinales y proceden de la misma fuente.
Todos estos datos parecen señalar que la capacidad explicativa del capital social en el sentido apuntado por la teoría no se constata empíricamente, al menos utilizando el indicador de confianza interpersonal. Quizás recurriendo a otros indicadores empleados en la literatura sobre capital social (Putnam, 1993; Pharr, 2000) como, por ejemplo, el número de asociaciones o el nivel de participación en ellas se podrían extraer conclusiones diferentes. Pero lamentablemente no se dispone de indicadores de este tipo con información suficiente para un número amplio de países latinoamericanos.
Finalmente, conviene realizar una reflexión respecto al hecho de que la experiencia democrática sea el principal factor explicativo de la calidad de una democracia. Este resultado plantea una pregunta inmediata: ¿sólo aquellos países que han tenido una destacada trayectoria democrática pueden aspirar a democracias de alta calidad? La respuesta es negativa. La experiencia democrática influye, pero no es determinante del nivel de calidad de una democracia. Si fuese así, entonces ¿cómo se explica que dos de los países con mayor tradición democrática, Venezuela y Colombia, se sitúen hoy en el grupo de países con democracias de peor calidad?xix Como se ha señalado, en ambos casos hay que atender a circunstancias y dinámicas específicas.
Por tanto, no puede hablarse de un determinismo institucional o de una lógica de path dependence, en el sentido utilizado por el neoinstitucionalismo (por ejemplo, North, 1990 o Pierson, 2000). El pasado democrático no es determinante, pero sí contribuye a elevar significativamente el nivel de calidad de una democracia (Mainwaring y Pérez-Liñán, 2008). Como mínimo pueden aducirse dos razones. En primer lugar, la existencia previa de democracia posibilita la extensión de valores y actitudes legitimadores del Estado de Derecho y la democracia entre la ciudadanía, lo que representa un importante activo para la generación de democracias de calidad. Como era frecuente decir durante la transición española, “no es suficiente con construir democracia, es necesario construir también demócratas”xx. En segundo lugar, una destacada trayectoria democrática favorece la creación de diferentes instituciones sociales, políticas y jurídicas que cumplen un importante papel para la calidad de una democracia; instituciones como partidos políticos, poder judicial independiente o medios de comunicación plurales.
5. A modo de conclusión
La mayor parte de los estudios comparados de calidad democrática en América Latina ha partido de una concepción mínima de democracia y ha centrado la atención en la garantía de un conjunto de derechos democráticos elementales. Como se ha señalado, esto plantea limitaciones importantes a la hora de analizar y evaluar la calidad democrática. Por ello, este trabajo ha optado por una aproximación más amplia, que incorpora también el control de la acción del poder político. Sobre la base de esta concepción se han determinado cinco dimensiones de análisis -derechos políticos y libertades civilesresponsiveness,participaciónEstado de Derecho y rendición de cuentas- y se ha realizado el estudio de las dieciocho democracias. Los hallazgos más destacados son tres.
En primer lugar, el análisis factorial efectuado respalda la decisión adoptada de no limitar el examen de la calidad democrática a las cuestiones relativas a los derechos democráticos y dar cabida también a las cuestiones que conciernen a la limitación del poder político. Así, no sólo se ha constatado un factor subyacente a unas y otras cuestiones sino que las relativas al control del poder político contribuyen a definir algo más dicho factor. Por tanto, hay suficiente justificación –teórica y empírica- para no circunscribir el análisis de la calidad democrática al examen del nivel de democratización de un régimen.
En segundo lugar, el análisis comparado de las democracias latinoamericanas –a partir del indicador resultante del análisis factorial- ha permitido diferenciar tres grandes grupos: Chile, Uruguay, Costa Rica y Panamá con el nivel de calidad más elevado; Guatemala, Paraguay, Venezuela, Colombia, Honduras y Ecuador con el nivel más bajo; y los países restantes situados en una zona intermedia. Esta clasificación resulta bastante coincidente con la de otros estudios. En donde sí aparece un hallazgo nuevo es en la comparación diacrónica, cuestión que ha estado bastante desatendida en la literatura. En líneas generales, la variación en el nivel de calidad democrática a lo largo del periodo considerado ha sido insignificante. Ni siquiera la “media década perdida” (crisis de 1998 a 2002) tuvo una incidencia relevante en la calidad de las democracias. Únicamente en Venezuela y, en menor grado, Bolivia y Colombia han tenido lugar variaciones reseñables y éstas han sido, más bien, producto de circunstancias y dinámicas específicas.
