Los laberintos de la censura; por Marcelino Bisbal
Marcelino Bisbal · Thursday, June 23rd, 2016
Si algo ha caracterizado a este proceso político, a este régimen que se inició en 1999,
es la avidez o la pasión por la censura en todos los órdenes de la vida pública; pero
muy especialmente en lo que tiene que ver con los medios de comunicación y el
periodismo que se ejerce desde ellos. Aunque la censura es inconstitucional, desde
que el país entró en la era democrática iniciada en 1945 con la instauración de la
Primera República Liberal Democrática, según nos apunta el historiador Germán
Carrera Damas, a lo largo del tiempo ha habido serios intentos y acciones que han
limitado el pleno y plural ejercicio de comunicar. Este es un concepto, como nos
refiere Antonio Pasquali, mucho más amplio y omnicomprensivo, que abarca a la
libertad de expresión como derecho, no sólo de los que ejercen el oficio de la
comunicación, sino de todos los humanos por el hecho de estar en el mundo y convivir
con los otros.
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Sin embargo, la comprobación histórica de cómo se ha venido ejerciendo ese derecho
nos hace afirmar que en estos tiempos de la llamada revolución bolivariana han
ocurrido acontecimientos y episodios que alcanzan límites extremos que no
conocíamos. Avalados además por una jurisprudencia que se dice democrática y que
tiene como objetivo declarado alcanzar una falsa idea de la necesaria democratización
de las comunicaciones. Allí están todos los informes, documentos y declaratorias
elaborados por organizaciones no gubernamentales, tanto locales como
internacionales, que se han dedicado a auscultar el estado de ese derecho año tras
año.
Tales diagnósticos nos hablan de cómo el Gobierno le ha dado una gran importancia al
control de los medios y sus informaciones, de cómo el Gobierno ha impuesto un juego
político cada vez más cercano a la antipolítica y una retórica que altera radicalmente
el lugar que ocupaba la política… ¿Y cuál ha sido el resultado de esas imposiciones?
Germán Carrera Damas en su voz de alerta titulada En defensa de la República (2013)
lo expresa de manera muy clara cuando nos dice que la República está amenazada al
ver como sus bases se van erosionando y destruyendo poco a poco. Confiesa el
historiador que:
Hace algún tiempo que vengo dando, por esta vía, la voz de alerta ante lo que
he denominado la demolición de la República, concebida como la manera de
abolir el ejercicio de la Soberanía Popular como fuente necesaria de la
legalidad y legitimidad del Poder Público (…) Hemos desembocado, de esta
manera, en una situación en la cual toda comparecencia ante la Soberanía
Popular se ha vuelto temible para el régimen. Hasta el punto de que sus
usufructuarios sienten la necesidad no ya de falsear los términos de esa
comparecencia, sino de hacerla innecesaria.
II
En Venezuela se ha dado y se sigue dando aún, en los círculos académicos, entre los
periodistas, los opinadores y en la propia sociedad civil, el debate de si el Gobierno
que hoy tenemos es una dictadura, un régimen autoritario, un autoritarismo electoral
o lo que han llamado un neoautoritarismo. Visto todo lo que ha venido ocurriendo a lo
largo de estos años, yo me inclinaría por caracterizar al Gobierno, siguiendo a
Umberto Eco, como un régimen totalitario de hecho.
Estamos en presencia de un Gobierno que tiene todo el poder, que ha secuestrado las
instituciones del Estado, que desconoce el voto popular y que monopoliza –por
diversas vías– los flujos de información prácticamente controlando todas las fuentes
comunicativas. Es un régimen de hecho porque sus acciones públicas no se justifican
con ideas y debates, sino con imposiciones que deja traslucir la presencia cada vez
más marcada de la barbarie frente a la civilidad. “La instauración de un régimen
totalitario de hecho (que, repito se instaura más allá de las voluntades individuales) no
forma parte de ninguna dialéctica democrática” nos referirá Eco.
En el campo de las comunicaciones, la política del régimen totalitario de hecho es
controlar a los medios de comunicación y a sus comunicadores. Hoy, el control se
ejerce por vías sofisticadas, por lo tanto sus resultados generan autocensura,
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complacencia y sumisión frente al poder. Entramos así en un régimen de censura.
