martes, 26 de marzo de 2013

LAS RAICES DEL PENSAMIENTO DE CHAVEZ FUERON MÁS DE TRES.

elkabudari.over-blog.es
Tuesday 12 march 2013212/03/Mar/201315:10

Las raíces del pensamiento de Chávez fueron más de tres

El argentino Norberto Ceresole fue una de las iniciales fuentes inspiradoras del Presidente, e ideólogo de la trilogía Caudillo-Ejército-Pueblo; murió en 2003.
El argentino Norberto Ceresole fue una de las iniciales fuentes inspiradoras del Presidente, e ideólogo de la trilogía Caudillo-Ejército-Pueblo; murió en 2003.

Bravo, Ceresole y los Castro, influyeron en la formación político-ideológica del líder

Carlos Blanco
/ El Universal
Carlos_Blanco_1Casi inmediatamente después del golpe del 4 de febrero de 1992, tuve uno de los que entonces eran habituales encuentros con José Vicente Rangel. Por ese tiempo yo andaba de Ministro para la Reforma del Estado y me sentía impresionado por la ferocidad de los golpistas, pero sobre todo -pensaba- por el romanticismo sangriento que podían portar los redentores. Rangel me habló sin ambages de mi equivocación: “No creas que Chávez es un romántico sin historia; él es un activo y antiguo militante de izquierda desde el liceo”.
En pocos días se hicieron evidentes las conexiones civiles de la conspiración, y los nombres de Douglas Bravo y de otro viejo amigo de quien esto escribe, Kleber Ramírez, comenzaron a emerger. Estos habían sido figuras clave del FLN-FALN de la fenecida lucha armada y luego artífices del PRV-Ruptura, el tenderete que por esa época cobijaba los planes de los derrotados guerrilleros.
Gracias a la incansable actividad de intelectuales como Alberto Garrido, Agustín Blanco Muñoz y Jorge Olavarría, se pudieron establecer las filiaciones básicas del pensamiento de Chávez. No fue nunca un marxista – hace poco llegó a reclamar que lo era sin haber leído a Marx-, pero sí fue un hombre de izquierda que abrevó, a través de su hermano Adán, en la heterodoxia portada por Douglas Bravo en su ruptura con el Partido Comunista (PCV).
En estas fuentes encontró el fallecido Presidente dos conceptos básicos que lo acompañarían con vaivenes por varios años: la idea de la revolución, entendida en forma concreta como la liquidación del sistema político bipartidista imperante en Venezuela, para crear un camino diferente al capitalismo y al socialismo soviético; y la necesidad de la alianza cívico-militar revolucionaria, dinámica que definiría el papel que los militares podían y debían cumplir en el proceso de cambio.
El trabajo militar que había comenzado por parte del PCV desde 1957 y que había producido varias insurrecciones militares de izquierda contra el gobierno de Rómulo Betancourt, en Carúpano, Barcelona y Puerto Cabello, fue un trabajo que Douglas Bravo nunca abandonó y que fructificó en sucesivas camadas de militares de izquierda en secuencia de conspiraciones que ni empezaron ni terminaron con las de Chávez.
El trabajo de infiltración había captado talentosos oficiales como fue el caso del teniente coronel William Izarra, también mi amigo de otros tiempos, quien era el mejor formado en las tesis revolucionarias, y por un período el más importante de los militares activos de izquierda, aviador, Alférez Mayor y primero de su promoción en 1967.
Esa izquierda radical y guerrillera, que había roto con el PCV pero sin pacificarse más que de palabra, primero admiradora y luego muy crítica de Cuba, radicalmente opuesta a la URSS, nacionalista, y antimperialista por derivación, fue el ambiente intelectual en el que se moldeó el joven oficial Hugo Chávez.
Con Bravo, intenta encontrar las raíces revolucionarias en los héroes nacionales como una forma de ruptura también con el colonialismo intelectual y político comunista de la Guerra Fría. En vez de Lenin, Bolívar; en vez de Trotsky, Simón Rodríguez; en vez de Mao, Zamora. El estudio de los textos bolivarianos, su aprendizaje, su hermenéutica, su declamación, iban a constituir elementos estructurales en la formación del personaje.
El Ejército
El Chávez que ejecutó el golpe de estado de 1992 es un militar de izquierda, sin ninguna duda, pero la mayor parte de sus compañeros no lo eran. Estos se encontraban más bien motivados por luchar contra lo que consideraban una sociedad corrompida que debía ser purificada (hasta un Comité de Salud Pública de prosapia robespierrana tenían en sus decretos nonatos), en contra de un gobierno que “quería entregar el Golfo a Colombia”, y también enfrentados a partidos que consideraban putrefactos.
Por diversas razones son apartados los factores civiles que estaban en la conspiración desde los inicios, y el golpe se desenvuelve según sus clásicos y sangrientos cánones tornándose estrictamente militar. La derrota la recogen los oficiales comprometidos y lo que será su progresiva victoria política posterior, también. El intento no era solo purificar la sociedad, sino muy especialmente a las Fuerzas Armadas, por esos tiempos sometidas a las pugnas entre generales que, por acceder a los mandos superiores de la institución, habían creado facciones y desorden institucional.
Después que sale de prisión en marzo de 1994 hasta las elecciones de 1998, varios nuevos factores se introducen en el mapa ideológico de Chávez. Hay algunos esenciales, producto del encuentro con Norberto Ceresole, intelectual argentino de mucho talento y pocos escrúpulos, pronazi, hombre de vinculaciones extrañas con militares en diversos países y muy particularmente con los “carapintadas” de su tierra natal. La tesis de Ceresole después de la victoria electoral de 1998 es que el pueblo de Venezuela le había dado un mandato directo, único, indivisible e irrevocable a Chávez para conducir la revolución. El mandato al líder, al caudillo, era tan exclusivo que no podía ser prorrateado con uno o varios partidos políticos, ni el MBR-200 inicial, ni el Polo Patriótico, ni el MVR. Ese mandato sólo podía ser ejercido por el líder en una relación directa con la masa.