La tercera aportación concierne a la explicación de la variación en el nivel de calidad de unas democracias a otras. La literatura especializada ha puesto de relieve causas muy diversas, pero pocos estudios se han ocupado de examinarlas empíricamente y menos aún de una forma integral. Este estudio ha pretendido realizar una contribución en esta dirección. Tomando con cierta prudencia los resultados del análisis, conviene destacar que las principales explicaciones apuntadas en la literatura han quedado evidenciadas. En efecto, se ha constatado el poder explicativo de dos variables estructurales (renta per cápita y desigualdad económica) y dos institucionales (volatilidad electoral y experiencia democrática). De ellas, la experiencia democrática es la variable más relevante. Esto no significa, empero, que deba hablarse de un determinismo institucional o de una lógica de path dependence en relación con el pasado democrático. La excepción más importante respecto a los argumentos barajados en la literatura se refiere al capital social: éste no ha resultado explicativo. Como se ha apuntado, sería necesario disponer de otros indicadores de capital social (más allá de la confianza interpersonal) para contrastar este resultado.
Estas últimas observaciones muestran que las aportaciones de este estudio distan de ser definitivas. La pretensión es que sirvan, más bien, de base para trabajos posteriores que refinen la medición de la calidad democrática y, sobre todo, la explicación de la variación entre los países latinoamericanos.
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Anexo1
Relación de indicadores utilizados
Indicador
Fuente
Estado de Derecho
Worldwide Governance Indicators del Banco Mundial
Derechos políticos y libertades civiles
Freedom House
Libertad de prensa
Freedom House
Percepción de corrupción
Base de datos DataGob del Banco Interamericano de Desarrollo (datos originales de Transparencia Internacional).
Participación electoral
DataGob (datos originales de Voter Turnout de IDEA) –hasta 2006- y Voter Turnout de IDEA (años siguientes)
Satisfacción con democracia
DataGob (datos originales de Latinobarómetro).
Renta nacional bruta per cápita
Base de datos The Quality of Government Dataset de The Quality of Government Institute (datos originales del BM)
Ingreso nacional en quintil de población con mayores recursos
Base de datos CEPALSTAT de CEPAL
Fragmentación étnica
Easterly et al. (2003)
Número de años de democracia
Smith (2004) –hasta 2000- y Freedom House (años siguientes)
Volatilidad electoral
Base de datos OPAL de Universidad de Salamanca
Confianza interpersonal
Latinobarómetro
Alfabetismo
Indicadores de Desarrollo Humano de PNUD (datos originales de UNESCO)
Pobreza (menos de 2 $ al día)
Base de datos CEPALSTAT de CEPAL (datos originales de Banco Mundial)
Apoyo a la democracia
DataGob (datos originales de Latinobarómetro) –hasta 2007- y Latinobarómetro –año 2008-
Fuente: elaboración propia.
Anexo2
Puntuaciones de los indicadores de calidad y del factor extraído del análisis de componentes principales en las 18 democracias de América Latina.
Periodo
Dchos y
liber.
(1)
Estado
Dcho
(2)
Percep.
corrup
(3)
Libert.
prensa
(4)
Partic.
elector.
(5)
Satisfac.
democr.
