miércoles, 12 de marzo de 2014

EN NOMBRE DE LOS POBRES: HUGO CHAVEZ.

En nombre de los pobres, Hugo Chávez; por Gisela Kozak

Por Gisela Kozak Rovero | 8 de Marzo, 2013
pobre texto
Jefes de estado, gigantescas multitudes, periodistas de todo el mundo y alabanzas a granel  acompañaron el féretro de Hugo Chávez desde el hospital “Dr. Carlos Arvelo” hasta Fuerte Tiuna, sede de la escuela militar donde nació como patriota según sus propias palabras.  Hablamos del  hombre que desafió todas las convenciones políticas e ideológicas, levantó de las ruinas postcomunistas al socialismo y contribuyó a crear diversos mecanismos de integración en América Latina. Llueven las alabanzas de dignatarios internacionales que admiran la preocupación por la pobreza del mandatario fallecido o al menos le reconocen su dimensión histórica. Venezuela necesitaba un Hugo Chávez dada la corrupción de sus elites y la miseria del país hasta 1998, me dicen con tono de objetividad mis colegas del extranjero, a quienes especialmente dedico este artículo, dispuestos a comprender a quienes hablan y actúan en nombre de los pobres y en contra de Estados Unidos. No hay duda, el mundo de hoy parece simpatizar poco con gobernantes atildados, conservadores, miedosos y poco agresivos, habida cuenta de las crisis económicas internacionales y los peligros incesantes de los conflictos políticos y religiosos. Hace veinte años la democracia representativa y el libre mercado eran el destino universal de la humanidad, decían algunos arrogantes, pero las crisis económicas, la aparición de gobernantes como Hugo Chávez, la consolidación del poderío capitalista salvaje chino, el liderazgo personalista de Vladimir Putin, los gobiernos confesionales y los fundamentalismos religiosos impugnaron tal destino. Hasta el régimen cubano ha tomado otro aire gracias a la ayuda venezolana  y a su propio arraigo en la isla incluso después de la hambruna del período especial; además… ¿alguien piensa que puede haber una liberal democracia post-castrista más allá de la “llegada del libre mercado”? No. Todos estos aliados del chavismo en la cruzada contra las “democracias burguesas” tienen otra visión del futuro.
Como mujer de izquierda democrática aplaudí la caída de las dictaduras rojas tanto como lamenté  que en su superación del comunismo  esas sociedades se contentaron con adoptar las democracias representativas sin renovarlas (amén de a Paulo Coelho, la Coca Cola y la revista Playboy, según se contaba en noticias de los años noventa). Las democracias postsoviéticas constituían unas copias que no contaban con las instituciones y los hábitos democráticos que garantizan  su éxito en Escandinavia o en otros lugares. Las grandes causas nacionales o mundiales sonaban huecas y bobas ante la penuria de las desvencijadas sociedades ex-comunistas. Este vacío impulsó salidas antidemocráticas mientras que paralelamente la academia internacional de izquierda, con figuras como Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, asumió su cruzada en contra de las democracias liberales. No es de extrañar que llegase al poder un líder como Vladimir Putin quien a cuenta de las  grandes causas de la patria  reivindica  hoy a Jozef Stalin en la Rusia postsoviética. Una sociedad ama  a un dictador no por nada y a diferencia de la Alemania nazi, vencida y aplastada brutalmente por los aliados, el padrecito Stalin fue el líder de un gigantesco triunfo militar en la Segunda Guerra Mundial, la esperanza de los hombres y mujeres pobres del mundo. Hitler fue vencido, Stalin no; y  como dijo Ana Nuño recientemente en un muy buen artículo artículo en el Papel Literario de El Nacional, los horrores del comunismo siempre se justifican frente a los del supremacismo racial nazi: en nombre de los pobres, todo pecado es venial.
