viernes, 26 de julio de 2013

LA ENTREGA.

La entrega

El dictador Joseph Stalin ordenó la tarea científica de crear un híbrido, entre el mono y el humano, para concebir una bestia violenta y sin sentimientos, que sólo podría recibir órdenes de sus amos sin detenerse a pensar.
El dictador Joseph Stalin ordenó la tarea científica de crear un híbrido, entre el mono y el humano, para concebir una bestia violenta y sin sentimientos, que sólo podría recibir órdenes de sus amos sin detenerse a pensar.

Hay pueblos que extravían su estima y son capaces de entregarse, a cualquier precio, a un loco o a una locura

Edilio Peña
/ El Universal
La entrega verdadera supera la razón del poder. La conduce un espíritu puro y auténtico que supera al asombro. Quizá por ello no todos se entregan. Hay quienes lo hacen para ser y otros para tener. La voluntad primera, es vidente; la segunda, ciega. Entre el sentir del corazón y la necesidad de la avaricia, hay un umbral que separa ambos territorios: el amor. Este sentimiento brinda una lucidez ajena a la conciencia del interés. Quien ama lo hace rebasando a su propia razón. Ni el dolor ni la enfermedad logran abatirlo. La posibilidad de la muerte, tampoco. No acepta migajas para tener la ilusión de ser feliz con poco. Es devoto de la libertad sin pretender ser un héroe. Ama el anonimato tal como Franz Kafka. Amar a alguien no es lo mismo que sucumbir a una abstracción que enceguece con los espejismos. Los verdaderos altruistas pertenecen a esa estirpe. La razón del poder flota en la superficie, el amor subyace en la profundidad. El amor supera cualquier ideología y a la propia religión.
Experimentos nacionalsocialistas y comunistas, fraguaron campañas de propaganda, para convencer a la humanidad de un amor superior hacia ella que la conduciría al paraíso. Sin embargo, le causaron sufrimientos inimaginables y muertes atroces, que aún hoy, la memoria anciana no logra despejar con el olvido, porque el estigma del horror es huella candente que quema todavía. Los campos de concentración son el testimonio pavoroso de lo que es, y puede llegar a ser, el poder totalitario con sus púas. Sin dejar de advertir, que este macabro poder, soporta sus bases en miles o millones de partidarios abandonados a él, al igual que manadas de toros negros en estampida, que con los ojos arrancados y sin cachos, se lanzan al abismo.
Hay pueblos que extravían su estima y son capaces de entregarse, a cualquier precio, a un loco o a una locura. El dictador Joseph Stalin ordenó la tarea científica de crear un híbrido, entre el mono y el humano, para concebir una bestia violenta y sin sentimientos, que sólo podría recibir órdenes de sus amos sin detenerse a pensar. La Alemania Nazi y la Unión Soviética todavía es la hoja de ruta que sobrevive en Corea y Cuba. Un hombre de sesenta años en la dictadura de los Castro, es un miserable por no haber conocido otra cosa más que la miseria y los huracanes. Ha sufrido tanto que ha olvidado lo que es el amor. Las palmeras y el mar azul que rodean la isla, no alcanzan a consolar esa nostalgia por aquello que nunca tuvo. Su cuerpo magro, extraña la carne que ha debido tener; su alma desolada, el cariño que merecía. A este hombre no se le perdió el unicornio azul, sino su vida.
La pisada del totalitarismo aplasta a Venezuela, al negar también, los derechos de las asociaciones gremiales y sindicales. Hugo Chávez acostumbraba gritar -cual gorila enardecido-, amar a la patria, y que por ella estaba dispuesto a entregar su existencia, pero a la vez, odiaba a más de la mitad de la población venezolana que no votaba por él, llegando a extremos de amenazar con pulverizarla. Un horno crematorio parecía fraguarse en su mente. Su natural resentimiento dedicó múltiples estrategias para causar el mayor daño posible a millones de venezolanos, mientras esto acontecía, Gustavo Dudamel lo celebraba con apoteósicos conciertos. Un músico genial entregado al mal por los caminos de lo sublime. Paradoja del infortunio, el soberbio de Sabaneta murió sin amor y se desvaneció, como un viento inútil de la sabana. Las masas velaron un muñeco y no un cadáver. Siendo presidente, Hugo Chávez negó discutir los contratos colectivos que mejorarían las condiciones laborales de los trabajadores, y ahora, sus herederos, siguiendo su norte funesto, afincan el ensañamiento contra las universidades autónomas del país.
Los estudiantes de esas universidades se entregaron al riesgo de una huelga de hambre, cosiéndose algunos la boca, y desde esa dramática elección, no sólo demostraron valor: también profundo amor y sentido de pertenencia por la institución universitaria que defienden. Hordas enviadas por el mismo gobierno, intentaron apurar la desgracia con acciones relámpago de terror sobre los huelguistas. Las demandas de los estudiantes fueron oídas por el propio Papa Francisco; nunca por este gobierno miserable e indolente. Las universidades autónomas de Venezuela, son producto de la conquista de la inteligencia, la pluralidad y el reconocimiento del otro. En ellas resiste la democracia venezolana. Privilegiar unas universidades sobre otras, mejorar las condiciones de unos profesores y estudiantes sobre otros, es la expresión fascista más emblemática ostentada por este gobierno ilegítimo, que no puede entregarse a salvar esta patria, sino a hundirla mucho más, en la desgracia

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