(6)
Factor
extraído
Argentina
2000-02
5,5
-0,47
2,8
63
79,4
14,3
-0,09
Argentina
2003-05
6
-0,64
2,6
61,67
76,9
33,9
0,11
Argentina
2006-08
6
-0,53
2,9
55
72,2
39
0,09
Bolivia
2000-02
5,83
-0,41
2,2
77
64,5
20,2
0,08
Bolivia
2003-05
5
-0,64
2,3
66
66,8
21,7
-0,38
Bolivia
2006-08
5
-0,93
2,9
67
63,4
37,7
-0,26
Brasil
2000-02
5,17
-0,31
4
68
81
20,8
0,25
Brasil
2003-05
5,67
-0,38
3,8
62
79,1
25,6
0,26
Brasil
2006-08
6
-0,45
3,4
61
82,4
34,7
0,37
Chile
2000-02
6,17
1,2
7,5
74,67
81,5
25,3
1,88
Chile
2003-05
7
1,16
7,4
77
72,8
38,9
2,18
Chile
2006-08
7
1,17
7,1
74
63,3
39
1,98
Colombia
2000-02
4
-0,9
3,6
40,33
43,7
9,5
-1,38
Colombia
2003-05
4,33
-0,82
3,8
37
44,8
27,2
-1,08
Colombia
2006-08
4,83
-0,58
3,8
39
44,2
36,3
-0,72
Costa Rica
2000-02
6,5
0,65
4,5
83,67
73,7
62,7
1,73
Costa Rica
2003-05
6,83
0,61
4,5
82,67
58,6
44,3
1,44
Costa Rica
2006-08
7
0,47
4,7
82
64
46,3
1,53
R. Dominic.
2000-02
6
-0,5
3,5
70
60,5
36
0,30
R. Dominic.
2003-05
5,83
-0,58
3,1
63,33
65,3
39,7
0,13
R. Dominic.
2006-08
6
-0,53
2,9
63
69,4
48,3
0,29
Ecuador
2000-02
5
-0,69
2,2
58,67
72
15,1
-0,56
Ecuador
2003-05
5
-0,76
2,4
58,67
69,6
17
-0,56
Ecuador
2006-08
5
-1,04
2,1
59
84,1
31,3
-0,42
Guatemala
2000-02
4,33
-0,84
2,5
49,33
31,1
26,1
-1,24
Guatemala
2003-05
4
-1,06
2,4
40,67
42,3
23
-1,51
Guatemala
2006-08
4,5
-1,09
2,8
42
45,5
29,3
-1,19
Honduras
2000-02
5
-0,89
2,7
54,67
68,2
48,5
-0,33
Honduras
2003-05
5
-0,78
2,4
48,67
72,4
31
-0,57
Honduras
2006-08
5
-0,89
2,5
48
60,5
29,7
-0,75
México
2000-02
5,67
-0,39
3,6
54,67
65,9
21,8
-0,09
México
2003-05
6
-0,44
3,6
61,33
60
19,8
0,02
México
2006-08
5,5
-0,56
3,5
52
63,3
31,7
-0,19
Nicaragua
2000-02
5
-0,84
2,5
62,67
75,6
41,3
-0,19
Nicaragua
2003-05
5
-0,7
2,6
60,33
78,8
23,2
-0,32
Nicaragua
2006-08
4,83
-0,83
2,6
56
74,2
36
-0,41
Panamá
2000-02
6,5
-0,12
3
70
70,2
32,5
0,58
Panamá
2003-05
6,5
-0,12
3,5
59
76,3
26,5
0,48
Panamá
2006-08
6,5
-0,17
3,2
57
80,3
37,7
0,53
Paraguay
2000-02
4,5
-1,08
1,7
49
59,4
8,7
-1,31
Paraguay
2003-05
5
-1,06
1,9
45
47,6
13,1
-1,28
Paraguay
2006-08
5
-0,98
2,5
43
45,9
14,3
-1,19
Perú
2000-02
5,5
-0,6
4
49,67
76,3
17,2
-0,18
Perú
2003-05
5,5
-0,68
3,6
63,67
78,6
10,3
-0,08
Perú
2006-08
5,5
-0,74
3,5
61
83,2
18,7
-0,03
El Salvador
2000-02
5,5
-0,62
3,4
62,67
43,5
29,9
-0,27
El Salvador
2003-05
5,5
-0,44
4
59,67
38,1
35,6
-0,15
El Salvador
2006-08
5,5
-0,63
4
57
63,1
32
-0,05
Uruguay
2000-02
7
0,56
5,1
72
96,1
54,3
1,88
Uruguay
2003-05
7
0,46
5,9
71,67
94,7
50,3
1,90
Uruguay
2006-08
7
0,45
6,7
72
91,8
67,7
2,18
Venezuela
2000-02
4,17
-0,97
2,5
62,67
48,5
40,6
-0,77
Venezuela
2003-05
4,33
-1,23
2,3
30,67
46,7
45,5
-1,39
Venezuela
2006-08
4
-1,42
2,1
28
76,3
55
-1,24
  1. Promedio de indicadores de derechos políticos y de libertades civiles de Freedom House. La escala va de 7 (máxima garantía) a 1 (mínima).