A principios de junio el Tribunal Supremo de Justicia emitió una sentencia prohibiendo
a los medios digitales difundir videos de linchamientos a través de sus páginas de
Internet y las redes sociales, haciendo que esta medida, según reza la sentencia Nº
429/2016, se extienda a todos los medios de comunicación. Expresa la sentencia: “La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagra el derecho a una
información oportuna y veraz. Partiendo de allí, los comunicadores sociales tienen el
derecho de expresar periodísticamente un hecho noticioso y los usuarios y usuarias
tienen el derecho de recibir una información adecuada, pero estos derechos no deben
crear zozobra e incertidumbre en la población, ya que el ejercicio de la comunicación
social debe contribuir con el desarrollo integral del individuo y de la sociedad”. Y
añade: “La difusión de estos videos podrían exaltar (…) el fomento de la anomia, el
irrespeto a las leyes y a los derechos humanos”. Otro tanto podríamos decir los
ciudadanos ante lo que sucede en el país con relación al tema del desabastecimiento
de alimentos y de medicinas negadas por el alto Gobierno; ante la presencia de una
retórica descalificadora, excluyente, insultante y mentirosa sobre la realidad
inmediata; ante la omisión estatal hacia la violencia creciente; ante las altas tasas de
impunidad frente a hechos delictivos; ante las 2.779 protestas ocurridas en estos
meses del año por la situación que vive el país.
Esta acción de censura y su justificación, que va en sentido contrario a lo que dice el
artículo 58 de la Constitución, que prohíbe la censura previa, se suma a todo un
conjunto de agresiones físicas y jurídicas hacia los medios y los periodistas. La lista es
larga:
— En lo que va de año, la ONG Espacio Público detectó 40 casos de
intimidación a los medios (confiscación de equipos, detenciones e
impedimento de cobertura) y 19 casos de agresión.
— La prohibición del TSJ a la publicación de fotografías de crímenes,
alegando el bienestar de los niños y adolescentes.
— La prohibición de publicar avisos clasificados con contenido sexual, por ser
denigrantes de la mujer.
— El espionaje comunicacional que atenta contra la privacidad de las
comunicaciones.
— El número de acciones legales por los delitos de difamación e injuria ha
crecido en estos años. El caso más emblemático es el de El Nacional, Tal Cual
y La Patilla por haber reproducido un reportaje del diario ABC de España en
donde se vincula a Diosdado Cabello con el narcotráfico. Se le ha prohibido a
sus directivos (22 personas) salir del país.
— La condena a cuatro años de prisión por difamación e injuria del editor del
diario Correo del Caroní por informar la corrupción existente en la empresa
estatal del hierro en Ciudad Guayana.
… y un largo etcétera.
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Después, el ministro para la Comunicación e Información nos dice:
“En Venezuela hay un verdadero ejercicio de la libertad de expresión. Hay
algo que nosotros no podemos negar. Hoy en nuestro país la población en
general tiene muchísimas mayores posibilidades de expresarse libremente a
través de los medios de comunicación. Hablamos incluso de la posibilidad de
que hoy millones de venezolanos, a través de medios comunitarios, a
cualquier localidad que tú vayas del país, cualquiera de nosotros lo puede
comprobar, hay una radio comunitaria, hay una televisora comunitaria, hay
un periódico comunitario, hay colectivos que utilizan ahora redes sociales.
Nosotros hacemos un verdadero ejercicio de la libertad de expresión”.
III
Ante el des-orden que reina en el país y que desde el poder se quiere ignorar u
ocultar, por aquello que nos apunta el escritor Arturo Pérez–Reverte cuando expresa
que:
Aquel objetivo elemental, que era obligar al lector a reflexionar sobre el
mundo en el que vivía, proporcionándole datos objetivos con los que conocer
este, y análisis complementarios para mejor desarrollar ese conocimiento,
casi ha desaparecido. Parecen volver los viejos fantasmas, las sombras
siniestras que en los regímenes totalitarios planeaban, y aún lo hacen, sobre
las redacciones. Lo peligroso, lo terrible, es que no se trata esta vez de
camisas negras, azules, rojas o pardas, fácilmente identificables. La sombra
es más peligrosa, pues viene ahora disfrazada de retórica puesta al día, de
talente tolerable, de imperativo técnico, de sonrisa democrática. Pero el
hecho es el mismo: el poder y cuantos aspiran a conservarlo u obtenerlo un
día no están dispuestos a pagar el precio de una prensa libre, y cada vez se
niegan a ello con más descaro.
Por eso, la metáfora del periodista Ryszard Kapuscinski cuando expresaba que “El
trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz,
para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”, cobra vigencia en esta
Venezuela de hoy.
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