Ceresole va más allá y establece que el ejercicio del poder tiene un instrumento solo disponible y manejable por el Presidente que es el Ejército. Surge así la trilogía Caudillo-Ejército-Pueblo. El ideólogo argentino tuvo un impacto muy grande en el dispositivo intelectual de Chávez, aunque esa relación se rompió por una serie de acontecimientos. Por una parte su discurso antisemita encendió las alarmas en la opinión pública venezolana, lo que lo convirtió en una compañía muy tóxica para Chávez; por otra parte, atacó a Luis Miquilena y a José Vicente Rangel, entonces ministros, a quienes achacaba ser trabas en el establecimiento de la relación directa que el líder debía tener con las masas (y con él, con Ceresole). Por esos días yo era director de la revista Primicia y entrevisté al argentino, quien andaba medio escondido en una casa de donde temía ser sacado por la policía debido a que el entorno de Chávez -según él creía- quería separarlo del líder para impedir la consolidación del esquema caudillista antes esbozado. Se iba del país pero dejaba sembrada sus ideas.
La salida del asesor no fue el fin del esquema que había concebido. El PSUV, que se desarrolló a partir de otros bosquejos organizativos previos,se constituyó como instrumento electoral, pero no fue concebido ni pudo ser el verdadero instrumento de poder. Este papel le correspondió al Ejército; no a las Fuerzas Armadas en su conjunto, sino solo a la fuerza a la que perteneció Chávez: el Ejército. En algún momento se planteó la eliminación de la Guardia Nacional y este componente sacó las uñas, nunca fue querido por el Caudillo; y la Aviación y la Armada nunca fueron concebidas por él como herramientas de poder.
El Ejército, y más adelante la Milicia Nacional, fueron los verdaderos y reales instrumentos para el ejercicio del mando revolucionario; las piezas en manos del caudillo para poder realizar el mandato único, indivisible y monopólico que el pueblo le habría dado en 1998 y renovado las veces que fue reelegido. La aclamación al líder, con obvias manifestaciones fascistas, era el instrumento más apropiado para conseguir la fuerza necesaria para los cambios deseados.
El Factor F
Uno de los factores que habrá que estudiar con más detenimiento es la relación de Chávez con Fidel Castro. El carácter filial que ese vínculo adoptó, tiende a velar otros aspectos políticos esenciales. Sin ninguna duda la dirección del Estado venezolano pasó a depender estratégicamente de decisiones tomadas entre el Presidente venezolano y la dirección política cubana encabezada por los hermanos Castro, lo que derivó en extraordinarios beneficios económicos para la arruinada isla y en la masiva presencia cubana en Venezuela. Sin embargo, Chávez obtuvo de Cuba la más importante presea de su carrera política que fue consagrarse como revolucionario latinoamericano y mundial.
No hay que olvidar que en 1992 y por un tiempo, Chávez fue tenido como el clásico felón militar tropical que había intentado derrocar a un gobierno constitucional, y en América Latina estos personajes, debido a la historia de autoritarismos, tienen muy mala prensa. Pero el bautizo revolucionario que en forma progresiva dio Fidel Castro a su discípulo le permitió a éste pasar de la condición de militar golpista a jefe de la joven rebeldía venezolana. Este trueque permitió que las ideas previas de Chávez se condensaran y se solidificaran en una perspectiva “cubana” de la revolución venezolana.
A partir de la influencia de los Castro comenzó un nuevo giro ideológico y político de Chávez, proceso en el cual estaba en el momento en que se descubrió su enfermedad. Los nuevos elementos tendían a promover una segunda línea de mando que pudiera darle continuidad al proceso en caso de que él no pudiera proseguir, la creación de la Milicia con mayor fuerza para poder sustituir a la FAN ya muy desgastada institucionalmente, el intento -a todas luces fallido- de promover una mayor eficiencia en el desempeño de la máquina estatal y, lo más importante, la creación de un poder organizado de base, el Poder Comunal, que le diera sustento sólido a lo que hasta entonces había sido sostenido solo por el liderazgo del Comandante.
En este último giro tal vez estaba en marcha el uso del personalismo autoritario para promover una dirección más colectiva e impulsar el PSUV con miras más amplias que las meramente electorales. Chávez alcanzó una postura ideológica fragmentaria, producto de la mezcla explosiva descrita, pero no pudo desarrollar a cabalidad su proyecto por dos razones básicas: la resistencia de los sectores democráticos y de las instituciones construidas a lo largo de 40 años, especialmente las de la descentralización; y también porque tuvo que ser la amalgama de sectores de derecha y de izquierda, civiles y militares, que le imponían ser mediador político e ideológico entre ellos. Ahora, sin su presencia, lo que estaba pegado se despega, lo que estaba atado se desata, y los perfiles ideológicos de lo que sigue están por escribirse. Esta historia continuará

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