  2. Índice de Estado de Derecho de Worldwide Governance Indicators del Banco Mundial. La escala es entre -2,5 (mínima garantía) y 2,5 (máxima).
  3. Índice de percepción de corrupción. La escala va de 10 (altamente transparente) a 0 (altamente corrupto). Fuente: DataGob (datos originales de Transparencia Internacional).
  4. Libertad de prensa de Freedom House. La escala va de 100 (máxima garantía) a 1 (mínima)
  5. Proporción de votantes entre la población en edad de votar. Fuentes: para 2000-2006, DataGob (datos originales de Voter Turnout de IDEA); para años siguientes y otros no cubiertos por DataGob: Voter Turnout de IDEA.
  6. % de respuestas de muy o parcialmente satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Fuente: DataGob (datos originales de Latinobarómetro).
Fuente: elaboración propia.

i Este artículo fue publicado originalmente en Política y Gobierno, 2011, vol. XVIII, núm. 2, págs. 265-295.
ii Por ejemplo, Mazzuca (2003) destaca los problemas que se presentan cuando se intenta analizar y evaluar las democracias reales con un instrumental prescriptivo, apto para la investigación filosófica de calidad democrática pero no para la investigación empírica.
iii Según la célebre noción de poliarquía de Dahl (2002), ésta debe satisfacer ocho garantías institucionales: libertad de asociación, libertad de expresión, libertad de voto, elegibilidad para el servicio público, derecho de los líderes a competir en busca de apoyo, diversidad de fuentes de información, elecciones libres e imparciales e instituciones que garanticen que la política del gobierno dependa de los votos y demás formas de expresar las preferencias.
iv Beetham (1994) ha remarcado que el control político es un aspecto clave de la idea de democracia y recogido en la mayoría de las definiciones. El marco teórico de su iniciativa de auditoría de la democracia se sustenta en dos principios básicos: igualdad y control políticos.
v Obsérvese cómo en los estudios del cuadro 1 se evidencian estas dimensiones, obviamente en diferente grado.
vi El análisis de la responsiveness requiere prestar atención a cómo se estructuran las preferencias ciudadanas de políticas, cómo éstas son agregadas institucionalmente (resultados electorales, formación de gobierno, etc.) y, finalmente, cómo tales preferencias se traducen en políticas públicas (Powell, 2004).
vii La relación de indicadores utilizados y sus fuentes aparece en anexo 1. Todos ellos son de acceso abierto.
viii El indicador de Estado de Derecho del BM no incluye, empero, la medición de la corrupción. Es el indicador de control de corrupción (uno de cuyos componentes es el índice de Transparencia Internacional) el que se ocupa de ello. Estamos, pues, ante uno de los casos en que un indicador da información de varias dimensiones (relacionadas) de calidad democrática.
ix En la literatura sobre política latinoamericana en ocasiones así se hace (Hagopian, 2005); en otras, en cambio, se toma como indicador de rendición de cuentas vertical (Barreda, 2006a).
x Los países que comparten –con Guatemala- las posiciones menos favorables varían de unas clasificaciones a otras, pero, en general, se aprecia el panorama descrito. Así, Venezuela ocupa la posición 16 en el índice de Levine y Molina (2007). Colombia está en el lugar 17 del índice de Levine y Molina, y en el grupo de calidad democrática más bajo de Altman y Pérez-Liñán (2002). Dentro de este grupo se sitúa también Paraguay y ocupa la posición 13 en el índice de Levine y Molina.
