martes, 29 de octubre de 2013

Modernidad, posmodernidad e hipermodernidad

Los tiempos hipermodernos
Gilles Lipovetsky
Ya son unos cuantos años leyendo a Gilles Lipovetsky, desde que me lo presentó «El estado del mundo» de Vicente Verdú, y en sus notas a pie de página fui conociendo una serie de sociólogos contemporáneos, el que más he leído ha sido Lipovetsky, pero también Richard Sennet, Ulrich Beck, Antonhy  Giddens. No son lecturas fáciles, a veces hay que releer algunos párrafos y cuando terminas un libro, pasan un par de semanas, y te cuesta encontrar o recordar los argumentos, sería necesaria una segunda y tercera lectura, casi estudiarlos, para comprender bien todo lo que quieren decir. A veces lo hago, leer una segunda o una tercera vez, pero nunca el libro entero (no hay tiempo para eso en el reinado de la urgencia de los tiempos hipermodernos), sino aquellos aspectos que más me han interesado o que creo que mejor se pueden adaptar a mi experiencia o a mi entorno. Y es eso lo que voy a intentar aquí, rescatar de«Los tiempos hipermodernos» lo que más me ha llamado la atención.
Para eso tenemos que remontarnos a «La era del vacio», escrito en 1983, en donde Lipovetsky entra de lleno en su tema favorito: el individualismo contemporáneo. La llamada modernidad comienza entrado el siglo XX, la época de las ideologías y de las vanguardias, de las revoluciones, de las masas, se creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, se rompió con las jerarquías de sangre y la soberanía sagrada. Todo eso empezó a desquebrajarse, según Lipovetsky, por el fenómeno de la moda, la moda como nuevas valoraciones sociales vinculadas a una renovada posición e imagen del individuo respecto al colectivo, la moda que permitía escapar del mundo de la tradición descalificando el pasado, afirmando lo nuevo, el gusto individual y casi pasajero, efímero, la moda (y el consumismo) que reestructura la sociedad según la lógica de la seducción, la renovación permanente y la diferenciación marginal.
Es con la difusión de la moda cuando entramos en la época posmoderna en la que se amplia la esfera individual, las diferencias individuales, la pérdida de transcendencia de los principios reguladores sociales y la disolución de la unidad de los modos de vida: los individuos se liberan de la esfera a la que pertenecen sin necesidad de tener que seguir un camino preestablecido. Es en ese momento, en la llegada de la posmodernidad, cuando aparece Narciso, el individuo que busca la autorrealización personal, el bienestar, el placer, la gente quiere vivir en seguida, aquí y ahora, sin ideales ni tradiciones, el objetivo es conservarse joven, consumir, disfrutar…, en definitiva, la afirmación individual y hedonista que Lipovetsky denominó la «La era del vacio». Ahora bien, esta sociedad hedonista no significa que vivamos en una época sin valores, es lo que el autor llama «La paradoja de la posmodernidad», ya que conviven entre el vacio y la vida superflua el gran desarrollo de la democracia, de los derechos humanos, del voluntariado, del cuidado del medioambiente, de la ética en los negocios.
Pero esa etapa posmoderna, que dura hasta principios de los noventa, de paso a una nueva época: la hipermodernidad. Hipercapitalismo, hiperindividualismo, hiperpotencia, hiperterrorismo, hiperrealismo, hipercomunicaciones, hiperrentabilidad, hipermercado, hiperplacer: todo es híper en una sociedad basada en el mercado, en la técnica y en el individuo, y donde no existen proyectos alternativos de peso a la escalada del neoliberalismo paroxístico del «siempre más» (y siempre más rápido). Y lógicamente tambiénhipernarcisismo, un narciso que se tiene por maduro, responsable, eficaz, adaptable, ético y profesional, pero, ¿es realmente maduro cuando se niega a aceptar la edad adulta?,  ¿es responsable cuando se producen despidos colectivos, destrucción de la ecología, corrupción?, ¿es adaptable cuando se niega a renunciar a ninguna ventaja adquirida? (el miedo tan presente en nuestras sociedad, a renunciar a lo adquirido, pero también ante la incertidumbre, ante la precariedad en el trabajo), ¿es eficaz cuando nunca ha existido tanta depresión, ansiedad, angustía y tentativas de suicidio? La hipermodernidad significa hiperindividualidad, el debilitamiento del poder regulador de los grupos, sea familia, religión, cultura de clase, el individuo parece cada vez más descompartimentado y móvil, fluido y socialmente independiente, una volatibilidad y una autonomía extrema que puede significar más una desestabilización del yo que una afirmación triunfante del sujeto dueño de sí mismo.
Y lo anterior es la otra paradoja de la que habla Sébastien Charles en la introducción del libro, cuanto más progresan los comportamientos responsables más irresponsabilidad hay. Los indiviudos hipermodernos están a la vez más informados y más desestructurados, son más adultos y más inestables, están menos ideologizados y son más deudores de las modas, son más abiertos y más influenciables, más críticos y más superficiales, más escépticos y menos profundos. Y ante este panorama de aspectos positivos y negativosLipovetsky ofrece una visión de la hipermodernidad en la que la responsabilidad es la piedra angular del porvenir de nuestras democracias, la responsabilidad que debe ser colectiva y ejercerse en todos los dominios del poder y del saber, una responsabilidad que también debe ser indiviudal porque nos corresponde asumir esta autonomía que la modernidad nos ha legado (Sébastien Charles).
Bueno, y ese es mi particular y brevísimo resumen de «los tiempos hipermodernos» (seguro que hay otros), quedan muchísimos aspectos en el tintero y que no tengo espacio para comentar aquí (ya se me ha hecho demasiado largo para un artículo que se lee a través de una pantalla en la hipercomunicación de internet), pero era mi interés leer este libro después del que comenté en el artículo anterior de este blog, «África en auxilio de occidente», y en donde se enumeraban una serie de aspectos de las sociedades africanas que podrían ser beneficiosas para los tiempos hipermodernos de las sociedades neoliberales, como son la importancia de las relaciones sociales, la colectividad como base de la sociedad, la hospitalidad con el extranjero, la armonía con la naturaleza, la falsa pobreza (no es más pobre el que menos tiene sino el que está más solo), y la importancia de la palabra. En el fondo los tiempos hipermodernos que nos cuenta Lipovetsky corresponden a la cultura denominada occidental, pero hay otras culturas en este planeta, y si la globalización neoliberal es imparable, que no sea un tsunami de la occidental sobre las otras, sino que más bien se convierta en un diálogo, en un encuentro en donde prevalezca el respeto, la empatía y la responsabilidad

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