No es de extrañar, habida cuenta de esta indulgencia, que el personalismo de Hugo Chávez, cuyo régimen por cierto no se ha convertido en la máquina de matar disidentes propia del stalinismo, sea visto como la bendición que fue capaz de generar un proyecto nacional revolucionario con su  tratamiento de la pobreza y la exclusión. Los pequeños detalles del culto a la personalidad, la política de reparto de renta y no de empleo productivo, el uso proselitista de los recursos del estado y la imposibilidad de que la oposición llegue al poder ejecutivo a riesgo de una respuesta militar, tal como  indicó en pleno cortejo fúnebre el ministro del poder popular para la defensa, no pesan. El voto popular legitima todo, lo demás es democracia burguesa: cualquier cosa es buena en nombre de los pobres. Los venezolanos y venezolanas  opositores somos  el no-pueblo; no compartimos las virtudes de la bondad, la caridad, la solidaridad y el desprendimiento revolucionarios  propios más de la moral cristiana  que del marxismo o  del pensamiento político de izquierdas postmarxista. Se trata, como diría la antropóloga Paula Vázquez en una entrevista para Le Nouvel Observateur, de un militarismo compasivo que por cierto  reparte la riqueza y no crea condiciones para producir.
Hugo Chávez muere triunfante. Amado por su familia, colaboradores, el verdadero  pueblo venezolano (ahora como dijo Nicolás Maduro la identidad patria es chavista) y aliados internacionales, el superhombre de los pobres se proyecta. La izquierda autoritaria mundial otrora vencida que luchaba contra el neoliberalismo en los noventa, ostenta un gobierno legitimado por el voto popular con oposición organizada que va a elecciones; sin duda, se trata del mejor de los mundos pues incluye el barniz pluralista que sirve para aliviar la mala conciencia respecto a los asesinatos masivos de los comunistas y la ausencia de crítica y de participación popular. Desde el extranjero pocos interrogan acerca del destino de la población que no comulga con el proyecto bolivariano, para la cual las  leyes valen poco pues la única legitimidad proviene de la dictadura de la mayoría. Ernesto Laclau, muy citado fuera de Venezuela para explicar el fenómeno Chávez, comentaba recientemente que su  triunfo y el de Cristina Fernández de Kirchner eran convenientes pero que debía existir una oposición que aceptase las reglas del juego propiciadas por estos presidentes. ¿En serio? ¿Se puede ser oposición legítima, desde el punto de vista de la supremacía moral que exhibe el chavismo,  para un gobierno que llama al cuarenta y cinco por ciento de la población “apátridas”, pitiyanquis”, “vasallos del imperio”, “racistas”, “ladrones”, “golpistas”, “hijos de extranjeros”, “enemigos del pueblo” y que calificó al candidato Henrique Capriles Radonski de judío-maricón-cerdo-majunche? Por favor, somos unos parias morales, unos despreciables egoístas aburguesados, desagradecidos y rebeldes que no aceptamos que se pase por encima de la ley.
Por eso mis compatriotas revolucionarios no cuestionan que no se le entregasen recursos suficientes a las gobernaciones y alcaldías  opositoras. Al contrario, aconsejaron a hombres y mujeres  no oficialistas que bajaran la cabeza y votasen por los candidatos revolucionarios en 2012. Se humilla al vencido pues el orgullo y la dignidad son boberías burguesas. Como me dijo un obrero de la Universidad Central de Venezuela: “ustedes los profesores se portan mal con Chávez. Dejen de criticar y a lo mejor nos aumentan el sueldo.” En nombre de los pobres  ni los pobres pueden pedir un sueldo decente. En nombre de los pobres no importa tener un país con uno de los índices de inflación más altos del mundo, unas cifras aterradoras de asesinatos por hampa común y una población dividida por el odio y la intolerancia. En nombre de los pobres, que viva Chávez: la emoción que causa cubre las mentiras e ineficacias de un gobierno dependiente como ninguno de la renta petrolera y del millón de barriles que le vende al imperio norteamericano. Paz a sus restos.

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