xi Por ejemplo, un informe de Human Rights Watch (2008) detalla un conjunto de medidas impulsadas por el gobierno venezolano en esta dirección, tales como la censura y la discriminación de la oposición política, el cierre de los medios de comunicación o la intromisión en la acción del poder judicial. En este contexto, no resulta extraño el progresivo empeoramiento de la calidad del indicador del Estado de Derecho y el de libertad de prensa (véase anexo 2).
xii Conviene tener presente que la experiencia democrática del pasado puede resultar negativa para la aparición de la democracia o para su estabilidad, dado que “si un país tuvo un régimen democrático (…), es veterano no sólo de la democracia sino también de su subversión exitosa” (Przeworski et al. 1996: 96). Es decir, las fuerzas antidemocráticas pueden haber aprendido de las experiencias subversivas. Una posición similar es la de Smith (2004), si bien su análisis empírico confirma la importancia de la experiencia previa para la estabilidad democrática.
xiii De acuerdo con Mainwaring y Scully (1995), la institucionalización de un sistema de partidos puede conceptualizarse a través de cuatro dimensiones: i) estabilidad en las pautas y la naturaleza de la competencia entre partidos; ii) los partidos tienen raíces relativamente estables en la sociedad; iii) los principales actores políticos asignan legitimidad a los partidos; iv) las organizaciones partidistas no están subordinadas a los intereses de líderes ambiciosos, sino que adquieren un estatus independiente y valor propio.
xiv Como es sabido, hay serias limitaciones en la disponibilidad de indicadores para las variables que se pretende examinar. En ocasiones, se cuenta con indicadores pertinentes, pero con una cobertura temporal reducida para un análisis como éste. Es el caso de recientes indicadores que podrían arrojar luz respecto a la influencia de las organizaciones partidistas en la calidad democrática: el índice de fortaleza partidista de Jones (2007) o el de coherencia de Ruiz (2006).
xv En el caso de FH se ha utilizado el indicador de democracia electoral, que mide la garantía de los procedimientos políticos básicos de una democracia, sin abordar las cuestiones referidas a las libertades civiles. Los valores del indicador son cualitativos: “sí” es una democracia electoral o “no”.
xvi Hay dos excepciones. Una es la renta per cápita (ya comentada) y la otra es el nivel de alfabetismo, en el que los datos para el periodo 2000-02 son los de 1995; para el de 2003-05 son de 2000; y para el último periodo son de 2005. En los dos casos se intenta evitar problemas de endogeneidad. En los indicadores de desigualdad, volatilidad y confianza interpersonal hay un número reducido de valores ausentes. En estos casos, se ha sustituido el valor vacío por el promedio del país correspondiente.
xvii Se trata del modelo FEVD (fixed effects vector decomposition), que resulta adecuado cuando, como aquí, se cuenta con variables independientes fijas en el tiempo (por ejemplo, la fragmentación étnica) y otras que fluctúan (por ejemplo, la confianza interpersonal). Sin embargo, las características de los indicadores utilizados en este estudio no hacen posible la aplicación de este modelo. Como se ha señalado, son indicadores objetivos y subjetivos con series temporales muy dispares y, en general, muy limitadas, por lo que se ha tenido que distribuir la serie de cada indicador en tres periodos; como resultado, el número de observaciones finales es reducido (54). Al aplicar el modelo FEVD -con transformación Prais-Winsten AR (1)- disminuye el número de grados de libertad, lo que hace reducir considerablemente el nivel de significatividad de las variables.De hecho, sólo una de ellas, la experiencia democrática, resulta significativa.
xviii De este set de 14 indicadores, 6 corresponde a los indicadores empleados para definir la variable dependiente; 6 son los indicadores de las variables independientes y los 2 restantes son el de proporción de población con menos de 2 dólares al día (de base de datos CEPAL) y el apoyo a la democracia (Latinobarómetro).
xix Según los datos de Smith (2004), Venezuela tuvo 44 años de democracia en el siglo XX y Colombia 50.
xx Hay posiciones que cuestionan el poder explicativo de la cultura política en relación con los procesos de democratización. Una síntesis de las posiciones a favor y en contra aparece, entre otros, en Maravall (1995).
Relación de indicadores utilizados
Indicador
Fuente
Estado de Derecho
Worldwide Governance Indicators del Banco Mundial
Derechos políticos y libertades civiles
Freedom House
Libertad de prensa
Freedom House
Percepción de corrupción
Base de datos DataGob del Banco Interamericano de Desarrollo (datos originales de Transparencia Internacional).
Participación electoral
DataGob (datos originales de Voter Turnout de IDEA) –hasta 2006- y Voter Turnout de IDEA (años siguientes)
Satisfacción con democracia
DataGob (datos originales de Latinobarómetro).
Renta nacional bruta per cápita
Base de datos The Quality of Government Dataset de The Quality of Government Institute (datos originales del BM)
Ingreso nacional en quintil de población con mayores recursos
Base de datos CEPALSTAT de CEPAL
Fragmentación étnica
Easterly et al. (2003)
Número de años de democracia
Smith (2004) –hasta 2000- y Freedom House (años siguientes)
Volatilidad electoral
Base de datos OPAL de Universidad de Salamanca
Confianza interpersonal
Latinobarómetro
Alfabetismo
Indicadores de Desarrollo Humano de PNUD (datos originales de UNESCO)
Pobreza (menos de 2 $ al día)
Base de datos CEPALSTAT de CEPAL (datos originales de Banco Mundial)
Apoyo a la democracia
DataGob (datos originales de Latinobarómetro) –hasta 2007- y Latinobarómetro –año 2008-
Fuente: elaboración propia.
Anexo2
Puntuaciones de los indicadores de calidad y del factor extraído del análisis de componentes principales en las 18 democracias de América Latina.
Periodo
Dchos y
liber.
(1)
Estado
Dcho
(2)
Percep.
corrup
(3)
Libert.
prensa
(4)
Partic.
elector.
(5)
Satisfac.
democr.
(6)
Factor
extraído
Argentina
2000-02
5,5
-0,47
2,8
63
79,4
14,3
-0,09
Argentina
2003-05
6
-0,64
2,6
61,67
76,9
33,9
0,11
Argentina
2006-08
6
-0,53
2,9
55
72,2
39
0,09
Bolivia
2000-02
5,83
-0,41
2,2
77
64,5
20,2
0,08
Bolivia
2003-05
5
-0,64
2,3
66
66,8
21,7
-0,38
Bolivia
2006-08
5
-0,93
2,9
67
63,4
37,7
-0,26
Brasil
2000-02
5,17
-0,31
4
68
81
20,8
0,25
Brasil
2003-05
5,67
-0,38
3,8
62
79,1
25,6
0,26
Brasil
2006-08
6
-0,45
3,4
61
82,4
34,7
0,37
Chile
2000-02
6,17
1,2
7,5
74,67
81,5
25,3
1,88
Chile
2003-05
7
1,16
7,4
77
72,8
38,9
2,18
Chile
2006-08
7
1,17
7,1
74
63,3
39
1,98
Colombia
2000-02
4
-0,9
3,6
40,33
43,7
9,5
-1,38
Colombia
2003-05
4,33
-0,82
3,8
37
44,8
27,2
-1,08
Colombia
2006-08
4,83
-0,58
3,8
39
44,2
36,3
-0,72
Costa Rica
2000-02
6,5
0,65
4,5
83,67
73,7
62,7
1,73
Costa Rica
2003-05
6,83
0,61
4,5
82,67
58,6
44,3
1,44
Costa Rica
2006-08
7
0,47
4,7
82
64
46,3
1,53
R. Dominic.
2000-02
6
-0,5
3,5
70
60,5
36
0,30
R. Dominic.
2003-05
5,83
-0,58
3,1
63,33
65,3
39,7
0,13
R. Dominic.
2006-08
6
-0,53
2,9
63
69,4
48,3
0,29
Ecuador
2000-02
5
-0,69
2,2
58,67
72
15,1
-0,56
Ecuador
2003-05
5
-0,76
2,4
58,67
69,6
17
-0,56
Ecuador
2006-08
5
-1,04
2,1
59
84,1
31,3
-0,42
Guatemala
2000-02
4,33
-0,84
2,5
49,33
31,1
26,1
-1,24
Guatemala
2003-05
4
-1,06
2,4
40,67
42,3
23
-1,51
Guatemala
2006-08
4,5
-1,09
2,8
42
45,5
29,3
-1,19
Honduras
2000-02
5
-0,89
2,7
54,67
68,2
48,5
-0,33
Honduras
2003-05
5
-0,78
2,4
48,67
72,4
31
-0,57
Honduras
2006-08
5
-0,89
2,5
48
60,5
29,7
-0,75
México
2000-02
5,67
-0,39
3,6
54,67
65,9
21,8
-0,09
México
2003-05
6
-0,44
3,6
61,33
60
19,8
0,02
México
2006-08
5,5
-0,56
3,5
52
63,3
31,7
-0,19
Nicaragua
2000-02
5
-0,84
2,5
62,67
75,6
41,3
-0,19
Nicaragua
2003-05
5
-0,7
2,6
60,33
78,8
23,2
-0,32
Nicaragua
2006-08
4,83
-0,83
2,6
56
74,2
36
-0,41
Panamá
2000-02
6,5
-0,12
3
70
70,2
32,5
0,58
Panamá
2003-05
6,5
-0,12
3,5
59
76,3
26,5
0,48
Panamá
2006-08
6,5
-0,17
3,2
57
80,3
37,7
0,53
Paraguay
2000-02
4,5
-1,08
1,7
49
59,4
8,7
-1,31
Paraguay
2003-05
5
-1,06
1,9
45
47,6
13,1
-1,28
Paraguay
2006-08
5
-0,98
2,5
43
45,9
14,3
-1,19
Perú
2000-02
5,5
-0,6
4
49,67
76,3
17,2
-0,18
Perú
2003-05
5,5
-0,68
3,6
63,67
78,6
10,3
-0,08
Perú
2006-08
5,5
-0,74
3,5
61
83,2
18,7
-0,03
El Salvador
2000-02
5,5
-0,62
3,4
62,67
43,5
29,9
-0,27
El Salvador
2003-05
5,5
-0,44
4
59,67
38,1
35,6
-0,15
El Salvador
2006-08
5,5
-0,63
4
57
63,1
32
-0,05
Uruguay
2000-02
7
0,56
5,1
72
96,1
54,3
1,88
Uruguay
2003-05
7
0,46
5,9
71,67
94,7
50,3
1,90
Uruguay
2006-08
7
0,45
6,7
72
91,8
67,7
2,18
Venezuela
2000-02
4,17
-0,97
2,5
62,67
48,5
40,6
-0,77
Venezuela
2003-05
4,33
-1,23
2,3
30,67
46,7
45,5
-1,39
Venezuela
2006-08
4
-1,42
2,1
28
76,3
55
-1,24
  1. Promedio de indicadores de derechos políticos y de libertades civiles de Freedom House. La escala va de 7 (máxima garantía) a 1 (mínima).
  2. Índice de Estado de Derecho de Worldwide Governance Indicators del Banco Mundial. La escala es entre -2,5 (mínima garantía) y 2,5 (máxima).
  3. Índice de percepción de corrupción. La escala va de 10 (altamente transparente) a 0 (altamente corrupto). Fuente: DataGob (datos originales de Transparencia Internacional).
  4. Libertad de prensa de Freedom House. La escala va de 100 (máxima garantía) a 1 (mínima)
  5. Proporción de votantes entre la población en edad de votar. Fuentes: para 2000-2006, DataGob (datos originales de Voter Turnout de IDEA); para años siguientes y otros no cubiertos por DataGob: Voter Turnout de IDEA.
  6. % de respuestas de muy o parcialmente satisfechos con el funcionamiento de la democracia. Fuente: DataGob (datos originales de Latinobarómetro).